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𝐷𝑜𝑠

Dawn es incapaz de dormir. Está tan estresada por tanto trabajo que, cada vez que cierra los ojos, solo ve multitud de documentos legales que parecen no tener fin. Nuevas leyes para las escuelas de magia, nuevas leyes para el próximo mundial de 1994 y los análisis del reloj del nivel de amenaza de detención mágica. El Delegado McAffee intenta enseñarla todo lo que puede, pero tiene ya casi noventa años y los viajes le empiezan a sentar bastante mal, así que Dawn hace lo que puede y un poco más.

Todo para no pensar en Charlie.

Pero piensa en él, en cuanto se queda con la mirada perdida en la mesilla de su habitación, donde ha puesto la bola de nieve. El hechizo de luz que lanzó Charlie sobre ella sigue funcionando a la perfección e ilumina suavemente la habitación cuando Dawn apaga las luces. Es el recuerdo de una buena relación, de cuando estaban bien y todo iba a salir bien y no importaba el tiempo que pasaran lejos. De cuando estaba siendo egoísta.

Intenta no mirarla mucho, pero sería más fácil si fuera capaz de devolverla a la maleta, pero no es capaz. Se merece recordar lo que ha hecho, por eso cada vez que cambian de lugar, la bola de nieve van con ella y siempre están en su mesilla.

Grecia es bonito e incluso tienen un día libre en el que el Delegado McAffee insiste en que vaya a visitar Atenas. Dawn se niega, pero el anciano le quita todos los documentos y la echa del Ministerio para que vaya a hacer algo de turismo.

Dawn compra una bola de nieve del Partenón, en un impulso que no sabe muy bien de dónde ha salido. Lo decide esa misma noche, sentada en su nueva cama mientras que mira la bola de nieve. Ya no serán para Charlie, serán suyas. Tiene que olvidarle, como lo hará él. No volverán a verse, sus trabajos no coinciden y Dawn casi no pasa tiempo en Inglaterra. Así que acabará estando bien, acabará superándolo aunque ahora duela como nunca.

El Delegado McAffee no comenta nada del nuevo cambio de actitud de Dawn. Más seria, más centrada si es que eso es posible. Empieza a participar en todas las reuniones, dando nuevas sugerencias, se relaciona con el resto de Delegados y los nuevos aprendices como ella.

Cuando se van de Grecia llegan a Chipre y una nueva bola se une a la maleta de Dawn. En India Dawn se pone enferma porque le gusta demasiado la comida india y su estómago no está acostumbrado a comer tanto, pero le parece divertido cambiar la bola de nieve para que sea como la comida. En China consigue mejorar lo suficiente su mandarín como para poder salir una noche por Pekín sin los demás aprendices y, cuando se pierde por la ciudad, es capaz de volver de nuevo gracias a sus nuevas habilidades.

Cuando vuelve a Inglaterra no le da tiempo ni siquiera a ver a sus padres porque, de nuevo, tienen que volver a Estados Unidos de urgencia durante la mañana del día siguiente. Los incidentes a lo largo del mundo no paran y Dawn no tiene ningún respiro, a pesar de que el Delegado McAffee insiste en que deberían tenerlo pronto.

El primer problema llega cuando tienen que estar, a la vez, en Nueva Zelanda y Egipto. Y estando en las Islas Filipinas, no tiene ningún sentido que sea el Delegado McAffee el que vaya a Egipto cuando los viajes le sientan tan mal.

—Si hay algún problema no dudes en escribirme —le dice y Dawn asiente, sonriendo.

—Si hay algún problema lo solucionaré para que no tenga que venir corriendo, Delegado McAffee —dice ella y el anciano suspira.

—No tienes remedio, chiquilla. No te esfuerces demasiado en Egipto, aprovecha para disfrutar de la pirámides cuando acabes allí —le dice y ella niega.

—Iré a Nueva Zelanda en cuanto termine con Egipto —dice ella, pero el Delegado McAffee niega.

—Te mereces unas vacaciones, Dawn, así que quédate en Egipto unos días. O vuelve a Inglaterra, lo que prefieras. Si te veo en Nueva Zelanda te suspenderé durante un mes.

