𝑆𝑖𝑒𝑡𝑒
—Tienes nuevos deberes, británico —dice Irina, acercándose a Charlie para darle un abrazo y el chico deja de hablar con Helena para girarse a mirar a Irina.
Sabe perfectamente que la ve, en la puerta del almacén, sin atreverse a entrar. En pijama. Esta en pijama. Por Morgana, la cosa no puede ir a peor, pero por mucho que piense en que no puede ir a peor sí que puede ir a peor porque Charlie es el británico del que todos hablan y quien va a enseñarle sobre los dragones.
—Hola, Dawn —dice Charlie y ella coge aire para entrar, por fin, al almacén.
—Hola, Charlie.
—¿Os conocéis? —Irina lo pregunta con una curiosidad que no puede ocultar y Dawn asiente.
—Íbamos juntos a Hogwarts —murmura Dawn y Charlie sonríe.
Pero sonríe a Irina.
—Eres una cotilla.
—¡Claro qué lo soy, ahora sabré que te pasó para llegar aquí en mitad de la noche pidiendo trabajo!
—¿Qué?
A Dawn se le escapa y mira a Charlie, que aparta la mirada y vuelve a mirar a Helena.
—¿Le habéis dado la ropa? —pregunta y Helena niega.
—¿No ves que está en pijama?
Charlie chasquea la lengua y murmura algo que Dawn juraría que es rumano, pero no llega a entender por la distancia a la que están. Y se va. Sin más. Se va del almacén y ni Helena ni Irina le dicen nada.
—Ya ha vuelto el ermitaño —Irina suspira y se acerca a su madre—. ¿Tienes preparado todo?
—Lo preparé anoche, lo que no sé es por qué no se lo has llevado para que no vaya en pijama —responde Helena y se acerca hasta Dawn con un montón de ropa—. Cuando te acerques a los dragones la chaqueta es obligatoria.
Dawn asiente, no hace falta ser muy inteligente como para entender que la chaqueta es de piel de dragón, lo único que puede protegerte ligeramente del fuego.
Se despide de ambas con un murmullo mientras que las dos discuten —Irina no deja de decir que qué más da, si todo el mundo va en pijama a desayunar durante el verano y su madre no deja de regañarla— y vuelve a su casa. De la que, sinceramente, se está planteando no salir.
Quizá puede pedirle a Irina que sea ella quien la enseñe. O quizá Müller tiene algo de tiempo para ello, tampoco necesita mucho, solo que le cuenten qué hacen cuando un dragón se descontrola y cómo volver a controlarlo. También quiere saber cuáles son los tres dragones elegidos para ir a Hogwarts y quiénes van a ir con ellos. No necesita dos semanas, se puede ir antes de tiempo y no habrá ningún problema, bastará con ese pequeño informe para que los demás Delegados estén tranquilos. Definitivamente tiene que ir a hablar con el Jefe Harvey y explicarle que no son necesarias las dos semanas.
Dawn se viste rápidamente con su propia ropa, ignorando completamente lo que le ha dado Helena. No va a acercarse a los dragones, va a ser algo puramente teórico, debería haber dicho eso desde el principio, debía haberlo explicado mejor y no haberse dejado llevar por la curiosidad. Todo lo planea perfectamente al milímetro, pero ha dejado que eso se vaya de las manos como dejó que sus planes se escaparan cuando empezó a salir con Charlie.
No debía haber pasado y, definitivamente, esto no tiene que pasar. No tiene que ser su profesor particular y no tienen que verse. Lo mejor es que se vaya, en cuanto le expliquen rápidamente todo recogerá sus cosas y se irá de allí. O quizá recoge primero, en un momento, y luego irá a hablar con el Jefe Harvey para poder irse a Inglaterra en cuanto le hayan contado todo. Podrá aprovechar las dos semanas para descansar en casa, irá a ver a su tía y la ayudará con el jardín. Seguro que le gusta esa idea. Y luego se podrán ir a una playa en las Maldivas si es lo que quiere. O pueden hacerlo en esos momentos, lo que su tía quiera.
La cuestión es irse del Santuario de dragones cuanto antes mejor.
Por suerte no ha sacado casi nada de la maleta, solo algunas de las bolas de nieve que ha puesto sobre la mesa del pequeño salón para hacerlo un poco más su hogar. Antes de irse de Rumanía tiene que conseguir una de aquí, así que quizá cuando salga corriendo del Santuario, en lugar de ir directa al Ministerio, puede ir a dar una vuelta por las calles de la capital. Encontrará una tienda donde podrá comprar una de esas bolas y se unirá a su colección. Con eso acabará el viaje y podrá volver a su vida normal.
