𝑂𝑐ℎ𝑜
Lo que ha sacado en claro de esa primera semana es que el tiempo pasa muy rápido cuando estás de vacaciones. O medio de vacaciones. Sigue teniendo que madrugar, pero no tiene que rellenar papeles ni tiene que estar en reuniones aburridas. Puede ver la luz del sol en lugar de estar todo el día encerrada en un despacho y puede oír los pájaros en lugar de las páginas pasando una y otra vez y el ruido del bolígrafo contra el papel.
Empieza a pensar lo que, en un futuro, le gustaría hacer. Tener una casa en mitad del campo. O en un pueblo pequeño. Tener dos pisos y tener jardineras con flores en todas las ventanas. Le gustaría tener un pequeño despacho en el segundo piso desde el que puede trabajar todos los días y solo tener que ir al Ministerio en ocasiones realmente especiales. Le gustaría tener una pequeña cocina donde poder hacer bizcochos los domingos y poder comerlo todos los días para desayunar mientras que camina descalza por su casa con el pelo recogido en un moño imperfecto en lugar de uno perfecto. Con camisetas grandes y pantalones cortos en lugar de trajes perfectamente pensados para causar la mejor impresión.
Y adora sus trajes, adora su moño perfecto y adora sus tacones, pero también le gustaría tener una vida más sencilla, más llena de luz. A veces quiere ser solo Dawn y no la Delegada Lewis.
Por eso le está gustando tanto el Santuario de dragones. Allí es solo Dawn. Y le gusta volver a ser solo Dawn.
Pero se le acaban los días.
Charlie se ha tenido que volver a ir y Dawn ha descubierto que, en realidad, trabaja tanto en el Santuario como en el refugio de animales de Rumanía. Que pidió un traslado poco después de que rompieran y luego fue cuando apareció en mitad de la noche en el Santuario. Al menos eso es lo que le cuenta Müller, que es tan cotilla como Irina y los dos quieren saber más sobre cómo era Charlie antes y lo que le hizo ir a Rumanía.
Dawn no contesta ninguna de las veces, si Charlie no ha hablado de ella será por algo. Así que se queda callada y se encoge de hombros. Müller es de los que opina que le rompieron el corazón, Irina solo dice que se cansó de cuidar criaturas aburridas en Inglaterra y fue a Rumanía para sentir un poco de emoción. Luego está Blestem, que dice que los británicos son horribles porque le hicieron algo horrible a su prima y finge que no quiere saber nada de por qué Charlie fue a Rumanía.
Quizá son las dos o quizá no es ninguna de ellas, pero Dawn no pregunta a Charlie por qué está en Rumanía cuando vuelve del refugio.
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—La idea es volver el día uno por la tarde —les dice a sus padres cuando habla con ellos por la noche—. Quiero pasar por Bucarest antes de volver a casa.
—¿Quieres hacer turismo? —pregunta Paul y Dawn asiente.
—Estaría bien cambiar un poco, ¿no? No puedo estar siempre trabajando —sus padres sonríen y Dawn también lo hace—. Además, tengo que comprarme una nueva bola de nieve. Quizá le pido a Irina que me acompañe a comprar una.
—¿Irina quien era, cielo? —pregunta su madre y Dawn finge estar molesta.
—¡Mamá, te lo he contado ya! —bromea, pero parece que a su madre no le hace tanta gracia como a ella—. Es la hija del jefe del Santuario. Creo que va a ser ella quien se lo quede en un futuro.
—¿Tú crees? —pregunta su padre y Dawn asiente.
—Fue quien estuvo en la reunión con el Delegado Neagu porque su padre se había quemado con uno de los dragones —dice y la mirada de miedo de sus padres la hace seguir hablando—. ¡Pero no pasa nada! Fue porque Charlie no estaba cerca.
—¿Y está cerca? —pregunta su madre y parece que quiere meterse en la chimenea para ver si le ve.
—Es él quien me enseña, mamá.
Sus padres se miran, de nuevo. Ha omitido ese detalle en las conversaciones de los días anteriores para evitar esas miradas y las preguntas que saben que van a hacer.
