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𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑒

El sol es lo que despierta a Dawn esa mañana de sábado. Y no es el sol del amanecer, no, es un sol que lleva ya horas brillando en el cielo. Se ha quedado dormida en la cama de Charlie.

Se mueve un poco, pensando que puede despertarle, pero Charlie ya no está en la cama, de hecho su lado está demasiado frío y Dawn se levanta para ver si ve algún reloj por algún lado, pero no lo ve, así que va hasta el armario y coge una de las camisetas de Charlie porque allí no tiene nada de ropa, toda está en el hotel porque la mandaron sus padres después de que acabara en Rumanía de nuevo.

Cuando baja las escaleras espera encontrarse a Charlie por allí, pero tampoco parece estar en la casa así que Dawn coge su varita y deja el resto de su ropa encima del sofá mientras va a la cocina, donde por fin encuentra un reloj. Y las diez de la mañana no es una hora a la que ella se suela levantar, de hecho ni siquiera recuerda la última vez que lo hizo.

Su estómago protesta por no estar acostumbrada a levantarse tan tarde y espera que a Charlie no le importe que utilice su cocina para hacer el desayuno. O quizá quiere que se vaya, es lo que debería hacer, no debería quedarse allí, pero...

Pero en realidad tiene que hablar con Charlie porque no puede solucionar las cosas besándole si discuten, no, deberían ser capaces de hablarlas. Ella debería ser capaz de hablarlas, ya es adulta, no puede seguir ignorando las cosas cuando no le conviene o salir huyendo. Así que se queda y empieza a preparar el desayuno al ritmo de la radio mágica.

No hace nada demasiado elaborado, está acostumbrada a preparar galletas caseras en menos de cinco minutos así que se pone con ellas, ha visto que Charlie tiene horno, así que puede hacerlas.

Solo que él llega justo cuando está terminando la masa y poniéndola en la bandeja. No dice nada, se queda en el marco de la puerta de la cocina y la observa. Dawn no se ha dado cuenta de que está cantando y moviéndose al ritmo de la música, pero Charlie si lo hace y no puede evitar sonreír.

—Alguien está de buen humor —dice, acercándose a ella y abrazándola por la espalda.

Se merece la cucharada de masa de galletas que le da en la cara por asustarla.

—¡Charlie! —le regaña, pero también se gira y le limpia rápidamente la cara, mientras sigue entre sus brazos porque no piensa salir de ahí—. ¿Cuándo has llegado?

—Hace poco —responde él y vuelve a sonreír—. Sigues bailando cuando cocinas.

—Cuando el trabajo me deja cocinar —intenta que suene como una broma, pero está claro que Charlie no se lo toma igual porque su sonrisa desaparece.

Claro que tenía que hacer mención al trabajo, no sabe hacer otra cosa. Le parece normal que Charlie se aleje un poco y en la cocina hace, de repente, frío, a pesar de que el horno está encendido y Dawn lo abre para dejar las galletas.

—Ahora voy a tener más tiempo, hoy tengo el día libre —lo dice lentamente, como si temiera la respuesta de Charlie, pero él ni siquiera dice nada, solo aparta la mirada hacia la encimera de la cocina—. Lo único es que el hotel no tiene cocina, pero al menos voy a disfrutar de esa bañera.

Charlie deja de mirar el bol con la masa de galletas restantes y la mira fijamente. Le brillan los ojos y Dawn ha echado de menos ese brillo. Decir en voz alta que se queda durante un tiempo es raro porque nunca había pensado que podría hacerlo, pero tiene sentido teniendo en cuenta que va a estar trabajando con Neagu y con Irina para que todo pase, así que no tiene sentido estar volviendo al Ministerio cada dos por tres, no.

—¿Sale rentable quedarse en un hotel? —pregunta el chico y Dawn se encoge de hombros.

—No lo sé, Ian me ha dicho que si me quedo más podemos mirar un apartamento.

De nuevo ese brillo. ¿Es porque va a quedarse allí, cerca de él? Se está metiendo en un jardín lleno de plantas venenosas del que no sabe salir, pero ahora mismo no quiere salir, está bien en él.

—Creo que Irina sabe de algunos, los estuvo mirando para mudarse con Tonks antes de decidirse por vivir aquí —comenta, como si quisiera decir algo.

—Sí, ya me ha dicho que Nymph va a venirse en cuanto acabe con el programa de auror en junio —Dawn no puede evitar sonreír cuando lo dice y Charlie parece darse cuenta.

—¿Qué te ha contado tu padre?

—No le puedes decir nada —no tiene sentido que no se lo diga a Charlie, sabe perfectamente que Charlie no le dirá nada a Nymph, pero le alivia ver como el chico asiente.

—Mis labios están sellados —se cierra la boca con los dedos y Dawn ya no puede pensar en otra cosa. Se los podría sellar ella misma—. ¿Y bien?

—Solo si la caga de forma estrepitosa suspenderá —contesta rápidamente y desvía la mirada hacia el horno. No puede ser más lamentable, con cualquier cosa que hace Charlie se queda embobada—. Mira, las galletas ya están, que hambre.

—¿Está aprobada seguro? —Charlie no parece creérselo y Dawn asiente.

—Eso me ha dicho mi padre, piensa que lleva mucho tiempo esforzándose al máximo, lo único en lo que realmente falla es en el sigilo, pero creo que está maldita, es imposible ser tan patosa.

Las galletas todavía tienen que reposar un poco, pero hay otra bandeja que preparar y Dawn se pone en marcha. De reojo ve como Charlie cambia de postura a una mucho más relajada, una en la que parece que se permite acercase un poco más a ella.

—Bueno, es su especialidad, ya lo sabes —Charlie se ríe después de decirlo y Dawn también sonríe.

