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Capítulo XII

Maliah

No puedo recordar la última vez que sentí tanta emoción... aunque, siendo honesta, mi vida no es precisamente una montaña rusa. Pero hey, emoción mezclada con una pizca de miedo siempre suena como el combo perfecto para tomar malas decisiones. Itzel y yo regresamos a su casa después de un "brillante" plan espontáneo: asistir a una carrera de motos clandestina. ¿Absurdo? Completamente. ¿Genial? También. ¿Inteligente? Bueno, dejémoslo en veremos.

La habitación de huéspedes se convierte en un campo de batalla de ropa. Bueno, en realidad, yo escojo mi tercer par de jeans mientras Itzel se transforma en una protagonista de película de acción. Opto por unos jeans oscuros ajustados, una camiseta negra sin mangas y mi chaqueta de cuero favorita, esa que he usado dos veces pero que mágicamente me hace sentir como una rebelde sin causa. Itzel, por otro lado, elige un top rojo brillante que grita "mírame" y unos pantalones de cintura alta que hacen que parezca la estrella de Rápido y Furioso. Creo que la subestimé... no es tan dulce como pensaba.

Ciro llega en cuestión de minutos. Como siempre, viene armado con su arsenal de chistes absurdos, y, por alguna razón, consigue hacerme reír. Su energía es contagiosa, aunque hay algo en sus ojos que no termina de encajar.

El lugar es surrealista. Un puerto abandonado convertido en una especie de carnaval nocturno para adictos a la velocidad y el drama. Las luces brillantes iluminan las motos y coches estacionados, mientras el aire se llena de gasolina, humo y una pizca de "esto es probablemente una mala idea".

Entonces aparece Kamari. Él tiene esa sonrisa encantadora que parece ensayada frente al espejo, y la forma en que Itzel prácticamente pierde el aliento al verlo me hace arquear una ceja. ¿Será que las mariposas en el estómago son contagiosas? Kamari anuncia que correrá esta noche, lo que transforma a Itzel en una cheerleader no oficial.

Y ahí está él. Kallias. Su mirada podría derretir hielo, pero no en el buen sentido. Me mira como si acabara de interrumpir su película favorita. Su mandíbula está tan apretada que me pregunto si debería ofrecerle un chicle. No dice nada, pero su energía es tan intensa que podría iluminar el puerto. Ignora a todos excepto a Kamari, a quien le da palabras de aliento que más bien suenan como órdenes militares. Genial, parece que hoy nos ganamos un vigilante malhumorado.

Mientras tanto, noto a Ciro e Itzel intercambiando miradas cómplices. Algo están tramando, y no sé si debería preocuparme o fingir que no me importa.

—¿Damos una vuelta? —pregunta Ciro, interrumpiendo mis pensamientos con su sonrisa despreocupada.

—Sí, claro, ¿por qué no? Vamos a explorar este episodio en vivo de "Decisiones estúpidas: la serie".

Nos alejamos de la multitud, dejando a Itzel en su burbuja de adoración por Kamari y, de paso, escapando de la energía nuclear de Kallias. Caminamos entre filas de motos y coches, cada uno más ostentoso que el anterior. El olor a goma quemada y gasolina me hace sentir como si estuviera en el detrás de cámaras de un comercial de autos.

—Esto es surrealista —murmura Ciro, pateando una lata vacía en el suelo.

—Sí, definitivamente "Rápido y Furioso", pero con presupuesto de estudiante universitario —respondo, con un tono sarcástico para disfrazar mi creciente nerviosismo.

Entonces, alguien bloquea nuestro camino. Es un chico alto, con tatuajes que parecen un catálogo de advertencias y una chaqueta de cuero que claramente lleva más kilómetros recorridos que yo. Su sonrisa tiene la misma calidez que un témpano de hielo, y sus ojos me estudian como si yo fuera el menú del día.

—Vaya, vaya —dice, con una voz que rezuma arrogancia—. No esperaba encontrar algo tan interesante esta noche.

Perfecto. ¿Qué sigue? ¿Una música de fondo ominosa y un letrero de "Corre"?

