𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑖𝑠𝑒𝑖𝑠
No está tranquila. Tiene una reunión con Dolores el mismo martes y tiene que ocultar que luego va a irse de Hogwarts para reunirse con su primo, el que supuestamente estaba muerto, pero ahora está vivo y de parte de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado.
Ha decidido que va a ir a verle porque... porque... no lo sabe.
Solo ha decidido que quiere verle porque todo el mundo parece empeñado en decirle que su primo quiere hablar con ella y ella está dispuesta a ver qué demonios quiere para que, la próxima vez que le digan algo, pueda mandarlos a la mierda con argumentos.
La cuestión es que solo es lunes y está de los nervios. Las clases son aun más desastre que de costumbre porque por mucho que lo intenta no puede centrarse en intentar explicar las dudas y acaba dejando que todos hagan los deberes de la asignatura que quieran. Se ha conseguido recuperar en el fin de semana y ahora tiene la cabeza en otra parte.
El martes pasa tan lento que, cuando llega la reunión con Dolores, no se lo cree. Se ha adueñado de su despacho y chasquea los dedos para que un elfo traiga té y pastas mientras hablan. Ha dejado todos los informes de los distintos profesores sobre la mesa y Dawn no entiende muy bien a que viene eso.
—Buenas tardes, madame —siempre se acuerda de saludarla así, a Dolores le encanta que la llamen por su título y a Dawn le gusta tenerla de su parte—. Podría haberme esperado para que organizase todo esto.
—No te preocupes, Dawn, querida, he llegado antes de tiempo para que podamos repasar todo —la voz aguda es insoportable y Dawn solo sonríe—. ¿Empezamos?
—Claro, madame.
Vuelve a ver la sonrisa de la mujer. Es tan fácil darle lo que quiere que a Dawn le asusta porque nunca es tan fácil. Siempre hay que dar un poco más y presionar, pero con ella parece que no. Y quiere tener cuidado, no se fía de Dolores Umbridge ni siquiera un poco, por eso intenta estar de su parte, aunque no esté de acuerdo.
Pasan por las evaluaciones de todos los profesores y la pide favores disfrazados. En realidad, tiene que hacerlo sí o sí, porque si no la echaran, no se lo dice, pero Dawn es capaz de leer entre líneas, por eso acepta a escribir informes semanales sobre la profesora McGonagall, el profesor Flitwick, el profesor Snape, la profesora Sprout y Charlie. Son los que más le han llamado la atención a Dolores y Dawn maldice porque, a pesar de que ha intentado evitarlo, ha conseguido que Dolores se fije en Charlie.
Luego tiene que estar pendiente de la profesora Trewlaney porque suspendió su evaluación. Dawn intentó poner de la mejor forma posible que no tuvo ninguna visión o profecía en el momento de la evaluación argumentándolo con que no siempre llegan en el momento justo, pero a Dolores parece que no le ha gustado. También tenía que pedirle a la profesora Trelawney que le dijera algo sobre el futuro de Dolores y la profesora, lógicamente, se empezó a reír y le dijo lo obvio, que no podía ver leer el futuro de alguien que no estaba allí. Dawn sabía perfectamente que no se iba a conformar con eso, así que escribió unas cuantas mentiras en la evaluación. Y eso ha debido de perjudicarla.
—También está en periodo de pruebas la profesora Burbage, no sé que es eso de interneto que has puesto en la evaluación, pero no creo que los alumnos deban aprenderlo —dice y Dawn asiente. Ella tampoco tiene muy claro que es internet, pero le parece un concepto interesante que le gustaría aprender en el futuro—. Y para el profesor Bins, ¿le podría decir que tiene que insistir un poco más en el siglo diecinueve?
—¿No debería intentar llegar hasta nuestros días para que los alumnos conozcan antes de quinto toda nuestra historia? —Dawn lo pregunta sin más y parece que a Dolores no le hace gracia.
—¿Y para qué deberían saberlo?
—Por todas las mentiras que está diciendo Dumbledore, madame —es rápida al responder y parece que es la respuesta correcta porque Dolores vuelve a sonreír.
—Tienes razón, querida, deberían estar informados de eso... veré que puedo hacer para adaptar el temario de la asignatura para el año que viene —se la nota con ganas de meter mano en el colegio, a lo que Dawn sonríe.
—Puedo encargarme de eso, no hay ningún problema, estará hecho antes de que acabe el curso.
—Dawn, querida, no tienes que llenarte de trabajo, puedo hacerlo yo —dice Dolores, todavía con la sonrisa y la verdad es que la cara de sapo parece más clara cuando lo hace.
—Somos dos los Delegados que nos encargamos de Hogwarts, madame, deje que el Delegado Callaghan y yo nos encarguemos de esto. Usted tiene cosas mucho más importantes en el Ministerio que el temario de Historia de la Magia.