—¿Y qué tal va todo con él? —Christine finge que no le importa lo que su hija le diga y pellizca a su marido de una forma para nada disimulada porque él se queja—. ¿No teníamos la cena en el fuego?
—Pero si hemos cenado, cielo —contesta Paul y Dawn tiene que aguantar la risa con la mirada que su madre le lanza—. ¡Es verdad, la cena!
—No tenías que echar a papá para que te hable de Charlie, mamá.
—Bueno, pero así es una charla solo de chicas, ¿no? —su madre parece encantada con la idea y Dawn niega, pero sonríe—. Cuéntame, ¿cómo estás?
—Bien, mamá.
—Dawn —le advierte y ella suspira.
—De verdad, estoy bien. Mejor que en mucho tiempo —su madre sonríe y esa sonrisa es contagiosa—. No me había dado cuenta de lo que echaba de menos el sol.
—Deberías trabajar menos cuando vuelvas, seguro que a McAffee no le importa —dice su madre y Dawn asiente.
—Se lo pediré cuando vuelva, te lo prometo. Quizá podemos organizarnos para trabajar uno por las mañanas y otro por las tardes.
—Suena bien, cariño —responde Christine y Dawn suspira.
—Preguntalo, venga —dice y parece que su madre se emociona.
—¿Qué tal con Charlie?
—No hay nada que contar, me enseña sobre los dragones y ya está —responde ella y Christine suspira.
—¿Y tú qué quieres?
—Está todo bien así —murmura y su madre se ríe.
—Cariño, ya no tienes diecisiete años, tienes veintiuno, ya eres adulta.
—¿Y eso qué significa?
—Que puedes hablar las cosas conmigo —dice su madre—. Y con Charlie.
—No hay nada que hablar con Charlie.
—¿Seguro? ¿No quieres ponerte al día con él?
Duda en que responder. Claro que quiere, se muere de ganas de hablar de algo. De poder volver a ser Dawn y Charlie.
—No te va a decir que no, cariño.
—Eso no lo sabes, mamá.
—Prueba —dice su madre y se pone en pie—. Me gustaría seguir hablando contigo, pero creo que tu espalda va a agradecer que lo dejemos ya. Además, creo que tu padre está intentando algo en la cocina y no oigo las quejas de Manny, así que será mejor que vaya a ver qué están tramando los dos.
—Pasadlo bien.
—Tú también, cariño. Saluda a Charlie de nuestra parte, ¿vale?
—Claro, se lo diré mañana —responde, empezando a notar el nudo en la garganta.
—Esa es mi chica. Ten cuidado, duerme mucho y come también bien, ¿vale? Que no se te olvide.
—Sí, mamá, ya lo sé.
—¡Por si acaso! Cuando tengas hijos sabrás lo que es, seguro que estás pensando que soy una pesada —su madre ríe y Dawn sonríe, incómoda—. Ya te dejo irte a dormir, cielo, descansa.
—Vosotros también, dale un beso a papá de mi parte.
—Por supuesto, mañana hablamos, cielo.
Dawn saca la cabeza de la chimenea y se tira en la alfombra, mirando al techo de la cabaña. Ponerse al día con Charlie. No sabría ni por dónde empezar. Probablemente disculpándose. O quizá no debería hacerlo para evitar que todo sea raro. ¿Cómo vuelves a hablar con tu ex? Quizá solo tiene que dejar que fluya, que todo vaya solo. Pero no puede evitar querer hacer planes.
No puede evitar soñar despierta en la alfombra.
Qué hubiera pasado si no hubiera roto con él. Si no hubiera salido corriendo al Caldero Chorreante para poder huir cuanto antes. Si hubiera vuelto a casa. ¿Habría ido él a su casa? ¿Habría ido a buscarla? Si ella hubiera estado allí... si ella hubiera estado en casa no hubieran roto. Porque Charlie la habría seguido, habría entrado en su habitación y le habría explicado porqué ellos sí que podían funcionar a pesar de que no se veían mucho.