Ciro da un paso adelante, interponiéndose entre nosotros con las manos levantadas en señal de paz. —Ey, no queremos problemas, ¿vale? Ya nos vamos.

—¡Claro que no, apenas llegamos! —murmuro, pero Ciro me da un codazo nervioso. Mis ojos no pueden evitar regresar al chico frente a nosotros. Es escandalosamente atractivo, pero su presencia tiene algo que te pone en alerta, como si estuvieras ante un depredador que decide si vales la pena como presa.

El tipo ni siquiera mira a Ciro. Sus ojos están clavados en mí, como si él fuera un accesorio decorativo. Da un paso hacia adelante, y mi primer instinto es retroceder, pero me obligo a quedarme firme. No voy a dejar que me intimide.

—¿Quién eres? —pregunto, intentando que mi voz suene firme, aunque por dentro estoy temblando.

Él sonríe de lado, como si mi pregunta lo divirtiera. —Dareen. Y tú... eres nueva, ¿no? Se nota.

—¿Y eso qué? —respondo, cruzándome de brazos para disimular el temblor de mis manos.

—Solo curiosidad. Me gusta conocer a las caras nuevas.

Se inclina un poco hacia adelante, reduciendo la distancia entre nosotros. Su voz baja y áspera hace que mi piel se erice. —Tienes algo diferente —murmura, como si estuviera evaluando un objeto raro.

—¿Orejas de duende? —respondo, más como un mecanismo de defensa que otra cosa.

Dareen suelta una carcajada baja, pero su sonrisa tiene un filo peligroso. Antes de que pueda decir algo más, Ciro interviene con su característico sarcasmo. —Oh, fantástico. Dareen el filósofo, analizando a las chicas en su tiempo libre. ¿Nos vamos, Maliah?

Dareen finalmente desvía la mirada hacia Ciro, con una sonrisa burlona. —¿Y este quién es? ¿Tu guardaespaldas?

—No, qué va, soy su manager. Se cobra por minuto, así que si no tienes efectivo, mejor nos movemos.

Dareen se ríe con desdén, pero no responde. Su atención vuelve a mí, y da un paso más cerca, tanto que puedo sentir su aliento en mi piel. Todo mi cuerpo entra en modo alerta.

—¿Qué dices? ¿Vienes conmigo y dejamos a tu amiguito aquí? —sugiere, su tono cargado de una confianza que me pone los pelos de punta.

—Dije que no queremos problemas —repite Ciro, esta vez con más firmeza en la voz.

—Y yo dije que no estaba hablando contigo.

La tensión en el aire es casi palpable, y por un momento pienso que la situación va a escalar. Pero antes de que pueda hacer o decir algo, una voz profunda interrumpe.

—Déjala en paz.

Nos giramos al mismo tiempo, y ahí está Kallias, acercándose con pasos firmes. Su mandíbula está apretada, y hay algo oscuro en sus ojos que hace que incluso Dareen parezca reconsiderar.

—¿Mi viejo amigo, Myers? —dice Dareen, con una sonrisa burlona—. ¿Es tu nueva novia? Sabes que esto la convierte en presa.

Kallias no responde de inmediato. Simplemente se detiene frente a nosotros, su mirada fija en Dareen como si estuviera evaluando si vale la pena perder el tiempo con él. Luego me toma del brazo, tirando de mí hacia él con un movimiento brusco.

—No es asunto tuyo —responde finalmente, su voz baja y peligrosa.

Dareen se ríe, pero no insiste. —Tranquilo, solo estaba siendo sociable. No te pongas territorial, Myers.

Kallias lo ignora. Sin decir una palabra, me arrastra lejos del bullicio, ignorando por completo mis protestas. Su mano está firmemente cerrada alrededor de mi muñeca, y aunque intento soltarme, su agarre es como hierro.

—¡Suéltame! —exijo, mi voz elevándose por encima del ruido distante de las motos y las conversaciones.

