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1.6 | Cisma



     Maurice permanecía sentado en el sofá de Cyrus, recargaba sus codos sobre sus rodillas mientras que sus manos empuñadas fungían como soporte para su mandíbula. Su mirada se perdía en la blancura intensa de las paredes del hogar de su amigo y de vez en cuando, sus manos temblaban sin poder ejercer control sobre ellas, parecía haber adoptado una actitud vahída.

—No he encontrado ninguna película, obviamente el videoclub está cerrado. ¿Al menos quieres ver la televisión? —Su oyente hizo caso omiso a su interrogante— ¿Maurice?

—Sí, sí, me conformo con t.v —respondió aún sin conseguir dirigirle la mirada.

     No muy convencido, el joven león prosiguió a encender el televisor presionando el botón rojo ubicado en la esquina del control remoto.

     La estática terminó y el contenido audiovisual apareció en la pantalla, el noticiero local tenía por encabezado: Manifestaciones y disturbios contra el gobierno. Maurice arrugó el entrecejo al instante.

     Cyrus cambió el canal intentando buscar algo que ayudara a su amigo a olvidar todo aquello, pero por más que zapeaba, parecía que toda la programación estaba enfocada en lo mismo.

—Eh —apagó la televisión—... Creo que tengo guardado el Risk en el ropero, iré por él.

—¿Quieres jugar un juego de mesa que involucra guerras justo ahora? —cuestionó sarcástico.

—Sí, eh, supongo que fue una mala idea ¿entonces busco la atari? —el erizo suspiró cansino.

—Esto es absurdo, Cyrus. El hecho de que esté aquí no quiere decir que debas de entretenerme, solo necesito refugio mientras las cosas se relajan.

     Hacía semanas que el pueblo se había sumergido en la confusión y el caos, las decisiones de Armand D'Coolette tuvieron consecuencias desastrosas y ocasionó la división de la población.

Maurice.

Era entendible, mientras los Robian no pudieran ser controlados supondría pérdidas materiales y posiblemente, más "misteriosas desapariciones" de habitantes que luego serían robotizados. D'Coolette intentaba salvar a la mayoría, aún si aquello implicara tener que convertirse en el verdugo de las minorías.

Pese a que sus intenciones eran buenas, las masas no podían ignorar el hecho de que los robianos no eran culpables de aquellos crímenes. "El gobierno había asesinado a inocentes" y las familias consternadas mostraban su descontento en las calles.

—Tu tío Chuck defendía que podría encontrar otro modo de arreglarlo ¿no? Revertir el efecto.

—Lo intentó.

—¿Entonces por qué lo atacan a él también?

—Es información que ni siquiera la prensa conoce, la gente no lo sabe y revelarlo terminaría por empeorar la situación. Llevan días intentando entrar a la Base Militar, imagina que se enteraran que posiblemente sí tenían otra solución y la milicia, aún sabiéndolo, optó por acabar con ese grupo de robianos.

—Sí... Supongo que solo habría complicado la situación —accedió tomando asiento al lado del erizo—. ¿Y tú de qué lado estás?

—Aún no lo sé —cesó—. Armand quiere salvar a la mayoría, eso lo apoyo.

—¿Pero?

—Pero mi padre está entre las filas de Robotnik, él no tiene la culpa de nada —lamentó paseando su vista decaída por los azulejos del suelo—. Quiero ayudar, pero la solución que ofrece la milicia es déspota, no tienes ni la más mínima idea de lo que vi... No quiero que le suceda lo mismo a mi papá.

—Si no te termina de convencer ninguna opción ¿por qué no creas la tuya?

Levanté la mirada hacia él, arrugué la frente y entreabrí mis labios, mas de ellos no salió ni una palabra.

Antes de que pudiese formular alguna oración, el padre de Cyrus irrumpió en la sala, acercándose a nosotros a paso rápido.

—¡Enciende el televisor! —demandó.

Con total obediencia, el león acató las órdenes del mayor sin preguntar. La pantalla solo mostró un fondo gris con la leyenda "Sin señal".

—Cambia de canal —pidió.

Pulsó el botón encargado de la tarea en el control remoto, el resto de la programación se resumía a más de lo mismo, imágenes de colores o granuladas.

