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capitulo único.

Tanía una semana libre por las fiestas de fin de año y decidí dejar la ciudad. Partir al sur en busca de un sitio agradable donde pasar esas festividades. Ese año no podría estar con mi familia así que estaba algo deprimida. No tenía mucho dinero, pero si no se es muy exigente y estas dispuesto a pasar ciertas incomodidades,
puedes llegar bastante lejos. Me puse ropa cómoda, arme mi mochila con lo básico e inicié mi viaje caminando por la orilla de la carretera,en busca de un aventón y un destino. Una pareja me llevó de mi ciudad a un pueblo a cuatro horas de allí, dejándome en un peaje. Eran un señor mayor, con gafas y su esposa que era mucho más jóven que él y muy bonita. Tenía el cabello rubio. Recuerda que me derramo refresco en el regazo. Los había visto antes,pero no fue hasta que crucé el peaje que recordé dónde: la televisión. Sin saberlo viaje en compañía del célebre Dr.Friet. El millonario dueño de una empresa de juguetes.

Caminé unos cinco kilómetro,
por berma, hasta que decidí probar suerte, pero nadie se detenía.Sólo tocaban la bocina de sus vehículos al pasar por mi uno pensaría que en Navidad la gente es más amable, pero es cosa de cada quien a fin de cuentas. Al final del día divisé un auto deportivo de color azul. Esos nunca se detienen así que ni lo intente,pero para mí sorpresa el vehículo se detuvo, varios metros más adelante, para retroceder hasta mí. El conductor era un tipo con ropa de moda de buena marca, lentes oscuros y un peinado extravagante que desafiaba la gravedad de forma casi increíble. Su cabello era blanco y contrastaba con su atuendo. Oía música pop a todo volumen, la que apagó para poder hablarme.

-Buenas tardes-me dijo con ánimo jovial y sonrisa gentil-¿Quieres que te lleve?

No iba a rechazar la amable oferta. Cinco minutos después me estaba arrepintiendo de eso. Vaya manera de conducir tenía el tipo ese.

-Me llamo Whiss y voy al pueblo de San Miguel ¿Tú a dónde te diriges,linda?-me preguntó mientras le subía el volumen a la música.

-¡También voy ahí!-le grité porque de otra forma no me hubiera oído.

-¿Sí? Pero que coincidencia-me decía, pero se interrumpió-¡Ay amo esta canción!-exclamó y comenzó a cantar:

"I'm a Barbie girl, in the Barbie world
Life in plastic, it's fantastic
You can brush my hair, undress me everywhere
Imagination, life is your creation"

Cómo si no hubiera sido suficiente ir por la carretera a unos 180 kilómetros por hora,
me tocó oírlo cantar gran parte del viaje. Al anochecer comenzamos a charlar un poco. Whiss me contó que iba a visitar a su hermano que vivía en aquel pueblo que era un sitio perfecto para descansar de la gran ciudad. Según me dijo,allí ni siquiera llegaba la señal de televisión.

-Termine una relación hace poco- agregó- No quería estar solo está Navidad. Es muy triste no tener compañía estás fechas.

-Sí, lo es- afirme con desazón.

Era casi de noche cuando Whiss dejó la carretera para tomar una senda cuyo pavimento era tan viejo que la tierra lo había devorado casi por completo. Disminuyó la velocidad y unos veinte minutos después, pude ver las luces del pueblo de San Miguel.

-Mí hermano es el dueño del hostal- me dijo al entrar al pueblo- Supongo que no tienes donde quedarte.

-No-le contesté un poco nerviosa-Pero es que yo no suelo quedarme en sitios como ese-le dije cuando me baje del vehículo.

Le di las gracias, me despedí y caminé por las calles que estaban cubiertas de gravilla e iluminadas por precarios postes de madera en los que colgaban bombillos amarillentos. Algunas personas, que andaban por ahí,
me miraban con curiosidad y también a Whiss, aunque más que a él era su automóvil lo que ganaba la atención de todos. Las casas eran pequeñas de concreto y con una arquitecta de principios de siglo. La pintura no lograba disimular las grietas y demás deterioró de los edificios, que lucian bonitas decoraciones navideñas. Antes de cruzar a la plaza,vi a unos niños ir a tocar el vehículo de Whiss y salir corriendo tras un regaño de su dueño.