Dawn suspira, pero no le queda otra que aceptar. No sabe qué hará, si se quedará en Egipto o volverá a Inglaterra a pasar unos días con su familia. Quizá debería hacer lo segundo porque lleva meses sin verles.

Ya entiende del todo la mirada de pena del Delegado McAffee. Porque tenía una vida y se la han quitado. Y le gusta su nueva vida, pero también echa de menos la antigua, en la que volvía a casa cada noche y cenaba con sus padres. En la que los fines de semana salía con su novio por el Londres muggle y luego se quedaba a dormir en su casa. Echa tanto de menos a Charlie que está dispuesta a volver a Inglaterra y buscarle.

—Está bien, Delegado, iré a Egipto —le dice y el anciano se ríe.

—Ian, Dawn, resérvate lo de Delegado para las reuniones.

La chica se sorprende, porque es la primera vez que deja que le llame Ian. Pero Dawn sonríe y asiente. Ian McAffee le recuerda un poco a su abuelo Jonah, los dos serios cuando la situación lo requiere, pero también agradables. Gastan algunas bromas de vez en cuando y también tienen en cuenta su opinión. Dawn también echa de menos a su abuelo.

—Disfruta de las vacaciones, chiquilla, te veré en Seúl, y espero que tu coreano sea lo suficientemente bueno porque no pienso quedarme sin hangwa.

—¿No habla coreano? —pregunta Dawn y el Delegado niega.

—Me las manejo con los hechizos de traducción, nunca he conseguido dominarlo más allá de un triste habla inglés.

Dawn no puede evitar sorprenderse porque ha visto al Delegado McAffee incluso insultando en trol, idioma que ella no ha aprendido y ni siquiera se le ha pasado por la imaginación intentarlo. El Delegado sigue hablando durante un poco más sobre su experiencia en Corea —negativa con los muggles, con ellos no puedes hacer magia— y todas las veces que se ha quedado sin sus postres por culpa de no saber hablar el idioma. Todo porque tienen que sentar ejemplo, no pueden por mucho que quieran, hacer magia delante de los muggles sin que ellos se den cuenta.

—No te entretengo más, chiquilla, a por el traslador y a disfrutar de las pirámides.

—Me gusta escuchar sus historias, Ian.

El anciano se ríe, viendo la incomodidad de llamarle por su nombre y Dawn siente que se pone roja. Recoge sus cosas e intenta organizarlas antes de irse, pero el Delegado McAffee se las quita de las manos y la echa del despacho con un botón en la mano para que vaya a por sus cosas.

—Solo tienes que activarlo cuando tengas todo recogido, te dejará en el Ministerio de Magia egipcio, no tiene pérdida. Ya les he dicho que te tienen que dar un despacho y explicarte qué ha pasado con ese chico.

—¿Ese chico?

—Sí, uno de los nuestros, se ha metido en un lío con algunos turistas muggles que casi acaban siendo malditos en una de las pirámides que todavía no habían acabado de revisar.

—¿Qué clase de lío es?

—Unos cincuenta muggles le han visto utilizar magia. Investiga si se podía haber evitado e intenta calmar al Ministerio egipcio, están pidiendo que lo devuelvan a Inglaterra, ahora mismo le deben tener encerrado en una celda.

Dawn hace una mueca, porque va a ser complicado. Cada vez que se rompe el Estatuto del Secreto ellos tienen que ir y analizarlo. Es muchísimo papeleo y, casi siempre, se acaba diciendo que se podía haber evitado. Ese chico lo tiene difícil para poder seguir en Egipto e incluso volver, pero Dawn ha conseguido hacer cosas más difíciles, como tener clases particulares de sireno con algunas criaturas del Lago Negro.

—Lo sacaré de la celda y hablaré con él, a ver que puedo hacer.

—Conociéndote le están pidiendo perdón en cuanto llegues —bromea el Delegado y Dawn se ríe.