—¿Qué sucede? —inquirió Cyrus.

—Dicen que una señal de fuera se encargó de inutilizar a cada cadena televisiva. Primero Robotnik y ahora nos quedamos sin comunicaciones.

—Creo que hace mal en pensar que esto no sea obra del mismo hombre —tercié.

No obstante, la imagen proyectada en la pantalla pasó a descomponerse en franjas de colores pálidos que se aclaraban a medida que el tiempo transcurría.

Segundos después, el granulado desapareció parcialmente hasta mostrar un escenario oscuro repleto de computadoras de gran tamaño, en el centro se encontraba un hombre robusto con un bigote color caoba. Yacía sentado en un ensanchado sillón de piel con una sonrisa maquiavélica dibujada en su rostro.

A sus lados se ubicaban cuatro robianos que simulaban ser su escolta, entre ellos, un par de exmiembros pertenecientes al pelotón de mi padre.

—Interrumpimos su programación habitual para informarles lo siguiente. —se mofó—. Soy el doctor Ivo Robotnik, creador de sus actuales desgracias. Seré breve e iré al grano, si no quieren terminar así —señaló con su pulgar y mano empuñada a uno de sus escoltas— habrá que hacer "reelecciones" —rio malintencionadamente—. ¡Conviértanse en mis súbditos y gocen de privilegios tan grandes como dejarlos vivir! —Finalizó con una sonrisa de oreja a oreja.

La imagen volvió a tornarse granulada y un ambiente silente envolvió la morada de Cyrus, ninguno se atrevía a hablar acerca de lo ocurrido.

—¿Todo esto por una conquista? —hipotisó mi colega.

—Todos los ataques fueron para demostrar el poder que tiene. Está claro que es un tipo de lo más petulante —agregó su padre.

—¿Y bien? —Interrogué levantándome del sofá.

—¿Y bien qué?

—¿Cuento con ustedes en mi plan?

—¿Ya tienes una solución? —inquirió difuso.

—No, pero ya se me ocurrirá algo.

—Suena como una decisión muy impulsiva... Me anoto.

Pertenecer a la milicia ya no era una opción, mantenerme del lado del pueblo tampoco, mucho menos traicionar a mi gente al aceptar ser gobernado por una víctima de alopecia. Lo mejor sería idear una nueva estrategia, aunque no puedo hacerlo solo.

Necesito un nuevo equipo.

—¿A dónde vas? —indagó al verme dirigiéndome a la puerta—. Todo es un caos allá afuera.

—Vuelvo en un rato —contesté tajante.

     Giró el picaporte, haló la madera hacia su cuerpo y abandonó el confort del interior del hogar de Cyrus, cerrando la puerta tras de sí.

     Tal como su amigo le había advertido, las calles estaban llenas de estragos: numerosas casas con la fachada destruida, ventanas rotas y pintas hechas con aerosol adornaban el concreto de las paredes que gritaban verdades absolutas en bramidos silenciosos.

     Cerró los párpados con fuerza al sentir su cabeza consumida por las voces reverberadas de aquel fatídico día en el que la sangre formó una alfombra roja por la que desfilaron los soldados a los que tanto admiró.

     Suspiró al percatarse de la próxima e inevitable transformación que sufriría su entorno. La sociedad se dividiría y él no podría adoptar una posición neutral.

     A menos que fuera más rápido que el destino...

[...]

—¿Maurice? Maldición, ¿por qué tienes que ser tan flojo? —escuchó entre sueños.

     El erizo dio un par de vuelcos en la cama por la incomodidad, sus paisajes oníricos comenzaban a desmoronarse a medida que sus párpados se abrían.

—¡Despierta!

     Abrió los ojos tras sentir un ligero golpe en su nariz, encontrándose inmediatamente con Cyrus. Era la quinta noche que compartía la vivienda con él.

—¡¿Qué quie- —calló al sentir sus labios aprisionados por la mano de su contrario.

—Hay que salir de aquí.

     El león se incorporó, siendo seguido por Maurice quien aún seguía sin poder borrar la mueca de desconcierto causada por la repentina reacción de su colega.

