(VII) Sustancia verde asqueroso
Aurora
Digamos que por algún motivo el estrés se juntó y exploté aquel día.
Me pasé de alcohol. Lo lamento, hace mucho no lo hacía, Pero me emborraché.
Caminaba, mareada, por el jardín, y miraba cómo algunos chicos se lanzaban al agua de la piscina para nadar en ropa, intensificando la fiesta.
Era divertido, hasta que me acerqué un poco más y... Cora me arrojó.
Claramente ella no sabía lo mal que andaba, por lo que su sorpresa fue enorme al ver cómo salía rápidamente de la piscina para vomitar.
Como no llegué a ningún baño... vomité en la piscina llena de gente.
Sí, un asco.
Nunca más vuelvo a tomar.
Nunca.
Pinkie Promesse.
Vomité a más no poder en la piscina, mientras todos salían y Cora me tomaba del pelo para ayudarme con eso.
Sí, un asco.
Mi cara roja, mareada, mientras que mi boca chorreaba esa sustancia verde asquerosa.
Los pasos atrás llamaron mi atención, por lo que, ignorando completamente mi vómito, gire a ver quién era.
Al parecer, Atlas y Danisha habían venido a ayudarme y yo, al girarme bruscamente, vomité un poco encima de ambos.
Sí, un asco puro.
Quería decir perdón, pero mi boca estaba llena y no podía hablar.
Al terminar de liberar todo, tosí varias veces y pedí perdón a ambos.
Atlas asintió y rápidamente fue a por un vaso de agua, mientras que Nortemis se acercaba y fruncía el ceño, totalmente confundido.
—¿Qué ha pasado aquí? — preguntó, poniendo una cara de asco al ver el piso asqueroso sucio de mi líquido.
Abrí la boca para responder, pero Cora me detuvo y me dijo que ella lo explicaría, que era mejor que no hablara hasta tomar un poco de agua.
Atlas vino casi corriendo hacia mí y me abrazó de costado, dándome de beber con su mano libre.
Tomé el vaso y bebí la bendita agua, intentando sacar todo ese gusto asqueroso de mí.
—Será una noche larga — dije al terminar de beber el vaso, mareada.
***
La resaca y yo no éramos buenas amigas.
El dolor de cabeza apenas desperté fue como obtener un fuerte golpe en la cabeza.
Un pitido se asomaba por mi oído y yo no daba más del mareo.
Al caminar tambaleaba, cansada.
Tomé una aspirina y, por más que ni uno de mis hermanos afirmó que estaba bien, todos dijeron que no lo haga, fui directo al gimnasio.
Al llegar, la recepcionista me miró con una cara extrañada, mientras yo imaginaba la cantidad de ojeras que debía de tener.
Ella amagó con ayudarme o preguntarme respecto a mi estado, pero yo solo sonreí y escapé de sus preguntas.
Al llegar a las máquinas corredizas, como siempre, estaba él. Noah Flutygerl.
Ignoré completamente la existencia de aquel ser del odio, aunque parece que él no.
Me miró extrañado mientras mi cabeza se caía y yo tomaba agua intentando mejorar.
Programé la máquina corredora y la subí hasta lo que siempre hacía.
Él no despejaba su mirada de mí, parecía asustado, preocupado.
¿Él se preocupaba por mí?
Empecé a mover mis piernas intentando adaptarme al ritmo de la máquina, pero no pude.
Caí rápidamente y me golpeé un poco.
Mientras yo me concentraba en mi mano a mi cabeza, adolorida, sentí como alguien medio me abrazaba de costado, consolando.
Al girarme a ver quién era, me encuentro con un Noah con las cejas hacia abajo y con la piel pasmada como si hubiera visto un fantasma.
—Por Dios, ¿estás bien?
¿Él se preocupaba por mí?
—Eh, sí, déjame, iré a casa.
—No, no te dejaré ir así.
¿Él se preocupaba por mí?
—¿Así cómo?
—Así como si estuvieras alucinando. Vamos, tengo espacio en mi coche.
Por más que no quería aceptar, no me dejaba mucha opción. Tenía razón, lo mejor era que él me llevara y tener que soportarlo durante el transcurso a mi casa antes de estar expuesta a un accidente sin ayuda.
Y que él tuviera la razón hacía que mi cerebro se ardiera.
—¿Segura de que estás bien? — abría sus ojos, mostrando preocupación y consuelo.
—Siempre te trato mal, ¿por qué te preocupas?
Directo al grano, Aurora
—Supongo que me merezco como me tratas, después de todo, creo que el odio es mutuo. Y además, solo soy un humano con principios, si veo a alguien llegar en este estado — me señala de arriba a abajo —, no dudaría en ayudarlo.
—"Alguien con principios", interesante viniendo de ti.
Directo al grano, Aurora.
Por cierto, tu mente repite mucho hoy, ¿todo bien?
—Pues tú eres la que preguntó porqué me preocupé por alguien que tuvo un accidente cuando es algo básico, creo que tú eres la sin principios en este caso.
—¿Disculpa? — no me la había visto venir, y me ofendía la sorpresa.
—Así como escuchaste — decía él, indiferente.
—Bajo en la próxima cuadra — dije, aunque mi casa todavía estaba algo lejos.
—Pero, señorita, falta para llegar hasta su dirección — advirtió el chófer.
—Sí, lo sé, pero bajo en la próxima cuadra.
—No te dejaré irte así — comentó Noah.
—Lastima que ya está decidido — contradije.
—En serio, me preocupas.
Pues yo también estaba preocupada, mi dolor de cabeza iba aumentando y sentía que iba a matar a alguien.
—Déjame irme.
—Pero...— no lo dejé terminar cuando cumplí mi trato y baje del coche, agradeciendo al chófer por llevarme y poniendo una mala cara al engreído Noah Flutygerl.
***
—¿Qué te pasa? — preguntó Justin al verme entrar en la cocina a por un poco de agua.
—Parece que te atropelló un camión — halagó (nótese mi ironía) Josef.
—Estoy bien — afirmé.
Mentira.
—¿Alguno me lleva a casa de Danisha? — pedí.
—Uff, está bien — se ofreció el primero.
Sonreí a Josef como saludo mientras me iba, esperando a que mi hermano me llevara.
—Ahora que estamos solos, ¿qué te pasa? — encaró.
Lo de ir al grano es de familia.
—Nada grave — contesto, torciendo el labio.
—¡Ahí está! — señaló —. Solo tuerces el labio cuando estás incómoda o mientes.
Tenía razón.
¿Por qué tenías que conocerme?
—Me duele un poco la cabeza, nada más. ¿Vamos?
—Mmmh... voy a fingir que te creo solo porque soy el mejor hermano del mundo y me amas mucho — que bromeara me satisfacía, me hacía entender que realmente me dejaría de insistir.
—Sí, sí, sigue creyendo aquello — seguí con el chiste, rodando los ojos.
—Oh, si no me amas y no soy el mejor hermano entonces creo que no tengo porqué llevarte — amagó con sacarse el cinturón e irse.
—Está bien, eres el mejor hermano del mundo y te amo.
Ambos reímos y nos pusimos en marcha.
Al llegar a casa de Danisha, seguía con mi pitido en el oído, pero ya me sentía mil veces mejor.
Una buena siesta en casa de tu amiga siempre es el mejor medicamento a cualquier dolor.
Toco la puerta y le escribo a mi amiga para que venga.
Me abre la puerta Atlas lo que me hace fruncir la boca.
Él abrió completamente sus ojos, pasmado, perplejo, parecía que acababa de ver un fantasma.
—¿Qué pas—
—Tú no puedes estar aquí — me cortó, haciéndome confundir aún más.
—Y eso es porque...?
—¿Se lo puedo decir? — preguntó a los adentros de la casa, asomando más de la mitad de su cuerpo a la entrada, donde pude ver que estaba Nortemis.
—Está bien, así nos la sacamos de encima — murmuró.
Yo, con el ceño totalmente fruncido.
—Cejilla está aquí — explicó.
¿Así que toda la humanidad sabe de él?
Pues, nunca yo le había mencionado a Atlas acerca de Cejilla, por lo que ahora sabía que el chisme andaba de boca en boca.
Y, de pronto, caí en cuenta.
Qué me importaba que Atlas supiera cuando lo que debía importarme era que la existencia de Cejilla y la mía estaban a tan solo pasos.
—Pero yo... necesito pasar, es urgente.
—¡Danisha! — llamó Atlas.
—¿Qué pasa? — vino casi al instante.
Sacó su cara de duda al verme y la cambió a una de sorpresa.
—¡Hasta que al fin llega la nena! ¡Es en una hora, idiota!
Fruncí el ceño, ¿qué? ¿A qué se refiere?
—¿Eh? ¿De qué hablas? — pregunté.
—¿Sabes qué día es hoy? — negué firmemente con la cabeza, lo que la hizo suspirar fastidiada —. Hoy es tu cita con Cejilla. Se suponía que vendrías hace buen tiempo a organizar las cosas, pero como no viniste, le pedí a él que viniera por ti.
Mierda.
Soy una estúpida basura.
Mierda.
¿Cómo podía olvidarme de algo así de importante?
Soy una estúpida basura.
Mierda.
—¿Pero cómo puedo ser tan olvidadisa? — digo, aún boquiabierta del asombro —. Cejilla, muchas gracias por venir, pero harás lo siguiente: te esconderás en el baño hasta que Nortemis te de la señal y te sentarás en un asiento justo al lado de la puerta abierta de la cocina, contra la pared.
—Tápate los ojos — ordenó, y seguido de esto escuché a ciegas sus pasos dirigidos a la escalera.
—Ya está — indicó Danisha, y entré por fin a la casa.
Mi dolor de cabeza seguía punzante, cada vez mejor, pero punzante.
Tomé una pastilla para aquello y ayude a planear mi cita.
Como habíamos planeado, Cejilla se sentaría de un lado de la puerta, y yo del otro lado, quedando divididos por una pared pero dejando el hueco de la puerta abierta para que el sonido pasara perfectamente.
Al cabo de media hora, en la que me sentía casi como nueva porque me dejaron dormir un rato mientras acomodaban las cosas, ya estaba todo listo.
Me acomodé en mi asiento mientras escuchaba los pasos de él bajar las escaleras y sentarse en el suyo.
—Así que aquí estamos — dijo, empezando la conversación —. Al fin llegó el día.
Su voz era tan conocida que me estresaba. Ya habíamos hablado al respecto de su similitud con Noah Flutygerl en el tono ronco y dulce al mismo tiempo, que por algún motivo en Cejilla amaba pero en el primero odiaba.
Pero, estaba casi segura de que no se trataba del fastidioso cantante.
¿Cuánta coincidencia tendría que haber?
—Lo lamento mucho, Cejilla, lamento llegar tarde.
—No te preocupes.
—No, en serio. Digamos que tuve un día difícil. De hecho, lo sigue siendo; mi cabeza está al tope.
—Si quieres pasamos la cita.
No, su propuesta no me gustaba. Había esperado mucho para postergarla por una estupidez como la que había cometido.
—No, eso ya no. Tengamos nuestra cita.
Él tardó unos segundos en contestar, lo que me hizo creer que aquel tema de conversación había terminado y debía pensar uno nuevo, pero mientras imaginaba distintos escenarios de charla posible, el me interrumpió.
—Okey, tengamos nuestra cita. ¿Alguna vez leíste El principito?
—Nunca. Está en mi lista de pendientes.
—Y, entonces, ¿a lo mejor leíste Nosotros en la Luna?
—Ese sí. Me encanta.
—Pues, si lo leíste entonces, sabrás que ambos personajes coinciden en la siguiente frase del principito:
"A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con esos detalles creen conocerle."
—Okey... ¿y a qué vas con eso?
—A que ya te conozco, Amanecer. Por eso no debes de actuar como si me tuvieras miedo. Ya somos más conocidos que muchos conocidos desde hace más tiempo.
—Cierto. ¿Pero quién te dice que te tengo miedo?
—No hace falta que me lo digan.
—¿Cómo es que notarias algo peculiar en mí si hasta el día de hoy nunca habías escuchado mi voz en persona?
—¿No escuchaste nada de lo que acabo de decir? Ya te conozco, por más ilógico que suene.
—Suena bastante de cabeza.
—Pues de cabeza, ilógico y todo, es la realidad de nuestro mundo alterno.
—¿Nuestro mundo alterno?
—Nuestro hogar
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NOTA DE LA AUTORA: ¡Buenasss! Sé que estuve un poco desapercivida, pero, adivinen quién tiene excusa. ¡Yo!
Mi computadora estaba rota y la tuve que mandar a arreglas, así que estuve teniendo que escribir con mi celular y es mucho menos práctico, con solo pensar en eso se me iban las ganas.
Pero hace unos días recuperé mi compu y ya estoy escibiendo con ella feliz :)
Bueno, creo que no hay mucho más.
Por cierto, ¡PRIMERA CITAAAAAA! Me asusta que el libro vaya por esta parte ya, y a la vez me emociona, no saben las cosas que tengo planeadas.
Ahora sí sin más,
¡Besitos!,
Ratita 🐭🐀.
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