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15

Hay algo en los días lluviosos que me cautiva. Ver el cielo nublado no me hace feliz, pero tampoco me deja triste. Es como si el sonido de la lluvia junto con el gris de las nubes asomándose fuera de la ventana provocaran en mí un sentimiento etéreo, algo fuera de lo común. No es felicidad, no es melancolía, es una calma que no se compara con ninguna otra.

Es una paz que no recuerdo que soy capaz de sentir hasta que llega a mi nariz el inconfundible aroma a tierra mojada que me encontró esta mañana.

Ya la nieve de las calles se derritió, dejando solo una fina capa de escarcha que se está deshaciendo gracias a las lluvias con las que nos suele recibir el mes de febrero. Lleva lloviendo todo el día e incluso ahora, cuando me encuentro en mi pequeño rincón en la biblioteca dado a que estoy pasando aquí mi descanso, puedo escuchar el golpe de las pequeñas gotas de agua contra la madera del techo.

La lluvia es, por excelencia, el clima perfecto para leer. Es decir, yo podría leer en cualquier momento y a cualquier temperatura, pero leer en un día lluvioso se siente diferente. Es como si la lectura en sí encajara con el tiempo, con el instante en el que estás viviendo. Por eso decidí releer un libro que leí hace años, solo que entonces no le presté tanta atención. Resulta que ahora la trágica historia de Emma que Flaubert cuenta en Madame Bovary está llegando a mi de una manera muy distinta en la que lo hizo la primera vez.

Eso es algo que amo de los libros: jamás los leerás igual.

Ellos cambian contigo, pues llegarán a ti dependiendo de la persona que seas en ese instante. Cuando leí Madame Bovary por primera vez, tenía catorce años y me pareció una lectura sumamente pesada. Ahora soy mucho más madura, entiendo mejor la crítica social impresa en cada palabra. Comprendo la tristeza de ver un sueño chocar contra la realidad y deshacerse. Es más, me conmueve. Probablemente lo lea en unos años y me conmueva aún más, o no lo entienda. Todo depende de como lea el libro, de la persona que seré en ese momento porque sé que no seré la misma.

Es más, yo podría cambiar en los próximos segundos y no saberlo. Podría leer este libro cuando termine de llover y seria diferente, pero ahora resulta perfecto.

Siento el vibrar de mi teléfono en mi abrigo y debo deshacerme de las frazadas en las que estoy cubierta para tomarlo. Cuando leo su nombre en la pantalla y veo que llegó un mensaje de él me doy cuenta de algo: nadie ha venido a rayar los libros.

Lowen y yo hemos hablado desde que nos vimos hace tres días en el bar de mala iluminación, pero todo ha sido por llamada. No ha venido a la biblioteca y, honestamente, yo no había notado eso hasta ahora.

No es que no me importe, porque sí lo hace. De hecho, ahora que recuerdo que no ha estado por aquí, me doy cuenta de que extraño pelear con él para que deje de bandalizar los libros. Supongo que el tanto estar en contacto con él nos ha vuelto tan cercanos que ya no siento que no vernos no significa que no estemos juntos.

Marco la página en la que voy en el libro y desbloqueo mi teléfono. El mensaje llama mi atención de inmediato.

Lowen Hayes: No quiero entrar.

Entrecierro mis ojos ante el mensaje ¿Qué se supone que significa eso? Tecleo con rapidez, pero es cuando las imágenes del beso que me robó llegan a mi mente que empiezo a duda en si mandarlo o no. Genial, ya me puse nerviosa.

¿Saben qué? A la mierda, es solo un mensaje.

¿Es una especie de código, o algo así?

No soné estúpida, ¿o sí?

Me digo a mi misma que soy estúpida por pensar que soné estúpida y decido dejar a un lado los nervios porque no tiene sentido tenerlos con él. Sí, es la persona que me gusta, pero también es el mismo con el que me paso horas hablando sobre cualquier cosa por teléfono.

