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Capítulo 2:

*♡*

Todos tenemos costumbres raras. Incluso las personas como yo, que estamos en la constante lucha por encontrar normalidad, los tenemos ¿Yo? Pues, tengo tantas mañas que se me hace imposible pensar en todas al mismo tiempo. Ahora, solo me viene una a cabeza:

Tengo la manía de memorizar frases de historias que me gustan.

No estoy diciendo que mi memoria sea increíble, ni que soy una especie de genio que recuerda absolutamente todo. Más bien, suelo ser despistada y olvido hasta las llaves de mi casa. Quizá mi maña extraña se debe al hecho de que soy de la clase de personas que recuerda lo que quieren recordar, parece que las frases es algo que siempre querré conservar en mi mente. Es una manera de atesorar una historia incluso después de haber llegado a su último punto.

Es como darle vida a una historia que ya murió tras su final. Por ejemplo, ahora, estoy resucitando a una que tengo guardada en la memoria desde hace ya bastantes años:

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos..."

Cuento de Dos Ciudades, Charles Dickens; lo leí a los quince años por primera vez y, desde entonces, esa frase con la que inicia se encuentra entre mis favoritas. Levanto mi mirada al cielo, noto que esta nublado y no puedo sorprenderme. En esta época del año, los mejores tiempos son estos: los nubosos y fríos, antes que los nevados y helados.

Ese es el tiempo de Manhattan pero, ¿qué hay de mi? Normalmente, con un libro en la mano, me siento bien; es un buen tiempo para mi. Sin embargo, este pesa más de lo normal, y sé que no se debe al número de páginas, o al grosor de su lomo; se debe a que este libro carga una nota que marca una tormenta en mis planes, un mal tiempo que podría arruinar la búsqueda hacia mi preciada tranquilidad.

—¡Evelyn! ¡Cuidado! —a penas si escucho el grito cuando siento un empujón en el costado. Es gracias a esto que no choco con la persona frente a mi, y si me estabilizo es porque mi salvadora me toma del brazo para que no caiga —. ¡Dios! ¡Lyn! ¿Qué te he dicho? Ojos en el camino cuando andes por las calles. Aquí la gente va a su ritmo, no van a esperar que termines de ver los pajaritos.

—Lo siento, lo siento —digo, y dejo que me guie hasta nuestro edificio.

—Tranquila, nena. Solo deja de ver el cielo y camina antes de que nos atropellen.

Cierro la puerta una vez llegamos al vestíbulo y me encuentro con los ojos verde azulados de compañera. Andie Kat Montgomery y yo llevamos conociéndonos casi toda una vida. Creo que nuestra relación comenzó en el jardín de niños ¿Cómo? Pues, ya lo olvidé. No sé quien se acercó primero, o porque, pero sé que desde ese momento comencé a llamarla mejor amiga.

A ella le debo demasiado, más de lo que puedo poner en palabras; o quizá si puedo ponerlo en palabras, pero no quiero hacerlo porque eso me pone nostalgica y me hace recordar. Andie me ha sacado de apuros incluso más grandes que evitar salir atropellada en la calle. Ella me ayudó cuando muchos me dieron la espalda y me quiere a pesar de que somos muy diferentes.

Me conoce mejor que nadie, incluso mejor de lo que yo me conozco a mi misma. Por eso, es extraño que me observe de la forma en la que lo está haciendo: con asombro.

—Entiendo porque estás distraida, cualquiera lo estaría luego de vivir el día que has vivido —me dice, cruzándose de brazos. Luego, sonríe con diversión —. Lo que no imaginé fue ver a Evelyn Rose Lancaster permitirle a un extraño colarse tanto en su cabeza que hasta olvidó tener cuidado en las concurridas calles de Manhattan.

—Él no está colado en mi cabeza —ruedo los ojos y la obligo a caminar conmigo hacia las escaleras —. Es su propuesta y la incómoda situación en la que me dejó lo que me tiene distraída.

