Capítulo 12: Nerds
Dedicatoria:
A mi mejor amigo, a quien conocí por azar pero que desde entonces me ilumina con su intelecto, talento y humor. Conocerte ha sido un verdadero privilegio: tu compañía y creatividad hacen extraordinarios hasta mis días más simples y oscuros. Gracias por tu muchosidad y por permitirme ser parte de tu vida.
Los pasillos de la Facultad de Filosofía estaban casi vacíos. Había llegado temprano para la sesión del club así que aproveché para caminar en calma disfrutando del ambiente universitario y la soledad.
Necesitaba aclarar mis ideas sobre lo que estaba pasando con Arnar o, mejor dicho, lo que no estaba pasando.
Pero mis pensamientos fueron interrumpidos de golpe apenas abrí la puerta del auditorio. Como un déjà vu amargo, estaban él y Maya allí besándose. Tan cerca, tan absortos el uno en el otro, que me sentí una extraña invadiendo un momento privado.
Sin pensarlo, di media vuelta, salí del auditorio y empecé a caminar en dirección opuesta tratando de alejarme de esa imagen que no me abandonaría tan fácilmente.
En medio de mi escape terminé tropezando con alguien. Mis manos soltaron un par de libros y cayeron al suelo con un golpe sordo.
—¡Lo siento! —murmuré intentando ocultar mi cara húmeda y mis ojos enrojecidos.
—¿Brida? —La voz preocupada de Gretta me hizo mirarla de reojo.
Me agaché rápidamente para recoger los libros sin dejar que viera lo afectada que estaba. Gretta se inclinó y me sujetó suavemente por la barbilla obligándome a mirarla.
—Brida, ¿qué pasa?
—Nada. No te preocupes, estoy bien —respondí, aunque el tono de mi voz no decía eso.
Gretta se levantó cruzando los brazos.
—No se llora por nada, amiga. Cuéntame.
—Es una larga historia... y no te va a gustar.
—Entonces vamos a alguna parte a conversar.
Negué con la cabeza queriendo evitar una conversación que sabía que solo me haría sentir peor.
—De verdad, Gretta. Estoy bien.
Sin embargo, la suerte no estaba de mi lado. Justo en ese momento Arnar salió del auditorio. Me congelé y Gretta se dio cuenta. Arnar se acercó con su típica sonrisa despreocupada.
—Hola, chicas. ¿Cómo están?
—Hola —respondió Gretta mirándolo apenas.
Yo no dije una palabra y el silencio incómodo fue suficiente para activar las alarmas de mi amiga. Antes de que pudiera reaccionar, me tomó de la mano y me arrastró con ella alejándonos de Arnar. Él se quedó mirándonos un tanto confundido mientras
Gretta me llevó al interior del auditorio situándome en un rincón.
—¿Me puedes decir qué pasó con Arnar? —preguntó Gretta una vez a salvo del otro lado de la puerta.
La miré y en ese instante ella lo entendió todo.
—¡Carajo, Brida! —exclamó bajando la voz mientras dejaba sus cosas en una mesa cercana—. ¿Acaso... te enamoraste de él?
Sentí mis mejillas arder. Cerré los ojos asintiendo casi imperceptiblemente. Gretta dejó escapar un bufido.
—Puta madre... —murmuró.
En ese preciso instante, Arnar volvió a entrar al auditorio y se acercó, sin entender del todo lo que sucedía.
—¿Peque, estás bien? —preguntó suavemente.
«Excelente, después de verte devorando a Maya», pensé enfurecida
—Arnar, ¿nos puedes dejar solas? —pidió Gretta.
—Quiero saber si Brida está bien —respondió él insistente mirándome fijamente.
—¡Vete! —replicó Gretta con tanta autoridad que su voz retumbó en el auditorio provocando que varias personas nos miraran.
