Een kerstnacht
La suave luz de las rústicas lámparas acaparaba toda la plaza. La navidad había llegado y los niños estaban más que satisfechos por los juguetes que estrenaban.
Cierto par de adultos se paseaban por ahí. El famoso cartero de la isla era saludado amablemente por cada pueblerino que pasaba, al igual que su acompañante la profesora Alva.
No habían entablado una conversación desde el regreso de el rubio la noche anterior, cuando fueron atacados por los líderes de los clanes. En verdad estuvo de suerte, no solo por el hecho de que lograron entregar todos los juguetes concluyendo su misión exitosamente, sino porque Jesper recibió el perdón de sus amigos. Incluso fue invitado a la cena de navidad que organizaron los sami en el taller de Klaus.
Ya que ambos estuvieron muy ocupados ayudando a decorar el lugar y a cocinar, no encontró la oportunidad de hablar con ella en todo el día. Además de la falta de valor que tenía para encararla, pues su rechazo iba ser el que más le doliera. ¿Qué podía decir? No pudo evitar enamorarse de Alva.
Pospuso esa conversación por largos ratos hasta que la noche cayó. En cuanto acabó sus respectivas tareas decidió buscarla para charlar, pero ya no estaba allí. El juguetero fue quien le dijo que ella había ido a caminar al pueblo.
Entonces fue a seguirla, hallándola en la plaza. La mujer no se apartó cuando él se puso a caminar a su lado pero tampoco le habló. Jesper estaba indeciso sobre qué decir, ya que no sabía si empezar con una disculpa o decirle de una vez todo lo que sentía por ella.
Era mejor la primera opción.
- Alva - Comenzó, evitando el contacto visual con la rubia, quien lo volteó a ver - Quisiera pedirte perdón por lo que hice. Mis razones fueron egoístas y les mentí a todos, incluyéndote - Bajó la mirada - Si pudiera cambiar las cosas yo-
- Shh - Ella lo interrumpió, poniendo su dedo sobre los labios de él - No hay nada que cambiar. Tan solo mira a tu alrededor - Ambos observaron al pueblo reunido en la plaza. Los niños jugaban, la gente reía e incluso unos se ponían a cantar villancicos
- Smeerenburg nunca hubiera estado en paz de no ser por Klaus y por ti.
Jesper reflexionó todo por lo que había pasado. La guerra y el caos que lo recibieron la primera vez que llegó. Cómo conoció a su amigo y empezaron a repartir juguetes. Y luego la ola de amabilidad que sobrevino para los lugareños que alguna vez fueron crueles vecinos. Jamás imaginó que algo así desencadenaría un cambio para toda la isla.
Sintió un gran gozo y tranquilidad. Pensó que, finalmente, pudo hacer cosas provechosas en su vida.
- Han hecho algo increíble - Concluyó Alva.
Jesper sonrió - Oye, tú también lo has hecho.
- Un acto sincero de bondad siempre provoca otro - Se encogió de hombros y comenzó a caminar por delante de él.
El cartero la siguió hasta que llegaron a las afueras del mercado. Un lugar más apartado, alumbrado por los luceros del cielo nocturno que hacían del paisaje todo un deleite. Se detuvieron ahí observando en silencio el panorama hasta que la fémina habló.
- Eres muy valiente Jesper. Pudiste haber regresado con tu padre, pero te quedaste. Y encima estabas dispuesto a todo por los regalos de los niños. Pero ¿eso significa que ya no volverás a tu hogar?
- No Alva, este es mi hogar ahora. Durante todo el año en que estuve aquí me consolaba el saber que me iría algún día, pero cuando me subí al barco, supe que estaba dejando mucho atrás - Se puso frente a ella, tomando su mano. La joven se estremeció y su rostro enrojeció - Yo... No quería dejarte.
La contraria agachó la cabeza, sin decir nada por un rato - Y yo no quería que te fueras, Jesper - Musitó - Me sentí destrozada cuando ví que te ibas, pensaba que en verdad no ibas a volver.
La tristeza que marcaba su voz lo hizo sentir una profunda sensación de culpa. Johanssen levantó con delicadeza el mentón de la mujer, para así mirarse mutuamente - Ya estoy aquí. Y no me iré a ningún lado - Dijo con voz reconfortante.
Acortaron la distancia con un tierno beso tan esperado por ambos. El mundo a su alrededor pareció desaparecer por unos segundos.
Al separarse, Alva lo abrazó y él le correspondió.
- Te amo, Jesper - Soltó.
- Creí que nunca lo admitirías - Bromeó. Ella resopló, rodando los ojos. - Yo también te amo, Alva - Dijo, esta vez con voz suave pero seria.
Escucharon a lo lejos como mucha gente entonaba una sola canción. Se separaron.
- Deberíamos ir - Propuso el joven - Somos parte de este pueblo después de todo.
Los dos se acercaron a la multitud que estaba alrededor del "árbol de navidad" e integraron sus voces al coro.
En cuanto terminó la canción todos aplaudieron y se abrazaron, felicitándose mutuamente. La pareja lo hizo también, con un pequeño beso de por medio, deseándose además una feliz navidad. Luego se fueron a disfrutar de una buena cena en compañía de aquellas personas que tanto apreciaban.
Y Jesper supo que había tomado la decisión correcta.
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