Me olvide del asunto y fui a poner mi tienda en la plaza,al amparo de un sauce. Si levantaba todo en la mañana dudaba en tener problemas con las autoridades. Si acaso con un vecino quisquilloso que me acusaría de arruinar la panorámica y eso seria todo. Para mi montar campamentos de esa forma no era extraño.Por la mañana me despertó la voz de un hombre que, a gritos, le exigía a alguien moviera mi tienda. Miré el reloj en mi muñeca y vi que eran las siete de la mañana. Me puse una camiseta sobre mi top y me asome a ver qué pasaba.

Un tipo de esos antropomorfos de rasgos felinos, con piel púrpura, parecía muy molesto porqué mi tienda obstaculizaba el montar el pesebre. Fue cuando noté que del otro lado de la calle, al este, había una iglesia y desde su puerta un sacerdote de cabello blanco y baja estatura, miraba la escena con una actitud indescifrable. Mientras yo paseaba mi mirada por los alrededores,una sombra sobre mí me advirtió de la presencia de alguien justo al frente.

-Buenos días- me dijo el oficial de cabello negro, con un peinado como la aleta de un tiburón-No tienes permiso para montar un campamento aquí. Retirate o deberé arrestarte- me advirtió con un tono intimidante.

-Me iré de inmediato- le dije con una simpática sonrisa y mi voz más dócil.

-¡Oye tú!-me gritó el tipo de rasgos felinos y elegante traje azul, que antes discutía con el policía- ¡Más vale que dejes rápido este lugar o te mandaré a sacar del pueblo!

-¿Y quién te crees para...?

-Es el alcalde- me interrumpió el policía que antes me había hablado.

Me callé y metí a la tienda para guardar mis cosas. No lo hice con el mejor de los ánimos.

Medía hora después,yo andaba por las calles con mi mochila a cuestas, buscando donde poder asearme y comer algo. Recordé el hostal y decidí probar suerte en ese lugar. Mientras caminaba por esas calles apretadas, observaba las decoraciones navideñas en las puertas y ventanas. El olor de los pasteles y preparaciones de la época inundaba el ambiente de ese pueblo añejo, como las costumbres que aun celebraban allí. En las radios que sonaban en las tiendas de pan, de telas y puestos de hortalizas podía escuchar villancicos que me iban mejorando el mal humor que me quedó después de esa mañana.

Cuando llegué al hostal,
descubrí un amplió comedor casi vacío y tras el mesón un hombre muy alto, peinado hacia atrás que vestía una camisa blanca sobre la que lucía un apretado chaleco de color café. Su parecido con Whiss me hizo obvio de quien de trataba. Me habló gentilmente y yo le pregunte si tenía baños públicos. Me respondió que los servicios sanitarios eran sólo para los clientes.

-No seas tan estricto, Korn-le dijo una voz desde la escalera-No tienes muchos pasajeros por esta época.

No tuve que verlo para saber de quien se trataba. Gracias a Whiss pude tomar una ducha. Por supuesto me tocó pagar por ella. Cuando sali del baño había algunos parroquianos. En la barra estaba el alcalde de quien oí su nombre de boca del policía de la plaza. El edil se llamaba Bills y se le veía bastante mortificado. El policía se llamaba Vegeta.

Me senté cerca de un grupo y escuché con atención, después de pedir el desayuno económico. Según oí había un gran grupo de niños del pueblo que recibía regalos de parte del una empresa que tenía un acuerdo con el gobierno regional, pero ese año el alcalde había enviado tardes las nóminas y los infantes de San Miguel no consiguieron el beneficio. Aquello era un gran problema, pues repercutiría bastante en las próximas elecciones el haber dejado a todos esos niños sin regalo. Para colmo estos obsequios se entregaban en una gran fiesta que se celebraba en la plaza, en noche buena que era esa jornada. De haber sido informado antes, hubieran podido hacer algo al respecto.

-Este año las cosechas no fueron buenas. Contaba con esa muñeca para hacer feliz a Maron- comentó un hombre pequeño y de cara chata,casi sin nariz- Esos juguetes son de pésima calidad, pero a los niños los ponen contentos- agregó y bebió de un vaso con agua que le habían dado por cortesía- No hay nada más triste que un niño sin obsequio en Navidad.

El alcalde oyó eso con disgusto. El posadero miró al grupo indiferente. En la mesa se siguieron haciendo comentarios semejantes. Allí no todos tenían para una buena cena y la que se daba en la plaza era toda la comida de la noche. Los niños aguardaban la llegada de los obsequios para jugar en las calles hasta que el cansancio los derrotaba y por un momento,
todos olvidaban sus penas. Ese año en cambio la tristeza estaba allí como un invitado indeseado.

