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● v E i n T i D ós ●


Capitulo 22

"El sol da luz y amor a la rosa,

Quien anhela alcanzarlo y tocarlo.

Pero sus raíces están en la tierra, profundas y oscuras

Un día ella le pide ayuda al jardinero,

Y él lo hace

Juntos arrancan sus raíces

Cada día acercándose más al sol.

La rosa saborea el amor de cerca,

El jardinero saborea el remordimiento

Sabiendo que la rosa nunca volverá a descansar en su jardín."

Bajo mi lápiz y miro el poema. ¿Quién es quién en esto? Niall es el sol, yo soy la rosa, y el único que puede ser el jardinero es... ¿Louis?

Niego. No. Él no tiene ningún remordimiento. De hecho, diría que es incapaz de ello, el duro cabrón.

—¿Qué estás escribieeeendo? —canta Alana, leyendo por encima de mi hombro. Cierro rápidamente el cuaderno púrpura y lo bloqueo.

—¡Nada! Sólo una redacción para inglés. ¿No tienes que vestirte para una cita?

Alana mueve su mano con desdén.

—Oh, por favor. No puedes provocar anticipación en un chico si no llegas por lo menos diez minutos tarde.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué querrías provocar anticipación?

—Para que te desee más, duh. —Hace un guiño—. Negarle un poco, y eso solo va a hacer que la rendición sea más dulce.

Frunzo el ceño.

—Suena muy infantil.

—Bueno, lo será para ti, cariño. —Alana suspira—. Simplemente no entiendes a los chicos.

Me río.

—Tienes razón. No lo hago. Pero estoy aprendiendo. Poco a poco.

—¿Ah, sí? —Sus ojos se iluminan—. ¿Puedes decir cómo? ¿Hay cierto chico en tu vida, ahora? ¿Alguien cuyo nombre comienza con N-I-A-L-L y termina en Hermoso?

—Muy divertido —espeto—. Él es tan consciente de mis sentimientos como lo somos de la vida extraterrestre fuera de nuestro sistema solar.

—¡Tienes que esforzarte! —Alana resopla, comprobando su pintalabios en el espejo una última vez—. Él y Demi se han puesto muy acogedores. —Se da la vuelta, con un brillo malicioso en los ojos—. ¿Quieres que la sabotee? En la secundaria me hice realmente buena en conseguir que las chicas engordaran dándoles mis rosquillas recién horneadas por las mañanas, y...

—¿Horneas?

—Es una especie de negocio familiar a parte de la floreria.

—El sentimiento detrás de tu amenaza es conmovedor. —Suspiro—. Pero no.

Déjalos en paz. Voy a hacer las cosas a mi manera.

—Está biiien —canta Alana—. Pero tu manera siempre ha sido un poco lenta.

—Bueno, lamento no ser como tú, no me muevo tan rápido —espeto. Alana parece herida, y al instante me arrepiento—. Lo siento. Lo siento tanto. Es solo...

Alana sonríe con paciencia y me abraza.

—Oye. No te preocupes. Sé que es difícil para ti. Solo tienes que dar lo mejor de ti. Me encantaría verte en una relación, eso es todo. Sé que Niall te haría muy, muy feliz.

Su teléfono vibra en el bolsillo, y lo saca.

—¡Oh, mierda! ¡Nuestra reserva para cenar era a las siete, no a las ocho! Oh mierda, lo he dejado esperando demasiado tiempo. Te veré más tarde, ¿de acuerdo? ¡No me esperes despierta!

Agarra la chaqueta y corre por la puerta, dejándome con el silencio de mi habitación vacía y un teléfono atestado. Siete llamadas pérdidas de mamá. La única otra vez que me ha llamado tanto en un corto período de tiempo fue cuando mi profesor de química en la secundaria me puso accidentalmente un reprobado. Se puso más que furiosa. Así que cuando he visto la cadena de llamadas perdidas esta vez, he intentado posponer el responder escribiendo poesía. Haciendo el trabajo de Louis.

Cualquier cosa para darme una excusa para no devolverle la llamada.

Pero ahora, con Alana fuera y todo el trabajo hecho y con mis fluidos para la poesía secos, no me queda nada. Tengo que llamarla.

Mi dedo se cierne sobre su número, pero no llego a presionarlo. El nombre de mamá ilumina mi teléfono por octava vez, y esta vez respondo.

—¿H-hola?

—¡Eleanor! Gracias a Dios que finalmente me contestas.

Ella suena... preocupada. Como si estuviera preocupada por mí.

—Pentefres me ha dicho que no has asistido a su clase —espeta—. ¿Sabes cuánto estoy pagando para que vayas a esa universidad, señorita?

—Mamá, intenté contarte...

—Y te lo digo ahora, asistirás a sus clases. ¡No vas a perder tu tiempo holgazaneando cuando podrías estar gastándolo en mejorar! ¡Pasamos todos tus años de la secundaria preparándote para este lugar, Eleanor! ¡Preparándote para la grandeza! ¡Eres mucho mejor que esto, y tú y yo lo sabemos!