Arnar dio un paso atrás, sorprendido. Finalmente asintió y se alejó aunque sus ojos no se despegaron de los míos. Gretta tomó sus cosas, me rodeó con el brazo y me llevó hacia la salida. Su silencio era tan elocuente como si me estuviera gritando pero sabía que su enojo era más por protegerme que por juzgarme.
Salimos del auditorio y caminamos juntas, sin decir nada. Gretta, como la buena amiga que era no me dejó sola en ese momento. Me acompañó a casa, tomamos un té y compartimos un trozo de bizcocho.
La charla con ella fue extensa, dolorosa y llena de regaños. Cuando se fue, me dejé caer en el sofá pensando en todo lo que había pasado. Sin embargo, aún faltaba el broche de oro para cerrar mi día:
No había más que decir. Dejé el teléfono a un lado, cerré los ojos y me rendí al sueño en el sofá, aunque sabía que no sería reparador.
A la mañana siguiente, me levanté como un zombie y arrastré los pies durante toda mi jornada laboral intentando mantenerme funcional. A la hora de almuerzo, revisé mi teléfono y vi varios mensajes de Arnar que decidí ignorar, además de un mensaje de mi amiga Gretta.
El plan de Gretta funcionó a la perfección. Pasadas las siete de la tarde, llegué a su facultad y estacioné el auto para recogerla.
Mientras esperaba, cruzaba los dedos para no toparme con Arnar. Y si el destino decidía jugarme una mala pasada, al menos esperaba que no estuviera besando a alguna fulanita o menganita.
Mi atención se desvió cuando vi a Gretta acercarse conversando animadamente con un chico delgado y pálido, tan blanco que cualquier vampiro lo habría envidiado. Era Freddy con su típica pinta de genio distraído ocultando su mirada tímida detrás de sus gafas.Su cabello desgreñado parecía vivir en rebelión constante pero no necesitaba peinarlo para llamar la atención; su esencia era suficiente: un poco sarcástico, un poco serio y absolutamente único.
Cuando estuvieron cerca, me acerqué y los saludé con una sonrisa.
—¿Cómo van las costillas, Freddy? —le pregunté.
Él bajó la mirada, visiblemente incómodo.
—¡Freddy! —se escuchó de repente detrás de nosotros.
Volteamos y vimos a su hermana melliza corriendo a encontrarnos.
—¿Podrías gritar un poco más fuerte, Ivy? Creo que en la facultad aún hay quien no te ha oído —dijo Freddy medio en broma.
—¿Pretendías irte solo? —lo regañó ella.
—¿Pretendías que te esperara? —replicó Freddy con una ceja levantada.
—¡Hola, chicas! —nos saludó Ivy.
—¡Hola! —respondimos Gretta y yo al unísono.
—Brida, ¿te importa si Ivy se une a la juerga? —preguntó Gretta.
—¿Ivy? —pregunté para asegurarme.
—Esa soy yo —respondió Ivy sonriendo.
Freddy suspiró y miró a su hermana.
—¿En serio, Ivy? ¿Vas a irte de fiesta otra vez?
—Iré a acompañar a Gretta, me pidió un favor —respondió Ivy con tono inocente.
—¿Un favor? —pregunté mirando a Gretta con curiosidad.
—Ya lo verás —respondió la misteriosa Gretta.
—Ah, claro, no hay problema —dije encogiéndome de hombros.
—¡Carajo Ivy, te voy a matar! —refunfuñó Freddy.
—Silencio, me debes una —le respondió Ivy con una sonrisa.
—¿Y tú, Freddy? ¿Vienes con nosotras? —le pregunté.
—¿Tengo otra opción? —contestó él mirando a Ivy con fastidio—. Alguien tiene que cuidar a esta enana.
—Perfecto, así aprovechamos para hablar de tus historias; ya las leí —comenté.
—¡No me jodas!
—No te jodo.
—Es una manera de decir —me aclaró Freddy—. ¿Leíste ambas historias?
—Ambas.
