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Capítulo 3:

Antoine:

La cede de mi familia radica en el centro de la capital parisiense. Un rascacielos igual de majestuoso que la mismísima Torre Eiffel. La elegancia es uno de los factores determinantes que debe poseer un empleado para trabajar en este lugar, no es que sea obligatorio, es que así lo requiero yo. A pesar de no ser el presidente ejecutivo de la empresa sigo siendo él que da las órdenes, y por supuesto, siempre se hace lo que yo diga.

Bonjour, señor Dupont.

Una de las empleadas se acerca a mí con una sonrisa en el rostro. No le respondo, la ignoro dirigiéndome directamente hacia el elevador. Mi padre debe estar esperándome en la sala de conferencias. Si hay algo que odio es la impuntualidad, y ahora heme aquí, llegando tarde a mi propia reunión por andar follando a contrarreloj.

Las puertas del ascensor se abren en la penúltima planta del edificio. Saludo con un asentimiento de cabeza a algunos de los socios corporativos que se cruzan en mi camino. Somos la multinacional más grande de Francia, y una de las primeras en toda Europa. Como mismo tenemos socios, también tenemos enemigos; debido a que nuestro apellido es reconocido desde hace más de veinte años en las calles de París.

— Llegas tarde — me recrimina mi padre cuando nota mi presencia en la sala de reuniones.

— Agradece que vine.

— Obligatoriamente tenías que hacerlo, es el negocio familiar y tú también formas parte de esta empresa.

— Sabes perfectamente que la empresa no me interesa — le regalo una sonrisa cínica mientras tomo asiento frente a él — Pasemos a lo importante, ¿qué estupidez ha cometido Bastian durante mi ausencia?

Mi padre suspira antes de sacar unos documentos de un portafolio. Sus facciones no me transmiten nada bueno. Sébastien es mi hermano menor, y es la persona que lleva el control de la empresa. Claro, eso sólo pasa ante los medios, debido a que soy yo la mente maestra detrás de todos nuestros negocios. Aunque eso no elimina la posibilidad de que su nulo conocimiento en administración pueda pasarnos factura, sobretodo en el último mes que tuve que ausentarme por una presentación de mis obras de arte en Edimburgo.

Sí, a parte de llevar los negocios de la familia desde las sombras, también me dedico a vender cuadros por toda Europa.

— Échale un ojo a esto.

Cojo entre mis manos los documentos que me entrega. Me tomo el tiempo para analizarlos, ya que tienen plasmados los últimos controles realizados por las auditorías desde hace dos años. Nuestro negocio consiste en financiar pequeñas empresas en desarrollo, tanto en la rama del comercio como en la tecnología; ellas crecen en el mercado internacional, y nosotros sacamos provecho de ese crecimiento. Por lo tanto me tomo unos minutos en analizar cada cifra invertida y donada en los últimos años. Hasta que llego a la razón por la que mi padre me citó, desde hace dos años se comienza a notar un desbalance casi mínimo en los fondos de la empresa. Es imperceptible para alguien que no sepa de negocios, pero no para mí, que a pesar de todo llevo años dedicándome a esto.

— Pasa a la última página — ordena mi padre.

No le hago caso, sigo con mi revisión hasta que efectivamente llego a la última página. Si antes el desbalance era mínimo ahora ha ido en aumento desde hace unos meses. Los números rojos han comenzado un crecimiento, dejando claro que si la empresa sigue así, podríamos estar expuestos a la bancarrota.

— ¿Dónde está Bastian?

Hecho una furia me levanto de mi sitio. Mi padre me llama y como siempre termino ignorándolo mientras busco la oficina de mi supuesto hermano. Tiro la puerta provocando los murmullos de sorpresas de algunos empleados. Bastian se encuentra del otro lado de la mesa, con uno de los gerentes corporativos.

— ¿Qué te pasa, Antoine? — frunce el ceño — ¿Por qué entras así?

— ¿Se puede saber qué mierda hiciste con el capital de la empresa? — siseo acercándome a él con cautela.

— Antoine, hablémoslo con calma — interviene mi padre, siempre defendiendo a su hijito querido.

— Tú te callas — gruño, perdiendo completamente la razón.

— Puedo explicarlo, Antoine.

