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12 Cavanagh

Las cosas con Cavanagh... algunas parecen ser más fáciles, estar cerca de ella es fácil, puedo tumbarme en su sillón a leer sin necesidad de que llenemos los silencios con alguna conversación sobre algo, ella simplemente me deja una taza de té, que es lo que tanto me gusta, sin decir nada toma su libro, y mete los pies debajo de la misma manta donde tengo los míos.

Con ella venimos viéndonos de vez en cuando desde que decidimos ser amigas, aunque varias veces nos quedamos peligrosamente cerca en un contacto visual que dura un poco más de lo esperado, en como ahora con sus pies bajo la manta que buscan el contacto de alguna manera conmigo.

Sé que ambas son diferentes, tambien sé que si amara tanto como creo a Ainhoa, no me gustaría también Cavanagh, sé que ella se mantiene a raya desde que le dije que decidí darle una oportunidad a la rubia y todos sus intentos de ligar pararon desde ese preciso momento en que pronuncié las palabras de mi boca, su política es muy estricta respeto a la gente con pareja.

—¿Me acompañas a comprar un regalo? Quiero que me ayudes a elegir.

—¿Para quién?

—Solo acompañame, no importa para quien sea.

Y a pesar de llevar meses siendo amigas, aún habla poco y casi nada de su vida privada, solo sé que tiene una hermana más chica que ella, y una madre de la que poco habla, aún después de varios meses no ha querido decirme su nombre. Solo dijo: "no es necesario que lo sepas, mi nombre no me gusta y prefiero que me llamen por mi apellido Cavanagh, aparte le dirás a tu noviecita y no quiero que nadie sepa mi nombre".

—Y como se supone que voy a ayudarte a elegir genio, si ni siquiera sé si es chico, chica, un perro o un alien.

—Bueno —puso sus pies encima de los míos acariciandolos— es para mi madre. Tengo una vaga idea de que darle aunque hace un tiempo que no la veo, tal vez lo que le regale no le guste y eres la única amiga que puede ayudarme, tienes buen gusto... para algunas cosas que no tengan cabello rubio.

A esta altura había aprendido a no preguntar indagando más de lo que ella estaba dispuesta a contarme, y también aprendí que con Ainhoa se odian profundamente, más ambas se niegan a decirme el motivo de tal semejante odio entre ellas, ninguna ha querido hablar.

—¿No me contarás el motivo por el cual se odian?

—Que ella te diga.

—¿Qué hay de tu versión de la historia?

—Sonríe sin mostrar los dientes— Quiero saber que versión te da ella y si te dice toda la verdad. Como ya te dije antes Audry _se levanta— ten cuidado con ella. No es inofensiva.

—Bueno ambas tienen la misma opinión la una de la otra, pero ninguna dice nada —se encoge de hombros— Vamos lindura —¿Absurdo no? Con ella nos habíamos apodados casi de inmediato—  me dices eso y quieres que no me de intriga el asunto —me acerco abrazándola por la espalda mientras lava la taza.

—Rulitos no hagas esto, es trampa —suelta el agarre de mis brazos a su cintura y voltea a verme, sin dejar que me despegue de ella— preguntale a ella y luego —besa mi mejilla— me dices, seguro tienes métodos muy eficaces para sacarle a verdad, no dudo de tu capacidad —toca la punta de mi nariz, luego mira mis labios, y se aclara la garganta— será mejor que vaya a cambiarme para salir —traga con dificultad— deberías buscar tu abrigo.

—No iremos en la moto linda, estás loca si piensas que me subiré a esa cosa con el frío que hace.

—Entonces tu manejas, genial —se asoma con una gran sonrisa.

—Cai en su trampa— Si querías que manejara lo hubieras dicho nada más. Tú invitas la merienda.

Vuelve con un saco negro largo, leggins apretados con botas altas, un pañuelo turquesa, encima de su sueter beige claro, tirando a un lado su cabello negro lacio. Tuve que voltear al verla, no puedo sentir deseos por ella, pero lo hace tan difícil, no me pueden gustar las dos.

—¿Qué pasa rulitos? ¿No te gusta?

—Trago claro que me gustas— Te queda bien, vamos.

Abro la puerta, ella sube al auto y arrancamos. Tiene una manía casi que podría decir un toc, y es que cuando estoy cerca de ella, posa su mano cerca de mí y acaricia mi cuello y/o hombros, la primera vez se disculpo y ahora lo hace por inercia, aunque nunca me molestó.

—Llegamos —se acercó y besa mi mejilla, antes de salir del auto— quiero ir a una tienda que hay aquí donde ella solía venir ¿Vamos? —toma mi brazo y yo quise tomar su mano.

Llegamos a la enorme tienda que vende sillones, y cosas de decoración. Ella me pide la opinión, en cuanto a los colores o diseños de lo que ve, luego de mirar casi que de todo, llegamos a la caja con un juego de platos rústicos que parecen tallados de la misma piedra.

—Que buena química que tienen chicas, hacen muy linda pareja.

—Me aclaro la garganta— En realidad somos amigas.

—Lastima porque se ven bastante lindas juntas.

—Gracias —dice ella y no me deja seguir— ¿Puedes envolverla? es para regalo —nos entregan el paquete con un moño— tengo que pedirte otro favor —rasco su nuca— ¿Podrías acompañarme? La verdad es que hace bastante que no veo a mi madre, voy sin avisar y no quiero que sea incómodo, yo nunca sé bien que decir, sobre que hablar. Las cosas entre nosotras no terminaron bien la última vez que la vi.

—Dime bien cuando y vamos, no tengo problema.

—Este fin de semana —mierda quedé con Ainhoa de salir a una cita y mi cara lo dijo todo— si no puedes está bien.

—Si puedo —ella me va a matar, si se entera del motivo por el cual cancelaré nuestra cita.

—¿Pero y tu novia? Deberías hablar con ella, no quiero problemas, sé cómo es ella.

—No es mi novia, ni me lo ha pedido ni yo tampoco lo he hecho.

—Dejame ver si entiendo, no salen con otra gente, celebran aniversarios de mes, tienen citas, follan como conejos, te quedas en su casa o ella en la tuya, conocen el grupo de amigos de la otra, pero no es tu novia, porque: "no te lo ha pedido" Suena la verdad que muy lógico —dice irónicamente— osea que si no te hubiera dicho de ser amigas, te podría haber manoseado, besado, follado y estaba todo bien ¿porque ya la amistad es otra cosa? Tú sentido común va viento en pompa. Somos adultos Audrielle, no es necesario algo que al parecer esta implícito, con todo lo que hacen como pareja el título ya lo tienen. Por-fa-vor.

Tiene razón y lo sé, no es necesario que alguna de las dos le pida a la otra ser la novia cuando esta implícito en todo lo que hacemos juntas, Dios hasta me ha pedido que me vaya a vivir con ella, claramente en algún momento esto se convirtió en un noviazgo.

Fui callada disimulando mirar vidrieras, ya que su cumpleaños se aproxima y aún no sé bien que regalarle.

—Elijas lo que elijas, no le lleves el color mostaza o los fluor, los detesta —la observo extrañada— sé que se acerca su cumpleaños. Tu actual es mi ex, hay cosas que no he olvidado.

—Es raro que lo digas así.

—Mas raro es que estés tú al medio y aún no te haya prohibido verme o hablarme.

—Ella no es así de celosa o posesiva, ha cambiado —digo un poco molesta, ella no sabe como es Ainhoa ahora— sino jamás le hubiera dado una oportunidad a alguien que pudiera lastimarme.

—Espero que en verdad haya cambiado Audry, porque la versión de ella que me tocó a mí, no se la deseo ni a mi peor enemigo —cada vez que algo de ellas puede asomarse cambia de tema— ¿Y el tuyo cuando es?

—¿Cuando es qué?

—Tu cumpleaños rulitos.

—17 de diciembre ¿No me dirás nada sobre ustedes?

—Es mejor que ella te diga, eso no me compete. ¿Entonces eres Sagitario? —asiento— genial, el mío es el 11 de Abril y sí, soy Aries. Vaya llevamos tiempo siendo amigas y ni siquiera sabíamos cuando cumplíamos años —otra vez esa sonrisa.

Ya me las había aprendido a todas sus sonrisas, la de cortesía como cuando le pide su orden al mozo, la falsa e incómoda que hace cuando no le queda otra más que sonreír, la genuina que hace que se le arruguen al costado de los ojos cuando come su postre favorito, la seductora con una sonrisa de medio lado y la tierna... esa es solo para mí, me mira así cuando me trae un té, cuando me tapa con una manta porque estoy acurrucada con frío y coloca uno de mis cabellos detrás de mi oreja, jamás la creí capaz de tanta dulzura y delicadeza.

Compramos un helado de paseo por el shopping, mientras conversamos.

—¿Si estuvieras en mi lugar no tendrías curiosidad?

—Me da más curiosidad saber ¿a qué le tienes miedo? ¿que es en lo último que piensas antes de dormir? ¿Cual fue el sueño que tuviste de niña? Espera —se acerca a mí tocando cerca de mi ojo— mira una pestaña pide un deseo.

Ambas cerramos los ojos pidiéndo un deseo, para luego soplar la pestaña.  Posó por un momento su mirada en mis labios, los acaricio con el pulgar y luego se lo llevó a la boca chupándolo para pasarlo por la comisura de mis labios.

—Tenias helado.

—Gra... Gracias.

Sentí el calor nacer desde mi interior y traspasar los poros de mi piel, siempre hace esto, hace algo que va a ponerme tan roja que no puedo ocultarlo y entonces es cuando me mira con ternura, porque mis reacciones avergonzadas le causan esa sonrisa. Yo suspiro porque desde que probé su boca, nada me sabe igual.

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