●c a To r c e●
Capítulo 14
Mientras espero a que el semáforo cambie, me quedo mirando el mensaje de Louis para asegurarme de haberlo recibido correctamente.
-Encuéntrame en el Starbucks cruzando la calle desde el edificio Garfield tan pronto como puedas. Necesito mis deberes...
Cruzo la calle y entro en la tienda de café caliente, quitándome la bufanda roja del cuello. Veo el rostro de Louis con su corte alborotado a los costados y su chaqueta de cuero al instante, y me acerco como una tormenta hacia él con una bronca elaborada en mi lengua.
—Ayer te dije en repetidas ocasiones que vinieras a buscar tus deberes —le digo—. Y lo ignoraste por completo, ahora me citas aquí para entregártelo ¡como un repartidor de periódicos común! ¿Sabes que es un paseo de quince minutos para llegar hasta aquí? Tengo laboratorio en el otro lado del campus en siete…
Soy interrumpida cuando un Frappuccino de caramelo y un cálido muffin de virutas de chocolate son puestos en mis manos. Mi boca muerta de hambre por la dieta babea un poco, pero me contengo. La sonrisa de Louis es demasiado brillante para esta primera hora de la mañana, su mechones castaños revueltos por dormir y el zafiro de sus ojos iluminados por el sol empapado se refleja en la mesa.
—¿Qué es esto? —Frunzo el ceño.
—Un soborno.
Cuando mi ceño se frunce más, se ríe.
—Es una broma. He pensado que podrías utilizar el combustible.
—No soy una persona de desayuno, y realmente me tengo que ir…
—¿Ah sí? ¿No dijiste que es tu favorito? El desayuno le haría algo bueno a una pequeña cosa delgada como tú.
—No soy ni delgada, ni pequeña. Tu repentina preocupación maternal es conmovedora, pero innecesaria. —Tiro la carpeta que contiene sus asignaciones a la mesa—. Tus trabajos. Me voy, ahora.
Doy dos pasos hacia la puerta cuando tintinea detrás de mí.
—¡Oye, espera! —Louis corre detrás de mí, con el Frappuccino y el muffin en la mano—. ¿Quieres que te lleve? Me aseguraré de que llegues a tiempo.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—Primero me compras el desayuno, y ¿ahora te ofreces a llevarme? — Entrecierro los ojos—. ¿Estamos en medio de una lección acerca de aceptar favores de chicos de la que no me he enterado?
—Uh, ¿no?
—¿Entonces por qué me haces favores? Yo no soy tu preocupación. Puedo cuidar de mí misma.
Louis parece sorprendido, pero lo oculta rápidamente detrás de su sonrisa habitual.
—Sabes, cualquier otra chica aceptaría estas cosas muy rápido. Les gusta ser mimadas.
—Yo no soy cualquier otra chica, —Empujo mis gafas más arriba en mi nariz—. Ahora hazte a un lado.
Durante unos segundos parece que he ganado, y me deja afortunadamente sola. Pero entonces oigo el sordo rugido de un motor siguiéndome por la acera lentamente. Levanto la cabeza y camino más rápido. La camioneta de Louis se mantiene a mi ritmo. Baja la ventanilla y grita.
—¡Vamos, Princesa!
Lo ignoro.
—Vas a llegar tarde aunque corras. Y yo te he hecho llegar tarde. Así que sube.
—Prefiero llegar tarde —digo.
—Mira todo ese orgullo que tienes. —Silba—. Es casi como si fuera a arruinar tu nota de participación en el laboratorio para el semestre.
Estoy furiosa el silencio durante unos segundos, mientras me doy cuenta de que tiene razón. Giro sobre mis talones y abro la puerta, lanzándome al asiento y mirando hacia adelante.
—Ven.
Todavía puedo ver su sonrisa por el rabillo del ojo mientras pisa el acelerador. Damos tumbos, y mi cuaderno de poesía sale volando de mi bolso. Me apresuro a recogerlo del suelo y lo meto de nuevo a mi bolso, pero es demasiado tarde para evadir los agudos ojos de Louis.
—Oh, ¿qué es eso?
—No es asunto tuyo —le digo.
—Seguro que no se parece a ninguno de tus otros cuadernos, —Frunce el ceño— . Son todos negros. ¿Por qué este tiene flores? ¿Y un candado? ¿Es especial?
Empiezo con una réplica, pero recuerdo el poema águila de la otra noche y me sonrojo.
—Sí. Es... Es muy especial.
—¿Hay alguna posibilidad de que me dejes verlo?
—No en setecientos infiernos —grito. Louis ríe y se detiene en el estacionamiento.