Hago un moño con mi cabello, recogiendo tantas hebras doradas como puedo. Decido que es hora de volver a mi puesto de trabajo, así que tomo el libro y comienzo a caminar tan pronto como me llega otro mensaje.

Lowen Hayes: No, es literal. Estoy fuera de la biblioteca y no quiero entrar.

Muerdo mi labio ante esa confesión ¿Acaso ya no quiere verme? Hago un recorrido para descubrir cuando y como la cagué, pero lo cierto es que no encuentro nada más que mis errores usuales. Creí que ibamos bien, pero tal parece que me equivoqué.

¿Y por qué no quieres entrar? 《

Sí, así es. Le pregunte.

Probablemente me duela la respuesta, pero ya envié el mensaje. Me siento en la silla del escritorio al llegar a esta. Mejor estar sentada para recibir el impacto de lo que sigue.

Lowen Hayes: Porque me gustas.

Oh, bueno. Impacto inesperado.

Era algo que ya me había dicho, pero causa la misma sensación agradable en mí que causó el otro día. Sonrío de forma involuntaria. Todavía no comprendo porqué le gusto, pero no le haré esa pregunta porque eso ya sería tentar demasiado al destino. Quien sabe, capaz si lo analiza demasiado termine por darse cuenta de que estoy un poco loca y no quiera salir conmigo.

Dejo el teléfono momentáneamente cuando una chica de gafas se acerca a mi y me pregunta por la sección de libros de informática. Yo le señalo el pasillo al que necesita ir y la veo desaparecer por ahí, asegurándome que entre en el área indicada. Luego, vuelvo a tomar el teléfono, decidida a preguntarle a Lowen más sobre esa confesión. Es entonces cuando veo que llega otro mensaje y este me causa una profunda tristeza.

Lowen Hayes: No quiero que la mujer que me gusta me vea al borde de llorar.

Bien, eso me afecta más de lo que debería.

Lowen Hayes: Pero quería que supieras que vine y que me quedaré afuera hasta que termine tu turno...A menos de que las ganas de llorar aumenten. Si es así, me iré.

Decido hacer algo que en la biblioteca no está permitido, pero solo hay dos personas a parte de la chica de lentes y yo. Puedo susurrar, no me importa. Así que marco su número y acerco el teléfono a mi oreja. Por favor, que conteste.

—Hola, Evelyn Rose —escucho su voz y, definitivamente, se oye más quebradiza de lo usual.

—Ya te he visto llorar antes —digo, susurrando lo más posible —. No me molesta hacerlo de nuevo.

—Pero entonces no me gustabas tanto —confieza —. Y no se trata de que a ti moleste verme llorar. Se trata de que si te veo, lloraré.

—¿Y eso por qué?

—Porque estoy pensando de más...Porque una tarde de juegos con mi sobrino se volvió la cosa más meláncolica y deprimente del mundo. Él ni siquiera me va a extrañar, si te veo ahora puede que sienta que tampoco lo harás.

—No entiendo de qué hablas ¿Por qué habría de extrañar...?

Entonces comprendo: está así porque siente que no lo extrañarán cuando...cuando muera. Nadie debería pensar en que no lo recordarán una vez no esté con vida, pero supongo que es inevitable que él lo haga. Está tan cerca de su final que reflexionar sobre él resulta inevitable.

Si estuviera en su lugar, estoy segura de que también lo haría.

Pensaría en la cantidad de personas que me recordarían, en todo lo que me perdería, en si mi vida fue importante o solo fue una más entre un millón. Un nudo nace en mi garganta y debo tragar con fuerza para no ahogarme con él. Solo imaginar estar en su lugar es demasiado fuerte, me duele pensar que Lowen está pasando por algo incluso peor.

Y sí, me duele. Es sorprendente lo mucho que esto me afecta. Es una punzada persistente en mi pecho, una que no había sentido antes de Lowen. Él me importa. Ya no se trata de lástima por un extraño, se trata de que en serio quisiera eliminar un poco del dolor en su vida.