—Me parece tan romántico...—dice ella, arrebatandome el libro de las manos y abriéndolo en la página en la que él dejó la nota —. Quiere vivir una historia de amor antes de morir ¡Y quiere vivirla contigo! ¿No te parece emocionante?

—Tú y yo tenemos perspectivas diferentes sobre lo que es "emocionante", gata.

Le digo gata gracias a su segundo nombre. Cuando eres niño, te enseñan que "cat" es gato en inglés. La pequeña Evelyn de cinco años pensó en ese momento: ¡Hey! Mi mejor amiga se llama Andie Kat, así que soy amiga de una gata ¡Genial! La llamo de esa forma desde entonces.

La observo rodar sus absurdamente preciosos ojos hacia mi, me esperaba esta reacción de ella. Andie y yo somos opuestas en todo sentido, como dos especies completamente diferentes conviviendo en un mismo hábitat. Mientras que ella es divertida, amorosa y centrada, yo soy más desordenada, sarcástica y el afecto me da tanta alergia como el polen ¿Cómo rayos terminamos siendo mejores amigas? Pues, ese es uno de los muchos misterios del universo que ni la ciencia, ni la buena literatura, lograrán explicar.

Para mi, estar en el medio de una hazaña amorosa como la que está intentando el demente al que me encontré en la biblioteca, es una pesadilla. Por otro lado, a mi amiga de seguro le parece una encantadora jugada por parte del destino. Seguro desearía estar en mi lugar y yo se lo daría sin pensarlo. A Andie le queda el papel de la linda protagonista, enamoradiza pero independiente y con una personalidad única que atrae a los lectores. Por el contrario, a mi me encanta mi papel de mejor amiga casi invisible. Es muy cómodo.

—Lo sé, Lyn. Para ti, lo emocionante es sinónimo de aburrido —suelta, y la verdad es que no me duele su sinceridad —. A pesar de eso, no puedes negar que esta alocada historia es lo más hermoso que te ha pasado en mucho tiempo.

—Me alejé de mi familia para buscar tranquilidad, no historias alocadas —le digo. Empiezo a sentir cansancio, todavía no me acostumbro a subir hasta el piso diez por las escaleras —. Además, tu eres la de las historias de amor.

—Estoy dispuesta a compartir mi puesto si este extraño trae algo de emoción para ti, aburrida —continua, y no me pierdo que suspira al abrir el libro en la página de la nota —. ¡Aw! Es tan romántico que escribiera esto en el libro que tomó de tus manos ¡¿No te parece?! ¡Dejó la nota justo ahí porque sabía que la leerías!

—¿Romántico? ¡Esto es dañar propiedad pública!

— ¡A la mierda la propiedad pública! ¡Nada importa cuando se trata de amor!

Suelto una mueca de desagrado al escucharla decir eso. A esto me refiero cuando digo que Andie y yo podriamos venir de dos planetas distintos. Ella ve todo de color rosa y con corazoncitos a su al rededor, yo tengo un punto de vista más...pesimista.

Solo digo que la vida me ha enseñado que las cosas no son lo que parecen y que la felicidad a veces disfraza sufrimiento. Con esto no digo que, con su propuesta, Lowen sería capaz de cautivar a mi podrido corazón. Más bien, digo todo lo contrario. Si he vivido desiluciones, si he fingido tantas sonrisas hasta ahora, ¿por qué habría de esperar que la belleza del amor literario sea algo real? Lo que me intriga, y hasta sorprende, es que él quiera emplear el tiempo que le queda en encontrar algo que no existe.

Mientras Andie saca sus llaves de su bolso—pues yo olvidé las mías— tomo el libro de sus manos. Creo que jamás podré ver la carátula de Jane Eyre igual después de hoy. Todo mi encuentro con Lowen se resume en ráfagas rápidas que invaden mi mente. El olor a libros, sus ojos, su propuesta, mi sorpresa, la frase, el libro en mis manos, su partida... Es como vivir una película en mi cerebro, una que debería poner en pausa.