—¿Qué sucede? —preguntó en voz baja.

—Mira por la ventana —señaló—. Iré a despertar a papá, intenta recoger suministros, sé cuidadoso —respondió saliendo de la habitación.

     El erizo se aproximó con pasos cortos y lentos al cristal de la ventana que daba a la calle. El sueño se marchó de su cuerpo al instante, las gruesas gotas de lluvia arremetían contra el asfalto, dejando charcos reflectantes en él.

     Encogió su cuerpo al vislumbrar los ases de luz propio de las linternas sordas pertenecientes a los swatbots y demás máquinas bélicas de figuras variadas, quienes rodeaban las casas de enfrente. El plan de Robotnik había comenzado.

      Hacía unos días que el doctor se había decidido a intervenir en el centro de la ciudad, forzando a las cadenas televisivas y a los medios periodísticos a transmitir un mensaje que parafraseado podría encajar muy bien con: Páguenme por no matarlos.

     Las cantidades exigidas por él eran tan descaradamente exageradas, que solo los aristócratas y gente de la alta alcurnia podrían salvarse, el resto del pueblo sería robotizado y esclavizado.

     Una vez enterado de la situación, Maurice caminó hasta la cocina en busca de comidas enlatadas y botellas de agua. No obstante, se percató de que no contaba con nada en donde guardarlo.

     Como única opción, volvió al habitáculo para asir por las azas la mochila de Cyrus, bajó el cierre al sentirla pesada, topándose al momento con un paquete de libros y libretas.

—¿Por qué demonios lleva tantas cosas? —maldijo vaciándola.

—Yo sí voy a estudiar —replicó ofendido.

     Maurice se giró, Cyrus y su padre ya se hallaban despiertos y atentos a un próximo ataque.

—Ya aparté algunas cosas en la cocina —informó.

—Ve por ellas, mi padre y yo buscaremos más víveres —demandó.

[...]

Maurice.

Permanecíamos agachados, intentando resguárdarnos de los enemigos escondiéndonos en la flora, habíamos salido de casa por la puerta trasera, el ejército de Robotnik parecía ocupado con las casas antecesoras a la de Cyrus, mi cuerpo se estremecía al escuchar los sórdidos llamados de ayuda emitidos por los vecinos mientras eran llevados a rastras rumbo a su propio fin.

Coloqué mi pierna por delante, me hinqué e intenté levantarme, pero prontamente fui restringido por el señor Lionel.

—Es muy arriesgado, no puedes ayudarlos, al menos no por ahora —murmuró.

Relajé los hombros y volví a adoptar mi posición inicial, recargando mi peso en las palmas de mis manos y puntas de los pies ubicados en el lodo.

El brioso sonsonete de los lentos pasos de los robots nos pusieron en alerta. Escrutamos con atención cómo proseguían a rodear la morada y, de manera "amable", llamaban a la puerta con actitud contumaz.

No obstante, prosiguieron a derribarla, acabando así con gran parte de la pared que conformaba la entrada. Uno de ellos se adentró para comenzar su búsqueda, mientras que otro más se desplazaba por la parte trasera, encontrando nuestro rastro casi inmediatamente.

Caminó con lentitud hacia nosotros sin aún percatarse de nuestra presencia. No podíamos salir huyendo, estábamos en una situación vulnerable, quedarnos en profundo silencio esperando no ser descubiertos era lo más sensato.

Cyrus denotaba una respiración agitada a causa de la tensión del momento, Lionel presentaba minúsculos espasmos, mientras que yo apretaba los párpados con fuerza intentando disimular mi temor.

Bastó con el chasquido producido por su linterna para ocasionar en nosotros un repentino bajón de temperatura, su luz nos enfocó al instante.

—¡Corran! —indicó el mayor.

Los tres nos incorporamos del suelo mojado con notoria rapidez, me desplacé hacia el interior de la maleza, pese a que su espesura dificultaba correr, al menos nos sería de ayuda para perderlos con facilidad.

La lluvia remojaba mi cuerpo, consiguiendo impregnar el petricor en mis fosas nasales. Posicioné mis manos frente a mí para lograr apartar las plantas de mi camino, corría apresurado, mas no a mi mayor velocidad. La humedad de la tierra creaba un espacio en el que moverse rápido presentaba un problema antes que una salvación.