—No sé que decírte, Lowen Hayes —digo, bajando aún más mi voz.

—No digas nada —suspira él —. Solo...quizá lo mejor es que me vaya.

—No —me apresuro a decir —. Espera, por favor. Quédate ahí.

En un libro, la protagonista haría algo épico como dejarlo todo para ir y consolarlo. Pero esto no es un libro y debo recordar dos cosas: primero, yo vivo del salario de este empleo y segundo, no tengo ni puta idea de qué decirle. Por lo tanto, en este momento no sé qué hacer y aún así le pedí que se quede.

¿No era que iba a intentar eso de pensar antes de hablar? Otra vez, me salió mal.

Entonces, la chica con lentes vuelve con un libro en la mano que quiere registrar. Me sonríe con amabilidad y yo le sonrío de vuelta, es ahí cuando la fantástica idea que podría solucionarlo todo surge ¡Bendita sea mi mente! ¡A veces si funciona! Le digo a Lowen que no se mueva y cuelgo la llamada. Es increíble que esté haciendo esto por él, pero me ordeno no reflexionarlo mucho o me arrepentiré.

—¿Solo llevarás este? —le pregunto a la chica, sellándo su libro sobre informática.

—Sí, solo este —dice ella, sonriendo con timidez —. Es para un trabajo.

—Mhm, pues espero que te sirva.

—Yo también.

Le doy las indicaciones básicas, eso de que debe devolverlo en una semana y blah, blah, blah...Luego, voy a lo serio:

—¿Podría pedirte un favor? —pregunto, ella me observa con confusión —. Eh, un...amigo mío, está algo triste. Sé como animarlo, pero no puedo dejar mi turno. Ya sabes, necesito trabajar para comer.

—Tiene sentido —suelta ella, aún un tanto confundida —. ¿Y el favor es...?

—¿Podrías llevarle algo por mi?

Busco el libro de Madame Bovary y se lo entrego a ella. Dudo un poco al ver el lápiz en el escritorio, pero termino por suspirar y también se lo doy. La chica alza ambas cejas ¿Qué si esto es raro? Mucho, pero Lowen ya me conoce lo suficiente para saber lo raras que pueden ser mis ideas.

—Esta fuera de la biblioteca. Él es alto, de ojos oscuros, cabello marrón y algo de barba —le digo —. Se llama Lowen, dile que Evelyn Rose le da permiso de dañar propiedad publica solo esta vez ¿Podrías hacerlo por mi?

—Mhm, okey —termina por acceder y me da una pequeña sonrisa —. Esto es romántico.

Yo le sonrio de vuelta, sin saber qué responderle. La observo marcharse de la biblioteca y ni siquiera pienso en que le permití a Lowen dañar otro libro, o en que rompí las reglas una vez más. Solo espero que eso haga que se quede y que, al final de mi turno, yo sepa como animarlo...

*♡*

Tan pronto salgo de la biblioteca, el olor a lluvía golpea mi nariz. Esa humedad de la tierra se convierte en el perfume de días como este, en los que sigue cayendo un diluvio. Aún así, no me enfoco mucho en el clima. Tengo otro propósito en mente.

No me cuesta mucho encontrarlo, reconozco su cabello aún cuando está de espaldas. Se encuentra sentado en las escaleras que dan a la biblioteca, abrigo y bufanda puestos. Mi turno finalmente terminó, pasé horas pensando en lo que podría decirle para animarlo y llegué a la conclusión de que soy mala para pensar esas cosas. No tengo ni idea de qué decirle, me temo que tendré que improvisar.

Justo por eso me encuentro respirando profundo y ajustando mi bolso en mi hombro mientras doy pasos hacia él. Por la forma en la que late mi corazón, me siento como toda una valiente cuando logro sentarme a su lado; claro que soy la valiente que en secreto está entrando en pánico porque no sabe qué hacer, pero llegué hasta aquí y merezco cierto crédito por eso...¿verdad?

