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●t r Ec e●

—¿Lo he hecho bien? —pregunta Eleanor alejándome de mis pensamientos aturdidos. Toso y cojo un trozo de la gustosa pizza.

—Lo has hecho genial —digo rápidamente e igual de rápido meto el trozo en el agujero de mi boca para no volver a meter la pata. Pero mientras muerdo y trato de disgustarla, intentando que recuerde que no soy Niall, y que no debería ponerse nerviosa por nada de lo que yo digo—. Con "genial" quiero decir que no me has cortado la cabeza verbalmente.

Creo que estará asqueada, pero simplemente arruga la nariz y se ríe.

—Sólo un bocazas como tú podría arreglárselas para decir una frase coherente con la boca llena de carbohidratos.

Trago y sonrío aunque la voz de mi cabeza no quiera.

—Es una habilidad.

Sus ojos brillan cuando toma un bocado de su delicado salmón.

—Uh-huh.

—Cultivado durante años y años de…de…

—¿Arduo? —ofrece.

—¡Arduo! —La señalo—. Eso es. Arduo trabajo.

—Tonterías —se burla, y luego engulle cerca de la mitad de su salmón, hablado a la vez—: ¿Veesh? Inclusosh el inexperto puedo hacerlo.

Nunca la he visto dar más que bocaditos de señorita. Me recupero rápidamente de mi sorpresa.

—Sólo eres una rápida aprendiz. Es porque me has visto, al gran campeón absoluto de todos los tiempos, haciéndolo.

—Al gran campeón de todos los tiempos. —Traga y reflexiona—. ¿Es ese tu título oficial? ¿Recibes un estipendio? ¿Dónde está tu corona?

—Me pagan con sonrisas.

—Ah, sí, sonrisas. La moneada aceptada por playboys en todas partes.

—Whoa, princesa, no soy un playboy.

—La segunda vez que quedamos tenías dos pares de bragas usadas en tu coche.

—Ugh, bueno. Bien. Me gustan las mujeres. A ellas les gusto. Arréstame.

—Alguien lo hará algún día, estoy segura.

Sonríe con esas palabras, pero me golpean dejando un agujero a través de mí. Agarro el mantel que es la única cosa que me mantiene en el suelo, impidiéndome explotar con toda la rabia caliente que estalla mi mente como un balón con púas.

—¿Estás bien? —Eleanor parece repentinamente preocupada—. Lo siento… si lo que he dicho te ha molestado.

Fuerzo a cada músculo a que se relaje de una maldita vez. Relájate, Louis. Relájate de una maldita vez. No sabe sobre tu pasado. No sabe sobre tu padre. Simplemente lo ha dicho. Eso no quiere significar nada. Es inocente e ingenua, es Eleanor Calder y te gusta. Dale un respiro.

—Lo siento —farfullo—. Alguien me solía decir algo como eso muchas veces en mi infancia. Así que. Me duele, pica un poco.

—Oh. —Se estremece—. Lo siento. No lo sabía.

—No, lo sé. Oye, sólo piensa en ello como equilibrar la balanza, ¿bien? Te llamé Robot. Tú me has dicho eso sobre ser arrestado. Así que estamos empatados. Ninguno de los dos volveremos a repetirlo, y estaremos bien.

Asiente, cautelosa y a punto como un zorro en una pelea de sabuesos. Tengo que romper la tensión, tengo que hacer que esta cita sea útil para ella.

—Padres, ¿me equivoco? —Me río, y me relajo—. La gente habla sobre sus padres en las citas, ya sabes. Es bastante normal.

—Interesante —reflexiona—. Tomaré nota de ello.

Veo como saca su teléfono y escribe algo. Levanto una ceja.

—¿Has estado tomando notas todo ese tiempo?

Gira el teléfono hacia mí y se desplaza por la pantalla con su otro dedo. Hay jodidas páginas de la cosas.

Silbo a través de los dientes.

—Mierda, Calder. No vas de broma.

—No, no lo hago. Creo que ese es el problema. —dice con un brillo travieso en los ojos. Y cuándo se pone así, no puedo evitar echarme a reír.

—De todos modos —irrumpe con serenidad mi risa entre dientes—. Me gustaría practicar. Hablar sobre los padres.