—Sí, con la cantidad de veces que tuvimos que salvarla de las escaleras me extraña que no nos hayan dado un Premio por Servicios Especiales —bromea Dawn y Charlie se ríe.

—Deberíamos reclamarlo —él sigue con la broma y Dawn sigue sonriendo—. Por cierto, ¿cómo es que tu padre te lo ha contado? ¿No es algo super secreto?

—Lo vi cuando estaba en su despacho porque estaba demasiado nerviosa como para trabajar en el mío —dice ella y deja de echar la masa de galletas en la bandeja para mirar a Charlie.

Entiende la gravedad del asunto al ver cómo Dawn ha dejado de sonreír. Cuando se acerca a ella la coge de las manos suavemente y se las aprieta, para luego tirar de ella y abrazarla. Sus abrazos son demasiado buenos, son de los que te hacen creer que todo es posible y Dawn se refugia en ellos.

—Creo que le ha pasado algo a mi tío —murmura y Charlie suspira para luego darle un beso en la cabeza.

—¿Percy no le ha visto?

—Percy lleva haciendo el trabajo de mi tío desde la primera prueba del Torneo, Charlie.

El chico se aleja un poco para mirarla, sin creerse lo que está diciendo, pero al ver como Dawn asiente maldice en rumano.

—¿Y no se le ha ocurrido decir nada antes? —dice el chico y Dawn se encoge de hombros.

—Le pasa como a mi, cree que puede con todo —no puede evitar defenderle, le entiende perfectamente, ella es igual.

—Te tiene como modelo a seguir —parece ser algo como una broma y Dawn intenta sonreír, pero acaba volviendo a abrazar a Charlie. Está vez lo hace ella.

—Estoy muy preocupada por mi tío, Charlie, la última persona que le vio fue Harry hace unos días y nadie ha vuelto a saber nada de él.

—¿Cómo que Harry ha visto a tu tío? —Dawn asiente y Charlie rompe el abrazo para poder mirarla.

—Me escribió, estuvo en Hogwarts.

—Necesito que me cuentes todo eso con algo más de calma —dice el chico y se acerca a por las galletas que descansan en un plato—. ¿Preparamos el resto y me lo cuentas mientras desayunamos?

—¿No has desayunado?

—Desayuné a las cinco cuando me levanté para trabajar —responde y Dawn le mira fijamente.

—¿Cuándo tienes que volver?

—A la hora de la comida y luego de la cena, pero será rápido, solo estoy con el colacuerno.

Ha debido de dormir menos de tres horas, al menos es lo que calcula Dawn. Quizá menos, no tiene muy claro cuando se fueron a dormir anoche, pero está claro que está cansado.

—Te lo cuento después de que duermas un rato, no sabía que madrugabas tanto.

—Ha merecido la pena dormir poco.

Nota como la mejillas se le ponen rojas, pero Charlie tiene razón, siempre merece la pena dormir poco por estar con él.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Estar trabajando desde Rumanía tiene sus ventajas, como por ejemplo, tener un despacho propio. Eso no quiere decir que esté sola, no, ni mucho menos, como está trabajando en la propuesta de Irina sobre la nueva asignatura de dragonología pasa bastante tiempo con ella en el despacho. Y fuera de él porque a Irina le gusta mucho salir a desayunar por Bucarest, tanto por el mágico como por el muggle. Está empezando a cogerle el gusto a eso de desayunar fuera y piensa en proponérselo a Ian cuando vuelva a Inglaterra, quizá se puede llevar a Percy para que descanse un poco.

Pero volviendo a la propuesta, la quieren tener perfecta para presentársela a Aidan cuanto antes porque sabe que es quien más pegas va a poner. Ian lo mucho que le puede decir es que le parece una locura eso de mover a los alumnos con trasladores hasta Rumanía.

—Vale, ¿número mínimo de alumnos para que esto sirva de algo? —pregunta Dawn e Irina levanta su lápiz para morderlo.

—Te diría que mínimo tres y ya dijimos que máximo quince, apunta eso —Irina levanta los pies y los pone sobre el escritorio, a lo que Dawn no tarda en tirárselos al suelo, a lo que la chica gruñe.

—Es mi escritorio, son mis reglas, ahora escribe el programa docente —le ordena.

Irina le saca la lengua, pero lo escribe mientras que Dawn busca entre todos los papeles que tiene la entrevista para que puedan ser docentes en Hogwarts. Obviamente tienen algunas responsabilidades dentro del Colegio, como estar en el banquete de inicio y de fin de curso, el de Halloween e incluso algunas rondas por las noches. Si planeaban dar los cuatro la asignatura quizá podría ser solo uno de ellos quien se repartiera todas las cosas que tenían que ver con Hogwarts y luego diera menos clases.

—Mi padre, definitivamente es quien debería ir para dar buena impresión y luego dar menos clases —dice Irina en cuanto Dawn lo pregunta en voz alta y la chica asiente para luego apuntarlo.

Tardan una semana en tener listo todos los puntos importantes sobre los que Aidan puede preguntar y ahí es cuando Dawn le cita para que vaya hasta Rumanía. Como es algo en colaboración con el Santuario van a llevarlo a través de la Delegación de Rumanía, teniendo a Neagu también presente en todas las negociaciones. Al anciano le había gustado la idea de estar presente en la reunión con Aidan porque, sencillamente, no se fiaba de él.

—Deberías conseguir que te explicara por qué no se fía.

Vuelve a estar en el Santuario, cenando, e Irina la apunta con el tenedor para seguir hablando.

—Aunque yo tampoco me fío, ¿eres Delegado y no hablas ningún idioma?

—Dice que se le dan mal —contesta Dawn e Irina niega.

—Si se te dan mal te esfuerzas, es tu trabajo —dice ella y, justo en esos momentos, llega Charlie.

—No sé de qué habláis, pero estoy de acuerdo con eso —dice el chico, sentándose justo al lado de Dawn.