—Mamá, por favor, solo escúchame por un segundo...

—No voy a escuchar. Primero, te niegas a ir a la universidad a la que fui, entonces eliges ese pequeño lugar, ¡y ahora me desafías abiertamente al saltarte clases valiosas! Voy a llamar a Pentefres en una semana, y si no escucho de él que has asistido a cada una de sus clases, te voy a sacar de esa universidad. Para siempre.

—¡Mamá! —le grito a un tono de marcado vacío que suena fuerte contra mi oído. Mi mano temblorosa baja el teléfono. Algo pesado se posa en mi corazón, algo enfermo y ardiente. Siento ganas de vomitar, pero no sale nada. Es verdad, nunca me he saltado una clase. Nunca lo haría. Pero Pentefres... él intentó...

El golpe en mi puerta me hace saltar.

•••

Sacudo mi pierna nerviosamente delante de la puerta de Eleanor. Esto bien podría hacer que me odie para siempre, o llevarla exactamente a donde quiere estar con Niall. De cualquier manera, yo pierdo. Pero es lo que quiere, y soy su profesor, así que. Contengo el aliento y toco.

Eleanor abre la puerta. Avanzo más allá de ella y entro, dejando que mi voz cubra lo nervioso que estoy.

—¡Hola, Princesa! ¿Tu compañera no está aquí? Perfecto. Te he conseguido algo que creo que te gustará.

Tiro la bolsa de regalo en la cama de Eleanor y me giro hacia ella. Es entonces cuando me doy cuenta de lo blanca que está, parece enferma.

—Oye, ¿estás bien? —Miro alrededor por algo o alguien que podría haberla molestado, cualquier cosa que pueda tirar por la puerta—. Puedo irme, si este es un mal momento.

Los ojos avellanas de Eleanor se congelan en mí, pero son tan distantes, están realmente lejos en algún otro mundo. Sale del trance, formando una línea dura con su boca.

—Estoy bien.

—Uh, es evidente que no estás bien —prosigo—. Estás blanca como la nieve.
Pareces como si alguien te hubiera dado un puñetazo con fuerza en el estómago.

—Estoy bien —insiste, ese tono imperial vuelve a su voz.

—Puedo volver más tarde. —Empiezo a girarme para irme, pero agarra mi manga de una sola vez.

—No. Por favor. —Su voz es baja—. Quédate.

Suena tan vulnerable. Enmascaro mi preocupación con una sonrisa torcida.

—Está bien, no tienes que decirlo dos veces.

—¿Estás aquí para una lección?

—Sí. —Asiento—. Estaba en el vecindario después de psicología, así que pensé en pasarme por aquí.

—Quieres ser psicólogo infantil, ¿verdad? —pregunta suavemente mientras se acerca a la bolsa de regalo en su cama.

—S-sí. ¿Cómo lo has sabido? Espera, no respondas. Eres así de inteligente. Debí haberlo sabido.

—Tus clases —dice Eleanor—. He juntado las piezas. Es una profesión admirable.

Me rasco la nuca, sin saber qué hacer con su elogio. O cualquier elogio.

—Supongo. Cuando era un niño deseé tener alguien con quien hablar, así que... pensé en hacer eso para los niños que también lo quieran.

—Debe ser agradable. —Me sonríe—. Ser capaz de elegir tu propio camino.

Junto mis cejas.

—¿Qué, quieres decir que tú no puedes?

—Mi madre siempre ha querido que sea neurocientífica, igual que ella. Así que eso es lo que voy a ser.

—No... no tienes que ser eso. Hay opciones. Mierda, ¿con tu inteligencia? ¡Puedes ser cualquier cosa! ¡Cualquier cosa que quieras!

Eleanor se ríe amargamente. Lo termina con una risita triste.

—Oh, Louis. Eres tan inteligente sobre algunas cosas. Pero tan ingenuo sobre otras.

Estoy a punto de abrir la boca y discutir cuando se agacha y abre la bolsa de regalo. Se queda mirando dentro, parpadeando una vez, dos veces, y luego levanta la vista hacia mí con una expresión posiblemente catatónica.

—Recordatorio amistoso —reboto sobre mis pies—, esto es para ese bonito hombre al que tanto quieres. Además, has dicho que quieres aprender sobre pollas.

Así que...

Se estira y saca el consolador de color carne, y levanta una ceja hacia mí.

—¿Qué es esto?

—Oh, vamos, princesa, es un pene falso. Un consolador. No me digas que no has visto un pene antes. Por tu aspecto, estoy seguro de que algún rarito en una gabardina te lo ha mostrado antes. Nota al margen: ¿Tienes el nombre y dirección de dicho rarito, y sabes si le gusta ser apuñalado?

—Sé lo que es —espeta—. He dado Biología Avanzada y actualmente estoy dando antropología. He estudiado los diagramas y los cortes transversales de los órganos genitales masculinos a fondo.

—Oh, ¿lo has hecho? —Sonrío—. Porque estás sosteniendo esa cosa como si fuera una granada, no el amado pene de Sir Niall el Dorado.

—Lo que quería decir es, ¿por qué me traes esto?

—Es el más simple que he podido encontrar. Deberías estar agradecida. Había uno cubierto de diamantes que consideré seriamente por un rato.

—Louis. —Suspira. Levanto mis manos.

—¡Bien, bien! He comprado esto porque me he imaginado que podría servirte la práctica.

—Práctica —dice inexpresiva.

—Jodida práctica. —Me siento en la cama junto a ella—. No siempre va a ser sobre ropa interior sexy, o una charla después del sexo sobre reactores nucleares o lo que sea que hablan ustedes los frikis. Eleanor se queda mirando el consolador, luego me mira, y con un rostro muy seria, dice:

—No voy a usar esto.

Una sensación hormigueante me atraviesa, mi mente trabajando mientras la imagina en la cama, extendida, sudorosa y feliz de tomar ventaja de la humilde vara. Por enésima vez alejo mentalmente la sordidez de mi cabeza y me obligo a concentrarme.

—No, mira, esto no es para tu uso. O, mierda, si quieres después de esto, puedes jodidamente quedártelo. Considéralo un bono de Navidad. Pero sinceramente, la textura de este es mucho...

—Solo dime lo que tengo que hacer con esto —dice.

—Así que, quieres aprender sobre el pene. Bien. Eso es algo diferente a las citas. El sexo es como... mierda. El sexo es el océano, y las citas son el cielo. Son dos cosas totalmente diferentes, ¿de acuerdo?

—Ambos contienen entidades de fluidos —reflexiona—. El aire y el agua.

—Ayyyy. —Pongo mi mano como un arma y la apunto. Su rostro permanece en blanco—. ¿En serio? ¿Entidades de fluidos?

—¿Qué?

—Uh, no importa. De todos modos, me alegro de que preguntes sobre cosas sexuales, porque ahora estamos finalmente entrando en mi área de especialización. Vamos a comenzar con lo básico —digo—. Pajas. ¿Puedo?

Tomo el consolador de ella y lo sostengo firmemente por la base. La silicona brilla patéticamente.

—Así que vas a fingir que es la polla de Niall, ¿de acuerdo? De alguna manera, has conseguido sacarla de sus pantalones y su ropa interior, lo cual, déjame decirte, es una maldita molestia. Es mejor que simplemente le quites sus pantalones y los bóxer directamente. Mierda, retiro lo dicho. Definitivamente él usa calzoncillos. Esos son más difíciles.

—¿Por qué? —Ella ladea la cabeza.

—Bueno, no hay rendija. Al menos los bóxer tienen una hendidura por la que se puede sacar la polla. Los calzoncillos tienes que bajarlos.

—Bajarlo parece muy poco atractivo.

Me río.

—No me digas. Tienes que ser suave al respecto, o arruinarás el ambiente. O no seas suave. Arruina el ambiente. Esperemos que eso le saque una risa, y puedas reírte con él. Pero jodidamente lo dudo. Él tiene un palo en el culo del tamaño del edificio Empire State, y tú no sabes cómo divertirte.

Al instante me arrepiento de decir eso cuando el rostro de Eleanor se oscurece, y no de la forma imperiosa que normalmente lo hace cuando está enfadada. Esta es una oscuridad más suave, una oscuridad más triste. Mi pecho se contrae y de repente es difícil respirar.

—Mierda, no, no quería decir eso, Eleanor. Estás bien. No es, como, culpa tuya. Solo has tenido una vida malditamente miserable, ¿de acuerdo?

—No ha sido miserable. —Se levanta, esa máscara de reina del hielo se reconstruye rápidamente—. Solo porque haya sido menos "divertida" en comparación con tu vida de fiestas salvajes no quiere decir que no haya tenido mérito. Solo porque no haya bebido y tenido sexo durante la secundaria no significa que no me haya reído. Me divertía mucho. A veces.

—¿Estudiando toda la noche hasta desmayarte? ¿Siendo voluntaria para cada feria de ciencias y matemáticas y nunca vistiéndote de gala para ir al baile de graduación, o, mierda, solo tener una noche para ti misma? Tus padres solo te mostraban afecto cuando traías buenas notas, así que te has pasado toda tu vida tratando de impresionarlos para que te den un maldito abrazo...

—No sabes de lo que estás hablando. Estás aquí para enseñarme a seducir a Niall, no para psicoanalizarme. Así que empieza a enseñarme.

Se cierra tan rápido que prácticamente puedo sentir su gélida armadura y su frio aliento soplando hacia mí. Sólo me quiere por mi experiencia. Y sigo olvidándome de eso, confundiéndome con el hecho de que podría quererme como una persona. Como un amigo. Pero no soy una persona para ella. Soy un profesor. Un recurso. Sólo soy un libro de texto para añadir a su banco de conocimientos, a pesar de que podría ser mucho más. Podría mostrárselo. Podría enseñarle cómo divertirse. Cómo disfrutar de la vida, en lugar de vivir con un corazón cerrado.

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