—Tú primero, Princesa.

—Mi madre no es la mujer… más hospitalaria. Lamento decir que no nos llevamos muy bien.

—¿Qué? Cualquier madre del mundo mataría por tener una hija como tú, inteligente, guapa…

—Está bien, está bien —me interrumpe—. Esto no es condicionamiento de cumplidos. Ya basta de cumplidos.

—¿Nunca? —Trato de poner mi mirada de perrito degollado. No funciona mucho.

—Nunca. —Cierra los labios—. Ahora, si me dejas continuar…

Sacudo mi mano y ella respira profundamente.

—Como iba diciendo, ella y yo no nos llevamos bien. De hecho, las únicas veces que nos recuerdo conversando con ella medio contenta era cuándo traía las notas.

—Todas sobresaliente, por supuesto.

No me mira por interrumpirla, me mira porque tengo razón.

—Sí. Todo sobresaliente.

—Jesús, eso suena como una vida miserable. Lo siguiente que vas a decirme es que ella nunca te ha dejado ir a fiestas o tener amigos.

Eleanor mira tímidamente a su plato.

—¿Estás tomándome el pelo? —Levanto las manos.

—Sólo en lo de las fiestas —espeta Eleanor—. Ella y yo acordamos que eran una pérdida de tiempo, una distracción de mis estudios. Y por lo que viste en la fiesta de Theta Delta Phi, sabes que no encajo en las fiestas de todos modos. Podía tener tantos amigos como quisiese. Sólo que yo… nunca… nadie nunca…

Deja de hablar y retuerce una servilleta nerviosamente con sus dedos. Puedo terminar su frase por ella nadie quería ser su amiga. Suspiro.

—Parece que te has perdido las mejores partes de ser una adolescente, Princesa.

Cuando no responde, trato de dirigir la conversación.

—¿Qué hay sobre tu padre?

—En la cárcel —dice inmediatamente y sin rodeos—. Por fraude financiero. Diez años. Mamá hace como si no existiera. Nos mudamos a la costa este para huir de todo, de él.

—¿Te gustaba?

Su sonrisa es pequeña, nostálgica.

—Sí. Era el mejor padre que uno podía pedir. Siempre me traía regalos a casa, especialmente cuándo iba de viaje de negocios. Me animaba a seguir escribiendo poesía cuándo mamá quemaba mis diarios. Es un hombre muy amable.

Parece tan feliz, acordándose de él, que casi me duele verlo.

—¿Alguna vez has conseguido verlo? —pregunto.

—No, no desde que nos mudamos. Pero ahora que estoy de vuelta. He estado pensando en coger un autobús a la cárcel de Londres. Es dónde se encuentra recluido. Es algo lejos pero sería muy bueno poder velo por Navidad.

—¡Totalmente deberías! —Golpeo la mesa con el tenedor—. Y mira, no te preocupes por el autobús. Te llevaré.

Sus ojos se iluminan, pero luego se oscurecen.

—No, es agradable de tu parte, pero no. Él viaje tomaría un día o así, y tendría que quedarme en un hotel por otros varios días, y no quiero que pierdas tus Navidades así.

—¿Perder? ¿Quién ha dicho que la perdería? No tengo nada que hacer en Navidad, de todos modos. Mi padre está de vuelta para esas fechas, pero es un cabrón y nunca volveré allí otra vez. Así que estoy sólo yo, con Liam y la banda, haciendo el tonto con los bastones de caramelos durante una semana.

Eleanor parece insegura.

—Mira, sería divertido. O, no divertido, porque entiendo que estar conmigo no es divertido para ti, ¡pero al menos sería una buena oportunidad! Podríamos hacer algunas lecciones mientras estamos allí. Y no te molestaría, haría mis propias cosas en la ciudad.

—Bueno…

—Al menos dime que pensarás en ello. No tienes que estar de acuerdo. Sólo prométeme que pensaras en ello.

Eleanor asiente, y su expresión se suaviza.

—Muy bien. Lo haré. Gracias.

¿Un verdadero gracias? ¿De la princesa del hielo? Sonrío y me recuesto en mi silla.

—¿Qué es esa mirada petulante en tu rostro? —pregunta.

—Sólo que es la primera vez que me agradeces algo. Sólo estoy empapándome.

—Si fuese de las que se enfadan, tiraría mi bebida sobre ti y te diría "empápate en eso" —suelta.

Me río, y el camarero viene con el menú de postres. Eleanor no pide nada.

—¿Qué, asustada de unos terrones de azúcar? —Sonrío. Sus ojos se disparan como dardos alrededor de la mesa.

—N-no. Estoy a dieta, eso es todo.

—¿Qué? ¿Por qué? ¡Te ves muy caliente tal como estás!

—No es asunto tuyo —dice, doblando los brazos sobre su pecho. Suspiro y miro al camarero.

—Voy a pedir esa cosa de panna cotta. (postre típico de la región italiana del Piamonte, literalmente "nata cocida")

El camarero asiente y se va. Eleanor se relaja poco a poco, hasta que finalmente se relaja lo suficiente para preguntarme.

—Entonces, ¿deduzco que no te gusta tu padre?

Trato de detenerlo, pero sé que mis ojos están haciendo eso del brillo maligno.

—Sí. No es tan genial. ¿Y qué?

—Creo que el término que has utilizado es "cabrón".

—Mira, Princesa, gracias por derramar todos tus secretos de familia, pero quisiera mantener para mí mis secretos. Todo lo que necesitas saber es que mi padre es un idiota. Fin de la historia.

Frunce sus preciosos labios.

—Todo bien. Aunque, eso es muy injusto.

—Bueno así es como es. Confía en mí, no te preocupes porque Niall no quiera derramar sus tripas. Lo hará con mucho gusto. Su familia es la imagen de la jodida perfección. Esto sólo la práctica, de todos modos. No necesitas saber de mí, de verdad. No me voy a quedar alrededor por mucho tiempo.

—Claro —afirma—. Por supuesto.

Algo en su voz hace que me arrepienta de lo que he dicho. Pero antes de que pueda decir lo siento, el camarero viene con mi postre, un sofisticado pudin blanco con sirope de fresa. Atrapo un destello en la mirada de Hinata cuándo lo ve.

—¿Quieres? —Le ofrezco un bocado. Da un sorbo a su agua y arquea una ceja.

—No, gracias.

—Sí, claro, cosas de dieta. Bueno, si no lo comes porque tiene buen pinta, al menos cómelo para practicar.

—¿Practicar?

—Las parejas se dan de comer mutuamente en las citas, a veces. Es algo que personalmente creo que es desagradable y extraño, pero estoy seguro de que algo tan cursi sería propio de Niall.  Así que te voy a dar un bocado e intentas no fingir que lo odias, ¿está bien?

Su mirada es sospechosa.

—¿Estás seguro de que las parejas hacen eso?

—A veces. En películas tontas. Y si son súper románticos.

—Pero nunca lo has hecho.

—No. No soy exactamente un chico romántico —me río.

—¿Entonces por qué estás haciendo esto?

—Para enseñarte. Duh.

Frunce el ceño, pero abre la boca y espera pacientemente. Pongo un poco de pana cotta en el borde de mi tenedor y se lo doy suavemente, deseando que no se dé cuenta del tembleque de mis manos o de mis malos pensamientos. Sus labios son tan rosados y suaves. Ella tiene una boca tan bonita. La haría cosas horribles. No, mierda no, no haría nada con ella sin que ella quisiese. No quiere cosas horribles. No procediendo de mí. Lo quiere lento, suave, cosas dulces de chicos suaves, lentos y dulces. No puedo ser suave, no puedo ser dulce. Eso simplemente no es lo que yo soy.

Le da un mordisco y lo aleja, saboreándolo. La sonrisa en su rostro es instantánea.

—Eso es… está realmente bueno.

—Hay más de donde ha venido. —Sonrió y empujo mi plato acercándoselo.

—No, realmente, no puedo…

—¡Vamos! Un extraño pequeño de pudding no te matará. Lo prometo.

—¿Tienes alguna idea de cuántas calorías contienen las densas fusiones de lácteos?

—Tienes alguna idea de cuántas nana nana na, oh, espera, he dejado de prestar atención.

—Ugh, eres exasperante.

Le guiño un ojo y empujo el resto del plato hacia ella.

—Tomaré eso como un halago viniendo de ti.

Se muerde el labio tercamente e ignora el plato, pero para el momento en el que viene el camarero con la cuenta, le está dando pequeños mordiscos. Sonrío y firmo el recibo, dejándole diez de extra de propina.

—Espera un minuto. —Eleanor se inclina hacia delante, tragando—. ¿Cuándo ha sido la cuenta? Pagaré la mitad.

Hurga en su cartera, pero me levanto y me estiro.

—No te preocupes por eso, Princesa. Esa es a cuenta de la casa.

—Ridículo —se mofa—. No permitiré que pagues mi cena.

—¡Demasiado tarde! Ya está hecho. Vámonos.

Toma un último enorme bocado de panna cotta y me mira. Me pongo mi chaqueta de cuero y silbo inocentemente mientras ella me lanza puñales a la espalda. Se levanta y se pone su suéter, siguiéndome. O eso creo. Pero cuando me giro pone cuarenta y dos dólares y cincuenta centavos en mis manos.

—Oye, ¡basta ya! ¿Cómo has…? —Cuento los billetes rápidamente—. ¿Cómo has sabido que esto es la mitad?

—He leído rápidamente otro menú en una mesa y he hecho los cálculos y la propina. Esa es mi mitad.

—Ugh. —Me golpeo la frente—. Debería haberlo sabido antes de intentar pagar por un genio como tú.

Mete los billetes en mi chaqueta de cuero y sale pitando.

—¡Oye! ¡Oye vuelve aquí! —Corro detrás de ella. Está lloviendo a cántaros, y me pongo mi capucha.

Pero Eleanor está de pie en la acera, dejando que la lluvia la empape. Corro y pongo mi chaqueta por encima de los dos.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Jadeo. Extiende una delicada mano fuera de mi chaqueta, y la lluvia tamborilea en su palma. Sus ojos avellanas están hipnotizados con las gotas, borrosos y distantes, como si estuviese en un lugar muy real lejos de su mente.

—A veces es agradable —murmura—, sentir la lluvia en tu piel. Recordar que todavía eres un humano que puede sentir cosas, sin importar lo que diga la gente.

La recuerdo volviéndose loca por llamarla chica robot. Dice que otra gente la llamaba así también. Mucha gente. Incluso gente por la que se preocupaba. Me lanza miradas, pareciendo pequeña y pérdida debajo de mi gran chaqueta.

—Si puedo sentir la lluvia, eso significar que también puedo sentir el amor. ¿Verdad?

Mi corazón se rompe un poco, se rasga por la mitad e intenta separarse.

—¿Lo que siento por Niall es amor, verdad? —me presiona—. No lo sé, porque nunca he estado enamorada antes. Pero creo que es amo. Lo es, ¿no?

—S-sí. —Encuentro mi voz, toda agrietada y desordenada—. Es amor.

Sonríe, y lucho por no besarla. Otra vez. La despeino en su lugar.

—No te preocupes tanto, tonta.

Frunce el ceño e intenta suavizarlo y tal vez estoy alucinando, pero sus mejillas podrían estar más rojas de lo normal. Pero eso es posiblemente por el aire frío.

—No toques mi cabello —me gruñe, pero no me aparta—. Me lo vas a estropear.

—Estropeo muchas cosas. Es más o menos una descripción de mi trabajo. —Nos dirigimos hacia la camioneta, caminando despacio para que ella no se moje.

—Y dime, ¿cuál es exactamente tu trabajo? —pronuncia lentamente.

—Gran campeón absoluto de todos los tiempos.

—¿De… comer mal?

—De todo en el mundo.

Pone los ojos en blanco y me da un codazo en las costillas, pero me río tan fuerte de su expresión que ni siquiera duele.

Curiosidades: En el libro el protagonista masculino se llama Ranik Mason. A deferencia de Naruto, Ranik tiene cabello negro, ojos color avellana (Verde-dorados), cejas gruesas. Muy alto, musculoso y lleno de tatuajes. Y la protagonista femenina es Alice Wells. Ella es rubia de ojos celestes, no es de contextura fina pero si delgada saludable. Es extemadamente alta para considerarse "femenina" (según ella).

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