Escucho su respiración lenta y profunda. Luego, siento su mirada clavada en mi perfil. Volteo y el pánico disminuye en cuanto encuentro sus ojos oscuros. Están un poco hinchados y algo rojos, pero siguen siendo los mismos de siempre. Luego me sonrié y ya no importa que no tenga algo que decir porque él habla primero.

—Me diste permiso para bandalizar propiedad pública —suelta él, alzándo el libro que me alegra que la chica le haya entregado. Tiene una página doblada, ya sé que escribió algo —. Me siento halagado, Evelyn Rose.

—No te acostumbres —le digo —. Fue solo un soborno para que no te fueras.

—¿Así que querías que me quedara?

Aparto la mirada y me fijo en la lluvia golpeando el concreto frente a nosotros. Siento mis mejillas calentarse poco a poco. Es más que evidente que no quería que se fuera, eso ya lo sabe. Por supuesto que solo lo dice para ver la reacción que causa en mi.

Pues esta es la reacción: estoy muy sonrojada.

Lo esucho suspirar y noto cierta frustración en él, como si quisiera decir algo, pero no puede. No imagino lo que puede estar pensando, ¿cómo podría? No lo conozco lo suficiente y claramente no leo mentes. Solo me queda esperar a que el silencio entre ambos se interrumpa por algo más que el sonido de las gotas de agua rompiendo contra el suelo.

—Debes creer que soy un idiota —lo escucho decir y volteo a verlo de inmediato. Su mirada está en el suelo, su mandíbula está muy tensa y yo no entiendo porqué me dice eso —. Debes pensar que soy un cobarde por no entrar, o un tonto por tener miedo ahora. No te culpo.

—No creo nada de eso —digo con sinceridad —. La única persona que suelo considerar tonta es a mi misma.

—No eres tonta.

—Solo dices eso porque tú no estabas en mi cabeza mientras intentaba averigüar como armarme de valor para sentarme a tu lado.

Sí, dije eso en voz alta. Que tonta.

Noto una sonrisa decorar su perfil, ese es un accesorio que le queda bien. Lo que me gusta de estar junto a Lowen es que la ansiedad que suelo sentir al decir algo erróneo se va rápido. Los nervios permanecen cuando suelto palabras que no pienso, pero luego desaparece y me siento cómoda. Él me escucha como si lo que dijera fuera interesante, o al menos no tan tonto como pienso. Eso es algo que valoro mucho.

Me enseñaron por mucho tiempo que mis opiniones eran inútiles, que él crea lo contrario es...es lindo.

—Y...—comienzo —. ¿Qué fue lo que ocurrió, Lowen Hayes?

Él suspira y vuelve a mirarme. Ya no sonríe, ahora se vislumbra en sus ojos una tristeza que me atraviesa.

—¿Recuerdas algo de cuando tenías tres años? —me sorprende con su pregunta —. Un buen recuerdo, algo que tengas vívido y claro en tu memoria.

—Mhm...—me lo pienso bien, en serio bien —. Pues, recuerdo que mi hermano solía cortar mis peluches y me enojaba. Él quería ser veterinario, creía que los estaba curando.

—Eso es tierno, ¿pero lo recuerdas, o te lo contaron?

—Creo que me lo contó Rowan. No sé, la verdad no tengo el recuerdo muy claro. Era muy pequeña.

—Justo por eso estoy así.

Me quedo en blanco por unos segundos ¿Qué tiene que ver el triste destino de mis difuntos peluches con su tristeza? Pero claro que esto no es sobre mis osos de felpa, o sobre mi hermano el asesino. No, esto tiene una historia detrás.

—¿Lo dices por tu sobrino? —le pregunto, a lo que él asiente.

—Estaba jugando con él y me dijo que me amaba, que era el mejor —continua él —. Entonces, me pregunté si recordaría eso en unos años y me di cuenta de que no lo hará. Yo moriré y él escuchará historias de su mamá sobre su hermano, o a su papá contándole como yo era su mejor amigo. Nash no tendrá memorias propias de mi. Ya no seré el tío Lo, solo seré...un recuerdo borroso.