— Te doy cinco minutos para que me des una respuesta convincente, Sébastien — lo agarro del cuello de la camisa.

Ignoro las voces que intentan interferir en esta pelea de hermano a hermano. Bastian me conoce lo suficiente para saber qué hay ciertos límites que él no puede cruzar, y uno de ellos es la empresa de la familia.

— Yo... — tartamudea y ejerzo más presión — Hace unos meses invertí en una pequeña empresa de exportación que iniciaba en Versalles. Los negocios no arrancaron bien así que tuve que pedirle un préstamo al banco.

Se queda callado, y eso hace que la vena de mi cuello palpite con más fuerza. Esto no me está gustando nada.

— Continua — mascullo.

— Era una estafa y no lo noté, me endeudé y tuve que tomar el dinero de la empresa para pagar.

— ¡Maldito imbécil! — lo lanzo, provocando que choque contra el asiento — ¿Ves lo que provoca tu niño querido? — señalo a mi padre.

— ¿Por qué lo hiciste, Bastian? — pregunta mi progenitor con demasiada paciencia para mi gusto — ¿Por qué no hablaste con nosotros?

— Iban a matarme, papá; tenía que hacer algo — lloriquea mi hermano.

— ¿Ese es motivo suficiente para robarle a tu propia familia? — golpeo la mesa de madera maciza; el puño me duele y obvio el dolor centrándome en el problema que tenemos por delante.

— ¡Era un préstamo!

Comienzo a reírme con ironía.

— Dime, Bastian — ladeo la cabeza para mirarlo mejor — ¿Qué piensa hacer el principito para solucionar este problema?

— No permitiré que me juzgues, Antoine. A ti no te importa este sitio, te da absolutamente igual lo que pase entre estas cuatro paredes. Así que no vengas ahora con ínfulas de jefe.

— Quizás no me importe la maldita empresa, pero te aseguro que lo que si me importa es el dinero; como a todos en este lugar. En vez de estarte dándolas de víctima ponte a pensar cómo le vamos a pagar a los próximos exportadores, cuando ni siquiera tenemos el dinero suficiente para los encargados de la limpieza.

Carraspea nervioso.

— Llevo semanas pensándolo y creo que he encontrado la solución ideal — bufo — .Cásate con Senna Lee.

— ¿Qué dijiste?

— Ephraim Lee está dispuesto a hacer negocios con nosotros, no tienes que enamorarte de ella; sólo tienes que firmar un acuerdo y ya está.

— Qué fácil, ¿eh? — ironizo — Tú vienes, lo jodes y soy yo él que tiene que limpiar tu desastre.

— Senna nunca aceptaría casarse conmigo.

— ¿Por qué será?

— Antoine... — advierte mi padre, sin meterse del todo en nuestra conversación.

— No es una mala idea, ambos sabemos que tú y ella han tenido sus encuentros; perfectamente pueden convivir durante seis meses o un año, lo que dure el contrato.

— Para mí esos encuentros no significaron nada, simplemente me cogió en plena calentura.

— Ya, pero eso ella no lo sabe — sonríe maliciosamente — Es la única alternativa que tenemos.

— Debe de haber otra forma.

— No la hay, créeme; he estado investigando.

— No pienso casarme con Senna Lee.

Senna es la hija de Ephraim Lee, un magnate petrolero que suele hacer negocios con mi padre. La conocí hace un tiempo en una de las típicas celebraciones que suele organizar su progenitor. Es una mujer hermosa, así que no dudé ni un instante en llevármela a mi cama; grave error, debido a que desde entonces no me la he podido quitar de encima. Así que no, me niego a contraer nupcias con la loca que vive acosándome.

— Es dinero lo que está en juego, Antoine; no sólo eso, sino además el futuro y el prestigio de nuestra empresa y de nuestra familia.

— Lo tengo claro.

— Bien, al menos piénsalo.

— No tengo nada que pensar.

Salgo de aquel edificio como alma que lleva el diablo. No es la primera vez que Bastian nos mete en líos por culpa de sus estupideces. Y como siempre soy yo él que tiene que dar la cara por él. Entro a mi Lamborghini y acelero perdiéndome por las calles de Paris. Termino perdido en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Belleville, más conocido como la casa del diablo.