Pero cuando coge la bola de nieve de Italia, la que Damiano había encantado, no tarda en agitarla para que la nieve se mueva sobre ellos y se deja caer en el sofá, aplastando el ejemplar de El Profeta que le ha llegado esa mañana.
Quizá no es tarde para eso. Quizá pueden ser amigos.
Dawn se levanta del sofá y abre la puerta, dispuesta a ir a buscar a Charlie para decírselo.
No le hace falta porque se choca con él nada más salir.
—¿Qué haces así vestida? —pregunta y Dawn se mira.
—¿Qué tiene de malo mi ropa?
—Que Wallace te puede quemar si le caes mal —responde Charlie y Dawn le mira, con miedo—. Era broma, no voy a dejar que Wallace te queme.
Dawn quiere reírse, de verdad, pero por cómo está a lo mejor si vuelve a abrir la boca le vomita la cena. Nota el corazón demasiado acelerado, tanto que oye perfectamente sus latidos y sabe que es imposible que Charlie los oiga, pero ¿y si los oye? Puede hacer aún más el ridículo que cuando se han visto y ella estaba en pijama con un abrigo por encima.
—¿Por qué no te cambias a la ropa que te ha dado Helena? —Dawn abre la boca, pero la vuelve a cerrar rápidamente. No le va a contar que iba a irse—. ¿Y has desayunado?
—Todavía no.
Charlie asiente y se apoya en la pared de fuera.
—Te espero a que te cambies y vamos a desayunar. No me importaría repetir.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
—¿Qué tal va todo, cielo?
Ha llamado a sus padres, a pesar de que odia llamar por la red flu. Pero que los dos se metan en la chimenea no es una opción, es mucho mejor que lo haga ella así que lo hace. Por sus padres.
—Estoy intentando ser amiga de un gales verde común —les dice Dawn y parece que a sus padres les va a dar algo—. ¡Todavía no le tocado!
—¿Todavía? —pregunta su madre y Dawn asiente—. ¡Dawn!
—Charlie no va a dejar que me pase nada, mamá.
Lo suelta sin pensar y sus padres se quedan callados. Entonces se agachan frente a la chimenea y se sientan en el suelo.
—¿Charlie? ¿Tu Charlie?
—No es mi Charlie, papá —aparta la mirada de sus padres mientras que lo murmura, lo cual es problable que no le de ningún tipo de credibilidad, pero es la verdad—. ¿Sabíais que está trabajando en el Santuario de Dragones de Rumanía?
Sus padres se miran entre sí.
—Puede que oyera algo en el ascensor del Ministerio antes de los mundiales —dice entonces su madre, lentamente y Dawn la mira.
—¿Y no me dijiste nada?
—No quieres hablar de Charlie, hija, ¿cómo querías que te lo dijera? —se defiende su madre y Dawn niega
—Tengo que irme, mañana madrugo —les contesta y sus padres vuelven a mirarse.
—Dawn, cielo, no ha sido...
—Da igual, mamá, no pasa nada —Dawn la interrumpe y luego sonríe—. No ha salido el tema, nada más.
—Pero...
—Ha sido una sorpresa verle, nada más, pensaba que seguía en Inglaterra, en la reserva de allí.
—Eso es lo que pensábamos nosotros, cariño —interviene su padre, pero Dawn tiene claro que eso no es verdad. Probablemente hayan hablado con Arthur y sepan, desde hace tiempo, que Charlie ya no estaba en Inglaterra.
—No importa, de verdad, son cosas que pasan —habla con una alegría que no siente—. ¿Hablamos en el fin de semana? Tiene pinta de que mañana va a ser un día de no parar, uno de los dragones está enfermo y darle la medicina es una pesadilla, necesitan todas las manos posibles.
—Claro, cariño, llámanos el sábado, ¿vale? —dice su padre rápidamente y Dawn asiente.
—Hasta el sábado, os quiero.
—Nosotros más, cielo.
Saca la cabeza de la chimenea y respira hondo. No pasa nada porque lo supieran y no dijeran nada. No pasa nada porque son sus padres y no querían hacerla sentir incómoda porque ella no habla de Charlie. Nunca habla de Charlie, por más que sus padres lo intenten. Cuando volvió después de la ruptura intentaron contarles algo, pero Dawn les interrumpió con lo que había visto en Grecia. Y luego cambió de tema, una y otra vez hasta que sus padres se cansaron y dejaron de hablar de Charlie.
