Capitulo 29
Ese día habia comenzado con una ventisca suave. Se podía sentir un olor agrio. Y por una radio que estaba encendida, pronóstico lluvia. Y las 45 almas que están reunidas en ese cementerio, miraban, cómo dos hombres metían un ataúd en la tierra. Ningun de los presentes hacía un sonido. Y al momento en que aquella madera hizo un ruido. Un alce, de traje negro y una biblia en la mano. Comenzó a hablar.
— Hermanos. Estamos aquí reunidos. Por la triste perdida, de nuestro hermano menor. — Haciendo una cruz en el aire. — Eliot. Quién ahora está en el sueño profundo. Señor, tu que eres grande. Sabrás que está perdida nos duele, pero tú que eres bueno. Serás la guía de sus padres, para que encuentren la luz.
— Esto es justo.
Interrumpió una voz. Lo que provocó que el padre guardara silenció, al igual que los presentes ahí reunidos. Se alejaban, dejando ver quién era el había hablado.
— Joven. Por favor no interrumpa.
— Puras patrañas.
Hablo nuevamente. Era aquel chico. Particular, aquel que nunca supo cómo se llamaba. El amigo que había conocido en el bosque.
— Me está diciendo que tengo que estar tranquilo. Por qué esto es gracias al señor.
— ¡Joven!.
Uno de los maestros. Que estaba presente, trato de controlar al zorro. Sabía que estaba dolido, y trataba de muchas formas. En mantenerlo calmado.
— Mi amigo no merecía morir. — Lagrimeando. — Pero miren. Aquí tienen a una clase entera que no siquiera le importa en lo más mínimo.
— ¡Pido que guarde silencio!.
— Mi nombre es Damián. Y no me importa usted. ¡Padre!. — Molesto. — Eliot me dió su amistad, y lo único que me duró fueron 4 días. Usted siga orando a su estatua.
Damian se quitó aquella misma chaqueta con la que lo había conocido, y junto a la rosa que traía en la mano. La arrojo dentro del oyó donde estaba el ataúd. Y solo termino dando la vuelta y marcharse del lugar.
Y después. De que todos guardaran silencio, el padre había terminado su oración. Y cerrando la biblia que tenía en sus manos, dió la orden y cada uno de los presentes. Comenzó a arrojar la rosa que tenían en su mano, dentro del lugar. Que en unas horas. Este estaría cubierto de tierra.
Mientras que uno de los integrantes que estaba ahí. Chad lo mantenía fijo. Era alguien que había visto una vez y esa era la madre de Eliot. Quien estaba cubierta completa de negro, ocultado también su rostro con un velo del mismo color. Y estaba seguro, que desde que había llegado al velorio. No había visto ninguna expresión en esa mujer. Y ahora verla de este modo. Le producía mucha curiosidad.
.
.
.
.
.
.
.
.
[Una semana después]
[Casa de Eliotr]
Aquel cuarto se encontraba lleno de cajas. Muchas las cuales marcaban. Donaciones. Algunas siendo su ropa. Otras algunas marcaban cosas íntimas y una en particular. Una que mantenía aquella mujer entre sus piernas, era la que ponía. Recuerdos. .
Era la quinta vez en el día en que había abierto esa caja. Teniendo cosas importantes de su hijo. Quien ahora ya está bajo tierra. El dolor de ver aquello era lo único que la consolaba, y se culpaba a si misma. Por qué si hubiera hecho más. Para que su hijo no fuera a ese baile. Ahora ella no estaría así. Llorando en la cama, con un peluche que su hijo adoraba.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
[Un mes después]
Un mes entero había pasado, y cada día era peor para un chico, quien todo ese tiempo permanecía encerrado en su habitación, terminando por primera vez en su vida el primer libro, y escuchando música tranquila.
Pero fue cuando escuchó como poco a poco la puerta de su habitación comenzaba a abrirse, dejando ver una figura femenina, Chad no conocía de quien se trataba hasta que al entrar la observo detenidamente, su hermana quien cargaba en sus manos, un pastel de chocolate, para así celebrar el cumpleaños número 19.
—Hola hermanó.—Dijo la chica con un tono dulce, colocándolo en su escritorio.—Feliz cumpleaños."
—Gracias.
Fue lo único que dijo, ahora colocándose unos audífonos, ya que quería estar completamente solo, sin que nadie lo moleste. Pero fue cuando sintió que de un tirón se los habían quitado. Chad estaba apunto de gritar, pero fue cuando su padre entró al cuarto, sentándose junto a los chico.
—Hijo. Deja de encerrarte tanto, sal afuera, no vale la pena estar triste.
—Papá, quiero estar solo.
—Escúchame, se que es doloroso perder algo que amas.—Quedando callado por un momento.— Cuando perdí a tu madre me sentía devastado, pero supe que llorar no era la solución.
—Papá, se que quieres conseguir con esto, aún así déjame solo.
—Chad. ¿Crees que el hubiera querido que estuvieras así?.
