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𝐶𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜

Los gritos despiertan a Dawn de madrugada.

Tiene en la cara la marca del bolígrafo sobre el que se ha quedado dormida y le duele la espalda y el cuello. No ayuda tampoco el dolor de cabeza que tiene y los gritos que, por fin, comprende que son de su tío fuera, que no puede entrar a la carpa y golpea la puerta con fuerza.

—¡Dawn! —le grita cuándo abre y la chica no puede evitar asustarse al ver lo que hay fuera—. ¡La varita y vamos, no hay tiempo!

Dawn vuelve corriendo hasta el escritorio, coge la varita y va detrás de su tío. Todavía lleva el traje de chaqueta y pantalón de la noche anterior, pero tiene que volver a ponerse los tacones ya que está descalza y es una locura ir corriendo por el campamento muggle cuando han estado de fiesta y todo puede estar lleno de cristales. De hecho, agradece haberse puesto los tacones una vez sale corriendo detrás de su tío porque, como había previsto, todo estaba lleno de cristales.

Intentan cazar a quienes sean que están haciendo esto, pero son más rápidos que ellos y tienen más ganas de hacer daño y destrozar todo. Al menos, hasta que la marca tenebrosa aparece en el cielo.

Dawn solo la había visto una vez, en el brazo de su primo cuando tenía ocho años y le había provocado pesadillas durante semanas. Su primo Barty había sido siempre un modelo a seguir, se preocupaba por los estudios, la cuidaba durante el verano y las vacaciones de Navidad. Dawn admiraba profundamente a su primo porque era mayor que ella y muy listo, quizá demasiado. Además, fue quien le empezó a enseñar insultos en distintos idiomas.

No es que Dawn los hubiera usado nunca, claro.

Sigue a su tío, con la varita todavía levantada y esta vez ignoran todo lo que pasa a su alrededor porque el objetivo es llegar hasta la marca tenebrosa y saber quién la ha conjurado. Llegan justo cuando de los árboles salen tres chicos y todos los magos del Ministerio les apuntan con las varitas. Dawn es capaz de reconocer perfectamente a Ron y grita un "No" que no sirve de nada porque todos atacan igual.

—¡Son niños! —les grita, intentando avanzar hacia los tres que están en el suelo a la misma velocidad que su tío se pone delante de ellos.

—¿Quién ha sido? ¿Quién ha invocado la Marca Tenebrosa? —les pregunta, a gritos, y Dawn se pone delante de su tío—. ¿Qué te crees que estás haciendo, Dawn?

—¡Cómo Delegada de la Confederación Internacional de Magos estos tres niños están ahora bajo mi custodia! —les grita a todos y parece que, con algunos de ellos, funciona—. La Confederación se hará cargo de la investigación.

Obviamente su tío no es uno de ellos.

—¿Podría explicarme qué está haciendo, Delegada Lewis? —Dawn ignoró el gritito ahogado a su espalda y se estiró todo lo que pudo para intentar aparentar una seguridad que ahora mismo no tenía. Una cosa era hacerlo en su despacho o en casa, pero delante de toda esa gente...

—Señor Crouch, que yo sepa usted es el director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, no el Jefe Supremo de la Confederación —tiene que recordarle a su tío quien era la persona con más poder que había ahí en esos momentos—. Ninguno lo es. Así que, si me disculpa, tengo que hablar con estos niños e intentar esclarecer todo este asunto antes de que el resto de la Confederación se nos eche encima.

—¡Ron! —Arthur no tarda en abrirse paso entre toda la gente y se dirige directamente hasta su hijo—. Ron... estáis bien. ¿Harry? ¿Hermione?

—Sí, estamos bien —dice el chico que Dawn supone que es Harry. La verdad es que le imaginaba distinto.

—¡No están bien, se han metido en un buen lío! —grita de nuevo Barty y Dawn decide que ya ha tenido bastante con su tío. Coge aire y levanta la cabeza, acercandose a su tío mientras que sus tacones suenan con fuerza en el barro. La hacen sentir segura y lo va a utilizar.

—Hablaré de esto con el Wizengamot, señor Crouch —le advierte, pero su tío no se achanta.

—Entonces, Delegada Lewis, me veré en la obligación de contarles como ha interferido en una investigación del Ministerio abusando de su posición.

—¿Abuso de mi posición? —le susurra a su tío, empezando a enfadarse.

La sangre de los Crouch corre fuerte por las venas de ambos, así que ninguno de los dos da su brazo a torcer, se miran desafiantes hasta que alguien más interviene diciendo que la Marca Tenebrosa sigue estando en el cielo.

La chica es quien explica que han oído un conjuro y Barty vuelve a gritar a la chica que como está tan segura de que era un conjuro y que era muy sospechoso. Entonces una bruja con una bata se pone al lado de Dawn y se lo repite, como ha hecho ella antes.

—Son niños, Barty, ellos no han podido...

—¡Estaban en el lugar donde se ha invocado! ¿Si no han sido ellos quien ha sido? —dice y Dawn pone los ojos en blanco por la obsesión de su tío con los magos tenebrosos y la obsesión de acusar a cualquiera de ello.

—La voz ha salido de allí —dice entonces Potter y todos miran a donde apunta el chico.

Dawn no se esperaba lo siguiente. Otro mago salió del grupo del Ministerio y se metió en el bosque, en la dirección que habían apuntado. De allí no salió otra que Winky y Dawn ahogó un grito. Conocía a la elfina de su tío y, definitivamente, ella no podía haber hecho nada, por mucho que todo el mundo insistiera en lo contrario. La habían encontrado con la varita de Potter en la mano y el último hechizo que esa varita había realizado era el que invoca la Marca Tenebrosa.

Winky se echó a llorar cuando su tío la despidió y poco le importó que Dawn intentara hablar con él e intentara convencerle de que no la despidiera, que podrían volver a corregir su conducta, pero su tío no se dejó convencer, ni siquiera cuando Dawn dijo que podía irse con sus padres y que no daría problemas.

—No es no, Dawn, Winky recibirá la prenda —lo dice en voz alta, demostrando que es quien más poder tiene sobre la elfina y luego coge a su sobrina del brazo y se acerca a ella, bajando la voz—. Ahora vete a tu carpa y recoge tus cosas, cuanto antes salgas de aquí mejor.

—Quiero quedarme a Winky —le dice, pero su tío la ignora completamente y va hasta su elfina, que no deja de llorar.

—Si no queda nada más por aquí, me llevo a los míos a la tienda —dice Arthur, levantando la voz y se acerca un poco más a sus chicos, empujándoles para que avancen, pero la chica no se mueve—. Hermione, vamos.

—Pero Winky...

—Mi tío no va a dar su brazo a torcer —dice Dawn, mirando a la chica, que vuelve a dar otro gritito—. Intentaré hacerle entrar en razón con respecto a Winky. Os acompaño a la tienda.

—Sí, lo mejor será que no vuelvas sola, Dawn —dice Arthur y Dawn le sonríe, intentando ser amable.

No le culpa en que la ignore, al igual que hace Ron, que empuja a Harry hacia su padre y luego coge a Hermione de la mano para tirar de ella. Sí, se merece que no le hablen. Ellos van hablando mientras que van hacia la tienda de los Weasley y el estómago de Dawn empieza a encogerse cuando se da cuenta de lo que significa ir con ellos hacia la tienda.

Charlie.

—Me viene bien ir desde aquí a mi carpa, ¿estáis muy lejos de vuestra tienda? —pregunta y Arthur se gira para mirarla.

—Dawn, no digas tonterías, vamos, no es buena idea que vayas sola esta noche —insiste Arthur y Dawn suspira.

De esa no se libra.

—¿Por qué la conoce tu padre? —susurra Harry, pero Dawn le oye perfectamente y no puede evitar reírse.

—¿Y quién no lo hace? Es la Delegada de Gran Bretaña más joven de nuestra historia —le susurra Hermione, y la mira de reojo.

—Es la ex-novia de Charlie —dice Ron, de mal humor.

Sí, se lo merece y prefiere no tener que averiguar cómo piensa Ginny, por lo que vuelve a intentar escabullirse, pero no lo consigue porque esa vez Arthur se pone a su lado y empieza a guiarla entre los árboles.

—¿Qué pasa papá? Fred, George y Ginny han vuelto, pero los otros no sab... —reconoce perfectamente su voz sin necesidad de verle, pero aun así Dawn levanta la mirada del suelo para ver a Charlie sacando la cabeza de la tienda. La está mirando.

—Los he encontrado —dice Arthur y luego carraspea—. Bueno, Dawn los ha encontrado primero, no sé los detalles exactos, pero estaba discutiendo con su tío por ellos cuando llegué.

—Ah.

—Ron, Harry, Hermione pasad, venga, yo voy a acompañar a Dawn a su carpa y ahora venga. ¿Os podéis encargar Bill y tú de ellos, Charlie? —pregunta Arthur, pero Charlie sale del todo de la tienda y niega.