Le hubiera explicado como la relación a distancia hubiera funcionado, como habría sido a distancia solo durante un poco más. La habría ayudado a balancear su trabajo con la vida personal. Se habrían mudado juntos, por fin, como llevaban queriendo hacer desde que salieron de Hogwarts.
A Dawn se le cae una lágrima por la mejilla que cae a la alfombra sin más. Luego otra y otra hasta que no puede dejar de pensar en cómo la cagó por ser una cobarde. El Sombrero Seleccionador se lo había dicho, que no valía para Gryffindor como su padre. La pequeña Dawn de once años se había ofendido ante esas palabras porque ella sí que era valiente a pesar de todas las cosas que le daban miedo. Ahora veía como no, como un sombrero viejo había tenido razón diez años atrás y ella era una cobarde.
Ni siquiera se atrevía a hablar con Charlie, por mucho que se muriera de ganas de levantarse en esos momentos. Su casa estaba al lado, tan solo a unos metros. Sería tan fácil como levantarse del suelo y llamar a su puerta.
Se queda en la alfombra. Finge que está dormida cuando oye la voz de Aidan en la chimenea.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
—No necesitas saber como dejar inconsciente a un dragón, Dawn —repite Charlie por quinta vez en el día, pero ella no está de acuerdo.
—¿Y si ninguno llegais a tiempo? —insiste de nuevo y Charlie niega.
—Es su trabajo, tienen que estar allí encima. Tú estarás en las gradas que yo sepa, junto a los directores de los colegios y al resto del jurado —dice y Dawn chasquea la lengua.
—Eso significa que estaré viendo la prueba igualmente, así que puedo intervenir si es necesario.
—No.
—Sí.
—Déjalo a los profesionales, Dawn, dos semanas aquí no te hacen invencible.
—¡Pues ven tú a Hogwarts! —suelta y Charlie deja de llenar el cubo de cerdo para uno de los dragones para mirarla.
—¿Qué?
—Que vengas tú —repite ella, intentando sonar segura. Intentando sonar como la Delegada que es—. O Müller. O Irina. O Blestem. Él opina que ese conocimiento debería ser de todos.
—Tenemos trabajo aquí —responde Charlie, pero Dawn quiere pensar que quiere aceptar.
—¡Y yo confío en vosotros! No conozco a los demás, no puedo volver a hablar con el resto de Delegados sin saber que habrá alguien de confianza.
Sacar a los Delegados es algo sucio. Complemente sucio. A Dawn le importan una mierda los Delegados y lo que piensen de los dragones y si son o no seguros. Ya no le importan una mierda porque son idiotas, votaron a favor y ahora están asustados. Y ahora lo que le importa a Dawn es Charlie. Que Charlie vaya a Hogwarts y se vean allí.
—Los demás Delegados, claro —murmura el chico y Dawn juraría que eso le molesta—. No tienen por qué preocuparse, va el jefe.
—Sí, pero ¿y el resto? —Dawn sigue insistiendo, a pesar de que ya lo ha visto.
Charlie no va a ir a Hogwarts. No van a volver a verse después de esto.
—El resto también, ¿no has hablado con Melnyk? Es quien más experiencia tiene de todo nosotros y ella va.
—Melnyk me da miedo —responde Dawn y Charlie sonríe.
—¿Melnyk? ¿Qué te llena el plato de comida cada vez que lo ve vacío? —responde y Dawn se cruza de brazos.
—Eso lo hace contigo, a mi no deja de mirarme como si quisiera matarme —se queja y las orejas de Charlie se ponen un poco rojas—. ¡Tú sabes por qué me quiere matar!
—Melnyk sabe por qué vine, Dawn.
Ella se calla y él sigue cogiendo más cerdo en el cubo hasta que está lleno. Está vez no le tiende la mano para que entre con él al recinto del bola de dragón chino, lo hace solo y le da de comer tranquilamente. También aprovecha para realizarle una revisión y empieza a hablarle sobre que no vuele mucho.
Charlie siempre habla bastante con los dragones y parece que estos le escuchan.
—Te toca dar de comer a Wallace —le dice cuando sale y Dawn empieza a negar—. Sí, no lo has hecho todavía y te vas pasado mañana.
—Puedo hacerlo mañana —dice Dawn, pero Charlie niega.
—Ahora.
Dawn suspira, sabiendo que no tiene escapatoria así que empieza a andar hacia el hábitat de Wallace. Está vez el galés verde está tumbado en mitad de su pradera, tumbado bocarriba mientras echa fuego por la boca como entretenimiento.
—Voy a entrar primero con un poco de oveja para llamar su atención, luego entrarás tú con el cubo, ¿vale? —Dawn asiente, porque da igual lo que diga así que va a por uno de los cubos.
Resulta que luego tiene que arrastrarlo hasta que puede llegar a donde está Charlie ya jugando con Wallace. Y menos mal que llevan guantes porque, la verdad, es que dar de comer a un dragón es más sucio de lo que podía haber imaginado.
—Se lo conté a Melnyk sin darme cuenta —dice Charlie y la mano de Dawn se queda a medio camino entre el cubo y la boca de Wallace—. Es fácil hablar con ella.
—Supongo que, para ella, no soy la mejor persona del mundo—responde Dawn y Charlie suspira.
—Te fuiste —murmura y Dawn le mira—. No me dejaste hablar.
—Charlie...
—No, Dawn, no me dejaste hablar. Te fuiste y no quisiste escuchar lo que tenía que decirte.
—Tenía que irme, no... —intenta buscar la excusa, como siempre ha hecho y Charlie suspira.
—No, no tenías que irte, Dawn —le quita el trozo de oveja que tiene en las manos y se lo da a Wallace, que ha estado esperando pacientemente a que le de su trozo—. Déjalo, ya termino yo con él.
Deja el cubo a los pies de Charlie y se da la vuelta. Es lo que le está diciendo, que se vaya, así que es lo que va a hacer. Se quita los guantes según va andando hacia la valla, pero cuando pone una mano sobre ella, Dawn suspira.
No, no puede irse ahora mismo.
Así que vuelve al lado de Charlie, coge un trozo de oveja a pesar de que no lleva puestos los guantes y se lo da a Wallace. El dragón saca la lengua cuando ve que la mano de Dawn está llena de sangre de oveja y ella retrocede rápidamente, con miedo.
Pero Charlie está allí, a su espalda. Busca su mano y la sostiene, con cuidado. Dawn contiene el aliento al notar la piel de Charlie contra la suya. Él también se ha quitado el guante y la acaricia suavemente la palma de la mano con el pulgar, como solía hacer antes.
—Wallace no te va a hacer nada —susurra a su oído y levanta sus manos.
Ahora él también tiene la mano manchada de sangre de oveja, pero les dura poco. Dawn se centra primero en la ligera caricia de Charlie, en como se ha puesto a su espalda y también tiene una mano en su cintura. De cómo con la otra mano, la que tienen entrelazada, la acaricia sutilmente, sin darse cuenta de que lo está haciendo, como si fuera algo que nunca ha dejado de hacer.
Dawn ahoga un grito cuando la lengua de Wallace toca su mano. Es áspera, está demasiado fría para ser de un dragón y a la vez demasiado caliente. Charlie se ríe en su oído y, de repente, que un dragón le esté limpiando la mano a lametazos deja de ser lo más importante para Dawn. Porque ha echado de menos su risa tan cerca de ella.
—¿Ves? No es para tanto —le susurra y Dawn asiente.
—Gracias Wallace —le dice Dawn al dragón.
Charlie vuelve a mover sus manos unidas hasta las escamas de Wallace y, juntos, le acarician. Está acariciando un dragón y ni siquiera ha gritado. No quiere salir corriendo ni está muerta de miedo.
—Gracias, Charlie —susurra Dawn y se gira para mirarle.
Él asiente y aparta la mirada hacia Wallace. Deja la espalda de Dawn, deja de sujetarla de la cintura y, por último, suelta sus manos, dejándola sola acariciando al dragón.
—Lo has hecho tú sola, Dawn.