La única que seguía intentando hablar de Charlie con ella era la tía Adalynn y la abuela Margaret, que echaba de menos al chico. Dawn quería llorar cada vez que su abuela le decía que le diera algo que había preparado para Charlie. No tenía el valor suficiente para decirle a su abuela que ya no hablaban, así que la anciana seguía creyendo que eran amigos.
Dawn se levanta rápidamente del suelo y va hacia la cocina. Sabe que tiene té por allí, lo ha cogido después de la cena del almacén por recomendación de Müller, que opina que las mañanas empiezan a ser demasiado frías como para salir a desayunar a la cafetería. La verdad es que ella está de acuerdo, prefiere desayunar tranquilamente en la soledad de su cabaña que ir al comedor donde todos la miran.
Además, le gusta el sofá y le gusta mirar el fuego de la chimenea. Quizá puede encenderlo también por la mañana y desayunar con él de fondo, tal y como va a hacer ahora mientras que se bebe el té para relajarse un poco.
La mirada se le va a la bola de nieve de Finlandia, sin poder evitarlo. Hace mucho que no la mira detalladamente, a pesar de que siempre la saca y la deja sobre la mesilla o la mesa más cercana que tiene. Es su amuleto de la suerte, quiera o no. Así que la coge y la agita. Siguen siendo ellos bajo toda esa nieve, casi dos años más jóvenes que ahora, con menos ojeras, con más amor.
—¿Dawn?
La bola de nieve se le cae de las manos y, por suerte, cae sobre la alfombra y no se rompe. Dawn la coge rápidamente y la deja en la mesa con cuidado antes de acercarse a la chimenea, donde la cabeza de Aidan asoma.
—Me has asustado, Aidan —le dice y el chico se ríe.
—Perdona, te he intentado llamar antes, pero no me ha dejado.
—Estaba hablando con mis padres —responde ella.
No han hablado desde que se fue, enfadado, del despacho del Delegado Neagu. No se ha molestado en preguntar nada, solo la había liado en el despacho, fingiendo unos aires de grandeza que Dawn no entendía de dónde los había sacado cuando había sido siempre encantador.
—Perdona que me fuera tan rápido, quería esperarte, pero me llegó una nota urgente del Ministerio y...
—No hay problema, Aidan, son cosas que pasan —le responde, sonriendo.
—Están siendo unos días locos, la verdad, con todo eso de que en nada llegarán los colegios a Hogwarts... —es una excusa bastante mala además, por mucho que Aidan intente maquillarla.
—Esta última semana va a ser dura, ¿estarás en Hogwarts para recibirlos en nombre del colegio? —le pregunta, sabiendo ya la respuesta.
—Me temo que no, será un evento sin Delegados, por lo visto, no nos quieren por allí.
No sabe si es mentira o de verdad Aidan piensa que no van porque Dawn sabe que el Delegado McAffee va a ir. Se suponía que ella tenía que estar allí, pero gracias a Ian se había librado de pasar allí esos dos días. Y es probable que la haya cargado porque tiene pinta de que no le han invitado.
—Oh, no me había enterado —le contesta ella a cambio y Aidan asiente.
—Tengo que ir a Estados Unidos de hecho, el MACUSA de nuevo, ya sabes como son —dice e intenta que suene como una broma que Dawn le sigue, a pesar de que no tiene ningún sentido.
—Si ves a Bree por allí mandala saludos de mi parte —le dice y Aidan asiente.
—Por supuesto, creo que coincidimos en una reunión.
Dawn no entiende por qué miente sobre Bree porque ella tiene reuniones, sí, en Argentina. Y quiere preguntar, pero no así, no por la red flu cuando es mucho más fácil que Aidan mienta una y otra vez, como tiene pinta que va a hacer.
—¿Qué tal todo por el Santuario de dragones? —pregunta Aidan y Dawn sonríe.
—Son muy simpáticos, es una pena que no te dejen entrar —le dice—. Te encantaría conocer a Ramona.
—¿Quién es Ramona?
—El colacuerno húngaro, es una dragona de lo más encantadora —contesta ella, riendo. Pero a Aidan no parece hacerle tanta gracia.
—¿Se llama Ramona?