Lleva ya más de una semana en Rumanía y sigue viviendo, de momento, en la habitación de hotel, aunque ya ha hablado con Ian sobre buscar un piso porque quiere intentar quedarse allí el máximo tiempo posible. La razón que le da a todo el mundo es que quiere que la asignatura saga adelante para el próximo curso en Hogwarts, la realidad tiene un poco más que ver con el chico que está a su lado, que ha buscado su pierna bajo la mesa y la está acariciando el muslo mientras come tranquilamente.

—Hablamos del idiota que tiene Dawn como compañero de trabajo —responde Irina y Dawn pone los ojos en blanco.

—Ah, el irlandés —Charlie pincha un poco del estofado de ternera y luego mueve el tenedor—. ¿No habías dicho que se empeñó en hablar inglés porque era el idioma de la Delegación o algo así?

—Sí, lo hizo la primera vez que Dawn vino aquí, ¿te acuerdas?

—Creo que mi parte favorita fue cuando luego resultó que hablabas un inglés perfecto —dice Dawn, sonriendo—. En defensa de Aidan tengo que decir que es muy difícil aprender tantos idiomas.

—Pero tú lo has hecho igualmente —dice Charlie y luego mira a Irina—. ¿Sabes qué también habla sireno?

—¿Y me puedes explicar qué utilidad tiene eso?

—La gente del agua también tiene derecho a tener una legislación justa —se defiende Dawn e Irina empieza a reírse.

Es una cena maravillosa y a la vez tensa porque Charlie no deja de mover la mano por su muslo y, lo peor, es que no es la primera vez que pasa. Había ido ido a comer al Santuario dos días y ha tenido que estar toda la tarde trabajando pensando en las caricias que cada vez iban más hacia su centro. Y luego, la otra noche que había ido también a cenar ella también había aprovechado para calentarle y luego dejarle con las ganas. Suponía que esa era su forma de vengarse, pero la verdad es que ella todavía tenía que vengarse de dos veces más.

Por eso esa misma noche le propone salir un poco. Cenan en un agradable bar lleno de gente y luego dan un paseo hasta que, casualmente, Dawn dice que está cansada y que vuelvan a su hotel.

—Es muy tarde para que vuelvas al Santuario, ¿no crees? —le dice en la puerta de la habitación, antes de abrir y casi besándole.

Ahí es cuando abre la habitación y luego empieza a desvestirse mientras que entra hacia el baño. Por supuesto, le pide ayuda con los botones de la camisa mientras que la bañera se llena acompañada de los jabones más espectaculares que Dawn ha visto en mucho tiempo.

—Cuando tenga mi piso en Inglaterra definitivamente tengo que comparar estos jabones, ¿no crees? —le pregunta inocentemente, aunque hay más bien poca inocencia porque ya ha dejado caer los pantalones al suelo y Charlie ha acabado ya de desabrochar los botones de la camisa.

—La verdad es que huelen bien —murmura el chico, pero Dawn sabe perfectamente que lo que menos le importa en esos momentos son los jabones. Aunque a ella tampoco.

—¿Me ayudas también con el sujetador? Llevo tanto tiempo inclinada hoy sobre una silla que me duelen los hombros.

No espera respuesta porque se da la vuelta y las manos de Charlie no tardan en estar en su espalda. Como esperaba no va a desabrochar el sujetador directamente, si no que se toma su tiempo acariciándola la espalda mientras llega. Mete los dedos debajo del cierre y, cuando junta los dos extremos para poder soltarlo, se toma su tiempo rozando con la yema de los dedos su espalda.

Ahí es cuando Dawn se pregunta si se la está devolviendo o es él quien está, de nuevo, provocándola. Aunque, cuando termina de desabrocharle el sujetador y luego la ayuda a dejarlo caer delante de ellos, Dawn no tarda en retroceder hasta que choca con el pecho del chico y ahí se agacha para coger el sujetador y el resto de la ropa que ha caído al suelo. La deja cuidadosamente sobre el pequeño armario que hay en el baño y, por fin, se quita las bragas.

—También me vendría bien un masaje, ¿te importaría?

Le gusta verle asentir, sin llegar a hablar así que Dawn se mete dentro de la bañera y luego le mira. Parece que Charlie sigue un poco ido porque tarda demasiado en quitarse la ropa, pero cuando lo hace lo que tarda en entrar en la bañera con ella son segundos.

—Así que un masaje.

Se lo dice al oído, desde la espalda mientras que se pega a ella y puede sentir cada parte de su cuerpo. Las manos del chico están en su cintura, pero no tardan en moverse por su estómago hasta que la está abrazando.

—¿Y dónde quieres el masaje? ¿Aquí o en la cama?

—En los dos lados, la verdad, tus manos hacen milagros.

Si que tiene los hombros un poco cargados, no puede negarlo porque pasa tanto tiempo en una silla que es imposible no tenerlos así, así que Charlie empieza con el masaje en el agua, con la fuerza justa para que acabe aliviando el dolor.

La bañera es lo suficientemente grande como para que puedan nadar en ella si hace falta, pero ahora mismo lo que le gustaría es que fuera mucho más pequeña porque sería más fácil si, al menos, uno de los dos pudiera llegar al suelo. O quizá no, porque Dawn se gira y cuando mira a Charlie sabe perfectamente que les va a dar igual que lleguen o no.

El beso es desesperado y ninguno de los dos sabe quién lo empieza, pero Dawn sí que sabe que ella es la primera en bajar la mano y Charlie el primero en gemir. Los besos no paran y las manos pasan a otros lugares cuando se acomodan lo suficiente.