No va a ceder y parece que Dolores lo entiende por fin, porque le da su aprobación. Siguen revisando las evaluaciones sobre las que no ha dicho nada y les da su aprobación. Luego le recuerda sobre los informes que tiene que entregar todos los domingos sobre los profesores que ha especificado y que tienen que ser rellenados con la pluma que le dio.
—¿Qué tal ha funcionado? —pregunta la mujer, con una curiosidad que llama demasiado la atención.
—Perfectamente, ¿qué hechizo utiliza para mantener la tinta? ¿Es alguna invención nueva?
—Es algo que he creado yo, querida, me alegro de que funcione perfectamente, ¡podrás seguir utilizándola!
—¿Lo ha creado usted? —tiene que saber como demonios funciona porque no se fía, así que la alaba, es lo mejor—. Es perfecta, madame, creo que deberían usarla en todo el Ministerio, lo único es el color de la tinta.
—¿Le pasa algo al color? —Dolores sigue sonriendo, como si no entendiera porqué lo pregunta y Dawn asiente.
—El rojo está bien, pero yo lo prefiero para señalar cosas importantes en mis documentos, no para escribir todo. ¿Podría cambiarse a negro? Si quiere puedo ayudarla buscando algunos hechizos que...
Dolores empieza a reírse y Dawn no entiende qué es lo que le ha hecho tanta gracia. No ha dicho nada, solo ha dicho de cambiar el color de la tinta y eso ni siquiera es divertido.
—Querida, no se puede cambiar el color de la tinta, es parte de su magia —responde y se pone de pie—. Creo que esto es todo por hoy, te escribiré para que nos reunamos el mes que viene y podamos discutir sobre la evolución de los profesores que hemos destacado.
—Claro, madame —dice Dawn automáticamente. Ella no se mueve, sigue quieta y deja que Dolores recoja todos los papeles que sean suyos.
Solo que, entre los papeles de su escritorio, está la nota de su primo. Y esa nota pasa a estar entre los dedos de Dolores.
—Dawn... querida... —empieza a decir y Dawn no sabe donde meterse.
—No es lo que parece —intenta decir y Dolores levanta una ceja.
—¿Y qué es lo que parece? —sabe que no va a convencerla, por lo que baja la mirada. Tiene que mentir, tiene que parecer que la ha pillado.
—Sí es lo que parece —murmura y luego levanta rápidamente la mirada para volver a mirarla. Se le da bien mentir, puede hacerlo—. Por favor, no se lo cuente a nadie, lo estamos llevando en secreto y... y... está siendo tan difícil fingir que no nos hablamos, Dolores.
Deja que salgan unas lágrimas, no es muy complicado porque está de los nervios y en cualquier momento va a empezar a llorar por ello. Solo espera que se lo trague, le da igual lo demás.
—Rompimos hace años y estamos volviendo a intentarlo, solo queremos que esta vez salga bien y no interfiere nada en mis deberes, se lo prometo —ni siquiera pestañea para evitar las lágrimas, las deja caer y parece que eso conmueve a la subsecretaria.
—Tu secreto está a salvo conmigo, querida, pero ten cuidado con ese chico Weasley —Dawn asiente rápidamente.
—Gracias, Dolores, de verdad, muchas gracias, no nos gustaría perder esta oportunidad de trabajo por algo así —tiene que seguir fingiendo un poco más, solo lo justo.
—Lo entiendo, pero también espero que comprendas el deber al Ministerio, querida.
—Por supuesto, madame, mi trabajo es lo primero —y lamentablemente deja de mentir. A Dolores parece gustarle la idea y por eso la ve sonreír de nuevo.
—Si tienes eso claro, Dawn, no debería haber ningún problema en que continuéis con vuestra relación.
—Muchas gracias, madame, de verdad, lo mantendremos en secreto y no interferirá en asuntos del Ministerio.
—No te entretengo más o llegarás tarde a tu cita.
La mujer termina de coger todas sus cosas después de guiñarle el ojo y Dawn le abre la puerta para que salga de su despacho. No puede creerse que acabe de mentir sobre Charlie de esa forma, pero ha hecho lo que tenía que hacer. Solo espera que Dolores no vaya al Boulevard Slapchop para comprobar que está diciendo la verdad.
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Se ha puesto una capa, con la capucha incluida y no piensa soltar la varita. La magia defensiva no es su fuerte, nunca lo ha sido, pero a unas malas quizá puede transformar a su primo en una tetera si se pasa.
En realidad, no sabe qué demonios está haciendo allí sin habérselo dicho a nadie. Es una locura, de las más grandes que ha hecho y eso que se ha liado con Aidan varias veces. Eso, en comparación, tiene excusa y es que tenía el corazón roto. Con esto lo único que puede decir es que es idiota. No hay nada más que pueda decir, es la realidad, no hay excusas. Aunque puede decir que la curiosidad es su excusa.