El Delegado McAffee solo exagera, no sabe hacer tanto. Todavía. Dawn sueña con el día que llegue a cualquier lado y esa afirmación se cumpla, pero todavía le queda mucho trabajo para llegar a ese punto. De momento ya hay varias delegaciones de la Confederación Internacional de Magos que hablan de ella. Y Dawn no puede negar que el puesto de Jefe Supremo cada vez le gusta más, se puede compaginar con un trabajo mucho más relajado y podría volver con su familia.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Los tacones de Dawn resuenan en el atrio del Ministerio de Magia egipcio. Lo esconden dentro de una pirámide, protegido por una esfinge que siempre hace preguntas del mundo mágico. Los muggles se piensan que funciona por tecnología y las preguntas son demasiado concretas como para que un muggle pueda adivinaralas. Claro que siempre hay alguno que se cuela, pero no tardan en descubrir que tiene un familiar mágico.

—Hola, buenas tardes, soy Dawn Lewis, aprendiz del Delegado McAffee de Gran Bretaña —dice Dawn al mago que está en la recepción y este la mira como si no supiera por qué viene—. Le han debido de informar de mi llegada, vengo por el caso de...

—¡La Delegada británica! —grita alguien, a sus espaldas y Dawn se gira rápidamente. Le conoce, es el Delegado Yasser.

Es un hombre de la edad del padre de Dawn que, durante las cinco semanas del Congreso Internacional, se había molestado bastante en poner trampas a todos los aprendices, algo que Dawn había comentado a susurros con Bree Martin, la Aprendiz de Canadá, que en ese congreso pasaba a ser la Delegada Martin.

—Solo aprendiz, Delegado Yasser —le responde, sonriendo y el hombre se ríe—. ¿Qué tal va todo por aquí?

—Tenemos a tu mago en las celdas, si es lo que quieres saber —responde y Dawn borra la sonrisa—. Delante de tantos muggles... nunca nos había dado problemas, nos ha puesto en peligro delante de tantos muggles... Hemos perdido la cuenta de hechizos desmemorizadores que hemos lanzado hoy.

—¿Podría hablar con él? Me gustaría saber qué ha pasado antes de empezar a discutir sobre el tema —Dawn se repite lo que siempre le dice su madre. Muéstrate segura, la juventud no implica nada—. Ya sabe que sin saber su versión no puedo hacer nada.

—McAffee ha elegido sabiamente, no me esperaba menos de ese anciano.

Dawn no dice nada, solo vuelve a estar seria y sigue al Delegado Yasser cuando este pasa por seguridad. Les inspeccionan las varitas y hacen que Dawn abra su maleta violeta antes de llegar a las celdas, donde el Delegado Yasser le indica una de ellas.

—Si no te importa dejar la maleta fuera —dice, intentando cogerla, pero la chica la aprieta con fuerza.

—Me temo que no puedo dejarla cogerla, Delegado Yasser, contiene papeles demasiado importantes para Gran Bretaña, además de todas mis pertenencias —responde Dawn, intentando sonar más adulta de lo que se siente en esos momentos—. ¿Le importaría abrirme?

El Delegado Yasser ya no parece tan agradable como minutos antes, pero acaba dejando que Dawn conserve su maleta y, por fin, le abre la celda. Es pequeña, hecha de piedra y tiene una pequeña lámpara que parpadea ocho veces, a lo que Dawn no puede evitar mirar su reloj de pulsera, comprobando que, en efecto, son la ocho de la tarde.

Tumbado en lo que parece ser una cama de piedra con una manta encima está el mago inglés. Dawn tiene que parpadear varias veces porque realmente no se cree que esté viendo a Bill Weasley jugando con una pelota mientras que mira al techo.

—¿Bill? —le llama y el chico gira la cabeza para luego casi caerse de la cama.

—¿Dawn?

La chica asiente y Bill empieza a reírse. Se tenía que haber esperado que fuera él, la verdad. Sigue igual que cuando se fue de Inglaterra casi cuatro años atrás y sonríe como si nada. ¿Quizá no lo sabe?

—¿Qué haces aquí? ¿Te han encerrado aquí conmigo? —bromea, levantándose de la cama para acercarse a ella y darle un abrazo.

—¿Qué es lo que ha pasado exactamente? —le pregunta, sin responder a sus preguntas, pero al menos responde al abrazo.

No abraza como Charlie, pero lleva tanto tiempo sin que nadie la abrace, sin ver una cara medianamente conocida que tiene que aguantarse las lágrimas.

—Muggles que no tienen ni idea de por donde van y un mago que fingía ser muggle y era el guía turístico —dice el chico, cruzándose de brazos—. Se lo he repetido a Yasser cinco veces, pero dice que ningún mago en su sano juicio haría eso. Ya le he dicho que conozco a dos que lo considerarían bastante gracioso, aunque pudiera acabar con la vida de cincuenta personas.

—¿Me puedes contar un poco de lo que ha pasado? —dice, mientras que se sienta sobre la maleta.

Dawn no solo lleva la maleta, también lleva un bolso del que saca una carpeta. No es tonta, no deja los documentos importantes en la maleta, los lleva siempre encima, pegados a ella. Busca el formulario correcto y un trozo de pergamino vacío y entonces saca un bolígrafo. Desde que viaja ha descubierto que llevar un bote de tinta en el bolso es la peor idea que puedes tener, así que ha hecho caso a los muggles y en Japón disfrutó como nunca cuando fue de compras por distintas papelerías muggles.

—Claro, pero ¿me cuentas que haces en Egipto? Porque lo último que sabía es que eras aprendiz de Delegada.

—Sigo siéndolo —responde la chica y Bill mira a todos los lados de la celda.

—¿Y el Delegado? —dice, fingiendo que de verdad lo está buscando.

—En Nueva Zelanda, no podíamos estar en dos sitios a la vez. Cómo te has metido en este lío... —responde ella y Bill suspira.

—No se lo dirás a mi madre, ¿verdad?

—Ya no hablo con tu madre, Bill.

Empieza a estar incómoda, así que vuelve al tema por el que Bill está en la celda. Lo único que tiene que hacer es conseguir al mago que ha provocado tal accidente. Y es sencillo porque resulta que Bill le conoce porque no es la primera vez que lo intenta. El problema está en que, ese día, había ido justo en el momento en el que los magos de seguridad estaban haciendo el cambio de turno.

—Vale, le encontraremos y estarás libre en cuestión de horas. En el peor de los casos mañana —le dice Dawn, levantándose de su maleta y guardando la carpeta en el bolso.

—Gracias, Dawn —responde el chico y ella asiente, lista para irse. Pero los dedos de Bill la atrapan por la muñeca antes de que pueda llamar a la puerta para que vuelvan a abrirla—. ¿Por qué rompiste con Charlie?

No responde. Se gira para llamar con los nudillos y los segundos que pasan hasta que alguien le abre la puerta son eternos. Era cuestión de tiempo que Bill preguntase, era normal que lo hiciera. Pero no quería que lo hiciera.

—¿Todo en orden, Aprendiz Lewis?

No se acostumbra a que la llamen así, pesar de que ya lleva un año en el puesto. El Delegado Yasser ya no parece tan amable, si no que está de brazos cruzados y completamente serio. A su lado hay un auror que vigila todos los movimientos que hace Dawn, incluso cuando lleva la mano a su bolso para poder buscar la carpeta.

—Ha habido un... malentendido, Delegado Yasser. ¿Podríamos ir a las pirámides?

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Sacar a Bill esa vez había sido fácil porque el culpable volvía a estar en las pirámides cuando llegó con el Delegado Yasser. El joven mago ya tenía otro grupo de despistados turistas en mitad del camino hacia la pirámide donde había estado Bill y con un grito del Delegado Yasser, consiguen frenarle.

Las disculpas del Delegado son a regañadientes, probablemente porque no ha podido hacerlo como un favor a la Delegación Británica, pero da la orden para sacar a Bill de la cárcel y Dawn sonríe.

—Me alegro de que hayamos podido solucionar este malentendido, Delegado Yasser —le dice, con una sonrisa.

Sus tacones están encantados y por eso suenan incluso sobre la arena y Dawn ni siquiera se hunde. Su maleta también está encantada por lo que puede entrar al campamento mágico sin problemas y, desde allí, vuelve al Ministerio.

Mientras habla con el mago de la entrada sobre conseguir un traslador a Inglaterra cuanto antes, las voces empiezan a aumentar y Bill no tarda en aparecer por allí, acompañado del mago que había ido a buscarla a ella. Se han hecho amigos en el trayecto que dura y Bill se despide de él amigablemente para luego ir hacia Dawn.

—¿De verdad que no puede tener un traslador para esta misma noche? —le suplica al mago de la entrada, pero este vuelve a negar.

—Lo siento mucho, Aprendiz Lewis, pero ya han salido todos los trasladores de hoy hacia Inglaterra y ya sabe que si no es algo urgente no podemos aprobar el uso. El siguiente saldrá el jueves.

Dos días. En Egipto. Con el hermano de su exnovio queriendo saber por qué rompió con él. Dawn le sonríe al mago, pero le pide que le guarde un hueco en ese traslador y el mago asiente, sonriendo. En realidad le está dando un poco de miedo esa sonrisa.

—¿No tienes nada que hacer esta noche?

Bill es quien le habla en esos momentos, con las manos en los bolsillos y mostrando una seguridad que Dawn ya no tiene. Niega y entonces el chico sonríe.

—Estupendo, puedes dejar la maleta en mi casa, te llevaré a ver las pirámides, considerame tu guía, Aprendiz Lewis.

—No te pases, Bill —murmura la chica, pero sonríe un poco.

—No hablaré de Charlie, tranquila —a Dawn se le quita un gran peso de encima. Es lo que menos necesitaba en esos momentos, hablar de Charlie—. Vamos, tienes pinta de no haber disfrutado en meses.

—Vi Atenas —dice ella y Bill la mira, a lo que ella aparta la mirada para fingir que le interesa el cielo.

—Estoy seguro de que tus padres pueden ver tus ojeras desde aquí, ¿cómo es que no te han dicho nada?

—La última vez que les vi fue en noviembre —responde ella.

También a Charlie.

—¿No has pisado Inglaterra en todo este tiempo? —Dawn niega y Bill parece que entiende todo.

—Por eso quería tanto el traslador, se supone que puedo quedarme unos días aquí en Egipto porque tengo un hotel, pero me apetecía volver a casa. No volveré hasta dentro de un mes todavía y cuando vuelva... bueno, pueden llamarnos de nuevo en cualquier momento.

También quería evitar a Bill, pero eso no se lo iba a decir. Solo han pasado seis meses desde su ruptura con Charlie, es demasiado pronto, sigue doliendo demasiado cuando se pone a pensar en ello. Así que lo evita. Pregunta a Bill por su trabajo y el chico parece estar encantado de hablar con ella sobre él. Visitan una pirámide que los rompemaldiciones ya han dejado limpia y cenan en el campamento de magos. Algunos se intentan meter con Dawn por llevar tacones en la arena, pero ella ya les demuestra que eso no es ningún problema cuando accidentalmente pisa a más de uno con los tacones.

No es la última vez que tiene que ir a Egipto durante ese año ya que Bill parece atraer los problemas, uno de ellos mientras Albus Dumbledore, el Jefe Supremo, había desaparecido por todo lo ocurrido en Hogwarts con las petrificaciones. El director del colegio había desaparecido y a ellos los llamó el Wizengamot, de urgencia. Durante la reunión llegó una carta para el Delegado McAffee, que en cuanto la leyó se la pasó a Dawn y ella suspiró.

Esta vez Bill también había tenido razón con una de las tumbas en las que estaba trabajando, pero las formas de acuerdo al Delegado Yasser no habían sido las adecuadas cuando lo explicó. Bill negaba en rotundo esa afirmación y Dawn confiaba en él, así que consiguió arreglarlo todo a tiempo para volver a Inglaterra y ver que estaban planteando cesar a Dumbledore.

