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CAPITULO XII

— INICIACIÓN —

Las vacaciones de Pascuas habían comenzado, Maia Black y Evan Rosier se vieron obligados a volver cuando sus padres se los ordenaron. Sabía que algo pasaría y ninguno de los dos tenía buenos presentimientos.

Walburga estaba más feliz que de costumbre y Maia temia sobre lo que tramaba. Sabía que no sería un compromiso, sabía que era algo más fuertes, algo que sin duda la marcaría de por vida y sería señalada.

Una noche, la Black se encontraba frente a su tocador mientras arreglaba su cabello, tenía una cena en la mansión de los Rosier y debía asistir.

Era raro tener que ir sin Regulus, pero sin duda alguna la aliviaba tener ahí a Evan. No quería estar sola en un lugar así, junto a los más grandes seguidores de quién-tu-sabes.

Tenía puesto un vestido de color negro y unos tacones a juego, su cabello se lo había ondulado y solamente había retocado su rostro con poco maquillaje.

— ¡MAIA! — Walburga llevaba más de un cuarto de hora gritando el nombre de su hija, la matriarca de los Black estaba ansiosa y quería salir de Grimmauld Place.

La chica rodó los ojos y salió de su habitación colocándose los pendientes. Sonrió a Kreacher cuando paso por su lado mientras el elfo le hacía una exagerada reverencia.

Quería más a ese elfo que a sus padres.

Se reunió con sus padres y su madre la miro con severidad. Se encontraba ansiosa y Maia se lamentaba por no saber la razón.

Después de un viaje por la red flu, se encontraba caminando por el gran salón de la mansión Rosier buscando a su mejor amigo. Hasta que de pronto sintió que alguien puso las manos en su cintura y la chica se sobresalto.

— ¡Ey! Soy yo — Dijo Evan mientras le daba la vuelta a su mejor amiga.

— Hola — Saludo la chica con una sonrisa y después tomo de la mano al Rosier guiandolo hacia la esquina. — ¿Sabes que hacemos aquí?

— He tratado de averiguarlo, pero simplemente no logré descubrirlo — Maia suspiro al escuchar a su amigo.

Ambos chicos de diecisiete se habían metido a un laberinto oscuro con los ojos vendados.

La cena había sido el momento más incómodo de la noche, todos parecían saber el gran evento "importante" que ocurriría esa noche.

Los adultos reían, mientras, Maia y Evan se encontraban incómodos por la situación que generaba el que sean los únicos "pequeños".

A lo lejos se escuchó un estruendo y Bellatrix fue la primera en ponerse de pie.

— Ya es hora — Sonrió Bellatrix mientras señalaba la puerta y veía a Maia y Evan — Después de ustedes, primos.

Ambos se vieron entre si antes de levantarse y comenzar a caminar al lugar que les indicaba la prima de ambos.

Al llegar al gran salón pudieron ver a una persona encapuchada que les daba la espalda, cuando todas las personas estuvieron dentro las luces fueron apagadas y solo las velas iluminaban el lugar.

El encapuchado se revelo y ambos chicos vieron a quién-tu-sabes, Lord Voldemort estaba frente a ellos y miraba a ambos con una sonrisa siniestra.

— Maia Black y Evan Rosier, ¿están preparados? — preguntó el hombre de ojos rojos hacia ellos. Ambos chicos se miraron confundidos, lo que desató la risa de Voldemort. — Queridos míos, esta es su iniciación.

Evan vio como el miedo apoderó el cuerpo de Maia, la Black no podía moverse porque había quedado sorprendida. Su maldita madre la había metido en esa jodida situación.

— No es necesario que ella haga algo — Evan hablo y Voldemort lo miro al igual que todos los mortífagos presentes. — Soy capaz de hacerlo yo solo.

El mago tenebroso lo miro complacido.

— Perfecto, Rosier.

Voldemort batió su varita y por una puerta entro un hombre, probablemente muggle, estaba mal herido y Maia desvío su mirada.

Evan suspiro y de su túnica saco la daga de su familia, le dio un beso y sin remordimiento hizo un corte en el rostro del hombre para después encajarlo en su abdomen. El hombre gritaba de dolor y Maia sentía que en cualquier momento vomitaría.

Evan parecía fuera de sus cabales, el no quería que Maia fuera portadora de la marca, el haría todo para que ella no sufriera los estragos de la guerra años después.

Por último, el chico le lanzó un crucio al hombre que se retorció en el suelo del dolor. Evan hizo que el hombre se pusiera de pie y su último movimiento fue encajar la saga en la garganta del sujeto, le robo su último aliento y después saco la daga, dejándolo cubierto de sangre.

Todos miraban hacia el rubio y Voldemort sonreía ante la escena frente a el.

— Muy bien espectáculo, pero...

El hombre dirigió su mirada hacia Maia y dos mortifagos la tomaron de los brazos acercándola al de ojos rojos. Voldemort paso sus dedos por el rostro de la chica y después tomo su brazo.

La chica lanzó un grito de dolor al sentir como el hombre encajaba su varita en su antebrazo.

— ¡NO! — Evan grito al ver la escena.

El no quería que eso pasara, no debió haber sucedido y ahora lo que tanto temia lo contemplaba frente a sus ojos.

Miro como Maia miraba su antebrazo adolorida antes de sentir como repetían la acción con el.

Ambos estaban marcados y no había nada más que hacer.

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