Le da miedo terminar de entrar. No tiene muy claro donde quiere Barty quedar, pero probablemente quiera que esté lo suficientemente sola como para que pueda acercarse así que entra al Boulevard y empieza a ver los escaparates ya apagados. No tiene ni idea de que hacer, quizá su primo ni se presenta y solo está allí haciendo el tonto y...
Debería irse, es lo que debería hacer. Debería ir a buscar a su padre porque esta es una oportunidad estupenda para capturar a su primo y demostrar que pueden confiar en su familia, que no están del lado de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado. Recuperarían la confianza en su madre, en su padre, los pedidos de la tía Adalynn volverían a estar llenos y ella tendría puesto y daría igual que Dumbledore la hubiera puesto a dedo porque se lo habría ganado.
Así que va a hacer eso, se va a ir de allí y va a avisar a su padre. Es lo que tiene sentido, no estar allí mirando calderos cuando lleva sin hacer una poción desde que salió de Hogwarts. Se aparta del escaparate y empieza a caminar hacia la salida del Boulevard cuando oye los pasos.
Su padre la enseñó algunas cosas cuando era pequeña, como que si estabas de noche en algún lado y oías pasos lo mejor era estar pendiente y tener mucho cuidado. Dawn agarra con más fuerza la varita y se para delante de la tienda de escobas. El escaparate es uno de los que más brilla porque tienen que seguir promocionando las Saetas de Fuego ya que están empezando los rumores de las próximas escobas, unas aun más rápidas que las Saetas.
Se fija bien en su espalda gracias al reflejo del cristal. Hay alguien más en la calle, una señora que pasa con las bolsas rápidamente y luego un señor que mira la hora y suspira, como si le hubieran dejado plantado. Esos son normales, no van cubiertos ni parecen nerviosos, pero hay alguien más. Entre la tienda de ropa y la librería hay un pequeño callejón en el que se puede ocultar perfectamente una persona. Es como si supiera que le está mirando porque se enciende una pequeña luz en el callejón y Dawn puede ver claramente la cara de su primo.
Debería convertirle en tetera y luego llevarla con ella para entregarle, pero se sorprende a si misma cuando se da la vuelta y va hacia el callejón. Su primo empieza a andar hacia atrás y Dawn es consciente de que no debería meterse allí, no sabe si hay salida o que va a intentar, pero la curiosidad puede con ella.
—Hola, Dawn —esta vez sí que es la voz de su primo, no está haciéndose pasar por nadie, es él de verdad—. Cuánto has crecido.
—Tengo veintidós años, Barty, ya no soy una niña.
Es incómodo estar ahí con su primo y más cuando empieza a acercarse. Dawn retrocede y su primo para.
—¿Qué es lo que quieres?
Dawn sujeta la varita con más fuerza. No se fía. No tenía que haberse metido en el callejón, ya lo sabe, pero se lo repite.
—Verte, la última vez que nos vimos solo tenías ocho años, Dawn.
—Sí, y tú tenías la marca tenebrosa recién hecha —le contesta y su primo se ríe.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir después de tantos años?
—¿Y tú? ¿Qué es lo que tienes que decir?
—Te has vuelto muy contestona, Dawn, ¿a tus padres les gusta eso?
—¿Qué es lo que quieres, Barty? ¿Decidme quizá donde enterraste al tío?
Ya sabe que su primo es más que inestable, pero pensaba que utilizaría la varita y no las manos. Primero la empuja contra la pared y luego llegan las manos en el cuello. A Dawn le falta el aire.
—¿Con un Weasley, Dawn? ¿Con un traidor a la sangre? Te había enseñado mejor, primita, mucho mejor que eso.
La cosa iba de Charlie. Dawn se hubiera reído y le hubiera dicho que era gilipollas si pensaba que podía meterse en su vida como para decirle que no podía salir con a quien ella le diera la gana. Pero no puede hacer eso, solo puede intentar coger aire.
Deja caer la varita al suelo y lleva las manos hasta las de su primo, en un estúpido intento de que la suelte el cuello para poder respirar. Sabe que es algo que no va a servir de nada porque no tiene fuerzas. No tenía que haber soltado la varita.
—¿No tienes nada que decir? —su primo se burla de ella, pero parece que se apiada.
La suelta y la empuja hacia el suelo. Dawn solo puede toser en cuanto la suelta. Le duele la garganta, ¿cómo ha podido ser tan gilipollas de venir a verle? ¿Qué pensaba que iba a pasar?
—Te lo pregunté en Hogwarts, Dawn, ¿de qué puto lado estás? ¿Del mío o del de ellos?
Quiere responder, pero no le sale la voz, así que tose de nuevo. Su primo empieza a reírse y ahí sí que la apunta con la varita. Por Morgana, va a morir en mitad de un callejón porque ha ido a ver al psicópata de su primo.
—Cuando el Señor Tenebroso se alce, Dawn, tendrás que elegir bando. Elige sabiamente, primita, creo que tienes claro cuál es el correcto —no sabe que planea hacer apuntándola con la varita, pero no la baja—. Eres otra de las ovejas negras de la familia, Dawn, pregúntale a la tía Adalynn si no me crees.