Habían tenido oportunidades en el baño de prefectos, pero nunca habían probado a acostarse en la piscina que había allí por el riesgo de que los pillaran, aunque se habían quedado con las ganas. Y ahora lo cumplían, cuatro años más tarde, en la bañera de una habitación de hotel de Bucarest.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Dawn tiene todo preparado. Ha creado una lista de puntos que van a discutir en la reunión y ha preparado una copia para cada uno de los asistentes. Ha advertido a Irina que es mejor que no hable para evitar que Aidan se crezca y, que si lo hace, que mejor que hable en rumano y ella se encargará de suavizarlo. Ella solo ha aceptado porque planea insultarle durante toda la reunión y Dawn solo ha puesto los ojos en blanco ante la respuesta de su amiga. También, gracias a ella, se ha enterado de que hay salas en el Ministerio de Magia para este tipo de reuniones, porque Neagu quería tenerla en su despacho.

El anciano no está muy a favor de que tenga la reunión con Aidan, de hecho ha dejado bastante claro que la única forma en la que era posible realizarla allí era con él presente. Algo de que no se fía de Aidan o algo así entendió Dawn, lo único que en realidad le importó fue que Neagu dijese que no pensaba llevarse méritos por la idea, que solo quería apoyarla y estar allí por si pasaba algo.

Dawn no sabe a que algo se refiere Neagu, pero ahora agradece que esté allí sentado con ella e Irina mientras esperan a que llegue Aidan. Le habían citado a las once de la mañana de Rumania, una hora más que decente para Irlanda ya que eran las nueve de la mañana. Debería estar ya allí, en palabras de Bree, tocando los cojones. Y la verdad es que Dawn empezaba a pensar que sí, que era lo único que hacía. Tenía cosas que hacer, aunque esas fueran salir a desayunar con Irina e ir a comer al Santuario de dragones y pasar la tarde con Charlie.

—Se supone que confirmó, ¿verdad? —Irina está completamente aburrida y, por como está sentada en la silla, parece que está derretida en ella.

—Sí, la confirmación llegó tan rápido que parecía que no le había dado tiempo a leer la carta.

—Seguro que no la ha leído.

Dawn suspira porque, la verdad, Irina tiene razón. Seguramente vio la carta y solo vio la fecha y quien la enviaba. Tenía que haber dejado que fuera Neagu quien la enviase porque parecía que a ella no la tomaba en serio. Y debería hacerlo, tenían el mismo rango, su voto vale lo mismo en los congresos de la Confederación.

Pero a Aidan no parece importarle porque llega dos horas más tarde, cuando están a punto de irse a comer porque se han cansado de esperar.

—Delegado Callaghan, por fin decide honrarnos con su presencia.

Neagu se pone en pie y le estrecha la mano. Dawn respira profundamente, controlándose porque a ella no le de la mano si no un beso en la mejilla. Esos son para Bree y Damiano, sus amigos, no para él, un impresentable.

—Hemos tenido que apagar unos cuantos fuegos esta mañana —dice él y Dawn solo le da uno de los pergaminos, dejándolo en la mesa con más fuerza de la necesaria.

—Un aviso hubiera estado bien, Delegado.

A Irina se le escapa la risa, probablemente porque nota el enfado de Dawn y como la chica se está controlando. Cuando se gira sobre sus tacones y le da el pergamino a su amiga, que finge que no tiene ni idea sobre nada de lo que está escrito allí a pesar de haber ayudado a redactarlo.

Está en inglés, Dawn, no puedo fingir que no sé inglés si me das el que no es.

—Está en rumano, Dawn.

—Oh, que cabeza la mía, los he mezclado, perdonad.

Neagu sonríe, al igual que Irina, mientras que Aidan solo parece molesto. Y ni siquiera han empezado la reunión. Le ve leer el pergamino, poco a poco y niega cada pocos segundos.

—¿Tenéis una pluma?

Irina se hace la loca y solo mira su trozo de papel y Dawn se queda mirando a Aidan, esperando una explicación sobre por qué quiere una pluma cuando todavía no han empezado con la reunión. ¿Y cómo se atreve a ir a una reunión sin una pluma? Al final es Neagu quien se la tiende y el chico empieza a escribir.

—Vamos a empezar la reunión —dice Dawn, pero Aidan levanta la vista y la apunta con la pluma.

—Un segundo, Dawn, estoy haciendo unas revisiones.

Es la gota que colma el vaso. Dawn coge aire, pero sabe que es demasiado tarde porque está cabreado. Deja su pergamino en la mesa y se acerca hasta Irina, que parece que la entiende sin palabras.

¿Me dejas matarlo ya?

Todavía no, primero que acepte tener la asignatura en el Colegio y luego se lo entregamos a las sirenas del lago —le contesta tan rápido que Irina empieza a reírse sin poder parar.

Tengo que contarle a Nym que quieres matar a alguien.

—Es de mala educación hablar en un idioma que alguien no conoce, Dawn —Aidan sigue creyéndose estar por encima de todo, así que Dawn se gira para mirarle por encima del hombro.

—¿Y por qué no aprendes rumano, Aidan?

—¿Y por qué no aprende ella inglés? Además, ¿qué está haciendo aquí? Esto es una reunión de las Delegaciones, una cuidadragones no pinta nada en esta reunión —lo dice en un tono tan despectivo que Dawn teme que Irina le salte a la cara.

—Si se hubieras molestado en venir a la hora correcta lo sabría, Delegado Callaghan. Ahora, si nos disculpas, iremos a comer y continuaremos la reunión por la tarde.

—Sí, comer suena bien.

Aidan se levanta de la silla, pero Dawn se acerca hasta él y le vuelve a empujar hacia ella.

—No, no, Aidan, no queremos molestarte con la comida. Te dejaremos leer el documento tranquilamente y en silencio, estaremos de vuelta en...

—Una hora —dice Neagu, aunque por cómo sonríe, está claro que es mentira—. Conozco un restaurante que es bastante rápido,

Como Dawn había supuesto, no vuelven en una hora. El restaurante al que van sí que es rápido, de hecho han terminado de comer en media hora, pero deciden aprovechar el tiempo para tomar un café y preparar algunos puntos más de la reunión. Está claro que no va a ser fácil hacer que Aidan escuche, pero lo conseguirán.

Vuelven a la sala a las cuatro de la tarde. Aidan parece enfadado, pero no dice nada porque Dawn entra disculpándose por un terrible accidente en la cocina que les ha retrasado demasiado. Coge su pergamino y empieza a exponer.

Solo ha dicho tres palabras cuando Aidan la interrumpe preguntando por qué no lo presenta Neagu si es una asignatura que van a impartir desde el Santuario. Irina le insulta y Dawn decide traducirlo como que ha sido una propuesta de Irina directamente hacia ella sin consultar con su Delegado. Ahí llega un monólogo de varios minutos sobre la mala actitud de Dawn por actuar a las espaldas del Delegado Neagu y Aidan no para hasta que el anciano no dice que era plenamente consciente de lo que hacían y que habían tenido todo su apoyo.

Con cada punto que presenta Dawn, Aidan tiene una queja completamente distinta. Puede ser una queja por el libro seleccionado —no hay ninguno mejor—, por los horarios —pronto o tarde hace demasiado frío o no hay suficiente luz, en mitad del día pierden demasiadas clases o pueden perderse la comida— e incluso por los docentes. Poner a Irina como docente ha sido algo arriesgado porque supuestamente no habla inglés y los hechizos de traducción no son algo que Aidan acepte.

—Tienen que saber inglés. Todos.

—Por eso está Charlie, ¿te acuerdas de él? —Dawn se cansa, la verdad. Todavía no lo ha hablado con él, pero sabe que Irina lo ha hecho y el chico no se ha negado.

—Te advertí sobre él, Dawn, no puedes dejar que...

¿Qué te advirtió sobre Charlie? ¿Qué te dijo? ¿Qué está colado por ti y se quiere meter en tus bragas a todas horas?

Ten un poco de respeto sobre mi vida privada, Irina, al Delegado Neagu no le interesa saberlo —se pone roja cuando oye la risa del anciano.

Por eso el chico aceptó venir a la fiesta, ahora entiendo todo —bromea él y Dawn siente aún más sangre en las mejillas.

Aidan carraspea y Dawn se inventa rápidamente que Irina está dando un curso de inglés y que, para septiembre, será capaz de dar clases. Aidan insiste en que todos ellos deberán realizar un curso docente y Dawn se compromete a que lo hagan. Intenta buscar la mínima excusa para decir que no, pero Dawn tiene respuestas para casi todas sus quejas y, si no, las tiene Irina. Hacen un buen equipo y parece que Aidan lo sabe cuando se levanta de la silla.

—Te escribiré la semana que viene, quiero estudiarlo todo con detenimiento.

—Me parece una buena idea —le contesta.

Vuelve a despedirse de Neagu con un apretón de manos y de ella con un beso en la mejilla, pero esta vez Dawn finge que se tropieza y uno de sus tacones se clava con fuerza en el pie de Aidan, que se marcha cojeando. Y esa es una de la mejores sensaciones.

Sinceramente, has estado increíble y si ese inútil no acepta te dejo a Ramona.

Oh, no te preocupes, si no acepta buscaré sus trapos sucios y le destrozaré en el próximo congreso —Dawn lo dice con alegría e Irina sonríe.

Te he enseñado tan bien —finge que se limpia una lágrima y luego la abraza—. Nos merecemos celebrarlo, ¿vienes a cenar y luego salimos? Voy a preguntar a Nym que si puede escaparse un rato.

Tengo que hacer el acta de la reunión, en cuanto la acabe estoy en el Santuario.

Se despide de Irina y Neagu la felicita por haber tenido la reunión perfectamente controlada. Dawn solo puede estar orgullosa de ello y va hasta su despacho con ganas. Terminará eso e irá a cenar, saldrá de fiesta con sus amigos, escribirá incluso a Bree y a Damiano para que vayan. Van a celebrar que tienen esta victoria y, cuando Aidan confirme que acepta, lo volverán a celebrar. Solo espera que Irina no se lo cuente a Charlie todavía porque quiere hacerlo ella misma.

Reune todas las notas de la reunión rápidamente, intentando que sean claras y ya se ocupará al día siguiente de redactar un informe completo, lo único que quiere ahora mismo es acabar de trabajar para poder irse. ¿Quién le iba a decir que ella iba a querer hacer eso? Pero es la verdad, se muere de ganas, por eso apaga la luz de su escritorio incluso antes de haber terminado de escribir y, con la última palabra, deja todo sin recoger para ir directamente a la salida del Ministerio.

—¡Dawn, espera!

Piensa que no puede ser verdad, pero lo es, Aidan estaba apoyado en la pared del edificio, esperándola y ella intenta que no se note que le molesta.

—¿Qué haces todavía por aquí, Aidan?

—Quería invitarte a cenar —conoce ese tipo de sonrisa, una en la que intenta ser amable, carismático e intenta convencerla de que es buena persona.

—Lo siento mucho, Aidan, ya he quedado —le contesta y ella también sabe fingir, por eso finge que está triste—. Tengo la agenda bastante ocupada durante esta semana, tengo que volver este fin de semana a Inglaterra para presentarle al Delegado McAffee el proyecto.

—Yo también tengo unas cosas que tratar con él, podríamos vernos, al final no hemos ido a los acantilados —insiste y Dawn piensa en como va a salir de esa.

—Tengo mucho trabajo, Aidan, con lo de crear una nueva asignatura... ya sabes que tiene que pasar por el director Dumbledore y también la Oficina Educativa tiene mucho papeleo.