Fue la única pregunta que hizo que Chad comenzara a salirle lágrimas, poco a poco, pero fue cuando unos brazos le rodearon completamente, tanto como su hermana y su padre le abrazaron fuerte.
Estaba claro que Chad estaba destrozado, pero aún así no podía sacar de su mente su muerte, inclusive quería pedir perdón, ¿pero como?. El ya no está con nosotros.
"¡Ding-Dong!"
Se escuchó el timbre de la casa, así que rompiendo el abrazo, su padre bajo mientras que su hermana le seguía detrás cerrando la puerta. Así que sin más, Chad estaba nuevamente solo, a su lado derecho un pastel de chocolate, y a su lado izquierdo un libro, el cual era La niebla, se encontraba junto con su iPod, así que por un momento se quedó pensando.
—Tal vez sea lo mejor.— Se Dijo a sí mismo, Levantándose de la cama y caminando hasta quedar enfrente del espejo.—Madre mía, estoy todo un desastre.
Así que tomando un cepillo, comenzó a pasarlo por su pelaje, quedando por lo menos ya más decente, pero fue cuando nuevamente alguien entraba a su cuarto.Dándose la vuelta observo que se trataba de su padre, quien su mirada mostraba total tranquilidad.
—Hijo, alguien te visita.
Fue solo decirlo y fue cuando una mujer, que aparentaba sus 35-40 años de edad entró, era de la raza de los zorros, así que reconocerla se me hizo muy fácil, era la madre de Eliot, pero...¿Que está haciendo aquí?.
—Hola Chad.—Su voz era tranquila y mostraba total confianza.—Tu padre me dio el permiso de salir conmigo, quiero hablar contigo, te daré el tiempo para que te cambies de ropa, esperare afuera.
Dijo sin más la mujer, cuando salió nuevamente de la habitación, así que volteando a ver a mi padre, quien solo levantó su manos, dando a entender que tampoco sabía lo que pasaba.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Tres minutos me tarde en alistarme, ya que me tuve que bañar para que mi mal olor no la incomodara. Así que mientras tomaba mi celular y un poco de dinero salí de mi casa, y al levantar mi vista, observé que esa señora se encontraba de pie, al lado de nuestro buzón, que al notar mi presencia solo sonrió.
—Dígame, ¿Adonde iremos?.— Pregunte un poco interesando, a lo que ella me señaló un pequeño ciber-café que se encontraba a unas cuadras—Muy bien.
Caminamos un poco separados, cualquiera que pasará diría que es mi madre o algo más, ya que cada quien piensa diferente.En todo el camino ella no dijo nada, y lo único que hizo fue revisar dos beses su cartera.
Un minuto después nosotros ya estábamos en nuestro destino, yo le sugerí irnos a la cafetería y así hablar más tranquilos, quien como respuesta fue solo un si, así ella tomó una bandeja y hicimos cola en la fila, tardamos un poco, pero ya era nuestro turno, y un perro de la raza Shiba nos atendió.
—Tengan muy buenas tardes, ¿Que quieren?.—Pregunto amable el perro.
—¿Que venden?.— Fue la pregunta más estupida que pudo salir de la madre de Eliot.
—Señora. ¿Es enserió? Si es una cafetería, ¿Que se imagina que venden aquí?.
—Pues café....
—¿Entonces por que pregunta, si ya sabe que venden solo café?.
Estaba más que claro que ahora el humillado era yo. No sabía que contestarle, así que sin más vi que tomó nuestra bandeja y comenzó a caminar y lo único que me tocaba era seguirla detrás.
—Dime Chad.— ahora ese todo Dulce había cambiado, se escuchaba como molesta, pero aún así ella sonreía.— ¿Cuando comenzaste a salir con mi hijo?.
—¿Que?— Lo dije casi gritando, ante esa pregunta, a lo que solo pude contestarle algo que la sorprendió.—La verdad es que nunca anduve con su hijo.
— ¿Y por qué no?.
— Bueno es muy complicado de explicar.
— Tengo dos días antes de mudarme de este pueblo. Tienes eso para explicarme.
— Pero. — nervioso.
— Primero lo primero. — extendiendo su mano. — Mi nombre es Julia.
— Un placer. — aceptando el saludo. — Conocerla.
— Bien. Ahora cuéntame, ¿Cómo conociste a mi hijo?.
— Pero. ¿Por qué quiere saber eso?.
— Mi hijo me contaba de sus días en la escuela. Y me suplicaba en sacarlo para que solo estudiará en casa. Pero el día que estaba por hacerlo. Fue por qué comenzó a interactuar contigo.
— ¿De verdad?.
— Si. Así que quiero que empieces. Y si concuerda con algo. Te daré algo muy personal. No quiero que lo tengas, por qué también gracias a esto. Me enteré lo que estaba haciendo a mi hijo.
Mencionó lo último. Cambiando el tono de voz. El tono tranquilo que había escuchado, ahora está de una más molesta, incluso casi llegando a desprecio. Pero sabía que su hijo, por las malas cosas ya no está ahí. Así que lo único que haría. Era saber la verdad, de algo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro