Ficha de Personaje 01
Asfixia... Dolor....
Fueron las primeras emociones que sentí, cuando desperté desnudo, en una especie de féretro de cristal, lleno en su totalidad de un líquido espeso color rosado y rojo.
Todo mi cuerpo palpitaba y me dolía incluso respirar, pero la asfixia era lo peor pues me faltaba el aire y entre más forcejeaba en salir de ese féretro, más me ahogaba, más perdía la conciencia y la confusión me dominaba...
Entonces, se abrió una puerta en la estancia donde estaba y apareció una niña que me miro a los ojos y se acercó a donde estaba y el féretro se abrió. Grito algo a alguien, de que había despertado y no recuerdo más, pues me desmaye; aunque si recuerdo que ella me abrazo.
Desperté en una cama cuando la misma niña me mojaba la frente con un paño húmedo. Nunca la había visto antes y ella se presentó con el nombre de «Miele», pero no me dijo más, ni cuando le pregunte quien era yo.
Solo dijo que ambos estábamos en el Castillo negro, en una isla perdida en el mar, rodeada de remolinos.
Recuerdo bien esos días, pues mi mente era un revoltijo de imágenes difusas y cuando intentaba pensar en algo o intentar recordar, por lo menos mi nombre; solo obtenía dolores de cabeza tan intensos que no podía evitar llorar del suplicio.
Siempre que esto pasaba, Miele aparecía de repente y me abrazaba llorando que dejara de pensar. Siempre lloraba y siempre estaba a mi lado. Hasta que mis fuerzas se restablecieron y domine mejor los movimientos de mi cuerpo.
Fue cuando «Él», se presentó ante mí. Un hombre alto muy anciano que vestía túnicas negras. Movió la mano y antes de que pudiera hablarle, salí arrojado hacia la pared dándome un golpe sordo y fuerte. Un relámpago surgió de sus manos mientras murmuraba palabras que no comprendí.
Entre mi dolor y gritos, me llamo basura, escoria y otras palabras ignorando mis suplicas de clemencia, solo para ver cómo se reía de mí. Una vez termino su hechizo se presentó con el nombre de «Drelvius» y dejo claro, que yo era su esclavo, y el mi amo.
Por días, Drelvius me sometió a diversas torturas, el potro, la rueda, carbones incandescentes y hasta clavos de acero bajo las uñas...
Sus tormentos curaban instantes después de que él se detenía, hasta el punto de que me hizo tragar a base de latigazos un líquido amarillo lodoso que me hizo soportar los tormentos que siguieron después de ese día.
Más de una vez quise huir, pero siempre que daba un pie fuera de mi celda, Miele aparecía y volvía a pedirme que entrara al cuarto. Muchas veces intente llevármela conmigo y estoy seguro de que la idea le tentó; pero nunca logre convencerla. Por una razón que me horrorizo.
¡Miele era hija de Drelvius!
Con esa noticia dio inicio algo que no esperaba.
Drelvius me inicio un entrenamiento en armas, principalmente las espadas. El Archimago, me dio dos espadas gemelas y me llevo varias veces a una arena en donde me hizo pelear primero con esqueletos que usaban toscas espadas, escudos y hachas. Cuando pude vencerlos, les sucedieron armaduras que se movían solas, y unos meses después para susto mío me hizo enfrentarme a diversos animales: lobos, osos, tigres, cocodrilos, y por ultimo con leones.
Así como cambiaban mis oponentes cambie a diversas armas, espadas de una y dos manos, hachas, martillos, lanzas, dagas, incluso algunas veces pelee a puño limpio, y comenzaron diversos entrenamientos físicos cuyo resultado fue que me volví más fuerte, y muy notablemente: musculoso.
Aunque realmente solo cumplía las enseñanzas de Drelvius, porque de este modo me torturaba menos. O simplemente no me golpeara.
Después de diversas y variopintas batallas obtuve la maestría en armas suficiente para dejar feliz al anciano archimago.
Una noche de luna nueva simplemente me despertó; me ordeno que lo siguiera, y así lo hice. Atravesando los corredores de la magia, llegamos a una gran caverna que nunca antes había visto en el castillo negro.
