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Capítulo 2
—Hola, Eleanor. ―La voz nítida de mi madre se filtra a través del teléfono―. ¿Cómo estás?
—Estoy... estoy genial ―empiezo―. La comida aquí es muy buena. Hay un maravilloso café vegetariano en el medio del campus y el gimnasio cuenta con una amplia gama de...
—¿Qué hay de tus clases?
—Estoy manteniendo mi media —digo rápidamente.
—¿Les has pedido a tus profesores créditos extras como te sugerí?
—Sí. Ellos no me dan mucho, pero...
—Entonces debes pedirles más. No puedes malgastar esta oportunidad, Eleanor. La universidad es una oportunidad única en la vida y una muy cara. Tienes que sacar lo más que puedas de ella mientras puedas.
—Bien. Les... presionaré más fuerte.
Hay un silencio de medio segundo, lo cual es inusual. Mamá no puede soportar los silencios. Todo en mí arde por decirle lo que ha sucedido con Pentefres.
—Mamá —empiezo— Justo ahora, uno de mis profesores...
—Me tengo que ir, Eleanor —dice repentinamente—. Estoy en una conferencia.
—Oh, está bien. Buena suerte.
—La suerte no tiene nada que ver con ello. He trabajado duro por esta posición, y ahora puedo hablar en comités debido a eso. Fue mi duro trabajo en la universidad lo que me ha llevado hasta aquí. Debes esforzarte por lo mismo.
―P-por supuesto —tartamudeo.
Mamá cuelga, dejándome con el frío tono de marcado contra mi oreja. La conversación ha sido corta, pero las conversaciones con ella siempre lo son. Ser una de las neuroquímicas líder del país deja más tiempo para conferencias científicas y trabajo de laboratorio, y menos para las charlas ociosas y para las hijas. Y cuando elegí la universidad de Manchester en lugar de a la cual ella fue nuestras conversaciones solo se volvieron más cortas. Pero por eso es que la escogí. La reputación de mamá no me ha seguido a la cuidad de Manchester. Ninguno de mis profesores me compara con ella aquí. Y está a miles de kilómetros de distancia así que no puede entrometerse inesperadamente. En Manchester soy libre, más libre de lo que lo sería en La Universidad de Londres, por lo menos.
Camino de vuelta hacia adentro y vuelvo a mi mesa usual en la biblioteca.
Aunque intento concentrarme, los libros de texto solo se sienten como papeles y tinta muerta bajo mis ojos, en lugar de palabras y hechos vivientes. No puedo absorber ninguna información en absoluto.
Mis ojos vagan a la sección de ficción, pero niego con la cabeza. No he tenido tiempo para leer un libro de ficción desde que estaba en la secundaria, cuando estudiar de repente se volvió muy importante para mi futuro. Pero me encuentro en la sección de ficción de todas formas, mis tentados dedos bailando sobre fantásticos y familiares libros que solía amar tanto; dragones, naves espaciales, princesas guerreras. Casi puedo escuchar la voz desdeñosa de mi madre en mi cabeza.
"Esos pudrirán tu cerebro, Eleanor. Aquí, Guerra y Paz es una novela mucho más informativa, y con personajes más realísticos."
Su voz hace que me detenga de sacar un libro romántico de apariencia cursi. Mis ojos arden con lágrimas que no sabía que tenía. Cada palabra de Jiraiya aún se mantiene como un lazo empalagoso en mi cabeza. ¿Por qué estoy llorando por un simple manoseo? El hombre es viejo y un idiota, pero es un profesor en el que confiaba. Confiaba en el mundo de la universidad, de lo académico, del aprender. Puse mi confianza en él porque era puro, fácil, sin emociones humanas o errores para arruinar las cosas. Pero es más que eso. Estoy llorando porque tenía miedo. Miedo de lo que pudo haber pasado si Louis no hubiera entrado en el momento indicado.
—¿Eleanor?
Miro hacia arriba, limpiando precipitadamente las lágrimas de mis ojos con mi suéter. Eleanor Calder no llora. Un chico apuesto de segundo año está de pie allí, con sus amables ojos de cachorritos azules brillando hacia mí. Su cabello rubio es liso y le roza la frente como un beso. Su semblante es abierto y angelical, dulce y dolorosamente amable. Es alto, tan alto como Louis, con hombros anchos. Es Niall Horan, el DJ de la radio del campus y el estudiante con los honores más altos en su curso.
—¿Estás bien? —pregunta. El sonrojo en mis mejillas es instantáneo, golpeando a través de mi tristeza.
—Sí. Estoy bien. Gracias por preguntar.
Sonríe.
—Sólo quería asegurarme, normalmente no te veo sonriendo aquí, ni llorando.
Me río, el sonido suena frágil hasta para mis oídos.
—Ha sido un... día interesante.
—¡Niall! —susurra una chica y a su vez grita a unos pocos pasillos más abajo.
Ella es estupenda, su cabello rubio brilla como el sol y sus ojos son más de color lavanda. Una mecha morada marca el cabello sobre su oreja. Su sonrisa es infecciosa—. ¡Ven aquí! ¡Lo he encontrado!
Niall le lanza una sonrisa, luego mira hacia mí.
—Lo siento, tengo que irme. Es para un proyecto. Pero puedes pasarte por la estación de radio cuando quieras y podemos hablar entonces. Siéntete mejor pronto, ¿bien?
—Gracias —digo sin convicción a medida que él se va.
Escucho su voz mezclarse con la de la chica, su risa suave y tenue. Quienquiera que ella sea, no es la primera en tratar de salir con Niall, muchas, muchas chicas con buen gusto tenían su vista de rayos láser en él desde el primer día. Me incluyo a mí misma. Él siempre las ha rechazado y solo he escapado de esa humillación porque nunca he logrado el coraje para pedirle salir en una cita. Apenas sé lo que es una cita, mucho menos cómo invitar a un chico a una. Fuimos agradables y atractivos compañeros en el proyecto de Bioquímica 301, pero él nunca se había reído conmigo como lo hacía con la chica de cabello rubio.
Durante el próximo par de días observo a la chica, Demi Lovato. Es una estudiante de primer año como yo, vive en un piso por encima del mío en el dormitorio en la residencia St. George. Su puerta está decorada con letras de gomaespuma que dicen HABITACIÓN DE DEMI Y BRENDA, GENTE ASQUEROSA MANTENGASE ALEJADA. Sus ropas siempre son medias vibrantes de arcoíris, una bonita sudadera con capucha y parches de caricaturas planchadas en ella y vaqueros rasgados. Le gustan los zorros, tiene un pendiente con uno en él y los dibuja en sus brazos con bolígrafo rojo. Es muy buena artista. Se ríe con su grupo masivo de amigos, sonríe a los extraños y rueda en el césped durante los tiempos libres solo para sentir el césped bajo su piel. Es exactamente lo opuesto a mí y Niall se siente atraído a ella como a la miel, la busca en el almuerzo, y me ignora en la biblioteca a favor de ella. La envidia sube por mi garganta, pero la lógica cruda la ataca, ¿por qué me escogería él por encima de una alegre, espontánea y hermosa chica? No tengo nada que ofrecer excepto comentarios robóticos, conversaciones aburridas, y hechos sobre la circunferencia de la luna de Júpiter. No ruedo en el césped. No me río con un gran grupo de amigos que me encuentran muy graciosa. Nadie me encuentra divertida. Nadie siquiera me encuentra soportable. Nadie excepto Alana.
Me miró fijamente en mi espejo de cuerpo entero un día después de las clases. No soy fea, pero no soy hermosa. No en la forma en que lo es Demi, no de la manera que brilla desde adentro. Tengo tenues círculos morados bajo mis ojos avellanas de estudiar largas horas por la noche. Mi cabello es castaño, pero sin el brillo saludable del de Demi. Mi piel es pálida, sin una señal del matiz besado por el sol de Demi. Donde su nariz es adorable y como un botón, la mía es considerablemente menos atractiva, erguida y larga. Comparada con su belleza clara soy una pintura lavada, descolorida, sombría y sin ninguna cualidad única de la cual hablar.
"No te preocupes a ti misma con el espejo, Eleanor" la voz de mamá suena rítmicamente a través de mi mente. "Las chicas sin futuro malgastan grandes cantidades de tiempo mirándose en el espejo. Tú eres pasable, pero no bonita. Esto es muy bueno, no atraerás ninguna distracción. Tu cuerpo servirá bien a tu mente. Eso es todo lo que necesita hacer."
Saqueo mi armario, preparándome para la absurda barbacoa a la cual le prometí a Alana que asistiría. Mis vaqueros están perfectamente presionados y doblados, ni rasgados, ni garabateados. Limpias y desborradas faldas hasta mis rodillas, nunca más cortas. Camisetas en colores planos y sólidos, sin personajes de caricaturas o frases ingeniosas pegadas en ellas. Papá me envió una camisa una navidad con un delfín de arcoíris y me encantó, pero mamá dijo que era ridícula y la tiró en la basura la mañana siguiente. Lloré durante días, y ahí fue cuando aprendí que llorar solo la molestaba más.
Saco una simple camiseta azul y vaqueros y los completo con una chaqueta negra y bailarinas; los zapatos absolutamente aburridos en comparación con las converse verde lima y cordones rosados de Demi.
—Oh Dios mío. —Alana frunce el ceño cuando aparece en su Nissan rojo—Te ves como si fueras a una entrevista de trabajo, Ele.
—¿Esto no es lo que la gente usa para las fiestas de hermandades? —pregunto— . Nunca he ido a una fiesta de hermandad. O a una fiesta en general.
Alana se golpea la frente. La sacude y me hace movimientos para que me meta en el coche.
—Está bien, no hay tiempo para que te cambies, vamos a llegar tarde.
Saltó en el asiento del lado del pasajero y noto que ella ha traído una toalla de playa y su traje de baño. Me mira de nuevo.
—¿Has traído tu traje de baño?
—Yo no nado.
Suspira.
—Ambas sabemos que nadas. Simplemente no usas bikinis alrededor de la gente, eso es todo.
