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Capítulo 11

Louis me manda un mensaje por la mañana para reunirme con él en una determinada mesa fuera del edificio F. Necesita su tarea para el primer período. Corro hasta allí, sin aliento para cuando llego a la mesa de hierro forjado. Louis luce relajado y arrogante como siempre con una chaqueta de cuero y sus vaqueros rotos.

—Aquí. —Le paso la carpeta de manila con su informe en ella—. Dos informes y un ensayo. Anotado y duplicado para tu referencia.

Louis saca un burrito de desayuno de su chaqueta, al mismo tiempo que saca unas cuantas páginas de la carpeta. Sus ojos zafiros escanean las primeras líneas, y sonríe.

—Bueno táchame de sordo, mudo y ciego. Incluso lo has hecho sonar como yo.

—Un acento horroroso no obstante —corrijo, y me siento frente a él.

—¿No encuentras encantador mi acento?

—No encuentro nada encantador sobre ti. A excepción de la posibilidad de que me vas a dejar sola en breve.

Sacude su cabeza mientras sonríe.

—Entonces. ¿Qué piensas sobre la playa?

—No puedes estar hablando en serio.

Louis me sonríe sobre su burrito de desayuno.

—Mortalmente serio.

Ajusto mis gafas y miro con el ceño fruncido a mi chai latte y muffin de chocolate.

—¿Estás interrumpiendo mi comida favorita del día para decirme que tengo que ir a la playa contigo?

—¿El desayuno es tu comida favorita? —dice Louis con la boca llena agraciada de huevo.

—No cambies el tema —espeto—. No puedo ir a la playa contigo.

Traga, sus ojos azules se agrandan.

—¿Por qué no? Es una lección. Y los octubres soleados no duran para siempre, Princesa. Vas a lamentar el no ir cuando estemos atrapados por la lluvia y las nubes veinte cuatro horas a la semana.

—No puedo ir —repito con severidad.

—Uh, pero puedes.

—No iré, entonces —espeto—. Me niego a ir.

Louis suspira y se sienta, arrugando el envoltorio de su burrito en una bola.

—Nunca he conocido a una chica que odie la playa como tú. Incluso a las lindas que les gustan los libros les gusta leer en la arena.

—Me gusta leer en la arena. Simplemente... me desagrada el océano.

Odio nadar en frente de los chicos, término mentalmente. Louis levanta una ceja.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que alguien vaya a reírse de ti en tu traje de baño?

Me estremezco, y Louis suspira.

—¿Acaso algún pequeño cabeza de polla se burló de ti en la playa o algo así?

—No. Y no digas esa palabra.

—¿Qué palabra? ¿Polla?

Me sonrojo fuertemente. La ceja de Louis sube aún más, y se forma una sonrisa.

—De acuerdo, está bien. Encontraré otro lugar para la lección.

Su aceptación es tan brusca que estoy impactada.

—¿No tienes curiosidad? —pregunto—. ¿Por qué me desagrada?

—Sí. Pero eso es asunto tuyo. Odio entrometerme en los asuntos de otras personas.

—Y estoy segura de que odias que otras personas se entrometan en los tuyos.

Asiente. Me burlo:

—Es difícil creer que el criminalmente chantajista mujeriego Louis Tomlinson es una persona privada.

—¿Por qué, mi querida pequeña reina del hielo? ¿Qué estás tratando de decir? — Sus ojos brillan—. No dice en ninguna parte del libro de reglas que un tipo no pueda ser infame y privado al mismo tiempo. Juego con mis cartas cercas a mi pecho.

—Tan cerca que asustaste a Pentefres, sin duda.

—Pentefres se lo merecía. Ha estado insinuándose a las chicas más inteligentes desde el año pasado.

—Ah, cierto. Has estado aquí durante años. Siempre me olvido de que eres un estudiante de penúltimo año. Culpo a la constante inmadurez.

En lugar de parecer dolido u ofendido como la mayoría de los chicos, Louis se ríe.

—Seguro, Princesa. Yo soy el inmaduro.

—¿Por qué te ríes? Es verdad.

Sus ojos se fijan en mí, la mandíbula afilada ensombrecida por el sol de la mañana que entra por las ventanas del vestíbulo.

—No soy yo el que no puede decir polla sin ponerse de cinco tonos de rojo.

—Puedo decirlo. Pene. —Frunzo mi labio—. Pene, pene, pene.

—Nah, pene es diferente que polla. Pene es científico, así que por supuesto, puedes decirlo. Polla lo hace sonar menos científico y más... real. —Sonríe—. Más sucio.

—Más obsceno —le corrijo con frialdad. Louis se inclina, con el rostro a centímetros del mío. El calor de su piel es una manta insoportable que me rodea.

—Bueno, seré condenado. ¿Es eso un rubor lo que veo? No me digas que he llegado a ti, Princesa. Ni siquiera hemos arañado la superficie de la charla de sexo.

—No estás llegando a mí. Y no soy tan infantil que ni siquiera puedo decir una sola palabra idiota en voz alta.

—Entonces, dila. —murmura Naruto, su voz repentinamente más profunda—. Aquí mismo. Ahora mismo. Vamos. Prueba que me equivoco.