¿Por qué no dejas de pensar en esto, Evelyn Rose?

—Nena, aterriza y entra, que no voy a dejar la puerta abierta o la calefacción se estropeará —Andie me trae de regreso con sus palabras —. Entiendo que tu historia de amor te tenga en las nubes, pero procura tener tus llaves cuando hagas esos viajes a tu mente porque no me gusta tener que esperarte en la entrada.

No me pierdo su sonrisa divertida, puedo notar lo mucho que está disfrutando esto. Ella suele ser la que vive las historias de amor, la que sale con un "amor de su vida" diferente cada semana y consigue enmendar su corazón roto luego de cada corta ruptura. Es ella la que suele estar en el vivir  lo que yo estoy viviendo ahora y, a diferencia de mi, a ella le queda bien su papel.

—¿Cómo dijiste que se llamaba tu príncipe de la biblioteca? —me cuestiona, mientras dejamos nuestros abrigos en el perchero y nuestros bolsos en la pequeña mesita cerca de la puerta.

—No es un príncipe, gata —ruedo mis ojos —. Se llama Lowen Hayes Regnault, según su registro en la biblioteca y eso es lo único que sé sobre él ¡No conozco nada del hombre! Es decir, podría ser un violador que intenta aprovecharse de mí, o un traficante de órganos que intenta seducirme para robarme un riñón y tu lo comparas con un príncipe.

—Pero que exagerada —ella ríe y niega con la cabeza. Luego, parece perder el interés en mi y se encamina hacia nuestra pequeña cocina —. ¡Grayson! ¡Bombón pelirrojo, ya llegamos!

Cuando busqué a Andie, unos cinco meses atrás, le pedí que me dejara vivir junto a ella. No se negó, más bien dijo que su compañero de piso y ella llevaban buscando una acompañante más desde hacia un tiempo. Recuerdo lo nerviosa que me puse cuando descubrí que tendría que convivir con alguien más además de mi mejor amiga, en ese entonces no estaba en mi mejor momento. Sin embargo, al conocer a Grayson, los nervios se fueron.

El pelirrojo dos años mayor que yo deja de hacer lo que sea que se encuentra haciendo en la cocina y voltea a vernos. Sus ojos verdes, casi tan espectáculares como los de Andie, se fijan en nosotros y de inmediato una sonrisa nace en sus labios rosados. Considero que existen muchos chicos guapos en el mundo, pero muy pocos tienen cualidades atractivas. Él no es especialmente atractivo, siempre me ha parecido que tiene el rostro de niño pequeño, pero tiene detalles que lo convierten en alguien bello. Su sinceridad, por ejemplo. Él sabe decir la verdad de forma en que no duela, pero te hace reflexionar. Sin duda, es algo que no se encuentra en muchos chicos.

—¿Qué cocinas? Porque huele delicioso —suelta Andie y concuerdo. Huele a oregano y tomate, es una esencia leve pero que me fascina. Gray sabe preparar platillos increíbles y lo agradezco porque yo doy asco como cocinera.

—Nada especial, solo pasta —él se encoje de hombros y limpia sus manos en su pantalón antes de apoyarse en la isla para vernos mejor —. ¿Qué tal su día, chicas?

—El de Lyn sin duda estuvo mejor que el mío —dice Andie, liberando su cabello castaño y lacio de la coleta que traía puesta —. Nena, cuéntale al bebé Gray de tu príncipe mientras mamá gata hace la tarea.

—Que no es un príncipe —reclamo y no puedo evitar arrugar la nariz, como siempre hago cuando estoy confundida, al escuchar lo último —. ¿Y qué clase de tarea podrías tener? ¿Te envían deberes del trabajo?

Ella no dice nada, solo se da la vuelta y se marcha a la sala de estar. Amo a Andie, en serio lo hago, pero a veces tiene formas muy peculiares de actuar. La sigo con la mirada hasta que desaparece en la sala, luego volteo a ver a Gray.

