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Capítulo 8:

*♡*

Mis ojos pesan y ya no sé si eso se debe al sueño, o a la cantidad absurda de lágrimas que he derramado desde mi pelea con Andie. Van tres días en los que Andie y yo no llegamos a dirigirnos la palabra. Para ser honesta, huyo en el instante en los que sale a desayunar y llega de su trabajo. No quiero verla después de lo que me dijo, no puedo hacerlo.

Así que, para Andie, soy una dramática inmadura cuya vida es demasiado fácil. Sus palabras duelen, pero lo que más me duele es que hay algo de verdad en ellas ¿Y si todo lo que he hecho hasta ahora es quejarme por cosas que no debería? ¿Y si estoy llevando toda mi situación a un nivel más alto del que es en realidad? Siento que ahora estoy leyendo mi historia con los ojos de Andie, y hasta puedo entender porque me gritó tanto.

Mi vida ha sido relativamente fácil comparada con la suya. Es decir, ella nació en una familia estándard que, con el tiempo, pasó a tener demasiadas dificultades económicas. Su madre murió cuando ella todavía era muy joven para recordarla y su hermana...de ella ni siquiera puede hablar sin que se le corte la voz. Pronto, su padre se convirtió en su única familia.

Andie consiguió ir a una escuela prestigiosa, donde solo niños con más dinero que ella estudiaban. Lo hizo porque era una niña brillante y la dirección de mi instituto optó por darle una beca que solo a pocas personas se les ha otorgado. A pesar de que es absurdamente lista, no fue a la universidad. Siempre quiso hacerlo, sé que siempre ha querido convertirse en alguien importante, pero al final se quedó con su vida común de chica newyorkina que trabaja para sobrevivir.

Ella dice que no aplicó a la universidad por cuidar a su padre en sus últimos meses de vida...Yo sé que esa no fue su única razón, pero la he dejado creer que es así durante años.

Visto desde los asombrosos ojos verdosos de mi mejor amiga, mi vida es un chiste: estabilidad económica, mimos toda mi infancia, oportunidades que no se resbalaban de mis manos...Pero eso es solo la fachada. Yo era infeliz con todas esas cosas y no llegué a saberlo sino hasta que fue muy tarde. Ni siquiera Andie sabe por todo lo que he pasado, y eso que ella sabe más que cualquier otra persona.

Supongo que tiene sus razones para llamarme dramática e inmadura, quizá lo soy un poco. Sin embargo, no puedo evitar sentir enojo al respecto. Tengo orgullo, y sus palabras lo hirieron de la misma forma en la que una bala en el pecho de algún inocente. Duele saber que la herida que cargo hoy es de la persona en la que más confío.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, hoy lo odio más que nunca. Esa notificación solo me recuerda que ya no le temo solamente a una llamada de mamá, de papá, o de Rowan; ahora también estoy huyendo de una por parte de Andie, o de Grayson, quien está intentando reconciliarnos a toda costa. Vuelve a vibrar y esta vez más fuerte.

Odio este aparato. Mi vida seria más fácil sin este estúpido artefacto.

Enfócate en el trabajo, Evelyn Rose.

Le hago caso a mi propia sugerencia y me encuentro dando saltitos para alcanzar la última repisa. Debo colocar un libro ahí y, como todo me está saliendo mal, no encuentro la maldita escalera. Definitivamente, hoy no es mi día.

—Hola, Evelyn Rose.

Y esto acaba de empeorar.

Admito que reconocí la voz de Lowen más rápido lo que debí haberlo hecho. También admito que me había olvidado de su existencia por completo. Es decir, hace unos días este hombre provocó que me volviera un torbellino de sensaciones, pero esa tormenta que causó en mi se vio opacada por una muchísimo más grande y desastrosa.

Ahora que está aquí, vuelvo a ser consciente de las sensaciones encontradas tras nuestra "cita". El recuerdo del casi beso regresó, pero no sé decir si me afecta, o si solo termina por mezclarse con las otras miles de sensaciones que tengo, empeorando mi desastre. Solo sé que yo sigo dando saltitos porque la condenada repisa está muy alta. Creo que decidí enfocarme en alcanzarla, en lugar de afrontar el hecho de que debo encontrarle un sentido a todo lo que estoy sintiendo en este momento.

