Efímero.

Pasajero.

Fugaz.

Perecedero.

Ese era el significado de la vida de Park Jimin, una vida que sin dudas hubieran querido conservar por más tiempo, pero después del sendero de flores siempre se encuentra el abismo.

Había tantas palabras para poder darle un significado a lo que pasaría de ahora en adelante.

Muerte.

Fallecimiento.

Óbito.

Defunción.

Era un juego de palabras que él todavía no había descifrado. Pero de algo estaba seguro, no había palabra alguna para definir lo que su corazón estaba sintiendo en ese momento.

Tal vez, se estaba quebrando en mil pedazos.

Sin embargo, él quería vivir sin límites, sin algo que le niegue hacer lo que quiere.

Ese sentimiento si tenía un significado y era tan sencillo decirlo, pero tan difícil hacerlo.

Soñar.

Ensoñar.

Fantasear.

Imaginar.

Solo esperaba que no fuera tan tarde para cumplirlo.

-

Drogadicto.

Toxicómano.

Drogodependiente.

Adicto.

Todo eso y más era la realidad de Min Yoongi, una persona que desearía desaparecer para nunca más volver, quien se arriesgaría a llegar al final del sendero de flores y caer en el terrible abismo, perdiéndose para siempre.

Porque nada, ni nadie podía salvarlo.

Salvación.

Rescate.

Redención.

Salud.

No había absolutamente nada que lo salvara de caer en el abismo. Sus ojos parecían no distinguir la lastima del cariño y eso le hacía creer que su corazón estaba vacío.

¿Cómo se podía ayudar a alguien que pedía a gritos ser salvado pero que no entendía las señales? No había forma.

Hasta que llegara el momento en el que lo perdería todo y se arrepentiría de nunca haber visto lo que los demás trataron de mostrarle.

- ¡Entonces vete! - Su voz se quebró de un momento a otro, estaba cansado de todo, de Jimin, de sus padres, pero sobre todo de él mismo - No quiero que nadie sienta lástima por mí.

Jimin se quedó en su lugar, observando atentamente como las manos del mayor comenzaban a temblar.

- No me voy a ir - Susurró, sintiendo el nudo en su garganta cada vez más fuerte.

- Quiero ayudarte, no soporto verte así - Sus ojos comenzaron a picarle.

Ver al mayor en ese estado hacía que muchas emociones se dispararan. No quería verlo sufrir más y no le importaba lo que tuviera que hacer, sabía lo que sentía, pero tenía mucho temor de dar un paso.

Dar aquel paso, significaría, confesar todo lo que siente.

- Pues yo no pedí tu ayuda - Suspiró pesadamente, sus ojos estaban clavados en el piso, vacíos y derramando lágrimas.

−¡¿Por qué no lo entiendes de una puta vez?!

- ¡No me voy a ir! - Repitió nuevamente.

La paciencia del menor estaba llegando a su límite, sentía su pecho doler, pero no le tomo mucha importancia, lo único que quería era que Yoongi estuviera bien.

- ¿A caso te van a dar puntos extras por ayudarme? O ¿vas a conseguir más puntos en labor social?

El pelinegro sentía que todo era parte de una mentira, que su ayuda no se trataba de algo que venga por cuenta propia.

Yoongi sabía que Jimin quería ayudar, pero no quería sentirse como una carga, mucho menos ahora, donde sentía que solo le hacía daño a su pequeño y tierno mundo, porque Jimin era su mundo.

Sentía que la única forma de alejarlo de su mundo era, hiriéndolo.

- ¡Quiero hacerlo porque me preocupo por ti! - El menor había comenzado a llorar haciendo que Yoongi se preocupara de sobremanera

- ¡Me gustas! Maldita sea ¿es tan difícil?

Jimin tenía un tornado de pensamientos en su cabeza, al igual que Yoongi.

Ambos tenían problemas, ambos eran seres humanos que cometían errores, que no eran perfectos, pero Min Yoongi pensaba que él era el único ser en la tierra con tornados y temblores dentro de su cabeza.

Los problemas nos consumen y muchas veces se nos dificulta salir de ellos, pero eso también es causa de nuestra ceguera.

No vemos más allá de nuestros dilemas, nos hundimos en un hoyo negro, pensando que no tenemos salida y gracias a eso, no vemos cuando alguien realmente nos quiere ayudar.

Yoongi sabía que estaba jodido, pero nunca se puso a pensar en que tan jodido estaba Jimin.