Suelo ser un caos social, antes no lo era. La Evelyn que fingía sonrisas era muy buena haciendo amigos, la Evelyn actual le tiene cierto miedo a socializar. Lo sé, suena deprimente pero, según gata, es cuestión de tiempo para que me sienta cómoda conmigo misma y así estaré cómoda con los demás. La cosa es que, con Gray nunca me sentí incómoda.

Quizá se deba a que se ve como un niño, pero él tiene un aire de familiaridad y amabilidad que me llevó a querer conocerlo incluso con todas mis inseguridades. Es atento, cuidadoso con las palabras que escoje y muy bueno dando abrazos. Me dedica una sonrisa ladeada, yo se la devuelvo. Al inicio de nuestra relación, nos volvimos muy unidos. Ahora, las cosas estan un tanto tensas, pero sigo sin estar incómoda a su lado.

Cometo errores seguido, quiero creer que Gray es de los que saben pasar la página porque no quiero perder su amistad.

—Asi que...—suelta él, expandiendo su sonrisa —. ¿Príncipe, eh?

—Andie lo llama príncipe, yo lo llamo demente —digo, dejando el libro sobre la isla y sentandome en una de las sillas altas —. Es una larga historia, Gray...

—Suerte que faltan unos buenos minutos para que la salsa este lista —responde, sentándose frente a mi. Sus ojos son grandes, amables y cálidos a pesar de ser verdes —. Adelante, empieza a contar.

Y lo hago, le cuento toda mi ráfaga de recuerdos con la rapidez en la que se repiten en mi mente. La biblioteca, la propuesta, la nota, el libro, sus ojos, su sonrisa, mi absurda confusión. Su rostro va cambiando a medida en la que suelto toda la información y, por un momento, me cuestiono si fue buena idea contarle sobre este extraño que basicamente se convirtió en mi pretendiente sin permiso. Sin embargo, ya es muy tarde para cuando pienso que quizá debi callar. Terminé de contar la historia.

—Vaya...—suelta, rascando un poco su barbilla —. Esto es...inesperado. Andie suele ser la que cuenta las historias de amor, no tú.

—Esto no es una historia de amor, Gray. Ni siquiera es una historia, solo es una anécdota que hoy me asusta pero que espero poder contar como un chiste en algunos años.

Llevo mis manos hasta mi cabeza. Debería simplemente olvidarlo ¡Solo olvidalo, Evelyn Rose! Pero todavía no entiendo porqué quiere usar sus últimos momentos para enamorarse ¡¿Y por qué quiere enamorarse de mi?!

—Siento que, de repente, soy la protagonista de una novela super cliché y románticona —le digo —. Es horrible, Gray.

—Si te hace sentir mejor, nadie leería una historia de romance en la que tu seas la protagonista. Hay mejores formas de gastar el tiempo.

Rio un poco porque sé que tiene razón. Una historia de amor con Evelyn de protagonista...Ya puedo imaginarla: Érase una vez una chica que se enamoró...¡Oh, esperen! ¡Ella no se enamoró! Cuenta la leyenda que su corazón estaba enterrado varios metros bajo tierra y, por lo tanto, no se podía enamorar. Sí, sería más o menos así. Probablemente, espantaría al príncipe azul con uno de mis comentarios sarcásticos y rompería mis zapatillas de cristal a propósito porque odio con todo mi ser los zapatos innecesariamente incómodos.

Gray ríe conmigo y me hace sentir un poco mejor. Sin embargo, no pasa mucho tiempo para cuando mis pensamientos se desvían otra vez al libro frente a mi. Ni siquiera sé porque lo traje. No lo anoté en el registro así que, en teoría, lo tomé sin permiso de la biblioteca ¿Por qué? Acaricio un poco la carátula, dándome cuenta de que no tengo las respuestas a mis propias preguntas.

Hace tiempo que no las tengo, la verdad.

Al poco tiempo, Andie vuelve con mi laptop en su mano. Tiene una sonrisa que asusta, una muy parecida al del gato de Cheshire. Eso solo puede significar una cosa: hizo una locura que no ne agradará.