¿Y quién es el diablo?

Para mi buena suerte lo conozco demasiado bien, de hecho, podría jurar que sé lo que piensa justo antes de decirlo, y no es exactamente por el hecho de que entre demonios sepamos conocernos, sino más bien porqué el diablo que ha hecho suyo este lugar, es Rémy, mi mejor amigo, el cual me espera en la entrada de su negocio, o como él lo llama, el almacén.

— Llevo esperándote una hora, Antoine.

Odia la impuntualidad al igual que yo, aunque bueno, esta vez las situaciones se me salieron de control.

— Tuve problemas con la empresa.

Su ceño se frunce, conoce bien a mi hermano, y al ser un hombre intuitivo puedo imaginar lo que pasa por su mente en estos momentos.

— Hablemos en la oficina.

El olor a sudor y a metal me avasalla por completo cuando llego al interior del lugar. Hay hombres entrenando en el viejo pero mantenido gimnasio que instaló Rémy. Saludo a algunos de ellos al pasar por su lado. Lo más probable es que se estén preparando para la pelea que se llevará a cabo en las próximas semanas. Es algo importante, normalmente se desarrollan una o dos veces al mes. Ese es uno de los negocios que se realizan aquí, peleas clandestinas donde las apuestas y el dinero tienen el protagonismo principal. Peleas en las que yo invierto el dinero que gano con las obras de arte, ya que junto a Rémy, somos los encargados de manipular el juego a nuestro antojo.

Devil — uno de los guardias llama a mi mejor amigo por su apodo — .Ya me avisaron, la próxima semana llegará la mercancía.

— Perfecto. ¿Dónde está Renaud? — pregunta este por el imbécil de su hermano.

— Salió desde esta mañana y aún no ha regresado.

— Cuando aparezca, dile que quiero verlo.

A parte de las peleas clandestinas aquí también se trabaja con drogas, armas y prostitutas; lo normal en un barrio como este. Sin embargo prefiero alejarme de esas cosas, lo que menos deseo es ligar mi nombre al narcotráfico, y con ello, poner en riesgo el patrimonio de mi familia.

Llegamos a su oficina; el olor a marihuana se esparce por todo el espacio. Rémy no fuma, pero su hermano si lo hace, y aunque él no lo desee, la hierba tiene un olor característico que se percibe demasiado fácil. Nos sentamos junto a la mesa que sostiene los fajos de billetes para el pago de la mercancía. Desabrocho los primeros botones de mi camisa, aquí el calor es asfixiante.

— ¿Qué mierda hizo Bastian ahora?

— Utilizó los fondos de la empresa para pagar una de sus tantas deudas — tenemos la confianza suficiente para hablar sobre estos temas.

— Qué hijo de puta — masculla — ¿Qué harán ahora?

Me tomo unos minutos para responder. Las palabras de Sébastien sobre la supuesta boda que quiere llevar a cabo comienzan a merodear por mí mente.

— Quiere casarme con Senna Lee — digo finalmente, mi bilis subiendo hasta mi garganta al recordar el apellido de mi propensa prometida.

— ¿La hija de Ephraim? — Rémy odia ese apellido tanto como yo — ¿Por qué no se casa él?

— Porque sabe perfectamente que Senna lleva años enamorada de mí.

— Eso te pasa por andar metiendo la verga donde no debes — si las miradas mataran en estos momentos Rémy estaría desangrándose en el suelo — .Lo que no entiendo es qué gana Ephraim con todo esto.

— No tengo idea, tampoco es algo que vaya a averiguar, ya que no habrá ninguna boda.

— No es por defender a Bastian pero la idea no es tan descabellada, Antoine — sus palabras me sorprenden así que capta de inmediato mi atención — .Los negocios y la familia siempre son lo primero, no tienes que enamorarte de Senna, sólo tienes que utilizarla el tiempo que estipule el contrato.

— ¿Y qué ganas tú con todo esto? Sé perfectamente que no me incitarías a casarme con una Lee si no tuvieras algo en mente.

— Saldar mis cuentas pendientes con Ephraim, eso es lo que gano. Tú boda con su hija será la excusa perfecta para acabar con él.