Una forja, reja y horno, en medio de un lago de lava. Martillos, cinceles y picos encantados por Drelvius extraían las vetas de metal de algún tipo de roca negra que nunca había visto y con diversos polvos eran fundidos separando la escoria del metal producido según vi, con magia antigua y poderosa pues entre el metal liquido aparecían una especie de runas de fuego que se apagaban sobre el metal.
El calor era sofocante, pero mi curiosidad me vencía más que el ardimiento que provenía de una gigantesca marmita que dejaba caer sobre otra marmita de piedra un líquido naranja que resplandecía en matices amarillos.
Drelvius me ordeno desnudarme, pero no lo obedecí, o mejor dicho, no tuve tiempo; apenas dio esa orden, con una palabra mágica ya estaba desnudo, mi única ropa había sido un pantalón deshilachado que me llegaba a las rodillas, que ahora era jirones de tela inservibles. Una vez estuve desnudo, Drelvius saco de una estantería un libro y después de hojearlo con detenimiento y cuidado comenzó a murmurar en palabras de la magia un hechizo. Un dolor repentino emergió en mis muñecas y cuando las mire, vi dos glifos de fuego que palpitaban y de estos salían cadenas, fusionadas a mis huesos.
Miele apareció un momento después trayendo consigo dos espadas cortas de aspecto brutal y como yo sospecho, creadas con magia pues se veían líneas de lava en los cantos y partes romas de las dos espadas. Estas levitaron con un hechizo de Darcart y se fusionaron a las cadenas que sobresalían de mis muñecas.
Las empuñe y una sensación como que los mangos se adherían a mis manos me invadió. Las sentía ligeras pero poderosas. "Azotes" es como las llamo Drelvius, que movió la mano hacia la marmita, y una porción del metal fundido se elevó en el aire.
Drelvius murmuro diferentes palabras, trazando símbolos con ambas manos en el aire y ante los tres presentes, el metal fundido tomo forma y se enfrió al instante para adquirir la apariencia de una espada de metal negro, desde la guarda, al filo. "Dark King" era el nombre de esta arma, me la entrego y tuve la misma sensación que con los Azotes. Como si se adhiriera a mis manos.
Mire mis armas, maravillado con su grandeza, sabía que eran armas únicas, así que no me percaté de que Drelvius se acercaba a la marmita ni que murmuraba un hechizo.
Levante la vista horrorizado al ver que el metal fundido y ardiente se elevaba en el aire y a un gesto de la mano de Drelvius el metal fundido fue lanzado hacia a mi cuerpo.
Me asuste, lo admito; y por un instante tuve la impresión de que mi piel se desprendería de mis músculos adherida al metal caliente, pero eso no sucedió.
Sentí como el metal me envolvía por completo, desde mis pies a la cabeza, adhiriéndose a mí como un ungüento se adhiere a la piel. Fue una sensación desagradable y extraña, pero no dolorosa como me lo esperaba.
Al abrir los ojos, y mirar mis manos, vi dos guanteletes de un metal negro azulado, muy finamente trabajados, luego mire mi pecho después de un par de giros fue que entendí que mi cuerpo estaba envuelto en una magnifica armadura negra, que se sentía pesada, pero podía moverme con tanta comodidad como si fuese de tela.
Levante a vista hacia Drelvius que con un ademán, le indico a Miele que trajera un espejo, una vez vi mi reflejo casi no me reconocí. Una máscara de acero, inexpresiva me devolvía la mirada tras dos cristales negros que cubrían y protegían mis ojos. Levante las manos intentando quitarme el yelmo, pero no pude moverlo siguiera unos milímetros cuando Drelvius me explico que mi armadura de Oricalcos estaba para siempre fusionada a mi cuerpo. Era mi segunda piel; paraquitármela debía decir una palabra arcana: «Lësyl».
Me asuste, lo admito y las apalabras que dijo Drelvius después, simplemente me dejaron estupefacto.
Hacía dos años atrás Drelvius presencio una batalla, un intento de revolución en cierta ciudad, él, presencio a un joven mago y a su compañero un guerrero como lucharon combinando magia y espada como si fuesen un solo ser.