Las excusas se acaban y Aidan lo sabe, por eso vuelve a presionar. Ella sigue poniéndolas hasta que el chico llega al punto clave.

—Venga, Dawn, ¿por qué no vienes por el Ministerio irlandés? Me gustaría discutirlo allí contigo más tranquilamente.

La está manipulando, lo sabe, pero le funciona, porque necesita su firma en esos papeles, si no nunca pasarán por los filtros correctos y todo quedará en nada.

—Iré a verte la semana que viene, Aidan.

No le gusta darle ese poder, lo odia, pero a veces hay que perder para poder ganar.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Convencer a Ian es lo más sencillo porque al anciano le gusta la idea de renovar el curriculum de Hogwarts. Murmura algo de que las asignaturas no pueden seguir siendo las mismas eternamente y que parece un buen comienzo y Dawn decide bromear con que llevan estudiando las mismas asignaturas desde que él estudió en el colegio o, lo que vendría siendo lo mismo, desde la prehistoria.

Se gana una expulsión del despacho y un piso en Rumanía para lo que queda de verano —según Ian porque sí no se va la echa de la Delegación—, pero se ríe demasiado así que sabe perfectamente que el anciano no va en serio y por eso llega a Hogwarts con una sonrisa para hablar con el director Dumbledore.

Queda tan solo una semana para la última prueba del torneo y todo el colegio parece estar expectante por ello, incluidos los cuatro campeones. O, bueno, tres de ellos, porque el cuarto parece estar perdido. Dawn no se para a hablar con Harry ese día porque Ron está con él y no quiere discutir en esos instantes.

Pero sí que se para cuando sale, con los papeles firmados por el director Dumbledore y con una gran sonrisa en la cara. Harry parece estar un poco perdido en sus pensamientos mientras que mira al cielo desde el césped y responde a Ginny con tranquilidad. Mientras tanto Ron tiene un brazo por encima de los hombros de Hermione y Dawn tiene claro de que, si estuvieran solos, se estarían liando.

—¿Qué tal, chicos? ¡Cuánto tiempo sin veros!

Ron se queda mirándola sin entender qué está pasando y la cara de Ginny es una mezcla bastante rara, pero a Dawn la verdad es que le hace bastante gracia. No pueden quitarle la alegría que está sintiendo en esos momentos, por mucho que la odien.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —escupe la chica y se puede notar su odio, no la culpa la verdad, ella fue a su primer año en Hogwarts y, cuando volvió por las vacaciones de Navidad, su hermano mayor se había ido de casa sin despedirse.

—Trabajo para la Delegación, Ginny, lo sabes, llevamos asuntos del colegio —le contesta y levanta sus papeles—. Deseadme suerte para que consiga la última firma porque, si es así, cuando lleguéis a sexto tendréis una sorpresa.

—¿Una sorpresa? —Harry deja de mirar al cielo, pero no se mueve del césped—. ¿Tiene algo que ver con tu tío, Dawn?

—¿La llamas Dawn? —Ginny parece ofendida por la idea y Harry se encoge de hombros.

—Me lo dijo ella.

—¿Has hablado con ella y no nos lo has dicho? —Ron parece herido y Harry pone los ojos en blanco.

—Sois unos dramáticos, los dos.

—Creo que va con el apellido —añade Dawn y los dos Weasley parecen estar a punto de querer matarla, pero no puede evitar sonreír cuando ve como Hermione intenta taparse la boca por la risa—. También creo que ella está de acuerdo.

Empieza a andar de espaldas, sin dejar de mirar a Ron, que parece indignarse porque a Hermione le esté haciendo gracia, lo cual solo demuestra un poco más que está siendo algo dramático.

—Tengo que marcharme de nuevo a Rumanía para terminar de preparar todo, pero quizá este verano tenéis un adelanto de la sorpresa —les dice, viendo que no van a dejar de fingir que pelean, pero eso basta para que lo hagan—. Ha sido un placer veros de nuevo, chicos. Suerte en la prueba, Harry, seguro que lo haces genial.

—¿No vas a venir? —pregunta el chico y ella niega rápidamente, a pesar de que el chico parece algo decepcionado porque no vaya.

—Tengo... otros planes.

No los tiene, al menos todavía, pero espera tenerlos. Con Charlie. Además, pasarse un tiempo indeterminado mirando matorrales no está en sus planes, ¿por qué no hacen como los muggles y les ponen cámaras para poder seguir a los campeones? Seguro que tenía mucha más emoción que mirar un montón de césped. En la tele del hotel ha visto demasiados realities como para entender qué es lo que le gusta a la gente.

Supuestamente no tiene que volver a Rumanía hasta el domingo por la tarde, pero todavía le quedan veinticuatro horas así que vuelve a casa. Sabe que está vacía porque junio es un mes complicado para el comercio por lo cercanas que están las vacaciones y su padre está en la ubicación súper secreta del Ministerio de Magia donde evalúan a los aurores. Cuando vuelva de allí también lo hará Nymph, convertida en auror y tiene demasiadas ganas de celebrar eso con su amiga.

Dormir parece la mejor idea que ha tenido Dawn en días, sobre todo viendo como son los siguientes días en Rumanía. Las Delegaciones empiezan a estar inquietas, sabiendo que solo queda un año para el próximo congreso y empiezan los preparativos. Las cartas empiezan a acumularse durante toda la semana sobre su escritorio y, por mucho que lo intenta, no consigue bajarlas. Ahora tiene casa allí, por lo que lo único que hace es pasarse un rato por el apartamento para ducharse, dormir un par de horas y volver a trabajar. Se muere de ganas de enseñársela a Charlie, pero no tiene tiempo para decirle que vaya a verla.

Irina se pasa una tarde por el Ministerio, lista para echarle la bronca por haber vuelto a ignorar a Charlie durante todo lo que llevan de semana, pero lo que se encuentra es a una Dawn a punto de echarse a llorar porque no entiende porque la escriben a ella desde Zambia cuando Ian sigue siendo la cara más visible.

—Te vienes al Santuario, ahora mismo, estás hecha un desastre —dice su amiga, pero Dawn niega.

—Tengo demasiadas cosas que hacer, si quieres que trabajemos en la asignatura durante el verano tengo que conseguir librarme de esto cuanto antes.

—Dawn, ¿cuánto has dormido?

—¿Hoy o en lo que llevamos de semana?

—En toda la semana.

—Unas... ocho horas. Creo. Eso está bien para dos días, ¿no crees?

Se centra en lo que está haciendo e ignora a Irina, no lo hace adrede, pero justo ha conseguido comprender, entre toda palabrería, lo que quieren en Zambia. Se están corriendo los rumores y ellos también están interesados en crear nuevas asignaturas para su escuela de magia, así que quieren saber como se hace. Solo tienen que leer los documentos oficiales, pero todo es estrategia, ellos se interesan en ella y muestran así su apoyo. Cuando Ian se retire contará con la Delegación de Zambia como aliados, algo que siempre tendrá en cuenta.

Quizá es así como puede cambiar las cosas a mejor.

—Dawn.

Esa no es la voz de Irina, lo sabe porque le da escalofríos. Charlie nunca ha ido a verla al trabajo, no a este al menos, pero está allí, en la puerta del despacho. No hay ni rastro de Irina por ninguna parte, pero está claro que ha tenido que llamarle para que venga. Y no está escrito, pero parece que ambos ignoran el trabajo de Dawn en ese intento de no volver a estropear lo que sea que tienen y que parece que pende de un hilo.

—¿Qué estás haciendo aquí, Charlie? —intenta fijarse en él, de verdad, pero tiene que terminar esa carta y mandarla. No quiere hacer esperar a esos aliados, los va a necesitar si quiere enfrentarse a Aidan.

Un momento, ¿por qué va a querer enfrentarse a Aidan? No ha hecho nada, ¿no? Bueno, no firmar la carta de momento, pero ella todavía no ha tenido tiempo de ir a Irlanda, lo que le recuerda que tiene que avisarle de que no va a poder ir y coge otro trozo de pergamino, lista para escribirle y...

—¿Siempre va a ser el trabajo, Dawn?

Lo que siempre han evitado sale y el bolígrafo de Dawn queda suspendido frente al pergamino. Lo suelta como si quemase y se pone en pie, avanzando hacia Charlie. Hace horas que se ha quitado los tacones porque no los necesita para estar sentada en un escritorio así que no hace nada de ruido cuando va hacia él.

—No, no va a ser siempre el trabajo, es que esta semana ha llegado tanto que...

—Ibas a venir a cenar el lunes —el tono es acusador y Dawn no le culpa, por eso se acerca a él y le busca la mano, pero Charlie la rechaza de una forma no muy sutil—. A comer el jueves.

—Pero eso es mañana, Charlie, no puedo haber ido todavía.

—Es viernes, Dawn.

No puede ser viernes porque eso significa que, desde el domingo, solo ha dormido ocho horas en toda la semana. Aunque, ahora que Charlie lo dice, quizá ayer no volvió a casa. No lo sabe, está demasiado cansada y, de repente, ahora que no está haciendo nada, todo vuelve de golpe y empieza a llorar. Es estúpido, no puede llorar porque tiene demasiado trabajo, pero lo está haciendo y, cuando se acerca a Charlie esta vez, él no la rechaza.

—No puedo más, Charlie, es demasiado trabajo —consigue decir entre los sollozos y el chico solo la abraza con más fuerza.

—Necesitas dormir.

Lo que necesita es dejar el trabajo durante un tiempo, pero no lo dice y solo asiente. Es un ritmo que no le desea a nadie, es imposible seguirlo, quizá por eso es tan solitario, lo ve en Ian y ya le advirtió sobre ello. Todos los demás parecen estar bien, consiguen balancear su vida, pero ella no lo hace, deja que la consuma hasta que no puede más y se lleva por delante todo lo que le importa.

Charlie es quien la guía por los pasillos del Ministerio una vez Dawn se ha calmado. Está listo para desaparecerse hasta el Santuario en cuanto pongan un pie en la calle, pero Dawn es algo más rápida y los hace desaparecer directamente hasta el salón del apartamento. Todavía no tiene nada de vida, pero se la dará, tiene que pasar mucho tiempo por allí durante el verano, le servirá comprar cosas que, en septiembre, podrá llevarse a su nueva casa. Y Charlie podrá ayudarla a elegir la decoración.

—¿Dónde estamos? —pregunta el chico, aunque sabe la respuesta, pero no quiere emocionarse, no quiere tener nada de esperanza, no cuando ha visto lo que un poco de trabajo hace con Dawn.

—Es el apartamento que me ha dado el Ministerio de Magia para todo el verano.

Los zapatos de tacón se quedan en el centro del salón y Dawn se suelta el pelo. La chaqueta del traje no tarda en estar de cualquier manera en el sofá y la chica va directa hacia la habitación. No se había dado cuenta de lo grande que es la cama, pero tampoco le da mucho tiempo a pensarlo porque se queda dormida de inmediato.

Y cuando se despierta Charlie está a su lado, con un brazo sobre ella y los ha tapado a ambos con una manta. El estómago de Dawn ruge y ella se mueve con cuidado para intentar ir a la cocina a por algo de comer. Aunque no hace falta porque parece que Charlie ha pensado en todo y en la mesilla hay un sandwich y una botella de agua. Son las tres de la mañana y debería estar bastante despierta, pero no, en cuanto termina de comer no puede evitar volver a tumbarse, buscando de nuevo a Charlie.