—También está Wallace, es un galés verde común, es bastante amigable, Irina confía en que voy a poder tocarle antes de irme —le cuenta y se sienta en el suelo con la taza de té en las manos—. Creo que va a ser mi dragón favorito, aunque todavía no conozco al resto, solo a esos dos.
—¿Crees que vas a estar las dos semanas? —Aidan cambia de tema como si nada y Dawn asiente.
—Sí, es el trato con el Santuario —responde, pero Aidan no la está escuchando.
—Había pensado en que podrías volverte unos días antes a Irlanda e ir a ver los acantilados de Moher, ¿conoces el mito? —pregunta y Dawn niega—. Te encantará el sitio, te contaré la historia cuando vayamos y...
Dawn finge un bostezo, uno enorme para que parezca que está totalmente agotada y luego se tapa la boca rápidamente. Se le da bien fingir.
—Lo siento mucho, Aidan, que vergüenza, continua, por favor —dice, tapándose la cara para que no se note que, en realidad se está riendo.
—Disculpa, Dawn, no me había dado cuenta de la hora, aquí es mucho más pronto —dice y Dawn asiente.
—Intentaré hacer un hueco para ir a ver los acantilados.
Aidan se despide, pero intenta alargar un poco más la conversación así que Dawn vuelve a bostezar y, por fin, el chico pilla la indirecta y desaparece de la chimenea. Definitivamente tiene que pedirle a Irina que desconecten esa chimenea de la red flu o, al menos, que solo se permita ser utilizada como punto de origen y no destino porque no podría aguantar otra llamada de Aidan.
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—Supongo que vas a ser uno de los que vaya a Hogwarts.
Dawn se atreve a preguntar a Charlie por el Torneo después de una semana. Hasta entonces no han hablado de nada que no sean los dragones y lo han mantenido todo de forma completamente profesional. Sigue siendo una pregunta profesional, pero es una que puede dar lugar a mayor conversación y Dawn se siente preparada.
—No nos vamos a llevar al colacuerno hungaro así que... no.
—Ah.
—¿Ah qué?
—¿Por qué no vas tú? —pregunta Dawn y Charlie se encoge de hombros.
—Porque donde esté el colacuerno estoy yo, soy el único al que solo quiere quemar un poco.
—¿Y cuáles son los que lleváis?
—El galés verde, el bola de fuego chino y el hocicorto sueco. Son los tres más tranquilos que tenemos, Harvey ha convencido al Delegado de aquí para que cojamos a los más dóciles.
—Menos mal —murmura Dawn y Charlie asiente.
—¿Estarás en Hogwarts? —pregunta y Dawn asiente.
—Vigilando la prueba, el resto de Delegados... bueno, están un poco alterados después de lo de la Marca Tenebrosa en los Mundiales.
Charlie asiente y abre la boca. Luego la cierra y mira al ridgeback noruego —Norberta— para luego mirarla a ella de nuevo.
—Gracias por lo del Mundial —dice, y parece que le cuesta hablar—. No me diste tiempo para agradecértelo.
—No fue nada,ya te lo dije, mi tío siendo... mi tío.
—Hermione no opinaba lo mismo, le gustaste —dice Charlie y Dawn le mira—. Creo que te admira.
—No me conoce.
—Ha leído sobre ti. Me estuvo preguntando por tu puesto —comenta como si nada— le estuve contando un poco por encima lo que recuerdo.
—Oh —evita mirarle, fingiendo que la hierba es mucho más interesante.
Charlie parece que quiere volver a hablar, que quiere preguntar, pero no dice nada. Se acerca a la comida de Norberta —esta semana le toca una ballena por lo visto— y prepara un cubo para luego meterse dentro del hábitat.
—¿Vienes? —pregunta pero Dawn niega rápidamente.
Charlie extiende su mano y Dawn se queda mirándole.
—Venga, no dejaré que te pase nada.
Dawn duda, pero le acaba cogiendo la mano y entra en el hábitat del ridgeback noruego por primera vez. Se esconde detrás de Charlie cuando Norberta llega a por su comida y él la acaricia la cabeza como si nada antes de salir de allí de nuevo mientras oyen como la dragona come.
—Me ha gustado volver a verte, Dawn.
Charlie se aleja de allí antes de que Dawn pueda contestar.
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¿Dawn y Charlie? Son mis padres la verdad, los quiero tanto es que buah
Solo digo Aidan imbécil y que el capítulo de la semana que viene está... os dejo ahí el hype eh
Nos vemos el martes que viene ❤️
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