Ella se queda un poco más con Wallace. Charlie les observa desde la valla.
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—¡Por Dawn! —grita Irina en la cena y todos levantan la jarra—. Espero que hayas disfrutado de estas dos semanas, británica, nunca había visto a nadie acariciar un dragón tan pronto.
—Las mejores vacaciones de mi vida —responde la chica e Irina casi se atraganta con la cerveza muggle.
—¿Vacaciones? —grita y parece que está a punto de tirarle la cerveza por encima—. ¿Cómo que vacaciones?
—Es lo que ha dicho el Ministerio que son —le responde Dawn e Irina parece estar a punto de coger un traslador para ir a explicarles el significado de vacaciones.
—Tendrás que volver para vivir unas vacaciones de verdad —dice Harvey y muchos parecen gritar de forma afirmativa, es difícil entenderlos teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que llevan en el cuerpo.
—Lo que yo decía, los británicos deberían ser eliminados —oye decir a Blestem y, sinceramente, Dawn quiere preguntar qué le pasó a su prima.
—¿Podría traer a mi tía? Creo que os encantaría —dice Dawn y Harvey asiente.
—Claro, tu familia es bienvenida —responde y Charlie se ríe.
—Si sus padres la ven tocando dragones quizá les provoca un infarto —dice y Dawn también se ríe—. ¿Se lo vas a contar?
—Probablemente —dice, con una pequeña sonrisa en los labios.
A pesar de que habían medio discutido por la ruptura la tarde de antes ahora estaban más o menos bien. Habían pasado una buena mañana y también una buena tarde conociendo a las dragonas que iban a ir hasta Hogwarts. Dawn se había despedido de Wallace acariciándole sola de nuevo y habían ido a cenar con todos en la cafetería, donde también les esperaba una pequeña fiesta de despedida para Dawn, que no sabía cómo agradecérselo a los Ridgebit.
—Habla bien a tus Delegados del Santuario, necesitamos más fondos, así que pueden invertir en él —le recuerda el Jefe Harvey a Dawn cuando empieza a acercarse la medianoche—. Ese puede ser nuestro pago.
—Le aseguro, Jefe, que Gran Bretaña va a invertir. Y qué puedo convencer tanto a Canadá como a Italia para que ayuden un poco —le dice y el Jefe Harvey empieza a reírse y le da unas palmadas en la espalda para luego irse a bailar con su mujer.
—Ahora parece que también le caes bien a Melnyk —dice Charlie, señalando con la cabeza a la mujer, que saluda a ambos e incluso Dawn ve que la sonríe.
—Seguro que le has dicho algo.
—Ni una palabra —responde Charlie, extendiendo su mano hacia ella, para que la coja—. ¿Te vienes?
Dawn no responde, solo acepta la mano que le da Charlie y se deja guiar por el Santuario. Casi no hay luna esa noche, así que pueden ver perfectamente las estrellas. ¿Quizá van a verlas? Pero no, porque el camino que sigue Charlie es uno que han seguido demasiadas veces esos días.
—Creo que tienes que despedirte de Wallace por lo alto —dice Charlie y tira de ella para ponerla delante de él cuando cruzan la valla—. Le he preguntado y está de acuerdo.
—¿De acuerdo con qué?
—Con que tienes que despedirte de él volando.
Dawn lo intenta, intenta negarse, pero Charlie no la escucha. La agarra más fuerte de la mano y Dawn entiende perfectamente lo que está diciendo. Que deje de mentir.
—Voy a ir contigo, no voy a dejar que te caigas —le dice, cuando llegan al lado de Wallace.
El dragón levanta la cabeza cuando les ve llegar e intenta chupar de nuevo la mano de Dawn, a lo que ella la estira para dejarle. Luego le acaricia la cabeza y, cuando deja de mirar al dragón, ve cómo la está mirando Charlie.
—Quieres volar.
—Sí.
Lo admite. Charlie sonríe y entonces Dawn avanza hasta donde está Charlie. Van a colocarse sobre las alas de Wallace y habrá un hechizo de por medio para que no se separen del dragón. Así que Dawn se deja guiar y suspira cuando nota como Charlie la abraza por la espalda.