—Hola —digo. Yo sigo saltando, sin querer entender lo que me ocurre. No quiero pensar en que, la otra noche, antes de que la llamada de Rowan, él me tenía pensando en besos y novelas.

Escucho su risa; su corta, contagiosa y profunda risa. Seguro le da gracia verme intentar alcanzar la repisa, no tiene idea de que esto es un método de escape. Yo, Evelyn Rose Lancaster, estoy intentando escapar de nuevo y no sé exactamente de que.

Porque se siente como si estuviera escapando de todo.

—Algo me dice que saltándo no lograrás lo que deseas —él se refiere a alcanzar la repisa, pero yo paro en seco porque sus palabras llegaron diferente a mi. Saltando no escaparás, y aún así no sé que más hacer —. Ven, deja que te ayude.

Él prácticamente me arrebata el libro de las manos y lo coloca en la repisa. Quizá estoy muy sensible, quizá se debe a que no he dormido nada, pero el que él ni siquiera tuviera que saltar para alcanzarla hace que mis ojos se humedezcan ¿Por qué nunca puedo hacer las cosas por mi cuenta? ¿Por qué siempre termino dependiendo de alguien más? De Lowen para alcanzar lugares altos, de Andie para un hogar, de Grayson para la comida, de Rowan para lidiar con mamá y papá...Gata tuvo razón al decir que soy inmadura ¡Soy como una niñita a la que todavía le cortan su comida en pedacitos pequeños porque no sabe masticar!

Y el que mi vista este nublada por esto solo confirma el otro punto de Andie: soy dramática.

Lowen y yo estamos bastante cerca, su pecho está pegado a mi espalda y el aroma a colonia llega directo a mis fosas nazales. No estoy segura de cómo reaccionaría la Evelyn consciente de sus actos con respecto a esto; no sé si lo empujaría, o si lo acercaría. Hoy, en este momento, ni siquiera pienso en una de esas dos opciones. Mis ojos tan solo se van haciendo más y más agua ¿Por qué eres así? ¿Por qué siempre afrontas los problemas llorando? ¡Madura!

Y soy tan dura conmigo misma que no puedo evitar dejar escapar una lágrima. En este momento, me detesto.

—Oye...—siento sus manos en mis hombros, quizá debe preocuparle que, hasta ahora, no he volteado porque se encarga de hacerlo por mi. Me da la vuelta con demasiada delicadeza y yo me dejo, pero bajo la mirada ante la vergüenza de que vea mis ojos cansados y llorosos —. Evelyn, ¿qué ocurre?

Siento su mano en mi mentón, me levanta el rostro. Veo que sus ojos oscuros quedan impresionados de inmediato ¿Qué tan mal te debes ver para haber obtenido esa reacción? La respuesta es simple: muy mal.

La estúpida lágrima que no pude contener cae por mi mejilla y la siento crear su propio cause, como un pedazo de río que se desvoca sin querer. Él la nota y veo que titubea antes de llevar su mano hasta mi rostro y limpiar esa gota de agua con sus dedos. Lo hace con cuidado, como si estuviera tocando algo que está al borde de quebrarse. Quizá estoy al borde de quebrarme.

Su tacto se siente bien, es como tener algo cálido y seguro en un momento en el que me encuentro perdida. Me escucho soltar un suspiro, estoy agotada y creo que necesitaba que alguien me sostuviera aunque fuera por solo un momento.

—Tranquila, estarás bien —no sé porque intenta consolarme, tampoco porque me sonríe de lado cuando podria simplemente marcharse y dejar llorar a esta loca. No apartar su mano de mi rostro, creo que se está preparando para limpiar otras lágrimas porque mis ojos siguen nublados —. Lo que sea que te este ocurriendo, podrás manejarlo.

E intento reprimir la risa, pero esta carcajada sale de mi con toda la desesperación que siento. Mi voz se quiebra a la mitad, como si mi cerebro estuviera gritandome: no es un chiste, Evelyn. Sin embargo, suena como uno.