Ivy sonrió y miró a Gretta.
—Ahora no parará de hablar de sus novelas, ¿ves?
—Para de exhibirme, enana —le reclamó Freddy
Freddy resopló mientras Ivy se colgaba del brazo de Gretta; y ambas se adelantaron caminando. Me quedé unos pasos atrás junto a Freddy, quién se veía un poco incómodo.
—Tus historias son geniales, de verdad. Tienes mucho talento —le dije.
—Gracias —respondió con su típica timidez.
—Deberías publicarlas.
—No creo, nadie las leería.
—¡Eso no es cierto! Creaste un mundo apocalíptico de superhumanos basándote en trastornos psicológicos. Convertiste el caos mental en algo poderoso. ¿Cómo podría alguien ignorar algo así?
Él me miró con curiosidad, como si no terminara de creerme.
—¿De verdad crees que son buenas?
—Claro que sí. Cuando te leía pensé que estudiabas psicología, sabes mucho.Luego recordé que me dijiste que estudiabas Letras.
—Solo investigué lo suficiente para que la historia tuviera sentido. Ser psicólogo es el sueño frustrado de mis padres, no el mío.
—Suele pasar —le dije mientras nos acercábamos al antro al que nos llevaba Gretta—. Necesito decirte que no te equivocaste de carrera. Eres un gran escritor. Tus historias hacen que uno se detenga a pensar en la mugre de sociedad en la que vivimos.
—Gracias —respondió algo avergonzado.
—Por cierto, tengo a mis personajes favoritos.
—¿Cuáles?
—De Anormal, Elías y de Inmoral, Karim.
—¿Elías? Pero... ¿sabes que es un sociópata, no?
—Claro. Su manera de ser tan genialmente antipática lo hace mi favorito de la primera generación. De la segunda me encanta Karim y su forma tan freak de coquetearle a la chica que le gusta mencionando sus peores defectos.
Freddy soltó una risa contagiosa. Un punto más para la simpatía de Brida.
Tomamos asiento y pedimos una ronda.
—Yo invito esta —les anuncié.—Aprovechen de pedir cócteles o lo que quieran.
—Yo invito la segunda —dijo Gretta chocándome los cinco.
A la mesa llegó rápidamente el ron, el tequila, un cóctel de tonos azules y mezcal.
—¿Cuál era mi misión? —preguntó Ivy, mientras se acomodaba en su asiento.
—Arnar —respondió Gretta con una sonrisa.
—¡No menciones a ese pendejo! —protestó Freddy haciendo una mueca—. ¿De verdad vinimos a hablar de él?
—Sí —dijo Gretta sonriendo aún mas—. De él... y de Brida.
—¡Gretta! —protesté sintiendo cómo me sonrojaba.
—Brida, yo salí con Arnar —me soltó Ivy de golpe.
—Ivy, te prohíbo hablar de eso —intervino Freddy.
—No te metas, Freddy —respondió Ivy rodando los ojos—. Como te decía, Brida, yo salí con Arnar y puedo decirte que...
Freddy le tapó la boca a su hermana.
—Vas a meterte en problemas. ¡Te prohibo que hables!
—Freddy, es para ayudar a Brida —intervino Gretta—. ¿Sabías que ella está saliendo con Arnar?
—¡Gretta! —repetí, cada vez más avergonzada.
—Sí, ya lo sabía —dijo Freddy con total naturalidad, destapando la boca de su hermana y comenzando a beber.
—¡¿Qué?! —exclamamos las tres a coro.
—Era obvio —aseguró él encogiéndose de hombros—. Casi te desmayas cuando lo viste con Alexa.
—¡Dios! —exclamé mirando hacia otro lado para disimular los tonos fucsias de mi rostro.
—Freddy, eres tan indiscreto —lo regañó Ivy.
—Solo digo lo que vi —se defendió Freddy.
—Bueno, el punto es que necesito que Brida escuche tu versión —intervino Gretta intentando volver al tema.