Lo que vio no le impresiono como para tomar al mago como a su discípulo, pues después de varios encantamientos el mago quedo visiblemente exhausto y dependió de su compañero. No vivieron para ver otra tarde cuando el guerrero perdió su espada junto con su brazo por parte de una tajada sorpresiva. Pero esos dos hombres dejaron una idea muy fija en Drelvius.
Cuando regreso al Castillo Negro por primera vez vio su reflejo y vio a un hombre anciano, que había desperdiciado sus años de juventud con sus estudios arcanos, había renunciado a la exploración, los juegos, las bebidas y comidas, los placeres de la carne. Literalmente solo se había dedicado a sus estudios en la magia, poco le habían interesado estas cosas y mientras veía su reflejo una idea deslumbro en su mente y sus ansias.
¡Crear un nuevo cuerpo!
Un cuerpo joven, fuerte, viril.
Sus primeras creaciones fueron fallidos y monstruosos así que los destruyo sin miramientos, entonces decidió buscar a un digno guerrero el cual pudiera re-crear. Hechizando a una joven de cierta belleza obtuvo algunos cabellos de un guerrero formidable.
Usando también los huesos de un bebe que había nacido muerto, se dedicó a crear su nuevo cuerpo: Yo.
Pero no podía ocuparlo apenas despertara, quería que fuera resistente al dolor, y un diestro guerrero en el manejo de diversas armas. Y ahora solo necesitaba una armadura creada de oricalcos con magia, y armas que le dieran la oportunidad de luchar cualquier batalla con cualquier tipo de oponente.
Ahora, era el momento de que dejara su cuerpo viejo y habitara el nuevo: El seria sabiduría, magia, e inteligencia. Yo tendría la fortaleza, fuerza, y juventud.
Drelvius saco de su túnica un medallón de metal y comenzó a recitar un conjuro. Yo no me moví. Su historia me había dejado tan conmocionado que no vi que Miele corría hacia Drelvius intentando que entrara en razón, pero el archimago solo se rio y con la mano libre saco una daga y la encajo en el pecho de Miele.
Vi todo en rojo y solo recuerdo que empuñaba a «Dark King» y daba una estocada al distraído mago. Una luz ambarina nos envolvió a ambos, en mi mente vi libros de hechizos, criaturas que jamás vi por mí mismo, vi formulas complicadas que al instante me parecieron lógicas, lenguajes diferentes, países extraños.
Comprendí que aun muriendo, Drelvius continuaba su hechizo y comenzaba a imponer sus recuerdos sobre los míos. Solté una mano y empuñando a un Azote, le encaje la espada en el centro del pecho a mi maligno "amo". Este abrió los ojos sabiendo que su muerte estaba próxima. Murmuro entre dientes y el suelo comenzó a temblar.
Desvié la mirada un instante y vi que la forja, y supuse todo el castillo negro comenzaba a derrumbarse. La energía que me rodeaba y a Drelvius desapareció.
Solté a Drelvius que estaba ya moribundo y tomando a Miele en brazos comencé a buscar una salida. Murmure una palabra arcana que vino a mi mente «Anael» y unos momentos después estaba en el aire, elevado por un par de alas negras que parecían estar hechas de sombras o humo.
El techo se derrumbaba y aunque nuca antes había volado, pude evitar los fragmentos del castillo. Solo me preocupaba sacar de ahí a Miele pues sentía como se desangraba en mis brazos.
Vi una abertura y volé hacia a ella. Pero también escuche las últimas palabras del maligno archimago en mis oídos.
«Sálvala, adelante, pero a cambio... Me quedare con tus recuerdos de ella...»
Salí entre unos escombros, Drelvius estaba muerto, ahora la forja era su tumba, y no sentí siquiera tristeza por el archimago. Pero algo me tomo por sorpresa, estaba de pie cargando en brazos a una niña que no conozco.
Solo con una mirada, me doy cuenta de que está a unos momentos de morir. Ella me abraza llorando y me susurro cuatro palabras apenas audibles.
«Tu nombre es Imno»
Muere en mis brazos. Mientras yo solo me digo a mi mismo unas palabras de desconcierto.
-Imno... ¿Es ese mi nombre...?
