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Capítulo 3:

*♡*

De niña, mis padres solían decirme que un libro es el pasaje necesario para viajar a lugares remotos; claro que esa es la típica estupidez que le dicen los padres a sus hijos para evitar que sean unos analfabetos, así que no les hice caso. No fue hasta los doce años que tomé un libro por voluntad propia y ahí me di cuenta de que papá y mamá me mintieron todo ese tiempo. Leer no me lleva a lugares lejanos, pero me deja vivir vidas que no son mías.

No hay mejor sensación que sentirse en la piel de un protagonista. Y no, con esto no me refiero a ser la protagonista. Es muy distinto leer y entender a una persona que no es real hasta el punto en el que sus pensamientos se vuelven los tuyos, sus amores, sus disgustos, a tener que aguantar tus propios pensamientos, amores y disgusto. Hay cierta magia en sentirte parte de una historia que no es real, una magia que te hace sentir que todo es tan verdadero que derramas lágrimas por algo que está escrito. Leer me ha llevado a eso: a vivir en letras en lugar de vivir en un cuerpo, y eso ocurre por momentos tan efímeros que cambian mi percepción de lo eterno.

Quizá la eternidad es la palabra "fin" en un cuento que puedes repetir una y otra vez...

Así que no, sentirte la protagonista no es lo mismo que ser una. Vivir en mi cuerpo lo hace todo más complicado, enfrentar mis problemas lo vuelve aún más tedioso. Es más fácil y más hermoso sumergirse en una vida que no es real, en una persona que sabe suspirar por los detalles más hermosos narrados en metáforas, un personaje que cree en los caballeros o que se enamora de un chico malo que termina siendo bueno por ella. Es más fácil vivir en una trama predecible, es más fácil llorar por palabras que desilusionarte de la vida real.  

Es eso lo que estoy sintiendo ahora, mientras leo el libro en mis manos. Siempre me pasa que, al llegar a este punto de Orgullo y prejuicio, sonrío y no puedo evitar suspirar. Desde que conseguí el primer ejemplar de este libro tras un berrinche prolongado en mi cumpleaños número dieciséis, quedé enamorada de esta historia de Jane Austen. Hoy, no estoy orgullosa del escándalo que armé ese día, pero sigo igual de enamorada. Y sí, sé que es uno de los libros más conocidos de romance en la historia, que probablemente sea el favorito de muchos, ¿pero qué más da? Me encanta y lo releeré tantas veces como me lo permita el tiempo.

Siento que empatizo con Elizabeth Bennet, que soy su orgullo vuelto letras, hecho persona. Sí, es el libro favorito de muchos, pero lo siento tan propio cuando me pierdo en las comparaciones entre Lissie y sus hermanas, en los prejuicios de una sociedad a la que no pertenezco pero entiendo, que me siento parte. Soy la historia cuando sé que suspiro ante las palabras de Darcy y sé que el dolor en mi mandíbula se debe a que llevo sonriendo unos buenos minutos. 

—Buenas tardes, Evelyn Rose. Me alegra verte tan sonriente.

Ay, carajo.

A mi pesar, vuelvo a la realidad cuando escucho esa voz. Mi sonrisa desaparece al instante, demostrando que vivir en la piel de una protagonista es muy distinto a ser una: puedo sonreír al sentir que soy una chica con orgullo escrita por Jane Austen, pero no puedo fingir que soy capaz de controlar mis acciones frente a este sujeto porque no hay puntos, comas o tildes que me dirijan; no tengo una trama planeada, asusta que él esté intentando entrar a mi vida cuando no tengo el control de la misma. En momentos como estos, es terrible ser Evelyn. 

Levanto mi mirada del libro, y lo hago con una lentitud que ni yo misma comprendo. Puedo sentir que me hierbe la sangre al encontrarme con esa sonrisa que parece estar hecha para enojarme. Me molesta que le alegre verme, y su presencia me molesta aún más. Adiós a mi tranquila tarde, sé que Lowen Hayes la arruinará.

—¿Sabes? Aunque sea podrías fingir que te alegras de verme —me dice, con sus manos en los bolsillos de su pantalón —. Ese ceño fruncido no te queda tan bien como la sonrisa que tenías antes, Evelyn Rose.

—Pues, acostúmbrate a él, porque es lo que causas en mi —digo, cerrando el libro para concentrarme en esta conversación —. ¿Qué haces aquí, Lowen?

—¿No es obvio? Vine a verte.

—Yo no quiero verte.

—Pero yo a ti sí —se apoya en el escritorio y noto que eleva un poco más la esquina derecha de su labio que la izquierda —. Vaya dilema, ¿cómo lo resolvemos?