Una vez terminé de comer me retiré y salí a la calle,
encontrándome con un desfile de Navidad que no hacía, sino aumentar las ilusiones que pronto morirían de forma cruel. La mayoría de los participantes eran niños y adolescentes que avanzaban hacia la iglesia.
Muchas personas salían a la acera para ver la colorida marcha, en que se entonaban villancicos por los que unos chicos con disfraces de duendes, pedían unas monedas que,
supuse, iban a parar como limosna a la iglesia. Un chico de cabellos negro y como una palmera, que tocaba un pequeño tambor llamó mi atención, pues cantaba bastante bien un villancico que me hizo evocar mi infancia. Y como si quisiera conmoverme me miró y se aproximó.

"...El camino que lleva a Belén
Yo voy marcando con mi viejo tambor
Nada mejor hay que te pueda ofrecer
Su ronco acento es un canto de amor
Ropo-pom-pón, ropo-pom-pón, pón".

De niña siempre estuve nunca tuve ideas ingenuas de viejos en trineos o duendes, sino la realidad cruda de que mis padres me daban todo cuanto podían y a veces no se podía. Pero siempre,incluso en esos años más difíciles, había una comida familiar en que estaba prohibido pelear. Al acabar la cena podían volver a sacarse los ojos, como decía mi abuela,pero durante el tiempo que estuviéramos en la mesa no podíamos pelear y aunque por un tiempo pensé que aquello era cinismo, al crecer y recordar aquello solo puedo ver sonrisas y risas mientras se pasaban la comida. No tengo memoria de que después de la comida alguien haya desatado una contienda, pero si de que contábamos en la sala riendo felices.

Una pequeña niña de cabello rubio se acercó desde atrás del niño del tambor, para mostrarme una bolsa de terciopelo azul. Puse en ella unas monedas.

-Gracias señorita-me dijo.

-Maron, no te quedes atrás-le dijo una mujer de melena dorada que iba vestida de ángel de Navidad.

-Es una pena. Todos estos niños aguardan por obsequios que no llegara- comentó Whiss que estaba a mi espalda.

-No crei que algo así te importara-le respondió Korn, también a mi espalda.

-Suena como si me creyeras un superficial insensible- replicó Whiss- ¡Oiga usted! No toque mi auto-exclamo justo después.

Lo miré de reojo ir hacia su vehículo, mientras escuchaba el suspiro de korn. Me di la vuelta y tuve que alzar la vista para mirar a la cara a ese sujeto, pero terminé por descubrir una antena de radio difusión,en el edificio del hostal que tenía dos plantas.

-Tienen una emisora local- murmuré.

-Así es, pero solo la emplea el alcalde en época de campaña-me dijo Korn que había escuchado mis palabras.

-¿Le pertenece a él?

-No, la emisora es mía, pero no tengo tiempo para transmitir. Creo que debería vender el equipo-me dijo.

Me le quedé mirando un instante y él alzo una ceja. Aparté mi vista de Korn para ver el desfile mientras pensaba.

-¿Sabe? En 1938, un 30 de Octubre se transmitió un programa de radio muy especial- le dije con cierta inseguridad.

-¿Se refiere a La Guerra De Los Mundos?

Cuando hizo esa pregunta su mirada me reveló que se hizo una idea muy clara de lo que yo estaba pensando mostrándose bastante entusiasmado con la idea. No había tiempo que perder por lo que inmediatamente fue a hablar con el alcalde,bllevándome con él. Bills nos escuchó con bastante escepticismo respecto a la idea que Korn le explico. Además no dejo de comer en todo ese tiempo.

-Eso del radio teatro es una idea citadina muy grande para este pueblo- dijo justo antes de darle una mordida a la pierna de pavo que comía en el comedor del hostal.

-Yo creo que podría funcionar muy bien e incluso como solución a su problema con los regalos de este año- le dijo Korn ganándose la atención del alcalde- Puede decir que este año, productos de las crisis del país, se cambio el formato del beneficio.

-¿En serio crees que se creerán algo como eso?-le cuestionó Bills.

-Depende de como lo presente. Decir que unos actores profesionales vinieron para hacer parte de esto puede...

-¿Actores profesionales?
-inquirió el alcalde-¿Y de dónde voy a sacar unos de esos?

-Este es un pueblo pequeño. Un par de forasteros pueden cumplir muy bien ese rol- le dijo Korn y me dio una extraña mirada.

En ese momento entraba Whiss y también se ganó esa ojeada de parte de su hermano.