¿La tía Adalynn? ¿Qué tiene que ver con esto? Dawn mira a Barty y este, por fin, baja la varita.
—Eres Slytherin por algo, Dawn, no intentes resistirte porque te hayas tirado a un traidor a la sangre. Tu puesto nos vendrá estupendamente, bien hecho.
Barty no se queda más tiempo. Guarda la varita, las manos en los bolsillos y pasa por su lado silbando mientras que sale del callejón.
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Lo primero que ha hecho nada más llegar a Hogwarts es darse una ducha caliente.
Se ha quedado debajo del grifo, viendo como el desagüe traga el agua durante al menos quince minutos y tiene la piel roja porque el agua estaba demasiado caliente. Se mira al espejo y no sabe cómo lo va a hacer para ocultar los moretones que empiezan a salirle en el cuello.
Se nota que son unas manos, no hay que echarle imaginación porque se ven perfectamente las marcas de los dedos en su cuello. Le sigue doliendo la garganta, pero al menos ahora puede hablar un poco. Ha intentado comer algo, pero es demasiado molesto incluso beber agua así que lo ha dejado por imposible.
Tampoco es que tenga hambre después de que casi la asesinen.
Sigue intentando buscar en su cabeza una justificación para haber ido a ver a Barty, pero sigue sin encontrarla. Solo hay una, la clara, la idiota, la confiada. Quería ver a su primo. Confiaba en que siguiera allí, en alguna parte, que fuera el mismo que ella recordaba de pequeña. Aquel que tenía como figura a seguir, al que idolatraba. Quería ser como él, quería estar en Slytherin, quería tener las notas más altas de la clase como tenía su primo. Quería ser Prefecta y quería ser Premio Anual solo porque su primo lo había sido. Él había cursado las doce asignaturas que se impartían en Hogwarts y había conseguido los doce T.I.M.O.S, era un modelo a seguir. El tío Barty y estaba orgulloso de su hijo, la tía Adalynn de su sobrino y Dawn quería que sus padres y su tía estuvieran igual de orgullosos de ella.
Pero el primo Barty ya no está en ningún sitio, no queda nada del adolescente que Dawn recuerda y lo ha comprobado de la peor forma.
Tapa las marcas con maquillaje y una bufanda. Finge que ha cogido un resfriado que le afecta a la garganta y por eso tiene que susurrar en las clases que tiene durante los próximos días. Lo que no sabe es cómo lo va a hacer con Bree. Porque su amiga sabe que un resfriado no la para y ha quedado con ella en su casa, para dormir allí ese día. Tendrá que quitarse la bufanda, el maquillaje se irá. Solo puede rezar para que, en la semana que le queda, las marcas desaparezcan y Bree no lo note la semana siguiente.
Pero no tiene suerte. Los dedos de su primo siguen en su cuello y por las noches tiene pesadillas. El color morado va cambiando poco a poco a un amarillo cada vez más horrible y, cuando llega el viernes siguiente, sigue teniendo las marcas.
No puede esconderlo, es tontería intentarlo, así que llega a casa de Bree con la bufanda puesta, pero sin nada de maquillaje debajo. Se lo va a contar directamente en lugar de dejar que lo vea y luego la regañe.
El apartamento que su amiga tiene en la capital de Canadá no es muy grande, la cocina y el salón son uno solo, el baño es bastante pequeño y solo tiene una habitación, pero para alguien que casi no pasa tiempo en casa a Bree le viene estupendamente. Está cerca de su trabajo y, en sus palabras, no tiene que dar explicaciones a sus padres sobre cuando entra o sale de casa. Dawn no puede negar que a ella también le viene bien porque, a lo mejor así, deja de despertarse tantas veces por la noches.
—Ya sabes dónde están las cosas, puedes invadir el baño y también mi armario, no me importa que dejes aquí ropa, pero no abras el cuarto cajón de la izquierda si no quieres arrepentirte —dice Bree nada más abre la puerta y Dawn sonríe a su amiga.
—¿Es el cajón de la perversión? —le resulta divertido ver como Bree arruga la nariz ante la palabra.
—¿Quién dice perversión en este siglo, Dawn? Es el cajón de las guarradas —contesta su amiga y Dawn se prepara porque entra en la casa.
—Tengo que contarte algo —empieza a decir, pero Bree ya ha avanzado hasta el salón y tiene un montón de pergaminos en la mesa de café.
—Yo también, resulta que no estamos ahora mismo tan vendidas como pensábamos.
—Cuéntame más.
Eso es mucho más interesante. Necesita esa información, sea como sea, por eso decide esperar para contárselo a Bree. Lo que ha pasado con su primo ya ha pasado, no es algo que vaya a poder cambiar, pero sus problemas con el Ministerio sí. Eso sí que puede cambiarlo y dejarlo todo mucho más fácil para ella, para que no tengan tanto poder.