—¿Qué hiciste? —le pregunto, ella solo deja la laptop abierta frente a mi. En la pantalla hay un articulo de Wikipedia, tardo unos segundos en procesar el nombre —. Espera...¿qué?

—Aquí está la demostración de que Lowen Hayes Regnault no es un violador, ni un traficante de órganos —señala ella —. Tus riñones están a salvo, Lyn. Ahora, solo deja que tu corazón quede cautivado por este bombón, porque he de admitir que esta guapo. Debe ser la mejor foto de Wikipedia que he visto en mi vida.

—¿Tiene un articulo de Wikipedia? —cuestiona Gray, colocandose de nuestro lado para ver la pantalla —. ¿Eso no es algo que solo tiene la gente importante?

—Tu solo lee, bebé Gray. Lee.

Decido comenzar a leer su pequeña biografía y me sorprendo al encontrar que es un reseñista que trabaja para el Empire Daily, un periódico aclamado cuya sede está aquí, en Manhattan.

El Empire Daily es parte de la compañía Empire (super creativo, lo sé. Al parecer, la gente millonaria que es dueña de todo ese imperio no se tomó la molestia de cambiar el nombre). Básicamente, esa compañía se enfoca en los medios de comunicación. Tienen desde periódicos hasta programas de televisión, todos con temas variados. La especialidad de quienes lo dirigen es mantener a la gente informada, por no decir engatusada con la cantidad de medios que poseen. Creo que incluso hacen publicidad a algunos libros reconocidos; algo así como los Best Sellers del Times, pero más prestigioso y menos conocido.

Recuerdo que mis padres leían el Empire Daily. Resulta que la señora y el señor Lancaster son unos de los pocos newyorkinos que se pueden dar el lujo de pagar tan cara subscripción. Cuando era niña, y aún no había cortado toda la conexión con mi familia, solía robar unas hojas del periódico para mantenerme ocupada con algo de lectura informativa ¡Y tenía de todo! Deportes, noticias locales, nacionales, internacionales, economía, política...y un millón de cosas más que una Evelyn de ocho años no podía entender, pero seguía leyendo solo porque parecía interesante.

Pasé años haciendo eso. Esperaba a que mis padres se cansaran de leer y tomaba el periódico. Luego, me encerraba en mi cuarto para intentar entender todas esas cosas que me parecían locuras bien escritas. Poco a poco, comencé a comprender mejor los términos que usaban. Con los años, se me hizo familiar escuchar cosas como PIB per capita o noticias sobre reuniones de la ONU. Era interesante, pero esa no era mi parte favorita de leer el Empire Daily.

Verán, había una sección en la que solo hablaban de literatura. Habían resúmenes de historias, entrevistas a escritores, listas de los libros más comprados en el año y reseñas ¡Muchas reseñas! Yo quedé enamorada de muchísimas de las que leí y, de hecho, algunas de ellas dieron pie a que me animara a comprar unos cuantos libros que aparecieron ahí.

Ese periódico supo alimentar mi lado nerd durante años, y resulta que Lowen es uno de los miles de reseñistas que hacen posible que esa sección siga existiendo. Ya no leo el Empire, es demasiado caro para comprar una subscripción, pero sé que sigue siendo muy reconocido a nivel mundial y que cualquiera que trabaje ahí tiene cierto prestigio adherido a su nombre.

Lo que me lleva a preguntar, ¿qué hacía un hombre como él en la biblioteca pública de Manhattan?

Continuo leyendo solo porque no le encuentro respuesta lógica a esa pregunta. Al parecer, nació en Upper East Side (igual que yo) y tiene veinticinco años. No dice nada sobre su familia, su niñez o esas cosas que Wikipedia siempre aporta, pero es un artículo bastante largo debido a que señala todos los trabajos importantes que ha hecho y los galardones que ha obtenido.