Pasa una mano por su cabello y traga con fuerzas para evitar llorar más. Se nota que es un tema sensible, uno que remueve lo más profundo de su corazón. Me conmueve verlo así.

—Y luego noté —su voz se quiebra por un momento, pero se recupera tras unos segundos —. Noté que seré un recuerdo borroso para todos. Mi hermana y mis amigos envejecerán y yo solo seré un pasado distante que a duras penas recuerden. La vida avanzará y yo me quedaré atrás. Me reduciré a una conversación al año que será algo como: "ah, si, yo recuerdo a Lowen Hayes; era un buen hombre". Pero ni siquiera estarán del todos seguros de si era bueno o no. No se acordarán.

—Lowen...

—Y tú —me interrumpe y finalmente me ve —. Para ti seré el extraño que apareció un día y te ofreció una historia de amor que probablemente no pueda terminar de darte. Avanzarás, harás otros recuerdos y yo me convertiré en una historia que contarás cuando haya silencio en tu casa y tus hijos quieran saber como fuiste de joven.

》Mi recuerdo se hará más y más borroso, hasta que no haya nada. No pude entrar a la biblioteca sabiendo eso, no cuando me gustas tanto. Me da miedo solo ser un recuerdo borroso para ti, no sé si pueda hacerlo.

—¿Qué quieres decir?

Suspira y me devuelve el libro. Es incapaz de mirarme a los ojos por un buen rato, pero cuando lo hace hay algo que no me gusta en ellos. A pesar de que me sonríe de lado, que contiene las lágrimas cuando me ve, su mirada dice cosas que me gustaría no saber descifrar. Siento la frialdad de sus manos juntarse con las mías, entrelaza nuestros dedos y no puedo creer que se sienta tan bien algo tan sencillo como esto.

Pero luego abre la boca y algo se quiebra dentro de mi:

—No soy de los que se rinden, pero creo que debería rendirme con esta historia por el bien de ambos —susurra —. Quería romance de libro, me estás dando algo mucho más real y yo...yo no sé si aguante ser solo un recuerdo para alguien como tú.

—Siento que estás terminando algo que ni siquiera ha comenzado, Lowen —digo, sorprendiendome a mí misma cuando descubro lo mucho que me afecta que me diga esto —. ¿Qué pasó con el chico decidido que vino hace un mes a pedirme que fuera su novia aún cuando éramos extraños?

—¿Qué pasó con la chica que me mandó a la mierda aquella vez?

Cambió. No mucho, pero lo hizo. Aún tiene miedos, aún piensa que el amor de libros solo se queda en papel y aún piensa que Lowen sueña demasiado para un mundo en el que vivímos. Pero al menos ahora ella quiere intentar entender a ese soñador, quiere vivir una aventura, quiere hacer algo que la haga sentir dueña de sus decisiones, quiere arriesgarse...

El mayor cambió de la Evelyn que lo conoció hace un mes es que ahora ella quiere descubrir hacia dónde la llevan estos sentimientos que crecen cada día más ¿Y saben qué? No me voy a rendir en eso.

Suelto sus manos, decidida a que no abandone algo que recién está empezando. Guardo el libro en mi bolso y no me permito pensar esto demasiado, lo cual no me cuesta porque nunca lo hago. Ajusto mi abrigo y mi bufanda, sorprendo a Lowen cuando hago lo mismo con la de él.

—¿Qué haces? —me pregunta, enarcando una ceja hacia mi.

—Solo sígueme.

Me pongo de pie y extiendo mi mano hacia él. Me sorprende que no tarde en tomarla, pero no me detengo a pensarlo cuando lo guio fuera de la protección del techo de la biblioteca. En cuestión de segundos, gotas de agua comienzan a caer sobre nosotros y a empaparnos. El agua se siente fría contra mi piel, mi cabello comienza a mojarse y a adherirse a mi rostro.