—Tenemos que investigar si esta ley de 1733 aplica a tu Ministerio, he encontrado que sí que aplica al mío —cuenta Bree y revuelve los papeles hasta que da con el que quiere—. Mira, teóricamente podrías utilizar esta ley si consigues demostrar que el Ministerio no está en sus cabales.
—¿Y cómo voy a hacer eso?
—Bueno, supongo que puedes reunir pruebas, ¿no? Contradicciones o algo así, ¿no decían que tenías que ser docente para dar clase y tú no lo eres? —Bree mueve otro montón de papeles y saca otro—. Si no podemos intentarlo con esta otra de 1851, no te dará la misma libertad que te da la otra, pero creo que garantiza la independencia del colegio frente al Ministerio de Magia.
Le da le ley y Dawn empieza a leerla. Podría tener sentido utilizarla, pero para ello se requieren cosas como que tienen que poner a dedo al director del colegio y solo ha funcionado una vez en Polonia porque nadie se ha atrevido a hacerlo.
—¿Cómo la ves? Creo que podrías presionar al Ministerio para que echen a Dumbledore, luego pondrían a alguien y llegas tú, con la ley y adios Ministerio —Bree parece emocionada con la idea y Dawn suspira.
—¿Y no hay nada que no implique quitar a Dumbledore del puesto?
—¿Por qué quieres hacer eso? ¿Y te quieres quitar de una vez el abrigo y la bufanda? ¿No tienes calor?
—Me lo iba a quitar, pero has empezado a hablar y darme papeles —no sabe que intenta diciendo eso, ya sí que no hay marcha atrás.
Se quita el abrigo y lo deja en el perchero tranquilamente y luego la bufanda. No quería hacer esto ahora, no quiere parar de hablar sobre el Ministerio cuando parece que tienen una idea y algo positivo, algo que pueda servir.
—No quiero quitar a Dumbledore del puesto porque creo que es el único que parece que está más preocupado por los alumnos —dice, todavía sin girarse.
—Venga ya, Dawn, seguro que hay más profesores que también lo están, puedes poner luego a quien quieras en el cargo —dice la chica y Dawn supira—. Ven, mira, aquí dice que podrías incluso poner a Dumbledore.
Oye los papeles moviendose de un lado a otro y luego a Bree andando hacia ella. Lo va a saber en cuanto se gire para coger los papeles y mirarlos. También sabe que no va a poder atrasarlo más.
—Te prometo que estoy bien —dice según se gira y Bree parece confusa primero. Luego se da cuenta.
No dice nada, solo le mira el cuello y se acerca hasta ella, hasta que puede mirarlo con suficiente detalle y Dawn cierra los ojos.
—Fue mi primo —susurra.
En cuanto oye el golpe abre los ojos y el perchero está en el suelo, como todos los papeles. Bree lo mira y luego la mira a ella. Está enfadada.
—¿Pero tú eres idiota? —lo grita y le parece lo más normal del mundo—. ¿Tu primo? ¿Por qué cojones has ido a ver a tu primo?
—Porque me escribió haciendose pasar por Charlie, Bree, no podía dejar pasar eso —lo suelta, a pesar de que es una verdad a medias y Bree se lleva las manos a la cabeza.
—¿Y te ha merecido la pena?
—No.
—¿Por qué no llamaste a los aurores? ¡A tu padre, Dawn, a Tonks!
Se merece que la grite, lo sabe, pero no puede evitar echarse a llorar. Ya sabe que es idiota, lo tiene más que claro.
—Pensaba que...
—No pensaste, idiota, ven aquí.
Bree la abraza y la deja llorar en su hombro. Es lo único que hace últimamente, llorar cada vez que está con ella. Solo toma decisiones cuestionables y luego Bree tiene que intentar arreglarla, no se merece una amiga como ella.
—¿Por qué fuiste, Dawn?
Han ido al sofá y se han tumbado. Miran al techo y Dawn lo agradece porque no sería capaz de hablar si la está mirando.
—Quería saber porqué se unió a ellos —se fija en una de las sombras de la lámpara del techo, parece una pequeña araña—. No entiendo porqué lo hizo, Bree, era mi modelo a seguir, pensé que... que seguía allí.
—Mató a tu tío, Dawn, mató a su propio padre —susurra su amiga y oye como mueve la cabeza—. Entiendo que quisieras que siguiera siendo él, pero...
—No, no lo entiendes, crecí pensando que ser como él era lo mejor, Bree. Todos estaban tan orgullosos de él, tenía los doce T.I.M.O.S, era Prefecto y era Premio Anual.
—Pero tú también has hecho eso, ¿no?
—No, yo no tengo doce T.I.M.O.S, tengo diez —responde ella y Bree se ríe.
—Disculpa, señorita perfecta, solo tienes diez. Déjame adivinar, tienes un Extraordinario en todos ellos.
—No, no lo tengo.