—Te tengo —le susurra al oído y Dawn siente que se derrite entre sus brazos.
Charlie le da unas palmadas a Wallace en el lomo y parece que el dragón sabe perfectamente que tiene que hacer. Es como la montaña rusa a la que la llevaba el abuelo Jonah y la abuela Margaret cuando era pequeña. Dawn nota el tirón de la anticipación cuando empiezan a subir y, cuando por fin están en el aire, grita.
Grita con toda las fuerzas de sus pulmones porque está volando en dragón, sintiendo el viento en la cara y sin ningún tipo de preocupación. Wallace vuela más alto, a veces hace giros en el aire e incluso llega a subir hasta que pueden tocar una nube que está bastante baja. Y luego baja en picado hasta que casi pueden tocar las ramas de los árboles.
Entonces Wallace escupe fuego y lo atraviesan como si nada y Dawn vuelve a gritar porque es lo más emocionante que ha hecho en años. Se siente tan viva que podría hacer cualquier cosa.
Quizá es por eso por lo que invita a Charlie a su cabaña cuando vuelven al suelo. A Dawn le tiemblan las piernas, pero el subidón de adrenalina ha hecho que crea que es una buena idea. Y debe de serlo porque Charlie asiente y la acompañan.
Aunque pasan por la cafetería a por algunos botellines de cerveza muggle.
—Me gusta mucho sentarme frente a la chimenea —dice Dawn, con su botellín en la mano y sentada en el suelo.
Charlie está a su lado, también con un botellín en el suelo y le da un gran trago antes de decir nada.
—Es porque tienes la alfombra —responde el chico y Dawn le mira.
—¿Tú no tienes alfombra?
—No es tan suave como la tuya, la verdad —dice y Dawn tiene que apartar la mirada al fuego de nuevo.
—Es porque esta no es una casa de verdad —murmura y Charlie niega.
—Eso es porque no la has hecho tuya mientras que estabas aquí.
—Sí que lo he hecho, pero preparé la maleta anoche —responde ella y Charlie se ríe.
—Siempre tan previsora.
—Solo he dejado una cosa fuera —murmura ella.
Le mira y luego mira la mesa. A la bola de nieve. A su bola de nieve.
—La sigues teniendo —Charlie no sabe qué decir, pero coge la bola de nieve en sus manos y la agita suavemente.
—Ahora tengo más —responde ella, dudando en si saber si seguir hablando. Pero, que demonio, va a decirlo, quizá es por las cervezas, pero parece buena idea, sí—. Pero esa es especial.
—¿Por eso todavía no la has guardado?
Dawn asiente y se acerca un poco más a Charlie, dejándole tiempo para que retroceda si hace falta. Pero el chico no lo hace así que Dawn levanta la mano hasta la bola de nieve y roza los dedos del chico.
—Es mi amuleto de la suerte —susurra, sin dejar de mirarle.
—Dawn... —Dawn no sabría explicar el tono de Charlie. No sabe si está pidiendo que no siga o que siga.
—La llevo conmigo a todos lados —continúa ella y Charlie deja el botellín en el suelo para luego pasarse la mano por el pelo.
—No puedes hacer eso —dice y Dawn le mira—. Vienes a Rumanía como si nada... vienes y quieres aprender cosas sobre los dragones y... pones todo patas arriba en cuestión de días.
Quien se acerca ahora es Charlie, primero estirando el brazo para dejar de nuevo en la mesa la bola de nieve y luego dejándolo demasiado cerca de Dawn. Sus brazos se tocan suavemente, se rozan y Dawn se deja caer un poco más hasta que se están tocando.
Finge que no está pasando nada.
—He visto a Bill últimamente —comenta, cambiando de tema, y Charlie asiente, casi pareciendo que agradece el cambio.
—Me lo ha contado, le has sacado de algunos líos.
—No eran líos reales —responde y Charlie asiente.
—También me lo contó, que el Delegado de allí estaba jugando un poco sucio.