—¿Qué tal si te largas de mi vida?

—Mhm, no me gusta esa solución.

—Entonces, no hay forma de resolver este dilema, Lowen Hayes.

Él pasa una mano por su cabello mientras ríe con ligereza. Sé exactamente que esa risa significa que no está de acuerdo conmigo, que él si tiene una solución muy distinta en mente. Claro que no podría importarme menos lo que piensa. Lowen Hayes no me importa en lo absoluto.

Tomo aire y lo suelto en un suspiro profundo. Lo observo observarme, intentando convertirme en la protagonista de su historia, intentando enamorarme con su profunda y oscura mirada, pero así no funcionan las cosas. Si la vida real fuera como los libros que leo, ese precipicio de tonalidades oscuras que se encuentra encerrado en sus ojos sería un camino del que yo no encontraría escapatoria, pero la realidad es muy distinta. Puedo escapar de sus ojos, puedo no enamorarme de él. Puedo demostrarle que esto no es una historia de amor.

Es más, ni siquiera es una historia.

—Creí que te dejé clara mi decisión en nuestro último encuentro—decido tomar una pila de libros en el escritorio para mantenerme ocupada —. Lo siento, pero no seré la chica que te acompañe en tu loca búsqueda de amor.

—Sí, me lo dejaste bastante claro. Y veo que mi nota no te hizo cambiar de parecer.

—Lo único que conseguiste con eso fue dañar propiedad publica ¿Si sabes que está mal rayar libros que no son tuyos? ¿No?

—En verdad lo siento. Aunque fue con lápiz, puedes borrarlo. Es más, seguro ya lo hiciste.

Me quedo callada porque lo cierto es que no lo hice. Ayer pensé varias veces en la posibilidad de borrar sus palabras y regresar el libro a la biblioteca...Pero, tras leer unas cuantas reseñas escritas por él en internet, me fue imposible quitar la nota de su lugar.

Odio admitirlo, pero una pequeña parte de mi quedó muy impresionada ante el trabajo de Lowen. De lo que pude leer, que fueron unas cuantas reseñas de libros que ya leí, descubrí que él tiene un punto de vista sobre la literatura que simplemente...me emociona. Habló de autores y de sus historias con tanta ilusión, exactitud y profesionalismo que su trabajo me cautivó. Tiene talento para escribir, no lo voy a negar.

Por esa razón, fui incapaz de borrar la nota en Jane Eyre. Siento que él escribe arte, y no soy capaz de arruinar arte... ¡Pero sigue siendo un abuso a la propiedad pública!

Decido que lo quiero lejos de mí, bien lejos, así que, con la pila de libros entre mis brazos, rodeo el escritorio hasta salir de él. Camino hacia las estanterías y, para mi desgracia, él me sigue. Bien, ahora parece que lo tendré como un parásito pegado a mi lado durante todo el día.

Caminamos por el ancho pasillo; a nuestra izquierda están los libros de romance, a nuestra derecha las novelas históricas. Amo el olor a libros, huelen a una ligera humedad que no pica en mis fosas nasales, sino que es agradable. Es un olor inolvidable, una fragancia que se queda tatuada en la memoria.

Lowen camina a mi ritmo, con sus manos a sus costados y observando a su alrededor con cierta curiosidad. Nuestros pasos hacen eco en el lugar y no puedo evitar pensar que todo esto me resulta un tanto extraño. Volteo, no me pierdo que la poca barba en su mentón le decora bastante bien el rostro. Este hombre sería la perdición de cualquiera si tan solo no fuera tan intenso y molesto. Suspiro con cierto enojo. El que sea atractivo no quita el hecho de que no me gusta en lo absoluto tenerlo adherido a mi de esta manera.

—Lowen Hayes —lo llamo, fastidiada.

—¿Si, Evelyn Rose?

—Si entendiste que no quiero ser parte de tu búsqueda de amor, ¿por qué no te has ido?

Me detengo en el pasillo y ambos volteamos hasta quedar frente a frente. Él se queda serio por un momento, pero no tarda en sonreír. Es tan extraño saber que alguien que siempre parece tener ese gesto morirá pronto...

—Entendí que no quieres ser mi historia de amor —me dice, juntando sus manos en su espalda —, pero creo que no has entendido que yo no me rindo con facilidad.

Suspiro. Pero que hombre más terco.

— Lo que tú quieres no se consigue con tan solo desearlo.

—¿Hablas de tu corazón? —me pregunta, alzando una de sus cejas ligeramente despeinadas. Yo ruedo mis ojos.

—Hablo de enamorarse en sí —y doy un paso atrás porque, por un momento, sentí que estábamos demasiado cerca —. Eso requiere de tiempo y esfuerzo. No es tan fácil.