No lo tiene porque tiene un Supera las Expectativas en una asignatura, encantamientos. No es que se le den mal, es solo que... se le dan mal. No tiene más excusa, la parte práctica nunca fue su punto fuerte.
—Siguen siendo unas notas estupendas, Dawn, seguro que todos estaban orgullosos de ti.
—Sí, pero yo quería ser como mi primo —responde ella y cierra los ojos—. ¿Y si me vuelvo como él?
Bree suelta una carcajada y Dawn abre los ojos para mirarla. Su amiga se está riendo a carcajadas como si hubiera dicho la cosa más graciosa del mundo.
—Claro que sí, Dawn, te vas a unir a tu primo y a Voldemort...
—¡No digas su nombre!
—En el momento en el que yo me vuelva la reina de Inglaterra —Bree nunca hace caso sobre el nombre de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado.
—No estoy de broma —dice Dawn, pero a Bree parece que le ha hecho mucha gracia.
—Bueno, viendo la gran cantidad de decisiones estúpidas que estás tomando últimamente quizás nos sorprendes —lo dice con un tono de reproche y Dawn aparta la mirada—. ¿Qué más has hecho que no me has contado?
—¿Por qué iba a haber hehco algo más?
—No sé, dejaste a Charlie y has ido a ver a tu primo el psicópata, no me extrañaría que hubieras hecho algo más.
—Liarme con Aidan.
Se lo suelta sin más, porque total, Bree ya parece estar tranquila con toda la mierda de decisiones que está tomando. Total, por una más que le cuente no va a pasar nada.
—¿Qué fue, después de que casi te asesinasen? ¿Fue por la falta de sangre en el cerebro?
—Fue unos días después de dejar a Charlie —murmura y Bree se cae del sofá.
—¿Estás de coña? —se sienta en el suelo de golpe y la mira, a lo que Dawn niega—. ¿Con Callaghan, Dawn? ¡Qué asco!
—No besa tan mal —dice, pero sabe que es mentira.
—Tan mal, eso es que besa mal. Y me apuesto tres galeones a que no tiene ni puta idea de como tocar a una chica para que se corra —suelta y Dawn no puede evitar soltar una carcajada. Ha dado en el clavo.
—Los tres galeones están en el bolsillo de mi abrigo.
—Vas a pagar la cena —le contesta su amiga y no puede evitar reírse.
—Las de todo el fin de semana.
Bree sigue metiendose con ella un poco más por haberse liado con Aidan. Sobre todo cuando le dice que no fue solo una vez. Cenan pizza que Bree pide a un restaurante muggle mientras que siguen hablando de las decisiones cuestionables de Dawn sobre el amor y, cuando terminan de cenar están tan llenas que ni siquiera pueden pensar en ponerse a mirar todas esas leyes que han estado en la mesa del comedor esperándolas.
—Se quedan para mañana —dice Bree, como si fuera una promesa y Dawn asiente.
Se meten en la cama de inmediato, pero Dawn no puede dormir a pesar de que tiene sueño. Mira al techo, a oscuras y espera dormirse aunque sea con los ojos abiertos, aunque sabe que es imposible.
—¿Te dolió?
El susurro de Bree es demaisado débil y Dawn cree que se lo ha imaginado, pero cuando lo chica se mueve sabe que no.
—Me dolió después, en el momento no... —no quiere pensar en ello, pero entiende que Bree quiera preguntar—. No podía hacer nada, fue...
Bree vuelve a moverse, pero esta vez para darle la mano.
—Puedes hablar conmigo si lo necesitas.
—Gracias, Bree.
No, no necesita recordarlo, pero agradece que su amiga se preocupe tanto por ella.
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Dawn decide volver a Hogwarts justo cuando tiene la primera clase del lunes. No le ve el sentido en volver antes porque no quiere ver si tiene correo de Dolores con más peticiones estúpidas sobre las evaluaciones de los profesores que ella ha considerado peligrosos para el Ministerio o inútiles. Sinceramente, si Dawn pudiera no volvería a aparecer por Hogwarts, pero le preocupan los alumnos, no quiere dejarles a su suerte si se va porque el Ministerio podría decir que pondrá a otro profesor. Y Dawn tiene una idea sobre quien podría ser.
—¿A qué vienen esas caras tan largas? —pregunta a los alumnos de cuarto cuando les ve entrar.
—No sabemos si va a haber copa de quidditch —dice uno de los chicos de Gryffindor. Se está intentando aprender todos los nombres, pero sabe que todavía le va a llevar un tiempo.
—¿Cómo que no sabéis si va a haber copa de quidditch? ¿Por qué no iba a haberla?
—Debes de ser la única persona en todo el colegio que no se ha enterado —suelta Ginny y parece molesta por ello.
—Estaba en Canadá, así que no me he enterado, he llegado esta mañana —sabe que no es necesario que les cuente nada de eso, pero también sabe que les gusta oír las historias que cuenta sobre la Delegación más que dar las clases de teoría—. ¿Alguien me lo explica entonces?