—Eso es muy malo. Pero supongo que todos tenemos algo privado, sólo para nosotros mismos, ¿eh?
En lugar de dejarme en la curva donde todo el mundo nos puede ver, él dobla la esquina alrededor del edificio, donde están los contenedores de basura, y estaciona, haciendo una imitación de arco en su asiento.
—Creo que esta es su parada, madame.
Salgo, pero de alguna manera me abre la puerta, sosteniendo su mano para que salga. Lo ignoro y le miro.
—No sé lo que te pasa, pero espero que estés lo suficientemente sano para funcionar como mi profesor —le indico.
Su risa es aún más fuerte cuando choca contra la plataforma del camión.
—No te molestes. Solo me he despertado sintiéndome... Raro, supongo. ¿Lista para otra lección esta noche? ¿Qué tal a las siete?
—Eso estaría bien —le digo—. Pero mi compañera de cuarto puede estar en casa.
—Esta es una lección pública. —Sonríe. Cuando abro mi boca para protestar, guiña—. No es una cena. Pero está lejos del campus, en casa de un amigo. Y puede que tengas que ponerte un vestido. Si tienes uno.
La idea de hacer una lección en público hace que me suden las palmas otra vez. Apenas he superado la vergüenza de la cena. Pero me trago rápidamente el miedo y me compongo.
—Muy bien. Nos vemos luego.
—Genial. Y buena suerte —dice—. Con tu laboratorio.
—No necesito tu suerte. —Me vuelvo—. Necesito tus lecciones.
Me lanza el muffin, y lo atrapo justo a tiempo antes de que llegue a mi cara.
—Lección dos punto cinco —dice—, pon un poco de carne en esos huesos.
—Pero… —Miro hacia él—. Demi es delgada.
—Sí. ¿Y qué?
—Por lo que debería…
—¿Es por eso que haces dieta? No. —dice con vehemencia—. Eres muy inteligente, Princesa, mucho más inteligente que eso. No dejes que te atrape haciendo algo tan estúpido. Ni siquiera por Niall.
Miro el muffin mientras me alejo. Llego a mi clase con un minuto de sobra y lo devoro rápidamente, hasta la última miga. Me siento llena por primera vez en una mañana de muchas.
-Gracias. Le mando un mensaje a Louis. Estaba delicioso.
La clase de laboratorio va y viene, y cuando he puesto la última cultura de E. Coli en la incubadora y he esterilizado mi bata y guantes, Louis todavía no me ha contestado. ¿Está enfadado? ¿Ocupado? ¿Por qué estaría enfadado por mis hábitos alimenticios? Simplemente quería perder peso, pero ahora veo que era la manera equivocada de hacerlo. Estaba tan cegada por mi determinación que casi he tomado un camino biológicamente destructivo para mi cuerpo, y Louis me ha ayudado a darme cuenta de inmediato. Me siento como si tuviera que pedirle disculpas, pero ¿por qué? Es mi cuerpo. ¿Por qué él se preocuparía por mí? Somos asociados, y nada más. Mi bienestar no es de su incumbencia. Mientras sea capaz de hacer sus deberes, debe mantenerse fuera de mis asuntos.
Irritada, me encuentro con Alana para almorzar en un pequeño café en el campus llamado The Reef. Ella pide tacos de pescado, y yo ensalada de patatas. A medida que entra en detalles sobre su nuevo novio Max, yo como en silencio y escucho. Esta es la primera pista para ella de que algo anda mal.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan callada? —Levanta una ceja—. Normalmente estarías resoplando y poniendo los ojos en blanco y me dirías lo mierda que es él y cómo tarde o temprano me va a engañar y romperá mi corazón.
—Probablemente lo hará. Puede ser. Los hombres son criaturas poco fiables —le especifico—. Pero pareces tan feliz últimamente, y no quiero interferir con eso. No le he conocido aún, pero un chico que te hace así de feliz debe de ser bueno.
Alana me mira con sospecha, luego se inclina sobre la mesa y me toca la frente.
—¿Qué estás haciendo? —La aparto.
—No hay fiebre —murmura para sí misma—, lo que sólo deja otra opción… conmoción cerebral.
—¡No estoy conmocionada! ¡Me siento perfectamente bien!
—Entonces, ¿quién te ha robado el cuerpo? ¿Dónde está la verdadera Eleanor? ¿La que desprecia chicos como a la escoria de la Tierra?
Frunzo el ceño.
—No... No soy tan mala, ¿verdad?
—¡Por supuesto que no eres tan mala! Odias a los chicos. En cierto modo es un hecho, junto con el "cielo es azul" y "el Ártico es frío".