En un punto del artículo dice que el "señor Regnault" es extremadamente reservado con su vida personal, cosa que me parece bien. Es decir, si a mi me está resultando extraño leer sobre él en internet, ¿cómo se sentiría él si toda su vida fuese expuesta con tan solo un click? Hay cosas que es mejor dejar como privadas.

—Reseñista del Empire, un hombre de letras, amante de los libros —dice Andie, como si no hubiera podido leerlo por mi cuenta —. Es como si Wikipedia estuviera gritando que tengo razón y él si es tu príncipe nerd.

Ruedo mis ojos antes de cerrar mi laptop. Bien, es impresionante que él sea todo eso. Es sumamente raro encontrar a alguien que ame la literatura de la forma en la que lo hace él, parte de mí siente que lo admira un poco. Pero la otra parte que es racional y sensata sigue creyendo que es un idiota al que desconozco por completo.

—Bueno, al menos ahora sabes que no es un violador —dice Gray, aunque lo hace a entredientes.

—Lo que significa que puedes aceptar su propuesta —suelta Andie con una vocecita ligeramente cantada.

Gata, este hombre podría ser el dueño de Empire Companies y aún así lo rechazaría —digo —. No me importa quien es, solo me importa no volverlo a ver.

— ¡Oh, vamos Evelyn! —ahora es ella quien rueda los ojos —. Tu vida es más aburrida que un lunes por la noche ¡Necesitas emoción!

— ¿Y crees que él me la va a dar? —señalo mi laptop, aunque ya esta cerrada —. Por favor, ¡se ve mucho más aburrido que yo! Tiene pinta de que hace crusigramas para divertirse.

— Uno de tus pasatiempos es resolver sopas de letras —mi amiga me apunta con uno de sus dedos con perfecta manicura —, así no tienes moral para decir eso.

Pues sí, les dije que tenia manías extrañas. Hago sopas de letras, ¿y qué? Sacudo mi cabeza cuando me doy cuenta de que estoy intentando defender mis propias mañas en mi mente. Si eres extraña, Evelyn.

Como sea, sé que no tengo moral para decir que Lowen se ve aburrido. Mi vida no es una montaña rusa, por decirlo de algún modo. No lo es desde que me mudé a este lugar y, en parte, es porque lo quiero así. No sé la razón por la que Andie parece insistir en que me sumerja en esta locura cuando ella sabe que, después de todo lo que he vivido, solo quiero normalidad. Es como si mi mejor amiga no se sintiera conforme con el estilo de vida que elegí para reemplazar el antiguo. Ella quiere que le añada más emoción a mi existencia, yo solo quiero lo contrario.

Además, no es como si el empezar una relación "corta y finita" con el reseñista de un periódico fuese la solución para hacer de mi vida una fiesta constante. Un novio como Lowen Hayes no me dará la emoción que mi amiga espera y necesito que Andie entienda eso porque ya quiero dejar este tema.

Quiero olvidar que Lowen existe.

—¿Tú que opinas, Gray? —le pregunto a mi amigo.

Los minutos de silencio y el suspiro que viene después me hacen entender que no debí preguntar, pero está claro que yo no pienso demasiado las cosas. Me mira por largos instantes y luego me dedica una sonrisa quebrada. Ahora me siento mal por él.

—Eres adulta, Ev. Confío en que sabrás que hacer con tu historia —me dice —. No le quiten el ojo de encima a la cena, iré a cambiarme la camisa. Ya vuelvo.

La rapidez con la que sale de la habitación y el hecho de que su camisa no estaba sucia me hacen entender que meti la pata, lo hice en grande. Lo observo irse y, cuando lo pierdo de vista, dirijo mi mirada hacia Andie. Ella también hace una mueca triste en dirección a Gray, esta pensando lo mismo que yo.

—¿Crees que Gray sigue enamorado de mi? —pregunto.

—Creo que fue bastante obvio, Lyn —dice ella. Luego, suspira y me dedica una sonrisa —. Pero no te preocupes. Conozco a Gray, tiene cara de bebé pero es muy maduro. Pronto te superará y entenderá que lo que ocurrió entre ustedes fue un error.