Dawn no intervino mientras todos discutían. El Delegado McAffee defendía la postura de Dumbledore de no cerrar el colegio, viendo que no podían llegar a ningún lado lo único que quedaba era proteger a todos los alumnos. Se acabó solucionando, pero no gracias a la intervención del Wizengamont ni a la del Delegado McAffee, si no cuando el mismo Dumbledore llegó al Ministerio, contando un relato surrealista de que había un basilisco en la cañerías del colegio y que Quien-No-Debe-Ser-Nombrado había poseído a una niña de primero.

—La conoce, Aprendiz Lewis, es la hermana pequeña de su novio —dijo entonces Dumbledore y Dawn se quedó blanca.

Al día siguiente tuvo que ir a sacar a Bill de otro lío porque había querido volver a Londres en cuanto se había enterado de lo de Ginny y había peleado con algunos de los guardias del Ministerio de Magia egipcio.

—Solo tenías que mandar una carta, Bill, te hubiera podido conseguir un traslador, estaba con el Delegado McAffee —le dice Dawn, en la celda, dando vueltas sin parar. El ruido de sus tacones la tranquiliza, la ayuda bastante a pensar—. Hablaré con él, seguro que podemos conseguir quitarte la infracción grave.

—¿Qué es lo que supone eso?

—No te metas en más líos durante el próximo año, ¿de acuerdo? Creo que no le terminas de agradar al delegado Yasser y por eso no deja de quejarse, no entiendo cuál es el interés que tiene en tenernos siempre aquí.

—No soy el único del que se queja.

Esa es la información que le lleva Dawn al Delegado McAffee cuando vuelve a Inglaterra. No tardan en descubrir que es verdad y que Dawn no es la única en tener que ir cada dos por tres a Egipto para solucionar algún problema. Es algo que están haciendo aprendices de muchas delegaciones y que les está haciendo perder mucho tiempo. Y, contra más problemas solucionas, más te hace ir a Egipto el Delegado Yasser.

—Se buscará a un nuevo aprendiz —le dice el Delegado McAffee un mes más tarde—. A veces pasan estas cosas, seguro que quiere alguna ley nueva y está buscando apoyos para la próxima reunión de la forma incorrecta. Estos comportamientos no suelen llegar muy lejos, así que no te preocupes, seguro que estaba buscando la forma de conseguir un favor de parte de la Delegación Británica y por eso no dejaba de meter en líos al mago ese.

Y no se equivoca. Durante el verano llega el caos al Ministerio de Magia británico cuando Sirius Black se escapa de Azkaban y el Delegado McAffee se ve obligado a ir a todos los países de la Confederación Internacional para explicar por qué Azkaban sigue siendo segura, a pesar de que no tienen ni la más remota idea de cómo ha podido pasar. Mientras tanto, Dawn no para, estando cada día en un lugar.

Egipto no era el único que quería que le debieran algo para utilizarlo en el Congreso Internacional de 1994, también lo querían hacer Brasil, Madagascar, Sudáfrica, Islandia y Nepal; que pedían largas reuniones con multitud de explicaciones sobre las leyes que no llegaban a ningún lado. Además, se sumaba a todo eso los preparativos para la copa de Quidditch que se estaba preparando para el verano siguiente.

Dawn no llegó a pensar en Charlie durante lo que quedó de 1993 y, cuando lo hizo el primer día de 1994, fue porque le pareció ver un destello de pelo rojo cuando estaba en Bulgaria. 

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Ha aparecido un Bill salvaje que cosas, ¿eh? También que cosas lo que cree haber visto en Bulgaria...

Y ya estamos en 1994 que es donde transcurren la mayor parte de los capítulos que llevo escritos ups JAJAJAJAJA Distribuir bien el tiempo no es lo mío y creo que se nota bastante.

En el capítulo que viene si no me equivoco se conocen personajes nuevos y pasan ✨cositas✨ os veo en dos semanas ❤️

Mil gracias por leer, de verdad, no me creo el apoyo que está teniendo esto es una locura que no llego a entender muy bien.


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