—Estoy sorprendida de que tú lo hagas.
Alana se encoge de hombros y sonríe hacia mí.
-Cuando te ves tan fabulosa como yo, ¿por qué no lo harías?
Eso me saca una sonrisa. Su confianza en sí misma siempre lo hace. Me afecta, algunas veces, pero hoy no. Nunca me pondría un traje de baño delante de un montón de extraños para que pudieran ridiculizar mi exceso de pechos. Especialmente no delante de chicas de hermandades y chicos de la fraternidad quienes inevitablemente estarán pululando por el lugar. Alana estaciona y caminamos hacia dentro de la mansión blanqueada. Chicas con brillantes y coloridos bikinis y tankinis corren alrededor, mojándose las unas a las otras con pistolas de agua y saltando dentro y fuera de la piscina. Otras chicas beben en el césped o hunden sus pies en la piscina mientras beben a sorbos algo frutal y hablan amenamente. Chicos en bañadores se sumergen de tiran de tripa del trampolín y atienden a las múltiples parrillas instaladas por todo el césped. Una mesa cargada con perritos calientes carbonizados, hamburguesas y condimentos está en completo desorden, salsa de tomate untada sobre el mantel y pedazos de panes que están siendo picoteados por pájaros.
Estoy completamente demasiado vestida para la ocasión. Hasta la gente que no está nadando lleva relajadas ropas de verano, disparando miradas extrañadas a mi chaqueta y zapatillas. Alana rápidamente se ve arrastrada por Perla para ser presentada a un misterioso "Enger". Suspiro y me sirvo un vaso de limonada dulce de la mesa, retirándome a un lugar sombreado bajo un árbol para beber a sorbos y observar el caos. Es dolorosamente obvio que no pertenezco aquí.
Es entonces cuando veo una cara familiar, cabello castaño salvaje en punta hacia arriba, afeitado por los lados, ojos zafiro que bailan con alegría y un cuerpo que se mueve entre la gente con la gracia de un gato. Louis está aquí, con un bañador y nada más, sus tatuajes al descubierto para que todos los vean. Él es alto y delgado, como un lobo desnutrido, con pectorales prominentes y musculosos abdominales. Una pelirroja se aferra a su bíceps, unos pechos masivos envuelven su codo. Él se ríe y bromea con ella y cuando ella tiene la oportunidad, le empuja hacia la piscina y él sale goteando, llevándola hacia la piscina con él de buen humor.
Casi parece divertido. Casi. No es que me vaya a pasar alguna vez. Nunca estaría lo suficientemente cómoda, o nunca sería suficientemente atrevida, para empujar a alguien a una piscina de esa forma. Y dudo seriamente que a alguien le guste lo suficiente como para disculparme por ello y luego empujarme hacia adentro con él.
—Hola tú. —Miro hacia mi derecha, donde un chico moreno con una gorra y vaqueros caídos me sonríe—. ¿Disfrutando?
El impulso de alejarlo me abruma, él parece del tipo que solo le habla a una chica por sexo. Pero pienso en Demi y cómo reaccionaría ella.
—Sí, gracias. La limonada está buena. —No, Demi sería más entusiasta. Subo mi voz y la hago más alta, más dulce, más feliz—. ¡La limonada está buena!
El chico parece alarmado.
—Uh, sí, te he oído la primera vez.
—Lo siento. Yo... yo no estoy acostumbrada a esta clase de fiestas.
—Sí, lo he notado. —Se ríe—. En realidad no pareces como el tipo que estaría aquí. ¿Has venido con una amiga?
—Sí, ella es la que está siendo arrastrada alrededor por la muñeca y empujada hacia chicos aleatorios.
Él estira su cuello y se ríe.
—Ah, la amiga de Perla. Sí, Perla más o menos hace que la gente haga lo que ella quiere. Por la fuerza.
—Eso suena desagradable.
Su sonrisa se vuelve empalagosa.
—No siempre, si sabes a lo que me refiero.
Sexo. Siempre se menciona el sexo. Se filtra, se hunde en cada interacción. El resto de mis compañeros están obsesionados con ello, persiguiéndolo como perros locos en celo. Una réplica desdeñosa sube por mi lengua, pero la aplasto. ¿Qué pensaría Demi de ella? Demi es abierta y alegre. El sexo es algo que le gusta seguramente. Ella no lo despreciaría.
—Jaja —río rígidamente—. No sé a lo que te refieres.
El chico se frota el cuello. Hay un silencio incómodo el cual un robot como yo no sabe cómo llenar en absoluto.
—Debería irme. Las hamburguesas pueden estar quemándose. Hazme saber si quieres una, ¿de acuerdo?
—Sí. —No, demasiado formal—. Quiero decir, ¡sí, gracias!
Se va rápidamente y me maldigo. Si fuera mejor comunicándome, si fuera menos tediosa, sería capaz de llevar una conversación interesante. No se habría ido tan rápidamente. Potencialmente, podría haber hecho un nuevo amigo. Si fuera más como Demi, él no se habría ido en absoluto.
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