¿Manejarlo? Jamás he podido manejar algo en mi vida...Y ahí va otra lágrima que Lowen Hayes no tarda en limpiar.

—Yo no soy de las que pueden manejar las cosas —digo, parpadeando varias veces para evitar seguir llorando —. Todo siempre se me queda demasiado grande.

No sé exactamente que hacer, o sentir, con esa mirada tan intensa y profunda analizando mi rostro con tanta libertad.  Se le ve preocupado, como si en realidad le importara lo que me ocurre. Limpia unas pocas lágrimas más y suelta mi rostro para tomar mis manos. Tardo en devolverle el agarre, pero lo hago.

No se siente correcto llorar frente a él, pero tampoco se siente incorrecto del todo. Es confuso pero, ¿acaso no lo es todo lo que incluye a Lowen Hayes?

—Sálgamos de aquí —me sugiere, y suena tan convencido que siento que va a arrastrarme a la salida en cualquier momento. Sin embargo, no lo hace. Él espera a que reaccione —. Te compraré un chocolate caliente, caminaremos un rato, tú me contarás lo que te ocurre e intentarémos recuperar tu sonrisa ¿Te parece?

—Tengo trabajo, Lowen —le digo —. Aunque quisiera, no puedo simplemente irme y ya.

Ahora vivo de este sueldo, no puedo solo irme y dejar mi turno descubierto. Me sorprende cuando suelta una sonrisa y aprieta un poco más mis manos. Las suyas están tibias, resulta agradable tener algo que apacigue el frío en las mías.

—Está bien, yo espero a que termines tu turno —me asegura —. Dame un buen libro y estaré entretenido mientras trabajas. Luego, nos vamos.

Ya ni siquiera sé porque me sorprende su insistencia, debería saber que Lowen es terco e intenso tras todas las veces que me lo ha demostrado. Me cuestiono que tan correcto es hacer esto. Es decir, ¿no se supone que yo estoy huyendo de él? Ya tuvimos un casi beso, sin mencionar que estoy segura de que cumplimos el primer punto de mi lista y ni cuenta nos dimos. Si me voy con él, ¿qué me asegura que mi desorden de sentimientos vuelva a la normalidad?

Pero lo cierto es que no estoy pensando mucho, no con Andie en mi cabeza y mi teléfono vibrando en el bolsillo. Con una de mis manos entrelazada a la suya, lo arrastro por los pasillos hasta llegar a una repisa que conozco bien, la de novelas. Conozco cada título aquí, aunque no he leído muchos de ellos. Tomo alguno sin pensarlo.

Aleph de Paulo Coehlo, uno de los varios que no he leído.

—Ten —se lo entrego sin mucho compromiso, él examina la cubierta con curiosidad. Parece que él tampoco habia escuchado de ese libro antes. Al menos eso lo mantendrá entretenido —. Tengo descanso para el almuerzo a las doce. Falta poco más de dos horas y media para eso...¿seguro estarás bien?

—¿Con un libro en las manos? No conozco forma de estar mejor.

Le sonrío y no le digo nada más, solo voy de regreso a mi escritorio fingiendo que estoy bien y que no soy consciente de que mis mejillas y nariz deben de estar sonrojadas. Lo veo sentarse en uno de los puestos libres, un poco alejado del escritorio. Me hace un gesto con la mano y comienza a leer. Bien, parece que en serio haré esto.

Abro mi laptop con el fin de anotar algo, pero me sorprendo al encontrar el documento que empecé la otra noche. Había olvidado por completo el hecho de que escribí unas cuantas páginas por primera vez en mucho tiempo; ayer empecé mi propia historia y todo gracias al hombre que se encuentra leyendo a unos cuantos metros de aquí.

Recuerdo la sensación de alejarme del mundo entero, de perderme en palabras, de crear momentos que no necesariamente tienen que ser reales pero se pueden inspirar en la realidad, y me doy cuenta de que sonrío. Se sintió tan...tan bien.

Se sintió increíble ser dueña de una trama, poder controlar algo por primera vez en la vida. Leo un poco de lo que hice y me sorprendo a mi misma, me gusta ¿Debería seguirlo?