La próxima vez que despierta es tan solo tres horas más tarde y está lista para volver al trabajo. Tiene fuerzas suficientes, no necesita más que un último empujón y terminará todo y la semana siguiente estará libre para no hacer más que lo mínimo indispensable. Pero Charlie también está despierto y no piensa lo mismo que ella.

—¿A dónde te crees que vas? —la ha agarrado de la mano suavemente y se le nota que se acaba de despertar.

—A ducharme, tengo que conseguir acabar todo lo que me falta, ya estoy muy cerca y debería poder terminar todo entre hoy y mañana.

—Es sábado, Dawn.

—Tú también trabajas los sábados —le contesta, pero el chico aprovecha y tira de ella para devolverla a la cama.

—Porque los dragones tienen que comer, solo los alimentamos —la abraza mientras habla, sin dejarla ir y Dawn suspira—. Esos Delegados pueden esperar hasta el lunes.

—Pero es importante que... —intenta explicarse, pero Charlie no la deja, se mueve hasta que la atrapa debajo de él.

—Quédate conmigo —le susurra al oído.

Y Dawn solo puede buscar sus labios. Se queda, esta vez no se va, Charlie tiene razón, los planes pueden esperar, no necesitan la respuesta ya, buscan su apoyo, ella no busca el suyo. Ella es quien tiene el poder, no todos los Delegados que la escriben. Y con tanta respuesta rápida, está claro que piensan que la tienen ganada.

No les va a dejar ganar.

De la cama pasan a la ducha, de la ducha a la cocina y de la cocina al sofá. No se separan en todo el día, ríen, se besan, disfrutan del otro. Es lo que tendría que haber sido y nunca fue porque el trabajo de Dawn se interpuso entre ambos, pero no lo va a hacer, ahora no. Ya tiene el puesto, no necesita seguir demostrando que lo merece, es suyo desde hace un año y no tiene sentido que siga esforzándose tanto.

Así que se queda en casa, con Charlie. Casi puede sentir ese apartamento como suyo, de los dos, a pesar de que no tiene nada que diga que es de ambos más que la ropa que hay por el suelo. A Charlie no le molesta ir solo en ropa interior si con eso consigue ver a Dawn utilizando su camiseta, una que es muy fácil de levantar para jugar con el elástico de la ropa interior de ella.

Y Charlie quiere decirlo, las palabras le queman en la garganta, casi salen más de una vez, pero no se atreve. No se atreve a decirle a Dawn que lo intenten de nuevo, que pueden con esto como no pudieron antes. Se muere de ganas de decírselo mientras ven una película muggle en la televisión del apartamento, con Dawn tumbada sobre él. No sabe ni siquiera de que va la película porque lo único que ha hecho es mirarla desde que empezó y acariciarle la espalda por debajo de la camiseta, disfrutando de la ausencia del sujetador.

Y, contra más la mira, más ganas tiene de decírselo. Que lo intenten. Que la sigue queriendo. Que nunca ha dejado de hacerlo.

Pero no lo hace, porque no quiere que vuelva a salir corriendo, no quiere que vuelva a dejarle así que se lo guarda todo. No sabe porqué, o si lo sabe, porque nota como Dawn no ha dejado de sonreír desde que se han levantado de la cama y hay algo diferente en como se acerca a él, mucho más confiada, mucho más dispuesta a darlo todo por ellos.

—No estás viendo la película —le dice, seguramente porque ha notado que no deja de mirarla, así que Charlie sonríe.

—Estoy mirando algo mucho mejor.

—Que sepas que te estás perdiendo la mejor parte.

Dawn levanta la cabeza, sonriendo, y busca los labios del chico. El mando está por algún lado del sofá y cuando Dawn se aleja un poco lo busca para apagar la televisión.

—¿No decías que estaba perdiéndome la mejor parte? —pregunta el chico, pero Dawn sonríe y se pone en pie, estirando la mano hacia él.

—Creo que la mejor parte está en nuestra cama.

Lo vuelve a ver cuando Dawn dice nuestra cama, Charlie se levanta rápidamente del sofá y la coge en brazos, entre las risas de ambos hasta que llegan a la cama. Su cama, de los dos. No necesita más confirmación para saber que han vuelto, por eso la besa en cuanto la deja en la cama, buscando sus caderas para tirar de las bragas hasta los tobillos de la chica. La camiseta le molesta más que nunca y por eso empieza a subirla, pero sin apartarse de ella. Nota las manos de Dawn intentando desnudarle y la impaciencia le puede porque es el único motivo por el que se separaría de ella ahora que han vuelto.

Porque no importa lo que les lancen, no importa lo que pase, serán más fuertes, lo superarán, por eso Charlie abraza a Dawn mientras que llora cuando, horas más tarde, recibe la carta y el traslador.

La carta que dice que el tío Barty está muerto, que el primo Barty está vivo y que ella tiene media hora para volver inmediatamente a Inglaterra.

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Yo en marzo: brutal la trama está de que el Barty se quede vivo y tal apúntate eso y ya desarrollas todo luego.
Yo al escribir todo: hostiaaaaaa la trama del Barty que se me olvida

Y así es como he tenido que añadir todo de último momento JAJAJAJAJ debería revisar más mis notas en fin veréis que risa cuando vuelva a leerme la nota del móvil kilométrica donde tengo todo

Un donut se ha interpuesto en mi camino y por eso subo a estas horas, I'm back y nos vemos la semana que viene porque ese capítulo también me gusta mucho si no me equivoco y poned velitas para que pueda terminar el 23 y el 24 antes de la subida del siguiente para tener un no parar de dawn 🕯️

Quedan menos de dos días para midnights y voy a estar insoportable voy avisando JAJAJAJAJ

Mil gracias por leer a Dawn y Charlie, they're back together and I love them ❤️

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