Cita
Capítulo X: Cita
Shinsou parpadeó con incredulidad, mirando la pantalla del celular por varios minutos. ¿Había sido eso un intento de coqueteo? ¿Podía permitirse malinterpretar el tono juguetón de su voz? ¿La aparente sonrisa? ¿O siquiera el hecho de haber aceptado?
Negó varias veces. Quería ir en orden. Ganar su confianza, ser amigos y, quizás, algo más —no, no súper amigos—. Anhelaba ser capaz de apreciarla y compensar todos esos años en los que no estuvieron juntos. Y se tenía confianza; si había conseguido convertirse en héroe, podría reconquistarla.
Y tenía al perro.
Era algo que se reiteraba cual mantra. No era de creer mucho en la metafísica, pero tal vez si se lo repetía terminaría por hacerse realidad. O al menos eso esperaba. Por lo pronto, se decantaría por actuar y dejar de pensar tanto en sus arrepentimientos y las maneras para evadirlos a futuro.
Se dio una ducha rápida, se revisó la herida que vendaba cuidadosamente cada día, y se secó el cabello, notando cómo adoptaba su usual forma antinatural. Sin querer, recordó el comentario oportuno de Ashido comparando su cabello con unos muñecos —troll o algo así— que había encontrado en la casa de sus tatarabuelos. Su apariencia física no era algo por lo que se preocupara demasiado, aunque a veces era demasiado consciente de lo llamativo que era comparado con Eraserhead.
Prefirió no cavilarlo tanto y clavó las pupilas en el pequeño frasco que descansaba al fondo de su armario. La colonia era un artículo que no usaba demasiado; era cuidadoso con su higiene y no necesitaba que nadie halagara su buen aroma. Además, había descubierto que a los insectos se les antojaba más deliciosa su sangre cuando la usaba. Sin embargo, por esa ocasión, no pudo detener su mano cuando se hizo del frasco y se roció tanto que el perro se cubrió la nariz y empezó a estornudar.
—Bien, amigo, vamos a pasear.
Ante la última palabra, ladró de alegría pura y empezó a saltarle encima para que le pusiera la correa. Shinsou se guardó el celular en el bolsillo y se cercioró de llevar dinero.
El recorrido a la playa le tomaba treinta minutos si iba a paso lento y haciendo las paradas que el perro demandaba para olisquear las flores y estornudar. Le gustaba mirar el paisaje, el radiante sol, el despejado cielo y el viento ocasional que le hacía caer en cuenta de la cercanía del invierno. En primavera, se imaginaba llevando a (T/N) a ver las flores de cerezo, caminando hombro con hombro, quizás con sus dedos entrelazados... Agitó la cabeza ante el descarado pensamiento, no debía adelantarse a los hechos.
Quince minutos antes del tiempo estimado, Shinsou la divisó a la distancia. Vestía de forma sencilla y llevaba un bolso donde, si mal no recordaba, tendría una botella con agua, un paraguas y una bufanda. La admiró unos instantes a lo lejos, delineando su figura con la mirada y percatándose de que había crecido mucho en esos cinco años. Era más alta, su cuerpo era más curvilíneo y había cambiado su peinado. Todo en ella parecía aún más hermoso luego de analizarla mejor. Aunque agradecía que su sonrisa no hubiera cambiado; seguía siendo jovial.
(T/N) ladeó el rostro y le sonrió al verlo, agitando la mano a modo de saludo. A los pocos segundos, el perro y Shinsou estuvieron a su lado, la chica se agachó para saludar al cachorro que lucía más que entusiasmado por verla.
—¿Te hice esperar demasiado? —Hitoshi cambió el peso de una pierna a la otra, sintiendo un poco de envidia por su perro al verlo bañado en besos.
—No, bueno, sí; pero ambos llegamos más temprano de lo acordado, por lo que no importa demasiado.
—¿Estabas ansiosa por verme?
(T/N) alzó la mirada para observarlo mejor, a pesar de que el sol deslumbraba su figura. Notó la sonrisa altiva de la que hacía gala.
—Veo que alguien por aquí se volvió bastante altanero con el paso de los años —replicó con saña—. Y no, no estaba ansiosa por verte. Solo quería admirar el paisaje con mi kosei. Por lo general, no vengo a la playa.
—¿Con tu kosei?
—Es divertido ver los esqueletos vivientes de los peces bajo el agua, aparte de la hermosa combinación de colores del cielo y el mar fundiéndose en el horizonte.
—Los esqueletos... —susurró y soltó una carcajada—. Eso suena muy terrorífico si lo pones así.
—Ventajas de un kosei inútil como el mío, supongo.
—No es inútil.
—Ahorramos en electricidad y atendemos más rápido a las mascotas, pero de resto...
—Es suficiente —atajó con suavidad—. Haces una diferencia, ¿no? Eso es bueno para el hospital y para los dueños de los animales que los llevan a emergencias. Hablo por experiencia.