—La acompaño yo.

—¿Seguro? —pregunta su padre y Charlie asiente. Tiene la camiseta rota por una de las mangas, algo que parece que ha usado para frenar la sangre de una herida en el brazo.

—Claro. Así me puede contar cómo ha pasado todo.

El corazón de Dawn se acelera cuando Charlie se acerca hasta ella y le hace un gesto con la cabeza para que empiecen a andar. No se atreve a hablar sabiendo que la va a cagar con cualquier cosa que diga, así que dirige la marcha hasta su carpa.

—Solo ha sido mi tío siendo idiota, ya sabes como es con todo lo relacionado con la magia oscura —murmura Dawn después de un rato y Charlie asiente.

—Veo que no ha mejorado nada.

—Le ha dado la prenda a Winky, así que...

—Pobre Winky —murmura Charlie y ahora es Dawn la que asiente.

Vuelven a caminar en silencio y Dawn decide encantar sus zapatos para que no hagan su típico ruido porque, en esos momentos, solo la está sacando de sus casillas en lugar de tranquilizarla. Está demasiado nerviosa, le gustaría hablar con él, le gustaría explicarle porqué creía que lo mejor era romper y quiere volver a abrazarle y besarle.

—¿Quieres entrar? —le pregunta cuando llegan, señalando el interior de su carpa. Charlie no dice nada y el cerebro de Dawn entra en pánico—. Por la herida.

—Ya está casi curada —responde el chico, a pesar de que desde que han salido de la tienda de los Weasley y han llegado a la de Dawn la venda improvisada ya no está haciendo nada y la sangre empieza a gotear.

Dawn no puede evitar dar un paso hacia delante y levantar el brazo. Charlie retrocede cuando ella le roza.

—Lo siento, perdona, me he... me he pasado —murmura la chica y retrocede rápidamente hasta la puerta de su carpa—. Muchas gracias por acompañarme, Charlie.

Se mete dentro, sin dejar que él diga nada y, en cuanto la tela ha caído, se agacha sobre sus tacones y se tapa la cara con las manos. Intenta tapar los sollozos, pero le resulta completamente imposible.

Sigue enamorada de Charlie y ya no tiene ninguna oportunidad.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

El Ministerio es una locura los días posteriores al ataque en el Mundial y Dawn siente que se ahoga entre tanta reunión. Al Delegado McAffee siguen sin darle el alta en San Mungo porque su neumonía ha empeorado y ahora también tiene problemas en el corazón, así que él no puede ayudarla cuando le toca enfrentarse al Wizengamot por los eventos transcurridos en la Copa. Tampoco es que pueda aportar mucho, pero sí que puede hablar de todo el tema de Winky y la varita de Harry Potter.

Cuando acaba con ellos se pierde en reuniones con los Delegados de varios países europeos, concretamente todos aquellos que tienen alumnos en Beauxbatons y Durmstrang. No se quedan tranquilos sabiendo que se ha invocado la Marca Tenebrosa en Inglaterra y que el Ministerio de Magia no ha hecho nada y, además, no encuentra a los culpables. Tiene que rellenar tantos papeles y prometer tantas veces que los niños estarán seguros durante el Torneo de los Tres Magos que acaba accediendo a controlar, ella misma, la primera prueba.

Irá a Rumanía a ver a los dragones que van a enviar, se asegurará de que todos los cuidadores saben perfectamente cómo actuar en caso de que salga algo mal y que ella misma intervendrá si alguno de ellos está en completo porque si hace falta se formará en dragones.

Esa misma noche no puede evitar lo fácil que sería si Charlie estuviera con ella porque podría enseñarle todo lo que necesita saber.

Dawn no ha dejado de llorar todas las noches desde que vió a Charlie. Su tía le manda flores al trabajo todos los días, en un intento de animarla, pero no lo hace. Las margaritas parece que se deprimen con el humor de Dawn y sus padres están realmente preocupados por ella ya que la oyen llorar de noche. Pero Dawn lo niega todo, se levanta por la mañana con una sonrisa y demasiadas capas de maquillaje para tapar las ojeras y vuelve a irse al Ministerio.

Siente que todo la ahoga y quiere poder hablar con alguien, pero lleva sin ver a Nymph desde que se fue la primera vez y tampoco ha vuelto a hablar con ella por carta porque ambas han estado demasiado ocupadas. Bree está disfrutando por primera vez de unos días libres así que no va a molestarla con eso. Y luego Damiano ya está teniendo demasiados problemas con eso de tener que venir a Inglaterra por la Marca Tenebrosa como para que Dawn le cuente encima sus problemas amorosos.