—Odio a los idiotas. Hay una diferencia. No culpa mía que una gran mayoría de ellos en este mundo resulten ser masculinos.
Alana se echa a reír.
—Ah, ahí vamos. Has vuelto.
Sonrío por lo que se siente como la primera vez en días. Alana toma su té helado y yo bebo agua, y observo a la gente caminar. Arruga la nariz a una chica que pasa con el cabello rosa y medias negras rasgadas. La chica con la que me choqué y me dijo que yo me mezclaba.
—Uf, ahí está Perrie —se burla Alana.
—¿Perrie quién?
—Perrie la que sale con Louis. Perrie estudiante de penúltimo año.
Giro en mi asiento para mirarla. Es delgada, pero se mueve con una gracia sorprendente, como un gato callejero.
Sus pómulos son altos y afilados, y sus ojos azules se inclinan hacia abajo y aún más como un gato. El cabello rosa cae sobre sus hombros. Lleva una sudadera con capucha negra y una falda púrpura que destacan. Mientras la miramos, ella le grita a un estudiante de primer año por tirar su bolsa de Cheetos al suelo, la recoge y la pone en la basura. Los de primer año se escabullen lejos, aterrorizados.
—Ella no parece tan mala —le digo—. Cualquier persona que lucha por tirar basura no puede ser completamente mala.
—Error. —Alana suspira—. Es totalmente adicta al Xanax. Casi fue suspendida el año pasado por pelear contra uno de los amigos de mi hermano. Y entonces alguien incendió su bolsa de fútbol, pero nadie supo quién fue. Sin embargo sabemos que fue ella. La gente dice que está loca.
—La gente dice que soy un robot —reflexiono—, ¿eso lo hace cierto?"
Alana se estremece.
—Por supuesto que no, tonta. La diferencia es que no eres un robot, pero Perrie definitivamente es mala.
Alana se levanta y consigue un flan. Cuando regresa, me aclaro la garganta.
—Alana, estás bien informada sobre las acciones de los chicos y lo que quieren decir, ¿verdad?
Se ríe.
—¿Sí? Bueno, quiero decir, tengo más experiencia que la mayoría de la gente. Y sin duda más experiencia que tú. Sin ánimo de ofender.
—No hay problema. —Sonrío—. Así que, si me planteo una situación teórica que le estaba pasando a una... amiga mía, que me contó esta misma amiga, serías capaz de decirme lo que está pensando el chico de la situación. Lo que tiene como objetivo.
—¿Puede ser? Eso depende.
Inhalo. Vale la pena intentarlo. Estoy completamente perdida, y Alana es mi única esperanza.
—Digamos que hay un chico. Y él está trabajando en un proyecto con mi amiga. Han acordado sólo trabajar en el proyecto, y su única relación es profesional. Mi amiga y el chico incluso han acordado que no son el tipo de cada uno.
—Eeestá bien, esto ya está sonando a un pequeño programa. —Arruga la nariz.
—Lo que quiero decir es, —mi voz se vuelve rápida—, digamos que el chico comienza a... Hacer cosas por mi amiga.
—¿Como qué? —Se inclina, repentinamente interesada.
—Traerle café. Comprarle comida. Se ofrece a llevarle. Se preocupa por su bienestar. ¿Por qué iba a hacer eso?
—Porque le está empezando a gustar, duh. —Alana se ríe—. No es demasiado difícil de entender.
Siento un nudo frío que hace su camino por mi garganta.
—Pero ¿qué pasa si a la chica, mi amiga, no le gusta?
—¡Entonces ella tendrá que ser firme! —Alana golpea la mesa—. Si están haciendo un proyecto juntos, tienen que centrarse en ello. Las notas son más importantes que el enamoramiento de un chico tonto. ¡Tiene que cortar el brote mientras aún es pequeño! ¡Tirar de él de raíz antes de que crezca demasiado! Literalmente.
Alana me da un codazo, y yo pongo los ojos en blanco. Pero ella tiene razón. No puedo dejar que nuestras lecciones se vean comprometidas por cualquier tipo de enamoramiento. Reflexiono sobre esto, a continuación, pongo un billete de diez dólares sobre la mesa.
—Me tengo que ir. Paga por mí, ¿sí?
—¿A dónde vas tan rápido?
—He olvidado volver a verificar las citas de Edme Dumont en mi trabajo de Historia del Arte —miento rápidamente—. Te veré en la habitación más tarde esta noche.
—¡Está bien! —Se despide. Camino hacia la biblioteca y marco el número de Louis. Suena dos veces, y luego atiende.
—¿Hola?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro