4 Nuestro tiempo juntas
Presente
—Amor —entra April por la puerta— ella volverá.
—¿Y si no lo hace? Becca es... ella —comienzo a llorar de nuevo— solo quiero a mi hija de vuelta.
Lloro abrazando la ropa que no se ha llevado y que aún tiene su olor. Rebecca es alguien imparable y que cuando da su palabra no se echa atrás. Tal vez no nos perdone y tal vez tenga razón, pero si ella supiera la verdad de todo, entendería que por aquella época, ella no tuvo opciones, que Pietro era un monstruo peor del que creíamos, mucho peor.
Pasado
April no volvió ni ese día, ni al siguiente, ni al siguiente, ni en meses, pero mandaba cartas para Becca y los Marchant me mandaban ropa de su hija, ya que Pietro se niega a darme dinero para un gasto innecesario, su propia hija es un gasto innecesario, maldito tacaño, espero nunca tenga hijos con este cerdo y lo único que me hace quedarme a su lado es Becca.
De un día para otro ella dejó de mandar cartas, dejó de llamar y escribir, de un día para el otro ella desapareció.
Ni ella, ni él jamás quisieron decirme los terminos bajo los cuáles ella había tenido que dejar a Becca aquí, sé que Pietro la extorsionó con algo, mi marido es un cretino de primer nivel y eso que casi ni esmero la pone en serlo.
—¿Mi mamá va llamarme hoy? —hace más de dos semanas que no sabia nada de ella.
—No lo sé nena, ella está muy ocupada trabajando.
—Pero antes siempre me llamaba cuando estaba trabajando —su rostro se tornó triste— tal vez ya no me quiera más —si hay algo que no voy a permitir es que le hagan daño a Becca.
—Pero me tienes a mí, yo estoy aquí contigo y te amo pequeña.
—¿De verdad me amas? —sus ojos se abrieron grandes y me miró con brillo e ilusión.
—Claro que te amo, con toda mi infinita alma Becca.
8 meses desde que April no se comunica, para el cumpleaños de Becca mandó un regalo para ella a la casa de mis padres, entonces comprendí que no es que le haya pasado algo, ella simplemente no quiere comunicarse con su hija.
Estamos las dos haciendo la comida, ella me ayuda a pelar los vegetales, hace días que está cabizbaja y pensativa.
—Alina.
—Dime mi dulce princesa
—Puedo decirte mamá a ti? —mi corazón se aceleró— tú me cuidas, vas a mi escuela, a mis actos, me haces mi comida favorita... —agachó la cabeza— y no te vas.
—Amor tu ya tienes una mamá —su carita se tornó triste— pero puedes decirme como tú quieras —corrió y me abrazó.
—Entonces te diré mamá.
Y desde ese es cuando ella me empezó a decir mamá y estaba muy feliz de decirme mamá en público en la escuela.
—Mis amigas dicen que tengo a la mamá más linda de la clase —dijo con una gran sonrisa.
—¿Te gusta que sea tu mamá?
—Sí, eres la mejor mamá que elegí.
Llegamos a casa e hicimos la cena, parezco la maestra Miel junto a mi dulce princesa, no tengo hijos propios pero Becca es mi hija aunque no compartamos la misma sangre. ¿Cómo Pietro no puede ver eso en su hija? ¿Cómo April fue capaz de abandonarla sin mirar atrás? Ellos no merecen ser sus padres, pero esta pequeña me tiene a mí que la amo con locura. Nuestro tiempo juntas es de risas y sonrisas hasta que él llega a casa.
—Veo que mi hija se lleva bien contigo —marcando territorio.
—Ella levantó la mano para hablar y él le dió permiso— Ella me agrada y es mi mamá.
—¿Mamá? ¿Desde cuándo? —soltó una risita— no te olvides que ella es mía Alina, es mi hija. No quieres quedartela ¿O si?
Pietro es muy posesivo con lo que le pertenece, sea objetos, dinero o "personas" y ambas somos de él, o eso piensa este cretino inútil.
—¿Y a mí como me llamas niña? —le apretó apenas la mejilla tratando de ser cariñoso, pero ni siquiera la llama por su nombre— vamos dile a papi como lo llamas, ya te di una pista.
—Señor Lombardi.
Dijo ella, él enfureció y trató de tomarla fuerte del brazo como hace siempre que no la tengo cerca, pero ahora no está lejos. Puse mi mano en su entrepierna y aunque tenía ganas de exprimirles las bolas hasta que se le revienten y no en el buen sentido, sé que es demasiado básico y ofrecerle sexo va a distraerlo, lo suficiente como para que se olvide de ella rato. Me acerco un poco más y lo sobo, besándolo aunque me asquea todo su ser.
—¿Ahora Alina? —un brillo de lujuria apareció en su mirada— está bien. Niña quédate aquí o ve a jugar afuera hasta que papi y mami vuelvan.
Me tomó de la mano y me llevó hacía arriba, lo que amo a esta niña aguantando a este cerdo asqueroso.
Luego del para nada placentero sexo con Pietro, más mi muy buena actuación, sobre cuanto disfrute tenerlo encima jadeando y gimiendo, él acaba como siempre sin importarle que ni siquiera haya sido capaz de hacerme lubricar. Me meto a bañar para sacarme cualquier resto de su esencia en mi piel. Vuelvo a la habitación y cambio las sábanas mientras él entra desnudo para darse una ducha también y al pasar me da un beso apasionado, que luego al marcharse me limpió la boca y escupo en una servilleta para sacarme el sabor de su boca.
Cada día lo odio más.
Bajo a ver rápidamente a mi dulce princesa de cabello negro y ojos oscuros pintando.
—Para ti mami —me mostró un dibujo de nosotras dos tomadas de las manos.
Amo que solo seamos nosotras, amo que me regale sus dibujos, amo a esta niña que es mi hija, pero si él ve esto y no está él va a haber problemas, así que rápidamente comencé a dibujarlo.
—¿No te gusta?
—Me encanta amor, pero falta el señor... falta papá aquí.
—Fruncio el ceño— No quiero que él sea mi padre. ¿Tengo que decirle papá?
—La besé en la frente y yo tampoco quisiera que fuera tu padre, pensé— Pero lo es cariño y se va a sentir mal si no está en el dibujo ¿Lo harías por mí? Llamalo papá.
—Por ti mami lo haré.
Estaba terminado de dibujarlo a él que venía bajando las escaleras ya limpio, prendiendose la camisa y el saco, le encanta andar de traje y/o camisas. Le saca el dibujo de las manos y dibuja una sonrisa.
—Quiero uno de nosotros dos niña —le devolvió la hoja— ese puede ir en la heladera, así cuando vengan a visitarnos ven que soy un buen padre.
Maldito manipulador, un buen padre llamaría a su hija por el nombre, sabría al menos su dibujito favorito, iría a los actos escolares y un sin fin de cosas más.
—Sí, papá.
Otra sonrisa en el rostro del imbécil.
—Así me gusta niña.
—Rebecca —le dije sin poder callarme y el levantó una ceja— o Becca, no se llama niña.
—Sé como se llama mi hija, Alina. Conoce tu lugar y no te confundas, ella ya tiene una mamita y esa no eres tú —hijo de puta siempre me lo recordaba— Tu función es cuidarla y criarla pero no eres su madre, algún día cuando tengas hijos propios lo entenderás —dijo arreglándose la corbata— mientras tanto dejaré que te llame mamá, solo porque últimamente has estado más apetente —se mordió el labio inferior— así que tómalo como un premio. Ahora llévame al auditorio y pásame a buscar a las 7pm.
Becca me tomó la mano para salir, y me miró para transmitirme apoyo. Lo dejamos ambas calladas mientras él va cantando y practicando en el auto. Se baja y es un sujeto super cariñoso y hasta llama a su hija por el diminutivo, claro que también debo bajarme para mostrar la familia feliz que no somos. Hace que ella lo bese en la mejilla antes de irse.
—Mami —dijo mirando por la ventana— yo no quiero al hombre malo. Te amo mucho a ti y eres mi mamá, aunque el diga que no.
—Lo sé hija y jamás te pediría que lo quisieras. Pero si le haces un dibujo de vez en cuando y lo llamas papá o como ahora, haciendo como que lo quieres delante de la gente él no va a enojarse.
—¿Puedo no quererlo de verdad?
—Claro, jamás te pediría eso.
—Gracias mamita ¿También será nuestro secreto? —asentí— ojalá mamá April estuviera aquí, le caerías bien y sería mejor tener dos mamás.
El tiempo pasó demasiado rápido, ya llevo dos años al lado de Becca. Sus noches de llorar por April se terminaron hace unos meses, noches que yo misma me la pasé con ella acunandola en mis brazos, sabía que iba a ser difícil, pero no sabía cuánto, no sabía cuanto iba a dolerme su dolor, una madre que la abandonaba en la casa de unos extraños, una madre que luego de 8 meses desaparecería de la faz de la tierra, un padre que en realidad no la quería, un padre que ni siquiera pronunciaba su nombre.
¿Que tan difícil se le había puesto la vida a esta niña? y siendo aún tan pequeña. Me partía el alma ver la tristeza en su mirada.
Aunque parezca extraño, jamás sentí rencor o alguna aversion hacía ella, jamás sentí que fuera una carga o un peso, yo la había amado desde el primer momento en el que la ví tan indefensa bajo los brazos de los que se suponían eran los padres que debían cuidarla.
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