Respiro profundamente y trato de ignorar el olor de cigarros y pinos que seductoramente arrolla de su mismo ser.

—P-p... —Abro la boca, luego la cierro rápidamente y me muerdo el labio. La sonrisa de Louis crece ancha mientras se sienta de nuevo.

—Justo como pensaba. Puedes pretender ser dura, pero debajo de todo ese cerebro eres bastante pura.

—¿Pura? —Me erizo—. No soy una botella de agua. Soy un ser humano. Soy exactamente lo que soy.

—Inteligente como el infierno. Defensiva, porqué algunas personas fueron idiotas contigo en tu infancia, probablemente. Hermosa, pero morirías antes de dejar que alguien te diga eso, ¿eh?

Mi mirada podría cortar diamantes, pero sólo le hace reír.

—Así que. Playa no. ¿Qué piensas sobre la cena, entonces?

—¿Qué tipo de cena?

—El tipo donde comes comida.

—Ja, ja —digo inexpresiva.

—Hay un lugar en la decimoquinta con la calle Jersey. Es un italiano, pero no, ya sabes, un italiano elegante. Podemos practicar algunos modales de cita allí, o lo que sea.

—Estoy muy versada en toda la etiqueta de mesa —bufo. Él se golpea la frente.

—Sí, estoy seguro de que lo estás. ¿Pero sabes cómo charlar con un hombre y que no se trate de la floricultura del Amazonas o cuánto frío hace en la luna?

—Menos ciento setenta y tres grados Celsius —digo de forma automática. Louis me da una mirada de "ves lo que quiero decir". Suspiro—. Muy bien, entendido.¿Cuándo te encontraré allí?

–Siete y media. Ponte lo que sea que quieras. Solo nada de estilo secretaria, ¿de acuerdo?

–No me pongo cosas como de secretaria.

—Princesa, llevas puesta una blusa y una falda con un moño y gafas. Es lo mismo que ser Pepper Potts (es un personaje ficticio, un personaje de apoyo e interés romántico de Tony Star/Iron Man en el Universo Marvel)

—¿Eso es malo?

—No, mierda. Te queda bien. Sólo... es sólo que no es para usarlo en una cita, ¿de acuerdo? No es lo que a  le gustaría. Prueba con una blusa. Colorida, si tienes eso.

Se levanta y lanza la envoltura de su burrito a la basura. Hace un elegante arco y se hunde. Hace un "ups", y alguien chilla. Un borrón castaño se une al brazo de Louis, frunciendo sus labios rosas.

—¡Ese ha sido un buen tiro! —Danielle, capitana de las animadoras y en general la chica más deseada en el campus, sonríe con cegadores dientes blancos y labios perfectamente brillantes hacia él.

—¿Me has estado observando todo este tiempo? —Louis se ríe tontamente, dándole un golpecito en la nariz juguetonamente—. Chica traviesa.

Hago un pequeño ruido de arcadas en la parte posterior de mi garganta. Eso llama la atención de Danielle, y sus oscuros ojos arden con desdén apenas disimulado.

—Disculpa. —bufa.

—Oh, no te preocupes. —Levanto mi latte y tiro lo que queda del muffin—. Me excuso yo misma. Odiaría estar metida en el camino de su estimulante conversación.

Danielle se frunce el ceño con más fuerza, pero detrás de su hombro veo a Louis sonreír más. Me saluda con dos dedos de su frente.

—Te veré más tarde, Princesa.

Mientras me alejo, la voz aguda de Danielle perfora mis oídos.

—¿Princesa? ¿Cómo es que la llamas a ella Princesa?

Me estremezco. Princesa es molesto. La forma en que él insiste en llamarme es molesta. Pero al menos es mejor que Robot. Perra. Sabelotodo. Sin alma.

Veo a Niall caminando por el patio, con su cabello rubio brillando en la luz de la mañana, y una sonrisa tan brillante en su rostro que él es prácticamente su propio sol caminante. Me ve y saluda, su sonrisa crece increíblemente brillante. Me ablando, sintiendo que mi pecho se calienta, y le devuelvo el saludo. Es entonces cuando veo a la chica a su lado, la de cabellos rubios, vibrante aspecto borroso que retoma rápidamente su atención con alguna broma que hace que él se ría en una milésima de segundo. Demi. Hoy lleva puesto brillantes azules y morados, todo color, vida y espontaneidad. Caminan por el césped y desaparecen detrás del edificio Harrow. Hasta que alguien me empuja no me doy cuenta de que me he congelado en medio de un paso, en el centro de la acera.

—Mierda, lo siento. —Una chica con una chaqueta de cuero tose. Sus felinos ojos azules me asimilan de forma rápida, y descartan con la misma rapidez—. No te había visto. Te mezclas con el entorno.

Su cabello es de color rosa brillante. Destaca como una estrella chicle. Su sonrisa es pequeña y a modo de broma, pero cuando se va miro abajo a mi blusa beige y falda de color canela. Voy del mismo color que la acera, los edificios, la fuente. Soy olvidable. No tengo color. Ni vida. Un robot.

Aprieto mi puño y me giro.

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