-No me molestaría fingir ser un actor famoso, ni ser parte de este evento altruista- declaro Whiss con buen ánimo, una vez le comentaron el asunto- Aunque me asalta una duda ¿Qué clase de obra vamos a interpretar?

-Soy una escritora aficionada. Podría caer una obra si me dan algo de tiempo. Algo sencillo,
claro...-dije con modestia.

-¿Y quién eres tú?-me preguntó el alcalde viéndome como si no me recordara de esa mañana.

-Fue la persona que tuvo la idea-le explico Korn.

-Bueno la señorita se encargara de la historia, pero tenemos
que conseguir unos actores más-acotó Whiss-Y también unos efectos especiales.

-Por eso no te preocupes-le dijo Korn-Yo me haré cargo de esa parte.

Y así comenzó todo. Mientras yo escribía la historia, Korn y Whiss se encargaron del resto. El programa fue anunciado en la plaza por unos chicos que envió el alcalde. Era algo novedoso y que generó mucha expectación ya que pondría en funcionamiento la radio local después de una década. Todos se reunirían en la plaza a escuchar la transmisión. Whiss habló con una maestra de nombre Milk, Vegeta el policía, el sacerdote y unos chicos que encontró por ahí llamados Trunks y Goten. Como dijo que era un actor famoso, los convenció fácilmente para que cooperarán. Hasta Bills se incorporó al grupo de teatro improvisado.

Korn se encargó del manejo del equipo, los efectos especiales quedaron como su responsabilidad también. El sacerdote sería el narrador,
Whiss y los demás, incluyéndome, interpretariamos la historia. A las nueve comenzaría el programa y salvo por el alcalde, los demás estaban muy entusiasmados. Miraban por la ventana del segundo piso a los niños reunidos en la plaza y esperaban que todo les gustara. En el lugar también aparecieron unas mesas que se fueron llenando con pequeños bocadillos que todos compartían.

La historia era simple. Un niño y su hermano escribían su carta a San Nicolás, cuando una brisa, que se coló por la ventana, les arrebato la nota y la arrastró a un bosque cercano. Allí los niños cruzan a un mundo de magia en que habitaban los elfos que ayudaban a San Nicolás. Pero el rey de los elfos, había sido secuestrado por un malvado brujo, que quería apoderarse del trineo en que se repartían los obsequios, porqué en el estaba la magia para recorrer el planeta en una sola noche.

Era una aventura que logró cautivar a los niños y adultos,
que oían el programa esperando que, al final, todo saliera bien. Una historia sencilla cuyo desenlace era que los niños sacrificaban sus obsequios para salvar el trineo que repartiría los demás regalos al resto del mundo. Pero no hubiera sido posible lograr nada de eso, sin la colaboración de personas que nada tenían en común y cuya motivación era muy diferente a dar un regalo a los niños más desafortunados. El alcalde por las elecciones. Korn, dueño del hostal, por publicidad,
Whiss sólo porque quiso y podía, la maestra para educar,el sacerdote porqué debía y los demás por su minuto de fama. Yo para cumplir el sueño de estar en una radio, el policía porque lo obligó el alcalde.Pero al salir a la calle y recibir ese aplauso caluroso y las miradas de emoción, algo sucedió. Me atrevo a decir que para todos fue igual. Que nos abrazo una fuerza invisible que calentó nuestros corazones y llenó los estómagos de un alimento muy escaso estos días. La gratitud genuina que recibimos, nos hizo sentir mejores personas. Al menos por una noche.

-Para usted- me dijo Maron al darme una galleta de Navidad que me lleve a la boca endulzando mi paladar.

Los niños más pequeños quedaron encantados con el asunto y hasta pidieron autógrafos a Whiss,quien se mostró amable y dejó de enfadarse cada vez que tocaban su auto. El alcalde se veía satisfecho, aunque mantuvo su pretenciosa fachada.Muchas personas alentaron a Korn a mantener la emisora activa. También a seguir con el radio teatro.

Esa noche hubo una gran cena en la plaza del pueblo y todos asistimos a ella. Los niños fueron la real alma de la fiesta. Estaban felices y corrían jugando a ser los héroes de historias imaginarias que les borraron la ausencia de esos juguetes de mala calidad, que a fin de cuentas no eran relevantes. Entre la comida y la bebida, las agradables charlas y bailes; los adultos, nos fuimos olvidando de los intereses personales, nuestras penas y la soledad. Por una noche hubo problemas, por una noche fuimos menos egoístas.

Al dejar ese pueblo,días después, sólo podía recordar risas y sonrisas que entibiaron mi alma. Ese fue un efecto muy especial.

Fin.

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