—¿Tienes neuronas funcionando en esa diminuta cabeza, Maliah? —gruñe, sin siquiera mirarme. Sus pasos son largos y decididos, y yo apenas puedo seguirle el ritmo mientras me lleva hacia un callejón oscuro, lejos de las luces y las miradas curiosas.

Cuando finalmente se detiene, me libera de un tirón brusco. Froto mi muñeca y lo miro con furia, notando cómo su pecho sube y baja, como si estuviera conteniendo algo más que palabras.

—¿Qué pasa contigo? ¡No necesito que vengas a salvarme como si fuera una damisela en apuros! —le espeto, dando un paso hacia él. Estoy tan enfadada que el miedo que sentí hace un momento con Dareen parece haberse desvanecido.

Kallias suelta una risa baja, casi peligrosa, y se acerca, reduciendo el espacio entre nosotros. Mi espalda choca contra la fría pared del callejón, y él apoya una mano junto a mi cabeza, bloqueándome.

—¿"Damisela en apuros"? —repite con un sarcasmo que me hace hervir por dentro—. Si realmente crees que tenías la situación bajo control, entonces estás aún más fuera de lugar de lo que pensé.

—Tenía todo controlado —respondo, cruzándome de brazos y levantando la barbilla para sostener su mirada—. No necesitaba que te metieras.

Él niega con la cabeza, su mandíbula apretada y su mirada perforándome. —No entiendes en dónde te metiste. Ese tipo, Dareen... él no juega. —Su voz es baja, casi un susurro, pero cada palabra está cargada de gravedad—. Y tú... solo eres una niñita irresponsable.

—¿Irresponsable? —repito, incrédula—. ¿Porque me defiendo? ¿O porque no me dejo intimidar por tus celos y tu amigo Dareen?

Kallias sonríe, pero no hay calidez en esa expresión. Más bien, parece el tipo de sonrisa que aparece justo antes de un huracán.

Se inclina un poco más cerca, tan cerca que puedo sentir el calor que emana de él. —No tienes ni idea de lo que estás diciendo —murmura, y su voz adquiere un tono que me hace estremecerme, aunque intento no mostrarlo—. Si yo fuera celoso, no tendrías ni idea de las cosas que haría.

Su dedo roza mi mejilla de manera casi imperceptible, y mi respiración se detiene por un segundo. Hay algo en su tono, en su mirada, que hace que mi corazón se acelere de una manera que no quiero admitir.

—Qué miedo —consigo decir, mi voz teñida de desafío, aunque por dentro estoy completamente descolocada.

La sombra de una sonrisa sarcástica cruza su rostro, y sus ojos brillan con una intensidad que me resulta imposible de descifrar. —Miedo —repite, su voz apenas un susurro—. No tienes ni idea.

El sonido de alguien carraspeando interrumpe el momento. Me giro hacia el origen del ruido, encontrándome con un chico alto, de cabello oscuro y mirada impasible. Su presencia parece molestar a Kallias.

—No ahora, Silas —gruñe Kallias, sin apartarse de mí.

—Ya empezó la carrera —responde el tal Silas, con una voz neutral pero firme.

Kallias me mira un segundo más, su mandíbula apretada como si estuviera debatiéndose internamente. Finalmente, da un paso atrás, liberándome del muro que había creado a mi alrededor.

—Esto no ha terminado —me dice antes de girarse hacia Silas y empezar a caminar de regreso al lugar de la carrera.

Me quedo allí, con el corazón latiendo con fuerza y mi mente un caos. ¿Qué acaba de pasar? Me apoyo contra la pared, intentando recuperar el aliento mientras escucho sus pasos alejarse.

Silas, antes de seguir a Kallias, me lanza una mirada breve y neutral, pero no dice nada. Me dejo resbalar hasta quedar sentada en el suelo del callejón, preguntándome por qué, de todas las decisiones tontas que he tomado últimamente, esta noche parece haber sido la peor de todas.

