MI QUERIDO TRAIDOR
Cecilia Ortiz
C.S. Lewis
Mi querido traidor...
La reina Tn soltó una pequeña risa nasal al leer el saludo de su carta, pero la nostalgia la invadió y un nudo en su garganta comenzó a crecer. Parpadeó varias veces tratando de que las lágrimas no escaparan de sus ojos y se concentró de nuevo en el pergamino que descansaba en sus manos.
No quiero que te vuelvas a enojar por llamarte así; recuerda que tú supiste enmendar tu error y eso te convirtió en un gran rey y en un gran hombre.
Un gran suspiro salió de la joven y continuó con su lectura.
¿Sabes? hace unos días recordaba nuestra gran época de oro. Aquellos banquetes de celebración en los que terminábamos bailando solos en el balcón.
-Edmund Pevensie ¿estás negándome un baile? – dijo la joven con un tono burlesco. Su mano estaba extendida hacia el joven rey quien la miraba nervioso.
-No soy un gran bailarín Tn y no quiero avergonzarte frente a toda Narnia. –Tn le sonrió.
-Entonces sígueme.
Edmund la miró con el ceño fruncido, pero no puso objeción alguna y comenzó a seguirla. Miró hacia atrás y se encontró con la mirada cómplice de Peter, este le levantó su copa de vino en señal de aprobación. Tn detuvo su andar en uno de los balcones principales y miró al rey con una sonrisa para que se acercara a ella. Al estar junto a ella Tn cerró las cortinas y entonces Edmund lo entendió, bailarían en la intimidad de la noche. Él le ofreció su mano y ella sin dudarlo la tomó.
Todas las batallas en las que salíamos victoriosos gracias a ti las celebrabas con creces y se las presumías a Peter hasta el cansancio. Puede que tu hermano no lo decía nunca, pero él siempre estuvo orgulloso de ti, tú fuiste su soporte y su apoyo incondicional, y no sólo el de él, también lo fuiste para Susan y Lucy.
-No creí que llegáramos a tanto por el rechazo de Susan hacia el Príncipe Rabadash. – dijo Lucy mientras observaba como las tropas de Tashban se acercaban al campo de batalla.
-Tranquila Lu, estaremos bien. Además, yo lidero las tropas, es obvio que ganaremos. – sonrió Edmund de forma victoriosa y engreída. Lucy y Tn compartieron miradas y sonrieron divertidas.
-Eres un presumido Ed. – dijo Tn y el rey la tomó de la mano para dejar un pequeño beso en su dorso.
-Volveré. – dijo el rey para los dos y ambos se sonrieron.
Esa era su promesa en cada batalla.
¿Recuerdas cuando por primera vez fui a tu mundo? Fue una gran aventura. Estaba asustada y tu me brindaste la seguridad que necesitaba. Me cuidaste como nunca nadie lo había hecho. Me salvaste de mil maneras y por eso siempre voy a estar agradecida. Me mostraste que no importa en mundo en el que me encuentre, siempre estarías ahí para mí.
- ¡Lucy! – gritó Peter al ver que su hermana menor corría hacia la dirección contraria en la que se había ido el ciervo blanco. Los demás no tuvieron otra opción más que seguirlos.
Los Pevensie compartieron miradas al darse cuenta de que había abrigos dentro del sendero en el que estaban.
-Es mi imaginación o son...
-Son abrigos. – completó Edmund mirándola un tanto preocupado. No dijo nada más y siguió el camino. Después de varias quejas y pisones, todos cayeron abruptamente al suelo de madera de la casa del profesor Kirke. Los hermanos se miraron unos a otros sorprendidos por el gran cambio, de ser unos jóvenes adultos volvían a ser niños.
-Vaya, por fin doy con ustedes niños. – dijo el profesor entrando a la habitación del ropero. - ¿Dónde estaban?
-Si se lo decimos, no lo va a creer. – aseguró Peter con una sonrisa. Sus hermanos asintieron dándole razón al mayor.
- ¿Cómo no he de creerles? Si han traído con ustedes a una autentica narniana.
Los hermanos miraron confundidos al profesor y este hizo un movimiento de cabeza para que miraran a su lado izquierdo. Allí, un tanto asustada se encontraba Tn con ropa de su mundo y con la misma apariencia con la que la conocieron cuando llegaron a Narnia. Una gran sonrisa se formó en el rostro del azabache.
La noche anterior volví a sentir tus caricias y mi piel se erizó al recordar la primera vez que estuvimos juntos. Me sentía tan tonta, pero tú te las arreglaste para brindarme seguridad.
- ¿Duele? – preguntó Edmund deteniendo sus movimientos. Tn se encontraba sentada en su regazo y en su rostro se reflejaba dolor.
-No te muevas. – pidió Tn y trató de acomodarse para adaptarse a él. Edmund la abrazó por la cintura y la acercó a él para repartir besos sobre su cuello.
-Si quieres podemos parar. – dijo Edmund. Tn negó y lo tomó de la barbilla para juntar sus labios.
Tn cerró sus ojos con fuerza mientras las primeras lágrimas recorrían sus mejillas. Con su mano libre trató de callar sus sollozos y sin importarle que el pergamino se arrugara abrazó la carta recién terminada.
La puerta se abrió y bajo el marco apareció Susan, su piel estaba más pálida que de costumbre y sus ojos estaban pintados de rojo.
-Es hora Tn. – dijo con la voz entrecortada. La joven apretó los labios y sólo atinó a asentir para salir de la biblioteca y caminar hacia el salón de los tronos. Entre las dos reinas se formó un silencio lleno de desolación y tristeza.
Tengo tantos recuerdos junto a ti que no podría escribirlos en un solo pergamino. Tantos recuerdos que me atormentan día y noche. Y te juro que no puedo perdonarme el no haber estado para ti cuando lo único que tu hacías era cuidarme hasta con tu vida. Me odio por no haber sido lo suficientemente rápida. Bastaron unos segundos para perderte para siempre.
Cair Paravel se vestía de luto y dentro del salón de los tronos se reunían los narnianos para llorar la pérdida de su rey justo.
-El rey Edmund, un hombre que nos enseñó que todo corazón puede enmendarse, un hombre que nos enseñó a estar para los suyos sin importar el que. Nuestro rey de antaño siempre estará presente entre nosotros, su sabiduría y valentía nos guiaran hasta el fin de nuestros días.
La voz de Aslan nunca se había escuchado tan solemne y llena de orgullo.
Peter, Susan, Lucy y Tn se encontraban rodeando la urna en la que se encontraba el cuerpo de Edmund cubierto por una fina tela transparente con bordados plateados. Una de las trompetas anunció el pésame en el que ahora se encontraba Narnia y su pueblo.
Los corazones de los reyes restantes se encogían al caer en la realidad de que ese sería el último momento que compartirían los cinco. Entonces antes de que la ceremonia siguiera su curso Tn se acercó a su mejor amigo y le colocó el pergamino arrugado entre sus manos.
-Voy a extrañarte mi querido rey justo. – susurró para luego depositar un pequeño beso en la frente del rey mientras las lágrimas caían de nuevo.
Esta vez no cumpliste tu promesa... esta vez no volviste.
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