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Capítulo 11


Sentía las gotas de sudor deslizándose por el canal de su espalda. Se le había secado la boca, las piernas le temblaban, por momentos sentía que ya no podría soportarlo. Pero entonces, el placer la envolvía por completo y el subidón de adrenalina la llevaba nuevamente a querer más. Efialtis la tenía sentada sobre sus caderas de tal manera que Luisana podía sentirlo golpeando profundamente. Él la tomó del cabello para obligarla a echar la cabeza hacia atrás, y cuando tuvo su cuello descubierto, lo mordió con rudeza, y aquel acto la llevó de inmediato a un intenso orgasmo.

—¡Sí, Tomás!

En ese momento, cuando Luisana pronunció su nombre, inmediatamente se sintió culpable. En el fondo ella sabía que él no era Tomás, y que aquello no era más que una ilusión que le estaba haciendo daño, pero ella se negaba a dejarlo. No quería despertar de ese sueño para caer en la triste realidad de que Tomás nunca correspondería sus sentimientos, porque él no la veía de esa manera, y eso no iba a cambiar nunca.

Su cuerpo desnudo cayó boca arriba sobre el colchón. Apenas tenía fuerzas para mantener los ojos abiertos. Escuchó su teléfono vibrando en alguna parte de la habitación, quizás bajo el montón de ropa tirado en el suelo, o entre las sábanas revueltas en la cama. Ladeó el rostro para ver la figura de Tomás, pero lo último que vio antes de que sus ojos se cerraran, fue sombra que se desvaneció en medio de la oscuridad.

. . .

Llevaba un par de horas intentando comunicarse con Luisana, sin éxito. Mientras estaba en el trabajo recibió una notificación, y al abrirla descubrió que se trataba de un correo. No reconoció al remitente porque el mensaje fue escrito desde una dirección muy poco usual, pero eso no fue lo que más le llamó la atención, sino el contenido.

"Hola, leí el mensaje que dejaste en el blog. Tengo información que podría ser de utilidad para ti. Conozco bastante sobre el ritual, y también al demonio que invocaste, Efialtis. Responde a este mensaje si quieres que nos juntemos en algún sitio para hablar. Espero tu respuesta

Anatema616".

Tomás estaba ansioso por contarle a Luisana sobre aquel correo. Sentía que estaba más cerca de encontrar las respuestas que tanto habían estado buscando, pero la chica estaba desaparecida. Su whatsapp le indicó que su última conexión había sido hace horas, tampoco estaba en línea en sus otras redes sociales.

Tomó su teléfono para marcarle por décima vez, y al comprobar que nuevamente lo atendía el correo de voz, decidió ir hasta su casa para asegurarse de que todo estaba bien.

Tomó su abrigo, el teléfono y las llaves de su casa. No sabía exactamente lo que estaba sucediendo, pero de lo que sí estaba seguro es que tenía que ver con Efialtis, y tal vez por eso Luisana no le había contado nada.

Cuando llegó a su casa, tocó el timbre y golpeó la puerta varias veces, hasta que escuchó los pasos de su amiga. Solo cuando la vio abrir la puerta se sintió aliviado, pero su estado era terrible. Estaba desnuda, envuelta en una sábana, completamente despeinada y con unas ojeras tan pronunciadas que incluso oscurecían su mirada.

—¡Lu! ¿Qué mierda? ¿Qué demonios pasó contigo?

—¿De qué hablas? —contestó ella, frotándose los ojos—, estaba durmiendo. ¿Qué pasó?

—¿Cómo me preguntas eso? ¡Estuve llamándote todo el día!

—Oh... ¿En serio? Lo siento, no escuché el teléfono. Yo... Me desvelé estudiando anoche y no sé en qué momento me dormí.

Tomás cruzó los brazos sobre el pecho. Luisana no sabía mentir, y él detestaba que ella lo estuviera intentando de una manera tan descarada.

—Claro, ¿estudias desnuda? ¿Es un método nuevo o algo así? No seas cínica. ¿Qué mierda está pasando? Dime la verdad.

Ella resopló, pasándose la mano por el pelo para intentar apartar los mechones que molestaban sobre su frente. Era evidente que ya no podía seguir ocultándole que estaba pasando algo, pero no iba a decirle la verdad, porque eso implicaba dejarse en evidencia delante de la persona más importante para ella, y no estaba dispuesta a perderlo por esa estupidez.

—Está bien, me descubriste. Estoy saliendo con alguien —mintió—. Estuvimos juntos anoche y hoy también. De hecho se fue hace un rato.

Tomás alzó una ceja, confundido.

—¿Por qué no me lo contaste?

—Porque... Estábamos con ese asunto de Efialtis y no quería que pensaras que no le estaba dando importancia. Además no es nada serio, solo es..., ya sabes, un polvo de vez en cuando y listo.

No estaba segura de haber sonado tan convincente como esperaba, solo esperaba que su amigo no siguiera haciendo preguntas embarazosas.

—Yo no iba a pensar nada, quiero decir, es tu vida privada y está bien. Creí que te estaba pasando algo malo. En fin, vine para saber si estabas viva y a contarte algo que de seguro te va a interesar. Alguien respondió al mensaje que dejé en uno de los blogs.

Luisana abrió los ojos de par en par.

—Bien, déjame ducharme y vestirme, y me cuentas.

Después de una buena ducha y una enorme taza de café, Luisana logró recuperar un poco de energía.

Tomás le mostró el correo desde su teléfono, y ella lo releyó varias veces antes de contestar.

—¿Cómo sabemos que no es un psicópata que quiere matarnos o algo así? Esa dirección de correo ni siquiera existe.

—Bueno, pensé que podíamos citarlo en algún lugar transitado, como una cafetería o una plaza.

—¿Por qué no le pides que te dé los detalles por escrito?

—Porque no quiero que piense que estamos mintiendo y perder la única pista que conseguimos. Prefiero que nos arriesguemos y terminar con esto de una vez. Si no quieres ir lo entiendo, puedo ir yo y te paso mi ubicación.

—Estás loco si crees que te voy a dejar ir solo. Estamos los dos metidos en esto, Tomás. Yo voy contigo. Dile que nos encontramos el martes a las tres de la tarde en la cafetería que está cerca de la avenida principal. Ese lugar siempre tiene mucha gente.

Tomás asintió, en tanto iba escribiendo lo que su amiga le indicaba. Cuando el correo se envió, sintió una sensación extraña en el estómago. 

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