Parece que todos se muestran inseguros para hablar hasta que una chica de Slytherin parece algo más convencida. En el momento en el que empieza a hablar y todos los alumnos ven que Dawn no dice nada sobre las novedades se empiezan a animar y a quejar.
—¡Tampoco hay club de globstone! —se queja un alumno de Gryffindor.
—Nadie juega a eso —le contesta uno de Slytherin.
—Tampoco están permitidos los grupos de estudio de más de tres personas —dice otro chico y todos empiezan a hablar cada vez más alto.
—Vale, creo que me está quedando claro. ¿Puedo dejaros solos cinco minutos mientras voy a mi despacho?
Todos asienten y Dawn sabe que es una mala idea, pero tiene que hacerlo igualmente por si acaso hay alguna carta de Dolores sobre el tema. Y no se equivoca. Está sobre su mesa, perfectamente colocada, lo cual le recuerda que no debe dejar nada que no quiera que encuentre. Está claro que la vigila, que no se fia de ella y tampoco la culpa, no planea estar a su favor.
Coge la carta y vuelve a clase para encontrarla llena de gritos. Sabía que iba a pasar eso, no dejan de tener catorce años y se les ha dejado solos en clase, así que Dawn levanta la varita y emite unas cuantas chispas para llamar su atención.
—Me habíais dicho que os ibais a comportar, chicos, ¿no voy a poder volver a confiar en vosotros?
Parecen un poco avergonzados y se callan durante unos minutos. Les dice que por favor saquen los deberes porque los van a corregir y ella saca la carta de Dolores mientras todos colocan las cosas sobre la mesa.
No dice nada que no se esperase, como Suma Inquisidora puede hacer lo que le de la gana —lamentablemente no pueden hacer nada porque se haya dado a si misma ese puesto, no hay ninguna ley de la Confederación que lo castigue— y se ha enterado de que un gran número de alumnos se reunieron en Hogsmeade en Cabeza de Puerco. Dawn no necesita pensar mucho para saber perfectamente quienes han sido los de la idea y suspira porque si ella lo sabe, Dolores también. Lo único bueno que saca de la carta es que ella también puede aprobar los distintos grupos de estudio y los equipos de quidditch. Solo tiene que rellenar un montón de papeles con datos sobre los miembros, un profesor asignado y un lugar de reunión. De vez en cuando, tiene que pasarse por allí por sorpresa para ver qué hacen. Además, el profesor siempre tiene que estar vigilandolos. Lo bueno de muchos de los clubs es que son de estudio y en la biblioteca por lo que Madame Pince puede ocuparse de ellos.
—Tengo una buena noticia que daros con respecto al quidditch —les dice y todos se callan—. Espero que les digáis a los capitanes de vuestras casas que tienen permiso para seguir jugando.
Se espera los gritos, pero no a ese nivel y le resultan hasta divertidos. Sabe que no va a poder dar nada de clase con ellos, así que deja que se calmen y luego responde a sus preguntas. Aprueba todos los clubs que le piden en el momento y también las sugerencias que van diciendo. Entiende el movimiento de Dolores, pero también entiende que todos ellos van a hacer lo que les de la gana, les aprueben o no los clubs.
La noticia de que Dawn puede aprobar todos los grupos de estudio recorre Hogwarts como la pólvora y pronto tiene a los capitanes de los equipos de quidditch en la puerta de la clase o, si no está allí, en su despacho. Ni siquiera tienen que decir nada porque Dawn les dice que sí, que pueden jugar y que no habrá ningún problema. Las reacciones varían según la casa, pero la más divertida es, sin lugar a dudas, la de la capitana de Gryffindor. El resto de capitanes ni siquiera parecen alegrarse por poder volver a jugar, y si lo hacen está claro que a ella no se lo van a demostrar.
Pero quién sí que le demuestra que está emocionada porque le aprueben un grupo de estudio es Hermione. Llega a su despacho después de cenar, más allá del toque de queda y con la insignia de perfecta bien visible.
—¿Puedo hablar con usted, Delegada Lewis? —le pregunta cuando Dawn le dice que pase y le resulta divertido que la llame así.
—Claro, pasa señorita Granger —la chica entra y le tiende un papel—. ¿Qué es esto?
—Es la lista de los estudiantes que se quieren apuntar al club de estudio de Defensa Contra las Artes Oscuras —responde y parece orgullosa de la lista.
Dawn puede ver que la lista es bastante corta y consiste, principalmente, en Harry y algunos de sus amigos. Puede ver también algunos Gryffindors más mayores o pequeños, pero nadie que destaque.
—Nos gustaría apuntarnos como club, me han dicho que necesitaba una lista con todos los nombres y luego debía haber un profesor asignado al club, ¿no? Y el espacio podríamos usar una de las aulas vacías del colegio, ¿verdad? Nos gustaría hacer... debates sobre los hechizos y el temario —Hermione continua como si nada y Dawn deja de mirar la lista.