En cierto punto, detengo mis pasos y quedamos no tan lejos de la biblioteca, pero lo suficientemente alejados como para ser más parte de la tarde lluviosa que de la calidez de un espacio techado. Escucho las gotas golpear contra el suelo y contra nosotros. Es un sonido fuerte, constante, pero da tanta calma que cuesta creer que la gente se refugia de esto en sus hogares, o bajo sus sombrillas.

Volteo para encontrarme cara a cara con él, ahora está igual de empapado que yo. Gotas de agua se deslizan por su rostro y cabello, puedo verlas mejor a medida que voy acortando la distancia. Es la primera vez en el tiempo en el que llevamos conociéndonos que me mira con tanta intriga.

Sus ojos parecen estar frente a un enigma que no puede descifrar, mientras que los míos parecen estar leyendo una historia que no quiero dejar escapar.

—¿Qué estamos haciendo, Evelyn Rose? —me pregunta, yo sonrio un poco ante su confusión.

Honestamente, no sé bien qué estamos haciendo. Estoy siguiendo un impulso, uno que me lleva a acercarme hasta que las puntas de nuestros zapatos chocan y mi corazón reclama por más cercanía. Suspiro, aquí el olor a lluvia se mezcla con su perfume y es magnífico. Este y el olor a libros deben de ser las mejores fragancias del mundo.

—¿Sientes la lluvia, verdad? —le pregunto —. Es fría, húmeda y ahora que estamos debajo de ella no se ve tan tormentosa como desde afuera ¿La sientes?

—Si...—dice él, aún extrañado ante mis repentinas acciones.

—Eso es porque estás vivo, Lowen Hayes. Tú sigues con vida y estás aquí. Tú sientes.

Y ese lado osado que en mí que estoy empezando a conocer aparece cuando tomo la iniciativa de rodear su cuello con mis brazos. Lo tengo tan cerca que puedo ver con claridad a cada gota trazar su camino por sus facciones. Sus labios cortos y tentadores están entreabiertos, sus ojos profundos me observan como si solo pudiesen observarme a mi en este momento. Sonrio al sentir más y más lluvia caer sobre nosotros.

En este momento, él se ve más vivo que nunca.

—La cosa es esta, Lowen —le digo, viendo sus ojos —: todos seremos recuerdos borrosos en algún momento y no podemos evitarlo. Tú lo serás, yo lo seré, los que amamos lo serán y los que odiamos también. Así es la vida.

》 Pero, mientras sigas respirando, mientras sientas algo tan simple como gotas de lluvia en tu rostro, o el toque de alguien más, tienes el poder de elegir qué clase de recuerdo serás.

Escucho su respiración hacerse más pesada cuando llevo una de mis manos hasta su rostro. Tal y como las gotas de agua, trazo con mis dedos un camino que va desde su mejilla hasta su barbilla. Puedo sentir su barba bajo mi caricia, del mismo modo en el que percibo que se inclina más hacia mi para quedar más cerca. Estoy muy segura de que mis mejillas están sonrojadas, ¿pero eso acaso importa?

En este momento, solo importa la distancia que nos separa.

—No quiero que te rindas con algo que no ha comenzado aún —susurro —. Quiero intentarlo, quiero arriesgarme contigo porque me gustas y sé que yo te gusto a ti. Dame la oportunidad de ser tu recuerdo porque yo quiero darte la oportunidad de ser el mio.

No entiendo de donde están fluyendo estas palabras, pero salen de mi con tanta naturalidad que a penas siento que las pronuncio. Por lo general, cuando hablo sin pensar surgen oraciones sin sentido que me dejan en ridículo. Ahora no se trata de hablar sin pensar, porque en parte sí estoy muy consciente de lo que digo y quiero decir. Se trata más bien de que no estoy filtrando mis sentimientos.