— ¿Nunca vas a olvidar eso, verdad?

— Por más que lo intente, el pasado va a seguir asechado mi presente, hay cuentas que no se pueden dejar pendientes, Antoine — traga duro — .Así que ten cuidado, uno nunca sabe lo qué pasa por la mente de ese desgraciado.

— Tranquilo, lo estaré vigilando de cerca.

Llaman a la puerta, la persona abre dando la cara. Sé de inmediato que es mi momento de irme, debido a que la rubia que entra con una pose sensual toma asiento entre las piernas de mi amigo. Y todos sabemos que Rémy no habla de negocios frente a las mujeres. Por instinto mis ojos viajan a sus pechos, el camisón que lleva puesto es muy transparente, y definitivamente no deja nada a la imaginación.

— ¿Por qué miras lo que es mío? — inquiere mi amigo, puedo notar la burla en el tono de su voz, para nadie es un secreto que tiene una obsesión insana con las rubias.

— Fue por instinto, igual sabes que no es mi tipo — no miento, me gustan las mujeres que estén a mi nivel — .Sin ofender — le digo a la chica mientras me levanto de mi asiento — .Bueno, yo los dejo solos para que se diviertan.

— Nos vemos en unos días, acuérdate de la pelea.

— No lo olvido, te llamaré de todas formas, tengo una exposición el próximo viernes.

— Lo sé, y tú sabes que no puedo asistir porqué tu familia me detesta.

— Tranquilo, me he acostumbrado.

A pesar de tener a la rubia entre las piernas, nos despedimos con unos golpes como en los viejos tiempos. Tomo el fajo de billetes que Rémy preparó para mí. Lo guardo en uno de los bolsillos de mi saco y salgo de aquella oficina, escuchando los gemidos que provienen de su interior.

El resplandor del sol me hace entrecerrar los ojos cuando llego al exterior. Busco mi coche y camino hacía allí, a la vez que me coloco mis lentes de sol. Golpeo el capo del auto al notar el pequeño rayón que tiene en la parte superior derecha, estoy seguro que esto tiene que ver con los delincuentes baratos que mantiene Rémy.

— ¿Necesitas ayuda con eso, guapo? — levanto la vista encontrándome con una morena de piernas estilizadas que me mira fijamente, recostada en el coche.

— No, tampoco creo que tú puedas solucionarlo.

— No dudes de mis capacidades — camina hacia a mí con sensualidad — ¿Qué hace un hombre como tú en un barrio como este?

— ¿Se supone que estás coqueteando conmigo?

— Vaya, directo al grano — chilla, su voz me hace sangrar los oídos — .Bueno, digamos que estoy... disponible.

Ahora lo entiendo todo, esta chica es nueva en el barrio, por lo tanto no conoce cómo se trabaja por aquí. Su mirada me indica que está buscando a alguien que la saque del bajo mundo y pensó que yo era el anzuelo perfecto para clavar sus dientes de arpía; claramente se equivocó.

— ¿Crees que seas capaz de soportar toda mi verga en tu pequeño trasero? — le pongo la mano en mi bragueta, sus ojos se abren y la veo tragar con dificultad — Dándote duro mientras chillas de dolor, no te preocupes, te prometo que después lo empezarás a disfrutar.

— Bueno... yo — tartamudea.

— Justo lo que imaginé — acerco su boca a la mía, agarrando entre mis dientes su labio inferior — .Tú, no estás a mi nivel.

La aparto a un lado. Entro al coche, y por el espejo retrovisor observo como se queda estática en el lugar, mientras me alejo de aquel barrio.

La casa de mis padres se ubica en el barrio más emblemático de Paris. No suelo ir a menudo ya que tengo mi propio apartamento. Pero esta ocasión es diferente, todavía hay asuntos que debemos de tratar. Y cuando llamé a Bastian, este no dudó ni un minuto en recordármelo.

— ¡Antoine, viniste! — exclama mi madre cuando me ve aparecer.

— ¿Me quedaba otra opción?

— Tú siempre tan cariñoso — fuerza una sonrisa que no llega a sus ojos — ¿Cómo estás?

— Bien, ¿dónde están Bastian y mi padre?

— Esperándote en el comedor.