—No quise lastimarlo —digo, abrazandome a mi misma —. No era la persona más estable del mundo en ese momento. Busqué en él una manera de sentir menos presión y lo herí. Soy una persona horrible.

—No, solo eres humana —dice ella, levantandose para seguir con la cena que Gray dejó —. No eres la primera chica que termina en la cama de su compañero de piso, Lyn.

—Pero si la que huye cuando escucha la palabra amor.

—Gray se ilusionó muy rápido, incluso cuando le advertí lo inestable que estabas. Hubo un poco de culpa en ambos.

Suspiro ¿Por qué siento que no es así? ¿Por qué siento que, en realidad, todo es mi culpa? Charles Dickens empezó Cuento de Dos Ciudades señalando el tiempo, creando un ambiente ambiguo y con cierta desesperación para el lector. Si tuviera que elegir una frase para describir como estoy ahora, elegiría justo esa:

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos..."

El mejor de los tiempos porque yo decidí estar aquí. Yo decidí cambiar mi vida, ser independiente, encontrar tranquilidad. El peor de los tiempos porque he cometido tantos errores que ya ni siquiera los puedo contar. Me distraigo en las calles de Nueva York, no sé cocinar, me canso al subir muchas escaleras, olvido mis llaves, soy inestable emocionalmente y arrastro a las personas hacia mi inestabilidad. Adaptarme a una nueva vida es tan difícil, y eso que estoy mejor que hace unos meses.

Al menos ahora puedo ver a Grayson a los ojos sin sentir un terrible nudo en la garganta que me asfixió muchas veces. Creí que iniciar de cero sería más fácil, pero todos los caminos que he tomado hasta ahora me han hecho tropezar.

—Quiero normalidad —suelto —. Quiero dejar de ser inestable, quiero aprender a vivir aqui sin lastimar a alguien en el intento ¿Acaso es mucho pedir?

—Siento ser quien te diga esto, pero la normalidad es un mito inventado por las personas que le temen a lo extraordinario —dice Andie, dándome la espalda para prestarle atención a la comida —. No caigas en esa mentira.

—¡No! Lo que es un mito es lo que está en los libros, en las novelas ¡No se puede vivir una historia tan perfecta, tan emocionante! Andie, quiero realidad, incluso si es aburrida. Quiero lo que sea, menos lo que estoy viviendo ahora. Esto me pone nerviosa.

Grayson enamorado de mi, mi familia buscándome, yo prácticamente huyendo de todo, mis emociones mezclándose con desesperación, un extraño que daña propiedad pública pidiéndome que me enamore de él...Hace tiempo que no soy la Evelyn capaz de aguantar todo esto. Andie voltea y me ve con cierta preocupación ¿Estaré exagerando?

—No sé nada de libros, Lyn. No leo novelas, solo veo películas inspiradas en ellas...

—Que no son ni la mitad de buenas que los libros —digo, casi de forma automática.

—Como sea, esas películas me han enseñado que las protagonistas siempre se desesperan ante la llegada de un posible cambio. Es normal.

— No soy protagonista.

—Dícelo a tu príncipe de la biblioteca, radiante princesa.

Ella se vuelve a voltear y yo resoplo ante su comentario. No vivo en una historia, no soy como las protagonistas que Andie describe, solo soy...soy yo.

Abro el libro en la página que Lowen marcó, ni siquiera sé porque lo hago. Me preguntó si tenía algo que perder, no lo tengo. Hace tiempo que no tengo nada, ni siquiera a mi misma ¿Cómo espera que me sumerja en esta historia si no tengo el control de mi vida por sí sola? ¿Cómo espera que sea igual que las protagonistas enamoradas si sé que el amor en la vida real es una...farsa?

No lo sé, no entiendo lo que esta ocurriendo en este momento. Solo sé que habrá un cambio de clima en mi vida muy pronto y no pienso decirle a Andie que, de hecho, esto si me desespera...

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