Volteé constantemente para asegurarme de la incipiente situación en la que me encontraba, Cyrus y Lionel ya no me seguían, en su lugar, un par de swatbots me daban caza a pasos atolondrados.

Aceleré, di la vuelta en un complicado giró que terminó por hacerme perder el equilibrio y resbalar, me erguí y frené mis pies.

Me quedé en guardia mientras observaba el inmenso tamaño de mis contrincantes. No podía combatir con ellos cuerpo a cuerpo y la velocidad no era mi mejor opción ahora mismo.

Uno de los swatbots apuntó su cañón hacia mí, rogando porque las cosas salieran tal como lo había planeado, salté sobre el segundo oponente, mi contrincante recalculó su disparo y destruyó gran parte de su compañero.

Me impulsé desde los hombros del robótico, apenas haber pillado la suficiente velocidad en el aire, cubrí mi cabeza con mis manos y encogí mis piernas hacia mi abdomen para arremeter contra el restante.

Sonreí más confiado al observar el resultado, dos robots menos a la flota de Ivo. Corrí siguiendo mis pasos con la esperanza de reencontrarme con ambos leones.

Me desplacé a trote rápido sintiendo la ventisca provocada al apartar la hierba con un brusco manotazo; el silencio prontamente se vio roto por los jadeos y gemidos de Lionel, quien luchaba por liberarse del agarré de los swatbots.

Cesé mi andar y me moví entre el herbaje procurando ser silencioso. Entrecerré mis párpados, concentrando mi vista en un notable cambio de color ubicado detrás de la fronda, torcí los labios al percatarme de la presencia del león faltante.

Observé el transcurso de la escena desde la lejanía, Cyrus, quien se encontraba escondido entre los matorrales, entabló contacto visual con su padre de una manera discreta; finalmente, Lionel cedió, no mostró más resistencia y facilitó el trabajo de los numerosos robots.

Me dirigí a él con rapidez al notar sus intenciones por defender a su progenitor, me barrí sobre la tierra mojada y posé mi mano derecha sobre su espalda, empujándolo hacia abajo, obligándolo a permanecer escondido.

—¿Qué haces? —musitó intentado levantarse—. Tienes que ayudarme.

—Eso hago —respondí siguiendo ejerciendo fuerza sobre sus omóplatos.

—Pero él-.

—Son muchos robots, incluso para mí.

—No voy a dejar que se lo lleven —insistió tratando de levantarse.

—Terminarás por arriesgarnos a los tres a ser robotizados —advertí relajando mi tacto—. Iremos por él, pero necesitaremos más ayuda —apacigüé mi tono.

Aparté mi palma de su espalda, escruté su comportamiento frustrado, adelantó sus antebrazos y colocó su frente encima de ellos.

Proseguí a levantarme, di unos cuantos pasos para asegurarme de contar con el terreno despejado. Volví hacia Cyrus y me situé a su lado.

—Mientras más tiempo estemos aquí, más incrementan las posibilidades de que vengan a buscarnos —le tendí mi mano.

Sus ojos decaídos chocaron con mis dedos, asintió levemente y tomó mi mano, le ayudé a levantarse y caminé por uno de los apenas visibles senderos.

[...]

Paré repentinamente. Había llegado a una de las pequeñas mesetas que daban con el noreste del reino, otorgándome una vista parcial del territorio.

Las calles se veían iluminadas por contadas viviendas con las bombillas encendidas, mientras que la mayoría se mostraban irrumpidas por el ejército de Ivo Robotnik.

Mis comisuras bajaron de inmediato, el ataque no había sido a un área en particular, fue dirigido a cada rincón del Reino Acorn.

—Si están en todo el lugar... ¿A quién le piensas pedir refugio? —inquirió.

     Maurice enserió su semblante y caminó en dirección contraria a la civilización, empuñó sus manos y apretó con fuerza a sabiendas de lo que le esperaba: una vida en la que se veía obligado a esconderse y moverse por las sombras cual criminal culpable de su libertad.

Escrito: 19/12/2019.
Publicado: 17/10/2020.

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