Mis ojos viajan a la decoración de la casa. La he visto muchas veces, y aún así me sigue pareciendo sosa, y elegante a la vez. Unos adjetivos bastante contradictorios. Explayo los ojos cuando veo los rostros que cenan alegremente alrededor de la gran mesa.

— Me habéis hecho una encerrona, ¿por qué no me sorprende? — mascullo al notar el rostro de Ephraim y Senna comiendo algo que parece ser ternera.

— ¡Antoine, hola!

Senna se levanta con premura. Cuando se acerca a mí deja un beso en la comisura de mi boca. La aparto, sin ningún tipo de delicadeza. Tomo asiento al lado de Bastian, lo fulmino con la mirada y me ignora, haciendo lo que mejor se le da hacer; en otras palabras, ser un patético cobarde.

— ¿Qué tal los negocios, Antoine? — pregunta el padre de Senna.

— No lo sé, dime tú, por algo estamos aquí.

— Yo sólo deseaba verte, Antoine — murmura Senna, intercambiando una mirada con mi madre; ambas desean engatusarme y encerrarme entre sus garras de víboras.

— No pienso casarme contigo, Senna — aclaro desde ya.

— Nadie está hablando de eso, Antoine.

— Pero supongo que lo hablaremos en algún momento — miro a mi hermano directamente — ¿No es así, familia?

— Nadie te está obligando a nada, Antoine — carraspea Ephraim — Tu familia necesita de mí, eso lo tienes bastante claro, y yo, como el alma caritativa que soy he decidido ayudarlos. Podemos firmar un acuerdo que dure de seis meses a un año, el tiempo suficiente para que la empresa no se vaya a la ruina, también podemos poner las cláusulas que mejor les convenga a los dos, y todo esto frente a un abogado.

Mi hermano me da una patada por debajo de la mesa. Lo miro, observo en sus pupilas el signo invisible del dólar. La ambición corre por sus venas apoderándose de él, algo que claramente heredó de nuestra madre. Mi padre me mira esperanzado, es normal, este es el capitolio de su familia, y ahora su hijo favorito lo ha puesto en peligro. No soy tonto, también me gusta el dinero. Me gusta disfrutar de los lujos que este me proporciona, y sé con certeza que mi trabajo como pintor y las peleas clandestinas no me permitirán acceder a ellos con la misma facilidad que tengo ahora. Así que en esto consiste este acuerdo, en utilizar un medio para un fin.

— Dos meses — declaro.

— ¿Qué? — Bastian arruga el entrecejo — Eso es muy poco tiempo, Antoine.

— No me refiero a eso — bebo un sorbo del whisky que descansa sobre la mesa — .Tendremos dos meses de prueba, si en ese período de tiempo no me siento en condiciones para casarme contigo entonces no lo haré, y se terminará cualquier tipo de acuerdo entre nuestras familias.

— Antoine.. — intenta decir Bastian.

— Acepto — Senna lo interrumpe — .Me parece una gran idea.

— Perfecto, entonces tenemos un trato.

Me bebo de un sorbo el último trago de whisky. Los dejo solos en la mesa. Desde aquí puedo sentir el enojo de Bastian, problema suyo, si tanto desea a la empresa, lo máximo que puede hacer es aceptar mis condiciones.

— Antoine — me detengo al escuchar el llamado de Senna.

— ¿Qué quieres?

— Venía a despedirme de ti.

— Creí que ya nos habíamos despedido.

— ¿Te refieres al momento en que te levantaste sin siquiera dirigirme la mirada?

— Sí, a ese mismo — noto el enojo en sus ojos.

— Quiero que sepas que voy a conquistarte — pone sus manos en mi pecho — .Y que cuando pasen estos dos meses, estarás tan enamorado de mí, que no querrás que esta boda sea falsa.

Me acerco a ella, paso mis dedos por su mandíbula hasta que los detengo en sus labios. Suspira y abre la boca por instinto. Rozo mi labio superior con el suyo inferior, a la vez que susurro:

— Es lindo soñar, princesa.





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Nota de la autora:

Contadme chicas, ¿les gustó el capítulo? ¿Qué le parece esta nueva versión de nuestro sexy pintor?

Os leo en los comentarios ❤️

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