—Y por eso es que no me he ido, Evelyn Rose. Pienso usar cada segundo que me queda en conseguirlo.

—¿Hablas de enamorarte, o de mi corazón?

—Hablo de ambas cosas.

Se le ve tan convencido...Y no sé si es que se está refugiando en esta seguridad casi absurda solo para no desilusionarse, o si de verdad cree que esto va a funcionar. A mi me parece que su propósito, en este momento, no tiene sentido alguno, pero él parece ver algo que yo, en verdad, no puedo ver ¿Qué le asegura que conseguirá esto? ¿Qué lo tiene tan confiado?

Que alguien me lo diga, por favor. Así yo podré alejarme de lo que sea que le asegura que conseguirá enamorarme.

Noto que sus ojos están examinándome, y yo decido hacer lo mismo ¿Por qué? ¡Porque no pienso volver a quedar como la indefensa en este juego! Intento que mi mirada sea lo más fría posible, cosa que no es difícil ya que el color de mis ojos ayuda; gata suele decir que no hay nada más frío e intimidante que los zafiros en mi mirada. Espero que causen el efecto que quiero y espanten a este hombre de una vez por todas.

Hoy trae puesta una chaqueta marrón clara, una camisa blanca y unos jeans que lo hacen ver mucho más relajado y cómodo que las últimas veces que lo vi. Detesto que le quede tan bien. Cuando llego hasta su rostro, comienzo a pensar que se equivocó de carrera y debió ser modelo, en lugar de escribir reseñas. Sus labios acompañados de una barba sutil, sus ojos decorados por unas pestañas envidiables, su cabello oscuro haciendo contraste con su piel a penas un poco bronceada...Sí, sin duda debe haber muchas chicas babeando por él en algún lado.

Lástima, para él, que ninguna de ellas esté en la biblioteca.

Una muestra clara de eso es el hecho de que no me sonrojo ni un poco, aún cuando sé que sus profundos ojos también me están recorriendo de pies a cabeza. No soy la chica más linda del universo, pero tampoco soy fea. Sé que tengo detalles atractivos y tengo la suficiente autoestima para admitirlo. Me gusta mi cabello rubio, lacio y largo. Me gustan mis ojos, y no tengo quejas con respecto a mi cuerpo, aunque sé que soy un tanto menuda. Tengo muchas inseguridades, lo sé, pero ninguna de ellas es con respecto a mi físico.

Así que, si a Lowen Hayes no le gusta lo que ve, que volteé.

Pero la sonrisa que me da al final, una en la que muestra su dentadura blanca, indica todo lo contrario. Tras esta examinación mutua, sus ojos van a la pila de libros en mis brazos. Noto que su sonrisa se extiende al ver la portada del primer libro. Bajo mi mirada hasta su mano cuando decide tomarlo, solo espero que esta vez no escriba nada en él.

—"Historia de amor" de Erich Segal —dice él, refiriéndose al libro. Su mirada no se aparta de este —. Debo admitir que amé este libro cuando lo leí.

—¿Escribiste una reseña sobre él? —me escucho preguntar. De inmediato, él levanta su mirada y alza una ceja en mi dirección. Cielos, pero que incómodo.

—¿Cómo sabes que...?

—¿De verdad esperabas que no sintiera curiosidad sobre el extraño que me pidió ser su novia? Algo tenía que saber de ti y Google me ayudó.

Él me observa por largos segundos sin saber como reaccionar. Al final, termina por suspirar y me da una leve sonrisa.

—Está bien, supongo que es lo justo —dice, abriendo el libro —. Respondiendo a tu pregunta: No, no he escrito una reseña de este libro. Aunque debería, es una muy buena historia.

—¿De qué trata? —pregunto. Los libros son mi debilidad, admito que por ellos soy capaz de bajar un poco la guardia.

—Oh, es una historia de amor.

—¿No? ¿En serio? —suelto con sarcasmo —. Por el título, creí que sería sobre detectives, o vampiros.

Él ríe ante mi comentario. Es una risa profunda, sus ojos se achican al compás de sus carcajadas. Me sorprende estar sonriendo y, como no quiero sonreírle, me doy la vuelta y comienzo a ordenar los otros libros en mis manos.

—Bien, es una historia de amor entre dos personas que no deberían estar juntas —continúa —. La familia de él no lo aprueba.

—Oh, la típica movida de las familias en disputa —suelto —. Ya estoy medio cansada de historias así. Desde Romeo y Julieta, se volvió repetitivo.