No le sorprende ver que todos los Weasley estudiantes que hay en el colegio están apuntados.
—¿Sería puramente teórico o también contendría práctica? —ve como la chica duda que responder—. Es mi clase en la que no se puede dar contenido práctico, señorita Granger, ¿lo recuerda?
—Oh, por supuesto, haremos ambas cosas, necesitamos la práctica para los T.I.M.O.S.
Dawn no puede evitar sonreír al ver que la chica se ha dado cuenta de que puede decirlo sin ningún problema. Seguro que Dolores no se esperaba esto, lo sabe por qué si no no la hubiera dejado aprobar los clubs.
—¿Habéis pensado en algún profesor?
Sabe que sí que han pensado en alguno, se le nota a Hermione en cómo se queda callada y no dice nada. Está claro que quieren que sea Charlie y ella no tiene ningún problema en que lo sea, pero...
—Van a querer que le vigile muy de cerca —le dice y Hermione asiente, como si ya lo supiera.
—Nos ha dicho que no tiene problema en estar allí —Dawn diría que está mintiendo, pero no conoce tanto a Hermione como para afirmar eso. Así que asiente porque sí que sabe que, si se lo pidieran, Charlie no tendría ningún problema en formar parte de eso solo para que aprendan.
—¿Y cómo planeáis estudiar? —decide cambiar de tema, ya verá lo que hace con lo del profesor. No le puede poner a él, Dolores no la dejará en paz.
—Harry nos va a enseñar —parece orgullosa de la idea de que les enseñe un chico de quince años y Dawn suspira.
—¿Estás segura de eso?
—Es el que más sabe de todos nosotros, no queremos meter a ningún profesor en algún lío así que...
Eso tiene sentido, claro. Y agradece que lo digan porque, si tuviera que ser ella quien les enseñase algo de verdad, estarían todos muertos en cuestión de segundos, solo tiene que ver lo que pasó con su primo. Ella no está hecha para la pelea.
—Vale, entonces, de profesor que os va a supervisar Weasley y luego os enseñará Harry, ¿no? —Hermione asiente—. Y planeáis hacerlo en una de las clases que no se utilizan.
—Hay una bastante grande para todos, queremos reunirnos este miércoles para decidir el nombre del club —todo suena bien, en teoría, pero Dawn no termina de confiar en que pueda salir bien de verdad.
—Vale, pondré en la solicitud que os reunís en esa aula una vez al mes los... ¿viernes? —Hermione asiente— y tienes que decirme un nombre falso para el club. Por favor, intentad id para fingir que todo está bien.
—Vendré el miércoles para decírtelo e iremos algunos para mantener las apariencias —promete la chica y Dawn asiente.
—Perfecto, entonces ven el miércoles y terminamos de rellenar todos los papeles —termina diciendo Dawn y Hermione parece satisfecha, aunque a la vez parece que está dudando.
—Sé que tú no vas a decir nada, pero... ¿podrías apuntarte también en esta otra hoja?
Hermione la saca de su bolsillo, perfectamente enrollada y le da un par de toques con la varita. Esa lista es mucho más completa que la que ha presentado para formar el club y Dawn no puede evitar sonreír al ver que hay incluso estudiantes de Slytherin apuntados a esa lista.
—Queremos proteger la identidad de los miembros del club —dice la chica y parece estar avergonzada por tener que pedirle que firme—. La lista está protegida por algunos encantamientos que nos dirían quien nos ha delatado si es que eso ocurre.
—Veo que lo has pensado todo —le contesta y la chica asiente, poniéndose roja.
—Sé que tú no nos delatarías, pero... el Ministerio... no queremos que...
—No te preocupes, firmaré —contesta Dawn rápidamente y coge uno de sus bolígrafos del bolso.
En el escritorio tiene la pluma que le dio Dolores, pero no confía nada en ella, mucho menos cuando se ha negado a decirle como funciona. La deja allí en un intento de que la subsecretaria la coja y eso le desvele como saca la tinta roja. De momento no ha conseguido nada, pero es cuestión de intentarlo.
—No puedo poner a Charlie como profesor que os supervise, si os pillan las consecuencias irían para él y la asignatura —intenta disimularlo, aunque sabe perfectamente que es una estupidez—. Así que iré yo. Ah, y buscad otro sitio para reuniros los miércoles, además, dile a Harry que debería estar todos los viernes en el club, a Dolores le encantará saber que está muy comprometido con el estudio teórico.
—Se lo diré.
Dawn espera que la emoción que siente la chica valga para algo porque está a punto de estafar al Ministerio de Magia por un puñado de niños de quince años.
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Go big go home para terminar el año JAJAJA
Bueno, al lío, Dawn casi la Palma, Bree ya lo sabe y parece que tienen alguna oportunidad para ir contra el Ministerio. Además, el ED parece que sigue adelante, que cositas ¿eh?
Nos vemos el año que viene, en algún momento, mil gracias por leer ❤️
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