—Sí, podrías decirse así —dice y se gira para mirarle—. ¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Doble empleo?
—En realidad solo tengo uno, el refugio de animales y es casi a media jornada —responde y vuelve a beber mientras Dawn le observa—. ¿Qué?
—Pero cuidas de los dragones —responde ella y Charlie asiente.
—A cambio de la casa, no me resultaba fácil poder comprar o alquilar una cuando llegué —dice y mira al fuego—. No hablaba rumano, así que no querían tener nada que ver conmigo.
—Pero ahora lo hablas —dice, señalando lo obvio, le ha visto hablar rumano con todo el mundo y Charlie asiente.
—Me acordé de cómo aprendías idiomas y... funcionó. Me gusta estar aquí de todas formas y el jefe tiene un acuerdo especial con el refugio de animales en el que, principalemente, estoy aquí y voy solo para las emergencias.
Dawn no puede evitar sonreír cuando le oye decir que se acordó de como ella aprendía idiomas. Y sonríe como lleva años sin hacerlo, como lleva sin hacerlo desde que rompieron.
—Echaba de menos tu sonrisa —murmura Charlie y Dawn no puede evitar sonreír aún más.
—Yo te echaba de menos a ti, Charlie.
Le besa. Le besa como tenía que haberle besado aquella noche en La Madriguera. Le intenta decir lo mucho que lo siente, todo lo que le ha echado de menos, lo enamorada que sigue de él. No sabe si consigue expresarse bien porque pronto olvida todo lo que está queriendo decir cuando se alejan unos segundos para coger aire y entonces es Charlie quien la besa.
Se olvida de que rompieron hace casi dos años. Se olvida de que han bebido un poco y que, definitivamente, deberían hablarlo antes de besarse de esa forma. Dawn se olvida de todo porque siente cómo, por fin, todo vuelve a tener sentido cuando Charlie se inclina sobre ella hasta que están tumbados en la alfombra.
Se había olvidado de lo bien que besa, de lo bien que la conoce. De cómo sabe encenderla con tan solo unos besos y unas caricias sin quitarla siquiera la ropa. Porque eso se lo reserva para cuando suben a la cama.
A Charlie no le cuesta nada levantarla del suelo y, aunque parece una locura, es realmente fácil subir por las escaleras de mano si ella está enganchada a sus caderas. Algo que continúa cuando la deja suavemente sobre la cama y vuelve a tumbarse sobre ella.
Le quita la ropa lentamente, aprovechando para acariciarle todo lo que no ha podido durante esos dos años. Le deja desnudo sobre ella y entonces le hace estar debajo porque es su turno de besarle. Quiere besarle todo lo que no ha podido besarle, quiere hacerle el amor como no ha podido hacerlo.
—Eres preciosa —susurra Charlie cuando ella está sobre él, también desnuda, con sus caderas estando lo más juntos que pueden.
Dawn se ríe y se agacha para besarle. Una y otra vez. Las manos de Charlie están en su cintura y la guían como siempre han hecho, a la vez que la dejan hacer lo que sabe perfectamente que le gusta. Es todo tan familiar que asusta. Asusta cómo puede sentirse como en casa, como le ha echado de menos.
Asustan las ganas que tiene de decirle cuánto le quiere.
Pero Dawn aguanta las palabras que queman por salir y se lo intenta demostrar mientras que llegan al máximo placer.
Sigue estando en casa cuando se deja caer sobre su pecho, cuando él la abraza con todas sus fuerzas. No necesitan hablar, ahora no, no quieren romper la magia, no todavía. Se tumban un rato con Charlie boca arriba y Dawn sobre su pecho. Él la acaricia la espalda, ella le acaricia el brazo y va bajando hasta su mano.
Cambian de postura, todavía desnudos y sin que les importe lo más mínimo. Se conocen perfectamente, no hay lugar para la vergüenza. Repiten de nuevo, otra vez, esta vez con Charlie encima. Se besan con ganas, hacen el amor como no han podido hacerlo en ese tiempo.