—Arnar es... —empezó a decir Ivy pero Freddy volvió a taparle la boca.
—¡No hables! ¡No te voy a defender esta vez! —la amenazó usando su tono más serio.
Ivy apartó la mano de su hermano con fastidio.
—Siempre dices lo mismo... y siempre terminas defendiéndome —respondió sacándole la lengua.
Freddy resopló claramente derrotado.
—Ivy, por favor, continúa —dijo Gretta animándola con un gesto.
—Arnar es el hombre más complicado con el que podrías involucrarte, Brida —empezó Ivy—. No te voy a negar que es un papasote, con un cuerpo que...
—¡Ivy! ¡Puta madre, qué asco! —la interrumpió Freddy llevándose las manos a los oídos—. ¡Guarda esos comentarios para ti! No quiero saber nada de cómo te lo cogiste.
—¡Cierra la boca, Freddy! —lo regañó Ivy dándole un empujón.
—Ustedes parecen Tweedle Dee y Tweedle Dum —intervine riendo mientras los miraba discutir y disfrutaba de mi ron.
—Freddy exagera todo, siempre lo hace. No quiere admitir que a él también le gusta Arnar —soltó Ivy cruzándose de brazos con una sonrisa burlona.
—¡Ivy! —gruñó Freddy indignado, mientras Ivy se echaba a reír.
—Da lo mismo quién te guste, Freddy. El punto de esta conversación es otro —intervino Gretta intentando retomar el tema.
—¡Que no me gusta ese bastardo! —protestó Freddy—.No tengo tan mal gusto como esta otra.
—Pues Stephen no es lo mejor de la facultad, hermano —dijo Ivy provocando que
Freddy se atorarse con su tequila.
—¡Mierda, enana! ¡Deja de exponerme! —protestó.
—Déjala que me cuente lo que pasó. Quizás pueda ayudarme. ¿Por favor? —le pedí con amabilidad.
Freddy suspiró, claramente debatiéndose entre su orgullo y mi pedido. Finalmente, asintió de mala gana.
—Está bien pero yo me voy a otro lugar. No quiero escuchar detalles puercos —dijo levantándose de su asiento y cambiándose a otro, lejos de Ivy.
—Continúa, Ivy —la animó Gretta, sin nada de paciencia
—Ya se me olvidó lo que iba a decir —respondió Ivy encogiéndose de hombros
—¡Ivy! —reclamó Gretta exasperada.
—¡Ya va, ya va! Es que Freddy me distrae.
—¿No puedes recordar sin él o qué? —pregunté
—Es que no me gusta que esté lejos. ¿Ya viste que casi lo matan la última vez que lo dejé solito un momento?
—Pero no es un niño pequeño —le dije riendo.
—Pero es mi hermano.
Rodé los ojos con una sonrisa y le hice una señal a Freddy para que volviera con nosotras.
—¿Pasó algo? —preguntó al llegar mirando a Ivy, sospechando que había cometido algún delito en su ausencia.
—Sí. ¿Podrías ser el amable relator de la historia entre Ivy y Arnar? Así evitamos los detalles escabrosos y te ahorras las amenazas constantes —le sugerí con una sonrisa inocente.
Freddy se cruzó de brazos echando una mirada larga a Ivy esperando que ella diera permiso.
—Está bien —dijo al fin resignado—. Ese cretino sedujo a mi hermana mientras yo estaba acompañando a la banda en un concierto en la facultad. Se aprovechó de que estaba sola, que yo no podía cuidarla, y le endulzó el oído como lo hace con todas.
—Es un perfecto "todas mías", Brida —agregó Ivy
Me sentí estafada y como si mil hormigas recorrieran toda mi espina dorsal.
—Es un genio intelectual, pero lo que tiene de genio lo tiene de cabrón —sentenció Freddy apurando el último sorbo de su primer vaso.