Alzo mi vista hacia Lowen, se ve tan concentrado en el libro que ya ni siquiera me nota. No está, se fue del mundo real y entro en el mundo que Paulo Coehlo creó en su libro. Yo quiero hacer eso, quiero crear mundos que son escapes, quiero limpiar mis lágrimas y hacer algo útil con los sentimientos que cargo. Si soy dramática e inmadura, podría usar ese drama en mis historias...Podría ser escritora.

Esa posibilidad apacigua un poco mis ganas de llorar, pero no por completo. Decido que continuaré esta historia, pero tendrá que ser después de trabajar y después de ir con Lowen Hayes. Suspiro y cierro la laptop. Ato mi cabello en un moño y respiro con fuerza antes de empezar con todos los deberes que tengo.

Bien, Evelyn Rose. Vamos a vivir este día aunque duela.

De alguna manera, ordenar libros, garantizar que las firmas esten bien, reahacer los registros, callar a algunos niños y ayudar a varios clientes a ubicarse me distrae un poco. No tengo tiempo de pensar en mi y en lo mal que me siento. Sí, suspiro de vez en cuando y bostezo más de lo normal, pero es más fácil creer que estoy bien que encerrarme en el hecho de que estoy mal. Así que agradezco tener trabajo con el cual distraerme, porque de lo contrario estaría llorando en posición fetal en alguna esquina.

De vez en cuando, veo a Lowen en su lugar, leyendo el libro que escogí para él. Noté que es de esas personas que hacen caras y muecas mientras leen, inclusive lo vi levantarse y caminar con el libro entre sus manos un par de veces, como si lo que estuviera ocurriendo fuera demasiado como para mantenerse sentado. Está sumergido dentro de la lectura y debo admitir que resulta un espectáculo ser testigo de algo así.

Para cuando me doy cuenta, mi reloj marca las doce. Voy a mi escritorio, dejo algunos libros en él que debo revisar porque me notificaron que estan en mal estado, dejo el cartelito que dice vuelvo en dos horas sobre la mesa y tomo mi bolso. Luego, me encamino hacia Lowen con el corazón en la garganta. La verdad, no sé que esperar de esto.

Llego hasta él y no puedo contener la carcajada que sale de mi cuando lo veo hacer una mueca. Él levanta la mirada y me observa con una ceja alzada. Luego, sonríe hacia mi. Debo decir que su sonrisa es muy bonita, y solo por eso ignoraré que hay un lápiz sobre el escritorio que de seguro utilizó para dañar otro libro. Las sonrisas sí que son poderosas.

—¿Es bueno el libro? —le pregunto, asintiendo hacia él.

—Mhm, es entretenido —dice, rascando un poco el rastro de barba que tiene —. No habia leído algo así antes, y eso que conozco a Coehlo por sus poemas. No sé decirte si me gustó. Es único en su estilo, pero no me encantan las lecturas en las que se habla mucho de espiritualidad y esas cosas; esta tiene mucho de eso.

—Así que no lo leerías de nuevo —termino por decir.

—No, aunque hay partes interesantes —el cierra el libro y se pone de pie. Camina hasta que estamos frente a frente —. ¿Lista?

Yo suspiro. Si espera que le cuente todo lo que me ocurre, no sé si basten las dos horas de mi descanso. Es más, tampoco sé si quiero contarle todo, pero al mismo tiempo siento que las palabras queman en mi garganta y que necesito desahogarme. Necesito que alguien me escuche. Termino por asentir con la cabeza, y entonces lo sigo por la biblioteca. Se detiene frente al escritorio, deja el libro en él. Luego, voltea a verme.

—Vamos a traer devuelta tu bonita sonrisa, Evelyn Rose.

Me ofrece su mano, yo me sorprendo a mi misma cuando la tomo. Bien, no sé como va a resultar esto, pero la verdad es que yo nunca sé como van a resultar las cosas. Jamás tengo el control sobre algo, esta vez no es la excepción.

Bueno, Evelyn Rose, veamos si él puede recuperar tu sonrisa.

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