Así que Dawn sigue tragando, sonríe a todo el mundo, les promete que van a mejorar las cosas y que no hay ningún peligro real. Acepta la salida con Aidan cuando le propone quedar un día para hablar sobre cuando van a ir a visitar Hogwarts y así es como Dawn vuelve a viajar.

Se siente relajada de nuevo cuando nota el tirón del traslador que la deja en el Ministerio de Magia irlandés y respira, aliviada. Eso sí que puede hacerlo, puede seguir perfectamente embotellando todos sus sentimientos y los puede guardar en su maleta sin problemas. Así que empuja la maleta y busca el despacho de Aidan.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Hogsmeade los recibe con los brazos abiertos. O, más bien, Madame Rosmerta es quien les recibe con los brazos abiertos. Tiene dos habitaciones preparadas, una para Dawn y otra para Aidan y les invita a una cerveza de mantequilla porque quiere que la pongan al día. Dawn sabe perfectamente que lo que Madame Rosmerta quiere son cotilleos y saber algo más sobre el Torneo de los Tres Magos, como quiere saber todo el mundo. Incluso sus padres quieren saber más sobre el Torneo y no dejan de intentar convencerla para que les diga de que van las pruebas.

Dawn no se siente muy segura de decir que van a poner a alumnos de diecisiete años a enfrentarse a un dragón, que les meterán durante una hora en el Lago Negro y luego en un laberinto lleno de criaturas peligrosas solo porque compiten por mil galeones y el ser famoso. En su opinión el Torneo de los Tres Magos es una tontería como una catedral que debería celebrarse de forma distinta, con menos pruebas peligrosas y más como una competición entre colegios de magia en la que participan todos los alumnos con cosas menos peligrosas. Se lo imaginaba más como una gran gymkana muggle.

Pero cambiar el Torneo de los Tres Magos a algo menos peligroso no iba a ser posible, al menos todavía. Quizá para la próxima edición que se celebrase podría convencer a algunos Delegados para que vieran su punto de vista. Seguro que Bree aceptaba si le decía que Ilvemorny podría participar, que lo ampliarían a todo los colegios del mundo. Damiano sería fácil de convencer, solo necesitaba hechos y exponerle lo peligroso que era bastaría. Y luego ya vería a quien más intentaba convencer, observaría de cerca este Torneo y tomaría notas.

Por eso ahora iba con Aidan hasta Hogwarts. Esperaron a que Filch les abriera la puerta y luego les llevó hasta el despacho del director Dumbledore, donde ya estaba él con la profesora McGonagall y, por algún motivo que Dawn no entendía, también estaba el auror Moody. Su padre le había hablado de él más de una vez y decía que, durante los últimos años, su paranoia había aumentado bastante.

—Buenos días a todos —dice Dawn, sonriendo y empezando a estrechar la mano del director Dumbledore—. Muchas gracias por atendernos a principio de curso.

—Por supuesto, Delegada Lewis, el placer es nuestro —dice Dumbledore, también sonriendo y luego le da la mano a Aidan—. Delegado Callaghan, es un placer verle de nuevo.

—El placer es mío, director Dumbledore —responde el chico, tomando asiento casi de inmediato—. Supongo que ya sabe por qué venimos.

—El Torneo, por supuesto.

—Después de los acontecimientos de la Copa de Quidditch el mundo está... intranquilo —dice Dawn, sin tener muy claro cómo exponerlo sin que Aidan piense que son unos inútiles en el Ministerio británico y en la Delegación—. Por supuesto, Hogwarts es el lugar más seguro que hay en estos momentos, se lo hemos asegurado a todos los delegados y está claro que el desafortunado accidente de la Copa de Quidditch fue solo eso, un accidente.

—Mortífagos —murmura Moody desde su sitio y empieza a pasearse por la sala—. ¿Creen que va a suponer algún problema el ataque de los mundiales para el Torneo de los Tres Magos?

—No —dice Dawn, de forma rotunda y Aidan carraspea—. ¿Sí, Delegado Callaghan? ¿Opina distinto?

—Por parte de Irlanda nosotros no tenemos ningún problema con el Torneo, Delegada Lewis —responde, pero se pone en pie como Moody—. Ahora bien, ¿pensarán el resto de colegios lo mismo? ¿Podemos asegurarles de que van a estar a salvo?

—¡Por supuesto! —dice entonces la profesora McGonagall, que frunce el ceño ante las palabras de Aidan—. En Hogwarts están todos más que seguros, Callaghan.

—Delegado Callaghan, profesora McGonagall —dice entonces Aidan, con un tono de voz a Dawn no le gusta nada y se da cuenta de la mala idea que ha sido traerle—. ¿Debemos recordar el incidente con el basilisco de hace unos años? O el incidente de la Piedra Filosofal o que el colegio estuvo rodeado de dementores durante todo el curso pasado.

—Entiendo su preocupación, Delegado Callaghan —habla entonces Dumbledore, con una voz tan tranquila que a Dawn le dan escalofríos—. Todos esos eventos, excluyendo el de los dementores, se produjeron cuando estaba lejos del castillo.

—Tengo a todos los mortífagos del castillo vigilados —responde entonces Moody y tanto Aidan como Dawn le miran.

—Alastor, hemos hablado de esto —Dumbledore parece cansado con el tema de los mortifagos y Dawn no puede evitar prestar más atención a Moody.

—Snape no le hará nada a los críos. Y cuando llegue Karkarov me encargaré personalmente de hablar con él.

—¿El profesor Snape es un mortífago? —pregunta Dawn, sin pensarlo mucho y Moody asiente. Su ojo le da escalofríos, pero no el que no deja de moverse, si no el de verdad, que no deja de mirarla fijamente. 

—El profesor Snape, como bien le he indicado a Alastor, fue un espía durante la guerra —dice Dumbledore y se pone en pie—. Minerva, por favor, acompaña a Alastor a su despacho.

Todos esperan a que abandonen el despacho y entonces Dumbledore se pone a caminar, explicando mientras tanto cómo va a lograr que los alumnos estén seguros durante el Torneo. Las medidas de seguridad son, desde luego, buenas. Los cuidadores de dragones de Rumanía estarán cerca durante todo el tiempo que dure la prueba e intervendrán en el momento en el que vean que la cosa es demasiado peligrosa. Las sirenas y tritones del Lago Negro sacarán a los participantes si ven que no son capaces de llegar, los ataques que realizarán serán fácilmente esquivables y les irán indicando el camino sin que se den cuenta. En el laberinto no solo entrarán en cuanto los participantes lancen chispas rojas, si no que el propio laberinto está hecho de tal forma que, si ve que los participantes están en completo peligro, los aislará en una zona que solo les permita salir.

—Todo está muy bien pensado, pero ¿y los menores de diecisiete años que quieran participar? Porque habrá alumnos que quieran intentarlo independientemente de las reglas —dice Aidan y Dumbledore asiente.

—Podemos conjurar al cáliz de fuego para que solo acepte los nombres que nosotros le digamos. Además, dibujaré yo mismo una línea de edad que no podrán traspasar.

—¿Ni siquiera con una poción envejecedora?

—Ni siquiera con una poción envejecedora, Delegada Lewis.

Dumbledore vuelve a sonreír y Aidan asiente. Se levanta y agradece al director Dumbledore por las palabras y que le han tranquilizado bastante. Su actitud ha cambiado de golpe y Dawn no sabe que pensar sobre él, así que también le tiende la mano a Dumbledore y le comunica que vendrá en la primera prueba, explicándole lo que todos los Delegados habían pedido.

—Quiero acercarme un momento al Lago Negro, Aidan —le dice, viendo como ya está dispuesto a salir de Hogawarts y este asiente—. Quiero oír lo mismo de las sirenas del lago.

—No puedes descansar hasta que todo este perfecto, ¿verdad?

—Si puedo dejarlo todo perfecto lo haré —le dice Dawn, sonriendo.

Ninguna de sus sonrisas son sinceras, pero eso Aidan no lo sabe. Vuelve a darle un beso en la mejilla de despedida y la invita a una comida en un restaurante en Irlanda cuando vuelva del resto de escuelas de magia.

Dawn no sabe cómo negarse, así que asiente y vuelve a sonreír. Quizá le viene bien tener a alguien más con quien hablar.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Vaya parece que Dawn se va a involucrar un poquito en el torneo... que cosas, ¿verdad? Porque la semana que viene rumbo a Rumanía por fin jejejeje

¿Estará Charlie en Rumanía? ¿O seguirá en Inglaterra? Escucho teorías sobre que va a pasar por aquí

Nos vemos la semana que viene <3

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