—Este toma un vaso de tequila y ya se le suelta la lengua —se burló Ivy.
—Y tú hueles mezcal y ya estás cantando a Chayanne —respondió Freddy.
—Paren la discusión —les pedí alzando una mano mientras intentaba enfocarme tras mi segundo vaso de ron.
—Lo que queda claro es que no puedes dejarte tentar por ese miserable, amiga —dijo Gretta, enredándose ligeramente con sus palabras mientras degustaba su tercer y extraño cóctel azul.
—Es que, Gretta, los brazos de Arnar son como cadenas que te aprisionan y luego ya solo pides: "dame duro contra el muro" —acotó Ivy.
—¡Carajo! —la regañó Freddy poniéndose rojo como un tomate.
La carcajada fue instantánea. Ya estábamos sintiendo el efecto del alcohol y Freddy nos miraba como si estuviera en el manicomio.
—A ver, ¿y por qué Gretta no ha caído? —pregunté señalándola con una mano imprecisa.
—Porque soy inmune a los cabrones —respondió Gretta con orgullo levantando su vaso y brindando por su resiliencia.
—Ojo, que a Arnar no le gustan las chicas como Gretta. Tiene una debilidad por las que tienen cara de nerds, como ustedes dos —dijo Freddy apuntándonos a Ivy y a mí
—¡Oye! —exclamamos Ivy y yo a coro, ofendidas y divertidas a la vez.
—Pero Maya y Alexa no tienen cara de nerds —intervino Gretta
—Es que eso es otro asunto —respondió Freddy inclinándose ligeramente hacia nosotras, como si fuera a revelar un gran secreto.
—A ver, ¿cuál es tu teoría? —preguntó Gretta un tanto mareada.
—Esas borreguitas están para adularlo, esa es su función, pero las con cara de nerds como ustedes dos, están para... encenderlo.
—Ivy por favor, dile algo a tu hermano —reclamé, aunque no podía evitar reírme.
—¡Freddy! ¡Para con eso de las nerds! —lo regañó Ivy dándole un manotazo en el brazo.
—Pues no querían saber mi teoría conspiranoica. Ahí la tienen, no se quejen —dijo Freddy levantando su vaso para tomar el tercer tequila, orgulloso de su análisis.
—Este orgasmo está muy bueno —soltó Gretta, de la nada.
—¡WTF! —exclamó Freddy
—Así se llama esa mierda azul que está tomando Gretta, orgasmo —le dije media ebria.
—¿Cómo nombras a un cóctel orgasmo? ¿Hay otro que se llama masturboy o algo así? —preguntó Ivy provocando la carcajada de los cuatro.
—Estamos demasiado ebrios —mencioné como si descubriera la pólvora—, es mejor que nos vayamos.
—Habla por tí, yo estoy bien —respondió Freddy riendo
—Bien ebrio —se burló Ivy y otra vez volvimos a reír a carcajadas.
—¿Cómo voy a llegar a casa? —pensé en voz alta.
—Te iremos a dejar —contestaron los tres.
—Yo debería ir a dejarlos, ustedes son unos niños.—Mi lengua a esa altura ya estaba completamente trabada.
—Unos niños... que descaro, si te estás devorando a uno —respondió Ivy provocando más risas.
—Arnar tiene 25 —defendí.
Nos miramos todos y otra vez nos carcajeamos de quién sabe qué.
Después de acabarnos más de cinco rondas, salimos del antro riéndonos de cualquier cosa. Gretta, con una urgencia insólita, decidió que el mejor lugar para ir al baño era detrás de unos arbustos, así que se bajó los pantalones sin pensarlo dos veces.
No sé cómo llegué a casa. Estaba todo oscuro cuando subí las escaleras tambaleándome, alguien me desvistió y luego... nada. La borrachera borró todo lo demás. Lo último que recordé fue la sonrisa de medio lado de Arnar, grabada a fuego en mi mente.
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