Cuando se tumban para dormir Charlie está a su espalda, abrazándola con cariño. La acaricia el brazo suavemente hasta que llega a la mano de la chica y entrelaza sus dedos con fuerza.
—Sueña cosas bonitas, Dawn —dice Charlie antes de cerrar los ojos y pegarla más a él.
Le nota perfectamente y sabe que él también repetiría de nuevo a pesar de que está muerto de sueño.
—Descansa, Charlie —le responde, notando como el sueño empieza a vencerla.
No ha dormido tan bien desde la última vez que durmió con Charlie. Podía haber dormido hasta bien entrada la mañana, entre sus brazos y luego haber hablado de lo que había pasado. Podrían haber arreglado su relación, haber repetido, haberse tomado el día libre para pasarlo juntos, recuperando el tiempo perdido.
En su lugar, Dawn despierta antes del amanecer, cuando una lechuza empieza a golpear con fuerza la ventana de la habitación. Charlie se mueve un poco, lo justo para aflojar el agarre sobre Dawn y ella aprovecha para levantarse rápidamente de la cama y abrir a la lechuza para que se pueda ir cuanto antes y ella pueda volver a la cama con Charlie.
Trae una carta con un sello de la Confederación Internacional de Magos.
Dawn rompe el sello con fuerza y cae un pequeño botón al suelo que coge rápidamente. Se pone a leer rápidamente, notando las ganas de vomitar según lee. Le quedan unos minutos. Se viste rápidamente, notando como empieza a llorar y, gracias a la magia, baja la maleta hasta el suelo sin hacer ruido. Ella va detrás, intentando no despertar a Charlie, aunque no puede evitar mirarle una última vez antes de bajar las escaleras.
Sabe que tiene que destruir la carta del Delegado McAffee antes de irse, pero necesita que Charlie sepa que no se va porque quiere, si no porque debe. Así que coge uno de sus bolígrafos y garabatea rápidamente un "trabajo" para luego dejarle la nota encima de la almohada. Por un momento piensa en despertarle para decirle que tiene que irse, pero mira de nuevo por la ventana y ve la noche. Es mejor que descanse, es demasiado pronto, no han dormido casi nada.
Coge la bola de nieve de la mesa y llega justa para agarrar su maleta antes de que el traslador se active.
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En el capítulo anterior ohmyweirdo dijo que tenían que Dawn tenía que volar en Wallace y yo me estuve riendo un rato porque pasaba en el siguiente capítulo que comes que adivinas, cuéntamelo no vaya a ser que sepas que va a pasar totalmente en la historia y haya que cambiarlo.
Luego, también tenéis que estamos en el capítulo ocho y se han acostado que cosas eh JAJAJAJA Spoiler para quien adivine porqué se ha tenido que ir Dawn jejeje
Como habéis podido ver ha habido un pequeño cambio de portada por ✨motivos✨ que quizá algún día sabéis o quizá no, depende de como me de JAJAJAJA También otro es porque la otra no me terminaba de gustar???? No sé, tenía algo que sí, pero que no y con esta os prometo que no estoy segura al 100% pero al menos es un 90 y a ver si crece o algo no sé siento que le falta algo y ya no lo veo en fin es la que se va a quedar así que no hay más y yo no puedo más con Canva porque me va de culo y no sé por qué.
Y ya, por último, aquí hay un personaje que... es compartido je. Si queréis saber más sobre Blestem os cuento que es el primo comunista (os juro que esto era jodidisimo de meter, se ha quedado en una referencia a que todo es de todos) de Ivy Blestem, la protagonista de Magnificently cursed una historia conjunta con las mejores aka Elia (HiddenFear) y Luna (moonysblack) (os quiero, tenéis que leerlas o pensaré en una amenaza seria si no lo hacéis) y que podéis encontrar en -AprilFools- ya completa. Así que si sois como Dawn y tenéis curiosidad por saber qué le pasó a la prima de Blestem el comunista... pues ya sabéis donde ir.
Solo me queda por decir que mil gracias por leer y estar aquí una semana más, ya hemos pasado las 500 lecturas y de verdad que no me lo creo ❤️
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