20 Final.
4 años después.
Young Hee y TaeHyung, ahora el Señor y la Señora Kim estaban más que felices. Los años habían pasado y a pesar de haber pasado varias dificultades, a pesar de que aveces todo parecía ir mal. Estaban bien y felices, estaban juntos y con ellos su pequeño JunHyun que ahora tenía cuatro años de edad y cada vez era más inquieto.
Nunca olvidarían el día que nació y llenó sus vidas de alegría. Tampoco olvidarían su boda que fue pequeña y sencilla pero hermosa.
Young salió del trabajo y se dirigió hacia la casa de sus suegros. Ellos cuidaban de él mientras ella y Tae trabajaban.
Ambos ya tenían una casa para ellos y ahora vivían solos.
— ¡Mami!
El pequeño revoltoso corrió hacía su madre en cuanto la vio entrar por la puerta. Dio un saltito y Young lo recibió en sus brazos.
— Mi pequeño — lo abrazó y besó su mejilla — ¿Te portaste bien con los abuelos?
— ¡Sí!
Asintió eufórico y jugó con el cabello de su mamá.
— El abuelito jugó al caballito.
Young abrió mucho los ojos. Sabía que juego era ese, Tae solía jugar con el a eso y se preocupó por la salud del Señor.
Vio al hombre salir de la cocina algo arengado pero con una amplia sonrisa.
— ¿Se siente bien? — preguntó la pelirroja. Sabía de sobra cuanto pesaba el niño.
— Estoy perfecto, me encanta jugar con mi nieto y verlo reír.
Se despidió del pequeño al igual que su abuela y Young se lo llevó hacía su casa. Abrió la puerta y se dio cuenta de que TaeHyung aún no llegaba, el pelinegro solía llegar algunas horas después.
Preparó la cena y luego le dio un baño a JunHyun, sintió la puerta abrirse y dejó que el hijo corriera a los brazos de su papá.
— ¡Papi!
— Junie — lo recibió en sus brazos y lo alzó jugando con él — ¿Y mamá?
Young salió del cuarto y se acercó para darle un beso en los labios a su esposo.
— Tengo hambre — fue lo primero que salió de sus labios.
— Y yo también.
El pequeño lo siguió y ambos miraron a Young con un puchero.
— La cena ya está — cargó a JunHyun — Pero los sucios no comen, ve a darte una ducha.
Rió al ver la expresión de Tae y como al instante el pelinegro corrió hasta el baño para tomar una rápida ducha. Luego de eso los tres se sentaron en la mesa y cenaron en familia.
Más tarde Tae se preparaba para contarle un cuento a su pequeño antes de dormir como cada noche.
— Y vivieron felices para siempre...
Cerró el libro y sonrió al verlo dormido. Se levantó y se dirigió hacía su habitación donde lo esperaba el amor de su vida.
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