Nombre: Imno
Edad: 1 año
Raza: Servant
Clase: Guerrero, Mago y Brujo.
Clase exótica: Espada sortílega
Personalidad: Imno tiene una personalidad extraña, y difícilmente se le puede comprender.
Es tranquilo y amable, muy respetuoso al hablar y nunca interrumpe a una persona que está hablando, no duda en disculparse o pedir perdón si ha hecho algo mal, y también tampoco duda en perdonar la vida de su oponente, si es que este le pide clemencia.
Imno prefiere no depender de nadie, y también que nadie dependa de él. No tiene muchos principios que otros tienen ya que ni siquiera parece estar del lado del bien o del mal.
A veces puede ser muy frio, ya que es franco por naturaleza y con mucha facilidad puede acabar diciendo verdades que incomodan o hieren a las personas aunque esta no es su intención.
Físico: Imno es un hombre joven. Fuerte y musculoso, de hombros son anchos y sobre ellos cae una mata de cabello crespo color negro azulado, piel morena clara. Sus ojos son color azul zafiro en los que brillaba una expresión amable. Es muy apuesto aunque parece desconocer esto.
Mide los dos metros de alto y pesa 97 kilos de puro musculo, quizás no sea muy rápido pero puede resistir fácilmente largas marchas portando siempre su armadura.
Su corpulenta apariencia resalta más por su armadura de placas, pues es una armadura hecha a medida, negra azulada, la cual tiene un ligero pigmento cyan que se nota solamente a la luz de la luna.
Solo cuando Imno se quita la armadura es que se puede apreciar su rostro, pues el yelmo incluye una máscara de rostro inexpresivo. Sobre sus hombros suele llevar una capa con capucha color negro. En las noches con la capucha puesta este rostro metálico si imagen es tan siniestra que muchos aseguran es un espectro o un ángel de la muerte.
Habilidades:
Anael o Alas de Tinieblas: Es el primer hechizo que Imno aprendió de las memorias de Drelvius su creador. Este sortilegio le permite crear un par de alas negras, hechas aparentemente de humo o de sombras. Con estas alas Imno puede volar y trasladarse por el cielo, incluyo cargar en brazos a una persona siempre y cuando no pese mucho, por ejemplo un: Niño.
Ultimo filo: Es la última carta de Imno. La Espada Dark King es parte de la armadura de Imno. Esta se fusiona a la armadura cuando su dueño no la necesite, por eso nunca se ve que Imno la lleve cargando y por este mismo motivo muchos se sorprenden cuando ven a Imno llevando la espada en mano, pues nunca saben de dónde la saco.
Si Imno lo desea, la espada puede "salir" de la armadura desde cualquier parte de esta: Coselete, Manoplas, Muleras, Cinturón, Guarda hombros, Hombreras, Muñequeras, Botas y el Yelmo.
Maestría de armas: Dado su entrenamiento por parte de Drelvius desde su creación. Imno posee un entrenamiento muy amplio en el manejo de todo tipo de armas de una y dos manos, tales como: Espadas, Hachas, Martillos, Bastones-Lanzas, Dagas, Látigo y el Arco. Aunque principalmente se vale más de las espadas de una mano y dos.
Resistencia física: Debido a que Drelvius quería que Imno fuera un guerrero poderoso, le implanto diversas torturas físicas en diversas regiones y climas extremos. De estos entrenamientos, Imno aprendió a resistir no solo al dolor sino también a adaptarse a climas que otra persona desacostumbrada podría hacerle daño y enfermar.
Magia: Imno por cuestión de unos instantes estuvo a punto de perder su cuerpo a manos de su creador el Archimago Drelvius; y aunque logro matarlo antes de que esto ocurriera obtuvo sus recuerdos y conocimientos, entre ellos sus capacidades de la magia.
Si bien Imno no suele recurrir a magia de alto nivel puede hacerlo, invocando esferas de energía arcana, dardos de abrasadores o imbuir a sus espadas gemelas Azotes o a Dark King en poderes de relámpagos o de fuego.
De lejos su hechizo favorito: Anael le permite volar por los cielos. Dado que para él, no hay sensación más plena que volar.
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