—Pero esta es diferente, créeme. Ellos deciden ignorar a quienes quieren separarlos y se casan. Es precioso. Para el momento, sientes que es una historia de amor puro y, luego, llega lo trágico...

—¿Qué?

—No quiero contarte el final, pero es bastante agridulce.

—Como en todos los libros en los que el romance y la tragedia se juntan.

—Puede que suene repetitivo, pero lo que hace especial a esta historia es lo mismo que vuelve a todas las historias únicas.

—¿Qué cosa?

—La forma en la que la cuentan. Eso hace de una historia cliché...única.

Y ahí está la parte de Lowen Hayes que descubrí al leer sus reseñas; esa parte que, en secreto, admiro. Sabe encontrar detalles especiales en las historias y lo transmite de una forma que logra que se me erice la piel. No dijo la gran cosa sobre el libro, pero ahora yo quiero leerlo. Tiene un don con las palabras, un don que no cualquiera tiene.

Mi mirada se pierde entre los lomos de los libros frente a mi, todos de romance. Ahora que lo pienso, me resulta extraño que, de todas las experiencias que pudo escoger vivir antes de su muerte, Lowen Hayes decidiera buscar una historia de amor ¿Qué acaso las novelas como la que tiene en su mano no le enseñaron nada? Los finales trágicos abundan.

Y el suyo ya está escrito.

Quiero reprocharme por sentir lástima, pero soy humana y es cierto que la situación de Lowen es lamentable. No debería sorprenderme el hecho de que me siento mal por él. Volteo y, por segundos, me planteo ser amable. Para mi sorpresa, lo encuentro con un lápiz rayando una de las páginas del libro.

Adiós lástima, acabo de recordar que la especialidad de este hombre es hacerme enojar.

—¡Lowen! —le reclamo, acercándome a él para quitarle el libro. Claro que él da un paso atrás y lo evita.

—¡Sh! Evelyn Rose, recuerda que en una biblioteca no se debe gritar.

—Ni se deben rayar los libros —pongo mis manos en mis caderas y lo observo, molesta. Él sonríe mientras termina de escribir lo que sea que está escribiendo —. Lowen Hayes, hablo en serio.

—Lo siento mucho por rayar tus libros, pero no puedo evitarlo. Quiero demostrarte que hablaba en serio cuando dije que voy a usar cada segundo que me queda para que te enamores de mí. Así que mejor prepárate porque, así como tu quisiste conocer algo de mí al buscarme en internet, ahora soy yo el que quiere saber más de la bibliotecaria frente a mí. 

—¿Y si no te lo permito? —cuestiono, alzando mi barbilla. No es que esté haciéndome la difícil, es que me estoy defendiendo. 

—Soy obstinado —extiende su sonrisa hacia mi —. Lo conseguiré. 

—Yo...

Cierra el libro y me lo entrega. Yo observo la portada, luego a él, y noto que ya guardó el lápiz y que se ha alejado unos cuantos pasos de mi. Sus ojos se achican un poco cuando ladea su sonrisa. Aún así, todavía se ven profundos y...atrapantes. 

—Deberías leer esa historia, es increíble —me dice —. Hasta pronto, Evelyn Rose.

Ni siquiera me da la oportunidad de despedirme de vuelta. Solo se voltea y se va, dejándome con el libro entre mis manos y las ganas de gritarle atoradas en mi garganta. Bajo la mirada hacia el libro y suspiro, ni siquiera me interesa ver qué escribió...

¿A quién quiero engañar? ¡Claro que quiero verlo!

Abro el libro en la página que dejó doblada y, al igual que la última vez, encuentro una frase subrayada:

"Amar significa no tener que decir nunca lo siento"

Linda frase. Hay mejores, pero no está mal. Luego, mi mirada pasa hasta la esquina de la página en la que está su letra; esta es mucho más corta que la nota anterior:

"Bien, Evelyn Rose, es obvio que no te gusto y que tú a mi tampoco...Todavía. Supongo que sabré que te amo el día en que no deba decir que siento rayar estos libros. Sabes que, en el fondo, no lamento hacerlo, pero igual te pido perdón...Lo hago para que no me odies.

Así que el día en el que no te diga "lo siento" cuando escriba en un libro, sabré que no hay forma en la que puedas odiarme, y ahí sabré que conseguí tu corazón, Evelyn Rose. Bastante cliché, ¿no lo crees? Pero si nos esforzamos en narrar bien esta historia, será única.

Cierro el libro. Sigo sin entender como es que está tan confiado cuando yo continuó sin verle algún propósito a esto ¿Por qué, de todas las cosas que podría hacer antes de morir, él se quiere enamorar?

Y más importante aún, ¿por qué se quiere enamorar de mí?


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