Cuando comienza la carrera, la multitud estalla en gritos y vítores. Puedo ver a Kamari en la delantera, pero mi atención sigue dividiéndose entre Kallias y Dareen. Kallias parece estar a punto de explotar, y Dareen... bueno, sus ojos no se han despegado de mí. Cuando me lanza un beso y se muerde el piercing, un escalofrío recorre mi espalda. No decido si es repulsión o un instinto de supervivencia que me grita "huye".

El grito de alguien rompe el momento. Giro la cabeza justo a tiempo para ver a un grupo de chicos comenzar a empujarse cerca de las motos estacionadas. Antes de que me dé cuenta, la situación explota. Puños vuelan, alguien lanza una botella al aire, y la multitud empieza a retroceder, creando un círculo alrededor del enfrentamiento.

—Esto se está saliendo de control. —La voz de Ciro suena tensa, algo raro en él. Me agarra del brazo, tirando de mí—. ¡Vamos, Maliah, ahora! —¡Espera, no encuentro a Itzel! —trato de liberarme, pero el empuje de la multitud me hace tambalear. —¡Seguro que está bien! —dice, aunque parece más preocupado por sacarme de aquí que por buscarla—. Si seguimos aquí, acabaremos como parte del espectáculo. ¡Corre, por favor!

No tengo tiempo para discutir. Empiezo a moverme con él, esquivando los cuerpos que chocan contra nosotros mientras tratamos de salir de la marea de gente. Pero el pánico de la multitud nos separa, y de repente estoy sola, atrapada entre desconocidos que corren en todas direcciones.

El sonido de sirenas perfora el aire. Policías.

El puerto estalla en un caos absoluto. Gente grita, corriendo hacia las salidas. Veo luces rojas y azules reflejándose en las paredes oxidadas de los contenedores cercanos. Mi mente grita que me mueva, que corra, pero mis pies están pegados al suelo mientras intento encontrar a Itzel o a Ciro entre la confusión.

Entonces aparece él.

Un chico se detiene frente a mí, montado en una moto negra que parece tan intimidante como rápida. Lleva un casco oscuro que cubre su rostro, pero la forma en que me mira, incluso a través del visor, me pone los nervios de punta.

—Sube —dice con una voz firme, clara a pesar del ruido a nuestro alrededor.

—¿Qué? —pregunto, incapaz de procesar lo que está pasando.

—Te lo estoy diciendo por última vez: sube. —Su tono es impaciente, como si fuera el único aquí con algo mejor que hacer.

Miro alrededor, buscando otra opción, pero las luces de la policía están demasiado cerca, y la multitud sigue siendo un caos.

—¿Por qué debería confiar en ti? —pregunto, cruzando los brazos como si estuviera negociando y no huyendo de una escena de crimen.

El chico suelta un suspiro, tan exagerado que casi puedo verlo rodar los ojos bajo el casco.

—Porque si no lo haces, la próxima persona que te encuentre llevará uniforme, y no creo que te guste cómo terminan esas historias. Pero hey, tu decisión.

—Vaya, qué inspirador. Me siento tan segura ahora mismo. —Aún así, mis pies ya están moviéndose hacia él.

Dudo, mi corazón latiendo con fuerza, pero cuando escucho pasos acercándose rápidamente desde atrás, no tengo más remedio que tomar su mano. Su agarre es fuerte, casi protector, mientras me ayuda a subir detrás de él en la moto.

—Agárrate —ordena, y no tengo tiempo para cuestionarlo antes de que acelere y nos lleve fuera del puerto.

El rugido del motor ahoga el sonido de las sirenas mientras zigzagueamos entre los callejones. El viento golpea mi cara, y por un segundo, todo el caos parece un poco lejano. Pero no dura mucho.

—¿Siempre eres así de mandón, o es solo una noche especial? —grito por encima del ruido del motor.

—¿Siempre haces tantas preguntas tontas cuando alguien intenta salvarte? —responde, y aunque no puedo verle la cara, estoy segura de que está sonriendo.

Algo en su voz me resulta familiar, pero no puedo ubicarlo. Quizás lo he escuchado antes, pero ahora mismo mi cerebro no tiene tiempo para conectar los puntos. Perfecto. Esto definitivamente no mejorará mi reputación.

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