Estoy hablando con todo lo que siento, con todo lo que anhelo y no me estoy deteniendo a analizar las consecuencias de ello. Estoy dando todo lo que tengo ahora, aunque quizá mañana tenga mucho más que dar, o quizá menos. Ya lo dije, el tiempo nos cambia.

Pero la Evelyn de hoy sabe que quiere esto, lo que significa que la Evelyn de mañana tendrá a Lowen Hayes Regnault como un recuerdo ¿Me arrepentiré? Quien sabe. No lo pienso analizar. No me pienso rendir.

Lo escucho suspirar, aún huelo su perfume meclarse con la lluvia y la intensidad de su mirada sigue sobre la mia. Vuelvo a rodear su cuello, me acerco mucho más. Siento que todo se está resumiendo a este momento: a la lluvia, a la distancia y a su boca que se abre para hablar.

—¿Qué clase de recuerdo seré para ti, Evelyn Rose?

Mi piel se eriza más por su tacto que por el frio de la lluvia y compruebo eso cuando siento sus manos en mi cintura. Aunque es cuidadoso en su agarre, me toma con firmeza, como si no quisiera soltarme ¿Qué clase de recuerdo será él para mi?

—Pregúntame eso al final de esta historia, Lowen Hayes.

Porque ahora, estoy más enfocada en crear el recuerdo que en clasificarlo.

Bajo mi mirada a sus labios entreabiertos, hay gotas de lluvia en ellos y resulta demasiado tentador verlo de esta forma. La tentación aumenta cuando recuerdo su promesa y, posterior a eso, las dos veces que he rozado esa boca sin la oportunidad de probarla como me gustaría. Me acerco más, es como estar cerca de un imán que no me deja escapar. Es cuando siento su aliento sobre el mío que me estremezco. Esto podría o no podría pasar en este instante, pero ya decidí que quiero que suceda.

No dejaré escapar lo que podría ser mi primera historia de amor.

Así que atraigo su rostro hacia el mío y me pongo de puntillas para juntar nuestros labios. Es inmediata la forma en la que mis ojos se cierran y mi mente se despeja. Por primera vez en mucho tiempo no tengo voces de arrepentimiento rondando en mi cabeza, solo está el hecho de que lo estoy besando y la lluvia está siendo testigo de ello.

Por un momento, él no se mueve, pero eso no me desanima ni me detiene. Mis manos viajan hasta su cabello y se enredan en esas hebras de color oscuro que se encuentran empapadas. Su boca se siente suave contra la mía, su barba pica de una manera satisfactoria en mi rostro. Comienzo a mover mis labios de forma tentativa sobre los suyos y juro que se siente como la gloria cuando reacciona a mis movimientos y escucho un suspiro salir de él.

Maldición, yo quiero escuchar más suspiros así.

Quiero que caiga, que me deje crear este recuerdo para ambos. Quiero seducirlo para que viva esta historia junto a mi. Creo que logro mi cometido cuando siento su agarre en mi cadera volverse mucho más firme. En un segundo soy yo la que lo está acercando a mis labios, y al otro él me está acercando a su cuerpo mientras me sostiene por la cintura. Ni siquiera me doy cuenta cuando pierdo el privilegio de guiar el beso, pero no me puedo quejar. Él está transformando mi dulce beso peresoso en uno arrollador que está jugando cruelmente con los latidos de mi corazón.

Lowen me prometió un beso profundo, uno que me dejara sin aire y que me hiciera olvidar cada beso que leí. Pues bien, tal parece que este es el inicio...Que alguien rece por mi y mis pobres pulmones indefensos. Lo haría yo, pero estoy muy ocupada cayendo por este hombre.

Una de sus manos abandona mi cintura y viaja hasta mi mejilla, es increíble que su tacto arda contra mi piel y aún así no puedo sentir la lluvia helada caer sobre mi. Solo lo siento a él. Entiendo la indirecta de que ladeé mi rostro, así que lo hago. Ahora soy yo la que suspira porque él lame mi labio inferior y se adentra en mi boca haciendo todo más profundo, más húmedo y más intenso.

