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2.29.2 |Fanatismo

Amy.

No puedo creer que lo tuve frente a mí y solo balbuceé.

—Debí de haberme visto como una tonta —refunfuñó recargando su mentón en la mesa.

—¿Sigues pensando en eso? —Cuestionó Vanilla sirviéndose un café.

—Esperé mucho para verlo otra vez e hice todo mal.

—Fue solo una primera mala impresión, Amy.

—Pero una primera impresión quiere decir que habrá una segunda y eso no pasará.

—¿Y por qué no? Lo más difícil era dar con él después de irnos de Mercia, no creo que no podamos volver a verlo —animó presionando uno de sus cachetes—. Solo hay que tener un poco de paciencia, mi niña.

     Amy dejó escapar una exhalación risueña, Vanilla siempre había tenido ese toque maternal que le alegraba los días. Tenía razón, ¿qué tan difícil sería encontrar un zorro que vuela, un equidna con super fuerza y un erizo súper veloz? No son una combinación que pueda pasar desapercibida.

—¿A dónde vas? —Inquirió Vanilla al ver a la eriza levantarse de su asiento y caminar hacia la puerta.

—A investigar —giró el picaporte y atravesó el marco de la puerta— ¡Vuelvo en un rato!

     Finalmente, la cerró. La coneja no pudo evitar sonreír con dulzura, Amy estaba forjando un carácter independiente y contumaz. Pese a que no compartían un lazo sanguíneo, no podía negar que se enorgullecía por ver crecer a quien se había convertido en su hija mayor.

[...]

—Disculpe —llamó—, ¿ha visto a un erizo az... —de a poco, bajó su volumen al observar cómo el sujeto se alejaba sin prestarle atención.

     Amy inhaló para serenarse y con suerte, no perder la cordura. Había preguntado a todos los mobians que se había topado por la ciudad, lo que en un principio había comenzado como una enunciación tímida y temerosa, ahora era un rabión de palabras sin rastro de cautela.

—Disculpe, ¿ha visto a-.

—No, gracias.

—¡Pero si ni siquiera le he ofrecido nada!

     Bufó frustrada y se sentó en la banqueta, recargó su mejilla izquierda en su palma y perdió su mirada en el efímero estilo de vida que plagaba la ciudad.

—¡Investiguen esto! ¡Es su trabajo! —Exclamó a la policía.

     Atendió la escena más por morbo que por utilidad, dos mobians uniformados salieron de un restaurante dándole la espalda a un hombre de complexión robusta vistiendo una filipina blanca, quien se mostraba exaltado.

—No está en nuestro departamento, llame a control de plagas —dictó el oficial, internándose en su patrulla.

—Las plagas comen lo que encuentren ¡no hacen todo su carrito del súper en mi bodega!

—Solucíonelo rápido o llamaremos a salubridad —advirtió el segundo oficial subiendo al vehículo.

—¡Esa cosa azul es un ladrón! —Gritó para posteriormente quedarse estático al mirar al binomio arrancar el auto y marcharse.

     Amy esbozó una sonrisa, esa última frase había causado en ella una corazonada. Se incorporó del suelo, sacudió su ropa y caminó hasta quien aparentaba ser el encargado del restaurante.

—¿Puedo ayudarlo en algo, señor? —Cuestionó amable al notar a cómo el adulto pasaba su mano por su cabeza.

—No, niña. Gracias —refunfuñó y volvió al interior de su local.

—Sé que va a sonar raro pero —entró tras de él—, ¿de casualidad el ladrón que está buscando es una estela azul?

     El hombre cesó su caminar y se giró hacia la pequeña con un semblante intrigado.

¿Lo conoces?

—No, pero creo saber de qué se trata.

—Ven, te mostraré los videos que les enseñé.

     El adulto atravesó el restaurante con cuidado de no interrumpir a sus pocos comensales, caminó por los pasillos y finalmente llegó a su pequeña oficina, la cual daba con una pantalla mediana cuya imagen se dividía en cuadrantes.

Éstas son las cámaras de seguridad, le enseñé las grabaciones a la policía, pero solo me tacharon de loco.

     Arrastró el mouse por la madera de su mesa y seleccionó la grabación de la cámara de la bodega. El video era corto, apenas duraba unos segundos y mostraban una imagen de poca calidad con una mancha azul.

—Mis empleados comenzaron a quejarse porque no había los suficientes ingredientes en la bodega, pero en mis inventarios sí está todo registrado, ahí me di cuenta de que las cosas estaban desapareciendo. Solo había ocurrido una vez, ¡pero ahora han sido 2 en solo esta semana!

