31 Extracorpórea
—¿Morí?
Pero este clima se siente tan real, el calorcito en el aire parece ser una brisa de primavera, el sol se siente real, literalmente siento como le da calor a mi piel. No puedo estar muerta, no puedo morir ¿O si?
Estoy a los pies de una enorme colina, con el pasto alto, el sol cálido y un enorme árbol en la cima de tallo grueso, este lugar lo conozco, aquí solía venir cuando era niña con mi padre. Veo mis manos y son efectivamente de mi yo de la infancia, junto a mi vestido favorito azul con florecitas blancas bordadas, siempre amé ese vestido. Camino hasta el árbol y veo en el tronco tal y como solía hacer a mi padre acostado, con su gorrito de pescar tapándole el sol.
Había sido un infarto antes de irse a un concierto, había sido mi madre llamándonos llorando, había sido la última vez que hablé con ella una pelea, nos había unido ahora definitivamente y finalmente la muerte de mi padre, pero no lo suficiente. Ahora lo volvía a ver, más joven, pero con la misma sonrisa, con el mismo color de ojos que compartimos, solo me bastó verlo para saber con absoluta certeza que amaría a este hombre que fue mi padre con la misma intensidad que me ha dejado huella, toda mi vida.
—No te crié para morirte antes de tiempo Audrielle.
—¡Papá! —me tiro encima de él— Papá te extraño tanto.
Lo abrace y escuché mi voz de niña al hablar, él se enderezo y levantó, dos columpios aparecieron y nos sentamos en ellos, primero el me amacó como cuando era chica y luego se sentó en el otro a mi lado.
—Papá si tu estás... yo.
—Solo por un momento, no es tu hora Audry, tienes que volver.
—No sé como hacerlo, no sé cómo volver papá. Yo intenté salvarla.
—Lo sé, hice lo mismo con su madre hace mucho tiempo. Es una buena chica Audry, para morir por ella —suspira— pero ahora tienes que volver y vivir.
—Te extraño, me haces mucha falta. Jamás congeniamos bien con mamá, tú eras mi favorito.
—Tú madre hizo lo que pudo Audry, yo era el divertido porque pasaba poco tiempo en casa, ella era quien los criaba y tenía que marcarles los límites. Le dejé el trabajo sucio, mientras yo me divertía con ustedes. No fui justo con ella, pero te aseguro que los amaba mucho más que yo —me mira— ¿Tienes alguna idea de la cantidad de veces que tu madre se amaneció con ustedes cuando se enfermaban? De la cantidad de veces que lloró de rabia cuando te molestaban en la escuela, hasta que un día ella se disfrazó y amenazó a ese niño —rió a carcajadas y cuanto había extrañado escuchar su risa— no lo sabes porque le dió vergüenza luego de que lo hizo. Si quieres ayudar a Rebecca primero ayudate a ti misma y sana la relación con tu propia madre Audry, dale una oportunidad de ser más unidas.
—Siempre fuiste el más sabio.
—Solo sabemos cosas diferentes hija, y desconocemos cosas diferentes —hicimos un momento de silencio— Los extraño muchísimo —suspiro con nostalgia— Cavaldi se convirtió en un gran hombre y ahora con Alex, siempre hicieron una linda pareja —lo miro extrañada— vamos si los miras con atención te darías cuenta que entre esos dos hay algo.
Nos bajamos del columpio caminando hasta la orilla del lago a unas sillas de madera con una sombrilla en medio que nos tapa el sol directo. Al llegar me di cuenta de mi apariciencia ahora adulta y actual.
—Nunca me gusto esa chica Ahinoa, Audry.
—Nunca dijiste nada.
—Tú la querías, si me ponía en contra de esa relación te cerrarías con nosotros y no quería que te apartaras de nuestro lado.
—Así que tu ayudaste a la madre de Rebecca.
—Parece que tenemos ambos una debilidad por las mujeres de esa familia —sonrió y lo miro extrañada— tranquila solo eramos amigos con April, la quería como una hermana —suspiró—. La conocí tocando el piano en un restaurante al que fuimos con tu madre, ella andaba a cuestas con su pequeña hija, tenía casi tu misma edad, el cabello negro y ojos negros, una niña hermosa. Bueno ahora es toda una mujer.
—Sí, y sigue siendo hermosa.
—Y muy parecida a su madre por aquella época. Pero tu madre para mi es la mujer más hermosa y lo sigue siendo —una amplía sonrisa se dibuja en su rostro, el de verdad aún la ama—. April tocaba realmente bien, me acerqué a ella e indagué un poco, ahí supe que había tocado en la sinfónica de Berlín, pero una mala decisión de enamorarse de quién no debía le costó el trabajo. Yo le ofrecí mi ayuda, en todos lados le habían cerrado las puertas, aparte que luego de que supe quien era imbécil por el cual ella... lo siento —jamás había escuchado a mi padre decir una mala palabra y eso para él era un montón— jamás soporte al gran Pietro Lombardi, menudo hijo de...
—¡papá!
—Luego de un tiempo April comenzó a hacerse famosa... quizás no te acuerdas pero ella fue algunas veces a comer a casa con Rebecca —abrí los ojos grandes— ambas jugaban mucho, y varías veces las habíamos encontrado durmiendo juntas abrazadas —sonrió— bueno es algo que siguen haciendo.
Me ruborizo, hablar de cosas íntimas con mis padres era algo un poco raro e incómodo. Pero saber que ella y yo nos conocíamos desde hacia tanto tiempo, sin acordarnos era por lejos increíble. Tal vez fue el recuerdo inconsciente de quiénes se habían conocido desde antes, lo que nos atrajo la primera vez que nos vimos, tal vez era el amor que nos habíamos guardado, lo que había quedado latente para despertar años después.
—Ella tomó la difícil desición de dejar a su hija con ese cretino, que gracias a Dios tenía una esposa demasiado buena y considerada que pese a saber quien era esa niña jamás dejó de amarla. Seguimos en contacto con ella, hasta que él decidió mudarse y le perdimos el rastro, luego también nos mudamos nosotros y no supe más nada de la niña. Con April también nos fuimos distanciando, la vida es lo que pasa y antes de darte cuenta, las llamadas son menos frecuentes, las agendas cada vez más llenas y el tiempo escasea. Pero por lo que ví ellas se casaron —sonrió— al fin ambas pudieron ser felices.
—Sí, Alina es un amor y Rebecca la ama con toda su alma, es más Cavanagh es el apellido que ella le dió y por el cual se hizo llamar mucho tiempo.
—Me da paz verte a ti feliz hija, por fin puedo estar bien aquí arriba sabiendo que mi familia está bien.
Luego de eso caminamos hasta el pequeño puente de madera, nos sentamos en la punta para meter los pies en el agua. Esto era algo que siempre solíamos hacer cuando era niña y vivíamos cerca del parque nacional South Creek.
Sentada a su lado, me apoyo sobre su hombro, el cruza un brazo por atrás de mi espalda y besa mi frente, olí otra vez su perfume que hacia tanto había dejado de sentir y siempre me había gustado como le quedaba. Mi padre este hombre amable que ayudaba a todos, mi favorito, mi héroe, podría quedarme en este lugar con él.
—¿Ahora que sigue?
—Es tu desición hija.
—Suspiro— Está bien —me paro y camino de vuelta a la orilla, lo veo levantarse y caminar tras de mí— creo que sé lo que quiero hacer papá.
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