Tiro un poco de su cabello acercándolo más, le sigo el beso con una destreza que me sorprende viniendo de mi. Puedo escuchar el sonido de nuestros labios juntarse, eso solo hace que mi cuerpo entre aún más en calor y quiera más. Mucho más.

Nuestras lenguas se rozan, sus labios acarician los míos, me acerca mucho más, yo lo acerco todavía más y nuestras respiraciones se vuelven un completo asco, pero todo esto es demasiado épico e increíble. Se siente como si solo fuéramos dos personas en un mundo vacio, como si todo se hubiera resumido a nosotros y este beso.

Recuerdo que me estoy quedando sin aire justo cuando él captura mi labio inferior entre sus dientes y deja un suave mordisco. Fingiré por mi propio bien que no me escuché soltar el sonido que solté. Es dulce que deje pequeños besos en mi boca inflamada mientras me recupero. Me deja respirando con dificultad, no me cabe duda de que mis pulmones sobrevivieron gracias a fuerzas divinas porque siento que estuvieron a punto de colapsar.

Joder, ese sí que fue un beso para recordar.

—Vaya... —digo, sintiendo que mi voz falla un poco —. Hasta ahora, estás resultando un muy buen recuerdo, Lowen Hayes.

—Digo lo mismo —habla él. Su voz suena incluso peor que la mía, lo que es mucho decir—Te ves linda luego de ser besada, Evelyn Rose.

Vuelvo a sentir la lluvia, pero se siente diferente. Quizá se debe a que mi temperatura corporal aumentó muchísimo en cuestion de segundos y ahora el agua se siente más fría. No me importa, yo solo abro los ojos y me encuentro con los suyos. Sus labios están inflamados, su mirada mucho más oscura de lo usual, pero esa sonrisa en sus labios es nueva y sé que yo debo tenerla también.

—Deberías besarme más seguido, en ese caso —digo, sorprendiéndonos a ambos. Él sonríe con picardía y acaricia mi mejilla con delicadeza ¿Cómo es posible que alguien pueda ser dulce y atrevido al mismo tiempo?

Tengo la teoría de que Lowen Hayes no es real.

—Momento ideal —dice en un susurro.

—¿Eh?

—El segundo punto en tu lista para una historia de amor era ese: momento ideal, el momento en el que los protagonistas hacen algo épico que demuestra lo que sienten. Creo que un beso bajo la lluvia cuenta como eso, ¿no?

—Depende —digo, rodeando de nuevo su cuello. Él alza una ceja con curiosidad —. ¿No te rendirás con esta historia, o sí?

Parece dudarlo y eso me preocupa un poco. No quiero que dude, quiero más momentos así. Quiero más cercanía, quiero más de esto. Luego de un momento así, no se puede rendir.

Mis esperanzas regresan cuando sonríe y deja un beso más corto, pero igual de profundo, sobre mis labios. Que ilusa de mi parte pensar que Lowen sería un besador romántico. No, no, él es intenso y osado. No se compara con ningún protagonista másculino que he leído, del mismo modo en el que los latidos de mi corazón no se comparan a nada de lo que ya conozca. Esto es nuevo y me encanta.

No quiero alejarme aún.

—No me rendiré, Evelyn Rose —dice sobre mis labios, la calidez de su aliento me hace estremeser. Aún así no puedo evitar sonreír.

—Entonces sí. Acabamos de vivir nuestro momento ideal, Lowen Hayes.

Y, aunque estaba lloviendo y el escenario se hubiera prestado para una increíble escena de amor, nuestro momento no fue como en las novelas que he leído. Fue más real, más arrollador y más emocionante. Ahora, el recuerdo de este beso vivirá en mi memoria por un largo tiempo y quizá se torne borroso con los años, pero recordaré por siempre el latir acelerado de mi corazón y sus ojos sobre los míos viéndome de esta manera tan intensa.

Creo que acabo de encontrar otra razón para amar los días de lluvia...

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