—Por curiosidad, ¿qué se ha llevado? —El hombre sujetó su libreta y tomó aire.

—Medio kilo de carne molida, tres cebollas, champiñones, tomates, dos paquetes de salchichas grandes y un paquete de queso cheddar —cerró su libreta—, ¿sirvió de algo?

     Amy parpadeó múltiples veces y entreabrió sus labios intentando sacar palabras de su garganta, pero seguía atónita por lo absurda que resultaba la situación. ¿Por qué hacía la lista de compras con la bodega de este hombre?

—He escuchado que al restaurante de unas cuadras adelante, también le han robado, deberías de preguntarles también.

—Perfecto, voy para allá —se despidió, dando media vuelta y saliendo de su oficina.

     Amy abandonó el recinto moviendo la cabeza de lado a lado en señal de negación. Su ídolo no solo le había robado a un restaurante, fueron dos... de momento. Al menos ahora tendría un hilo del que tirar para encontrarlo.

     Anduvo por las calles a paso rápido, teniendo un destino claro, no necesitaba perder más tiempo, debía de averiguar todo lo que pudiera antes de que comenzara a oscurecer y debiera volver a casa.

     Frente a ella, se desplegaba la arquitectura del lugar, grandes y gruesos muros de hormigón blanquecino con enormes ventanales con el nombre "del local rotulado. Aparentemente a su héroe le gustaba hurtar la comida de lugares ostentosos.

—Hola —saludó al encargado de la recepción de los clientes—. Quisiera hablar con tu jefe —pidió con una sonrisa.

     El mayor gesticuló con inquietud, ¿había oído bien?

—¿Dónde están tus padres? —Cuestionó agachando la cabeza para mirarla.

—En casa —respondió balanceándose.

     El chico oteó su entorno para localizar si alguien era responsable de la menor, no podía ser una comensal, acababa de verla entrar y él llevaba horas recibiendo clientes. A su punto de vista, era una niña pequeña de la zona que buscaba jugar.

—Ve a jugar afuera —pidió afable—, necesitas venir con tus padres para entrar aquí.

—No, no, no venía a comer —negó mientras era escoltada a la salida.

—Lo sé —cerró la puerta tras de ella.

     Amy cruzó sus brazos desde la acera, no había sido grosero con ella... ¡Pero la había echado! Observó al joven detrás de las puertas de cristal, quien atendía a un par de mobians.

      Sin embargo, tal como Vanilla destacaba de ella, si algo no debía de faltar en la idiosincrasia de Amy era su ultranza, un hueso duro de roer que no se rendía hasta lograr su cometido. Así que si no podía entrar por la puerta de adelante, encontraría el modo.

     Comenzó a correr hasta llegar a la esquina de la calle y poder girar a mano derecha. Se desplazó a lo ancho de los edificios y posteriormente volvió a virar a la derecha, resultando en haberle dado la vuelta a la cuadra.

      Caminó con disimulo hasta llegar a la parte trasera del Nisa, se aproximó a la puerta que daba a la lavaloza y, con total confianza, entró al establecimiento recibiendo las miradas de todo el equipo de cocina.

—¿Alguien trajo a su hija al trabajo? —Preguntó el plongeur en voz alta.

—Eh, no, no —confesó la eriza—. Mi nombre es Amy, estoy aquí porque he escuchado que alguien les ha estado robando.

—¡¿Dónde está?! —Exclamó el Saucier con enfado, interviniendo en la conversación mientras portaba un cuchillo en mano—. ¡Ese desgraciado erizo lleva tres semanas robando mis salsas!

     Amy calló y ladeó su cabeza, el saucier lo había descrito como un erizo, eso quería decir que había visto más que un borrón cobalto.

—¿Lo ha visto directamente?

—¿Que si lo he visto? Es un renacuajo que apenas y me llega a la cintura, lo he visto metiéndose a mi cocina e irse corriendo rumbo al puerto.

<<Rumbo al puerto...>> —Pensó esbozando una sonrisa.

Perfecto, ¡justo eso necesitaba! —La eriza salió del restaurante.

—Cuando lo encuentres ¡tráelo aquí antes de entregarlo a la justicia! —Exigió el saucier irguiendo su cuchillo.

     Amy arqueó ambas cejas y bajó su mandíbula, sintiendo un poco de vergüenza por el hombre, aunque entendía el motivo de su enfado. Observó el cielo, el sol se estaba ocultando y con ello, el alumbrado público estaba empezando a encenderse.

     Era tiempo de volver a casa, mañana sabría a dónde ir.

Escrito: 06/02/2023.
Publicado: 20/01/2025.

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