(T/N) ladeó la cabeza, dejando que una sonrisa bailara en sus labios. Quizás tenía razón, pero le hubiera gustado dedicarse a la profesión soñada de los cómics que su padre coleccionaba cual valiosas preseas.
—Ahora que lo mencionas —empezó, dejándose caer sobre la arena—, ¿cómo vas con él?
—Bien. Hice lo que me recomendaste. —La imitó y vio cómo el perro mordía la correa para que lo dejara correr libremente—. No te alejes demasiado, y nada de comer cosas de dudosa procedencia.
El perro ladró una vez y Shinsou le acarició la cabeza efusivamente. Lo vieron ladrar y saltar sobre la espuma del mar, mordiéndola con vehemencia. Ambos se rieron, pero prefirieron quedarse al buen resguardo de una solitaria palmera que había conseguido crecer luego de que una enigmática y misteriosa persona limpiara la playa.
—Mencionaste algo sobre el perro teniendo un kosei, ¿cierto? —dijo (T/N), procurando no pintar sus palabras con tanto escepticismo.
—Sí. Puede entender lo que digo.
—Eso lo puede hacer gran parte de los perros, Shinsou.
—No, es en serio. Un ladrido es una afirmación y dos son una negación —explicó con los dedos en alto—. Aizawa-sensei tenía un gato con kosei, y el director de U.A. es una rata u oso o el animal que sea.
—El director de U.A. fue sometido a experimentos, no cuenta —repuso de inmediato—. Es cierto que hay animales con kosei, muy escasos, pero los hay. Sin embargo, no creo que él sea uno de ellos.
—Lo es —insistió con una tozudez que (T/N) no recordaba de él.
Ella suspiró y se abrazó las rodillas, decidiendo ceder. Tener a Shinsou a su lado le parecía casi sacado de un sueño, y no solo eso, sino que él se presentaba como alguien totalmente distinto a como lo recordaba. Era más amable, expresivo y también altanero; no parecía odiar al mundo como en antaño, todo él tenía un enfoque mucho más optimista que se podía entrever en sus manierismos. Ella también se había propuesto olvidarlo para rodearse de positivismo; aunque, viéndolo desde otra perspectiva, Shinsou parecía querer llevarla por un sendero más luminoso que aquel que recorrió sola, con la falsa ilusión de su compañía.
—(T/N) —llamó por tercera vez, notando cómo daba un respingo—, ¿estás bien?
—Sí, lo siento. Solo pensaba.
—¿En qué?
—En... —Desvió la mirada, incapaz de ser honesta—. En nombres para el perro, por supuesto.
Hitoshi asintió sin querer inquirirla demasiado, aunque dudaba que tan profusa cavilación se debiera a nombres de perros. Silbó y su compañero se acercó corriendo.
—Tenemos que demostrarle que sí puedes entenderme —le dijo al cachorro que solo agitó la cola en respuesta mientras la joven se reía—. Ahora, empecemos.
Shinsou le ordenó hacer varios trucos, ladrar cierto número de veces hasta que le pidió que lamiera a (T/N) y el perro se le abalanzó encima, haciéndola reír hasta casi quedarse sin aire.
—¡Te creo, te creo!
—Ya basta. —Palmeó el lomo del perro y le sonrió.
—Si esto fuera la corte, eso sería considerado como una afirmación persuadida por métodos ortodoxos de tortura. —Se carcajeó de forma dramática—. Me hicieron doler la barriga, ustedes dos.
(T/N) se sorprendió un poco cuando Shinsou extendió la mano y acarició su mejilla con dedos temblorosos, la calidez de su tacto se le antojó reconfortante, pero no hizo amago de inclinarse hacia él.
—Tenías arena en la cara.
—No lo sé, suena como a una excusa para cortar la distancia.
—Es cierto, mira. —Le enseñó su mano llena de arena.
—Te recuerdo que estás apoyado sobre ella. —Se puso en pie de forma enérgica—. Pero no me molestó. Ahora, vayamos a almorzar algo. Debemos pensar un nombre para él también.
Hitoshi la observó unos instantes mientras ella empezaba a caminar con el perro a su lado. Le fascinaba su jovialidad, sus intentos de coqueteo que le daban esperanzas, los esbozos de una sonrisa traviesa y esa manera en la que sus ojos lo reflejaban, sin temor a mirarlo fijamente. Había desarrollado un carácter más fuerte con el transcurso de los años; seguía siendo esa persona amable y compasiva de la secundaria, pero ahora no temía a expresar sus sentimientos e ideas. De solo verla reír, sentía cómo su estómago se llenaba de mariposas que querían hacerlo volar hasta la estratosfera de puro éxtasis.
Continuará~
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Tenía esto guardado en borradores y había olvidado publicarlo. Tengo la buena noticia que ya está escrita toda la historia, solo me falta trabajar en el epílogo.
Me encanta la idea de que los animales tengan kosei, así que tenía que colocarlo aquí.
Entonces, me despido. ¡Les deseo una excelente semana!
¡Plus Ultra! >.<
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