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𝟬𝟮𝟳 war's end

"El verdadero soldado pelea, no porque odia lo que está frente a él, pero porque ama lo que está tras él." —g.k. chesterton

CAPÍTULO VEINTISIETE: EL FINAL DE LA GUERRA.


      Con el ritmo de corazones acelerados, los segundos se fueron y, antes de mucho, su hora había terminado. Los sobrevivientes de Hogwarts salieron por las puertas abiertas del frente de la escuela para ver la línea de Mortífagos a los que se enfrentaban. Voldemort estaba de pie triunfante en el medio. A su lado estaba Hagrid, llorando en silencio, y sosteniendo el cuerpo inerte del Chico que Vivió. Antes que Voldemort pudiera hablar, gritos atravesaron el aire. Los gritos de McGonagall y Ron fueron los más altos.

      —¡NO!

      —¡Harry! ¡HARRY!

      Pero solo un susurro escapó los labios de Edelyn, apenas audible por sobre la conmoción. El mundo ya estaba destrozado con la muerte de Fred Weasley, y ahora, los escombros temblaron una vez más. Temblaron hasta que cada hueso y músculo dolió. Ella sabía que esto iba a pasar. Sabía que caminaría hacia la muerte. Y aún, de alguna forma, ver su cuerpo era como escucharlo otra vez.

      Voy a ir al bosque.

      Y ahora la realidad la aplastó hasta que su corazón se quebró. Los pedazos cortaron su piel desde adentro.

      Todo quemaba.

      —Harry —y entonces, sus pies se movieron solos. ¿Estaba corriendo hacia él? No sabía. Pero antes que pudiera tomar más de dos pasos, un par de brazos rodearon su cintura y la sostuvieron.

      —No seas estúpida —una voz siseó tras su oreja.

      Ella bajó la mirada: brazos pálidos y extraños. Entonces, tan rápido como la habían rodeado, la soltaron, y Edelyn notó la varita familiar que sostenía.

      —¡SILENCIO! —Voldemort vociferó y, con un BANG y una luz brillante, el silencio fue forzado sobre ellos—. Bájalo, Hagrid, ¡delante de mis pies, dónde pertenece! —ordenó—. ¿Ven? ¡Harry Potter está muerto! ¿Entienden ahora? ¡Él nunca fue nada más que un chico que confiaba en que los demás se sacrificarían por él!

      —¡Él te venció! —gritó Ron, y el hechizo silenciador se rompió. Gritos volvieron a ser escuchados, pero con otro poderoso BANG, sus voces volvieron a extinguirse.

      —Fue matado mientras intentaba escaparse del castillo —dijo Voldemort—. Fue matado mientras intentaba salvarse a sí mismo. A partir de este día, pondrán su fe en mí. Y ahora, es hora de declararse. Vengan y únanse a nosotros.

      Voldemort alzó los brazos, pero fue recibido por completa inmovilidad. Ningún alma se movió  Entonces, se escuchó una voz.

      —¡Draco! —urgió Lucius Malfoy desde la línea de Mortífagos. Sus fríos ojos grises se encontraron con los de su hijo, pero los pies de Malfoy permanecieron firmes.

      —Draco —ahora era el turno de Narcissa Malfoy—. Ven, Draco.

      Hubo un momento de duda, entonces el joven Mortífago tomó un paso adelante. Sin embargo, fue prevenido de tomar el segundo cuando alguien atrapó su muñeca y tiró de él.

      —No te atrevas —la voz de Edelyn era débil, pero su agarre era fuerte—. No con esa varita.

      Él pestañeó, su rostro formando una mueca—. Sueltame —siseó e intentó soltarse. Los dedos de ella permanecieron alrededor de su muñeca.

      —No —respondió—. Si quieres volver corriendo con mami, está bien. Pero no vas a pelear para el otro lado con esa varita.

      —No sabes de qué estás hablando —le ladró.

      Ella arqueó una ceja—. ¿No sé? Pobre Draco, hijo de un Mortífago. Pobre Draco, solo quiere que papi lo ame. Pobre Draco, quiere volver a casa con mami. Bueno, ¿adivina qué? Tu familia ayudó a matar a la mía, así que o me devuelves esa varita o--.

      —¿Qué es esto?

      Draco y Edelyn giraron sus cabezas para ver a Voldemort, una sonrisa cruel estirada en sus facciones similares a una serpiente—. Ah, Edelyn —ella tembló ante el sonido de su nombre rodando por su lengua—. Te extranamos. Fue bastante grosero de tu parte dejarnos de la forma en que lo hiciste.

      Sus manos formaron puños.

      —Pero no importa. Lord Voldemort sabe perdonar. Provienes de una familia noble, mi querida niña. Te daré una oportunidad más para que te nos unas. Únetenos, o encuentran el mismo destino que tu amado Pot--.

      Pero Voldemort fue interrumpido. Hubo un grito, entonces un BANG, y un jet de luz fue seguido por un gruñido de dolor. Alguien se había liberado del grupo y cargó contra Voldemort, solo para ser desarmado.

      —¿Y quién es este? ¿Quién se presentó como voluntario para que demuestre lo que le sucederá a los que continúen peleando cuando la batalla está perdida?

      Bellatrix soltó una carcajada jovial—. ¡Es Neville Longbottom, mi Señor! ¡El chico que le ha estado dando problemas a los Carrows! El hijo de los Autores, ¿recuerda?

      —Ah, sí, lo recuerdo —habló Voldemort, mirando a Neville que estaba levantándose, desarmado y desprotegido—. Neville va a demostrar lo que le sucede a todo quien sea lo suficientemente tonto como para seguir oponiéndose a mí —alzó su varita y la movió. Pero su maldición fue bloqueado por un escudo de luz dorada que apareció frente a Neville.

      Voldemort se giró y siseó, sus brillantes ojos verdes entrecerrados—. ¿Sabes? Ya tuve suficiente de ti, niña —fue a alzar su varita hacia Edelyn, pero entonces, muchas cosas pasaron al mismo tiempo.

      Hubo una conmoción proveniente de la distante frontera de la escuela, y cientos de personas salieron del castillo con gritos de guerra. Al mismo tiempo, Gawp apareció a un lado del castillo y gritó "¡HAGGER!" Su llanto fue respondido por rugidos de los gigantes de Voldemort. Entonces, del Bosque Prohibido, apareció una jerda de centauros disparando flechas contra los Mortífagos. Mientras, se escuchó a Hagrid gritar.

      —¿Harry? ¡¿Dónde está Harry?!

      El caos reino.

      Y así comenzó la segunda ola de batalla, incluso mayor que la primera. Más gente se unió a la guerra: las familias y amigos de cada estudiante de Hogwarts que se habían quedado defendiendo la escuela, vendedores y habitantes de Hogsmesde, y los elfos domésticos liderados por Dobby y Kreacher (Kreacher gritaba "¡Peleen! ¡Peleen por el amo Regulus! ¡Peleen!")

      No tomó mucho para que los Mortífagos comenzarán a retirarse, abrumados por el peso del número al que se enfrentaban. Sus capuchas se deslizaron mientras esquivaban el tumulto de hechizos, lenguas siseando mientras arrancaban flechas de sus heridas, y ojos abiertos mientras sus aliados caían.

      A través de la línea de fuego en la puerta principal, una batalla comenzó a florecer en el Comedor. Pronto, solo hubo un mar de cuerpos. Todos los que podían caminar formaban su camino adentro, varitas y armas alzadas, la resolución vivida en sus ojos. Algunos eran llevados por la esperanza, otros por puro desafío.

      Los dedos de Edelyn cosquillearon mientras peleaba. Sus poderes Beaumanoir cruzaban por ella como shots de electricidad. Por el rabillo del ojo, podía ver a los otros.

      Dean y Seamus mantenían a Yaxley en el suelo. Dolohov era vencido por Flitwick. Hagrid usaba su fuerza de gigante para arrojar Mortífagos a través de la habitación. Ron y Neville se encargaban de Greyback. Lee y Aberforth peleaban a los Carrows. Moody estaba en duelo con los dos hermanos Lestrange. Arthur y Percy tacleaban a Pius Thicknesse.

      Entonces, escuchó una voz filosa—. Oh, cuidado. No querías terminar como el querido Freddie, ¿no?

      Edelyn rápidamente mandó un hechizo paralizador a su oponente. Entonces giró la cabeza para ver a Augustus Rookwood arrinconando a George contra una pared.

      —¡No - hables - de - Fred! —el gemelo Weasley más joven gritó, y jets de luz volaron hacia Rookwood. Pero el Mortífago fue rápido y desvío cada hechizo que George le arrojó con un vago movimiento de su muñeca.

      —Supongo que mami tendrá otro hijo al que enterrar —provocó Rookwood, y Edelyn podía ver que iba a pasar antes que sucediera. El pie de George quedó atrapado con un pedazo de piedra, y tropezó hacia delante justo cuando Rookwood levantó su varita y gritó—. AVADA KE--.

      Pero la luz verde nunca vino, porque con una luz blanca, Rookwood se congeló. Todo su cuerpo tembló, su varita volando lejos de su mano, y entonces cuerdas aparecieron en medio del aire y envolvieron su cuerpo, apretando hasta que su rostro se volvió rojo.

      Entonces azul.

      Entonces púrpura.

      George miró alrededor y su mirada aterrizó en Edelyn. Tenía la varita del Mortífago en su mano, sus ojos encendidos con un peligroso brillo verde. Pura irá burbujeaba en su interior, y las cuerdas continuaban apretando más y más fuerte. Pero entonces, ella notó que George la observaba y, por un segundo, pensó que había visto a Fred. Fred, con el mismo mar de pecas y oscuros ojos marrones. Su rostro se suavizó, las cuerdas se soltaron. El Mortífago cayó al suelo, jadeando por aire, arrastrándose mientras intentaba liberarse.

      Y en ese momento de vulnerabilidad, mientras Edelyn pestañeaba a George y George a ella, nadie vio el rato de luz roja hasta que fue demasiado tarde.

      Golpeó a Edelyn en el pecho, y ella salió volando hacia atrás. Con un sonoro TUD, su espalda se estampó contra la columna de piedra. Sangre brotó de su cráneo, y cayó. Su cuerpo inerte al golpear el suelo de mármol.

      El mundo tembló.

      Y entonces la columna colapsó y la aplastó.


──────────────


      Expelliarmus. Con un hechizo simple, terminó. La segunda Guerra Mágica había llegado a su fin. Voldemort estaba muerto, y Harry estaba victorioso en el medio del Comedor. Hubo un momento de silencio, entonces el tumulto comenzó. Gritos y celebración de los sobrevivientes de la Guerra de Hogwarts llenaron el aire. Los rayos del sol atravesaban las ventanas rotas. Una nueva era de paz comenzaba.

      Ron y Hermione fueron los primeros en alcanzarlo, y sus brazos lo rodearon. Entonces, fueron Neville, Luna, los Weasleys, Hagrid, Kingsley, Ojo Loco, Mcgonagall, Flitwick, Sprout... manos desconocidas lo tomaron, tiraron de él, intentaron abrazarlo. Cientos de acercaron, todos determinados a tocar al Chico que Vivió, la razón por la que todo había terminado. Pero los ojos de Harry viajaron y su cabeza giró. De todos los rostros que lo rodeaban, no pudo encontrar aquella del que anhelaba su compañía.

      El miedo lo aplastó. ¿Se perdió de algo? ¿Había estado tan concentrado en el duelo entre Bellatrix y la señora Weasley? ¿Tan concentrado en la mayor seguidora de Voldemort y el propio Voldemort que no notó nada más?

      Rápidamente encontró a Ginny entre la horda de celebración y tiró de su manga—. Ginny —dijo, y ella se le giró con una sonrisa brillante que contrastaba con las lágrimas secas en sus mejillas—. Ginny, ¿viste a Lyn?

      Sus labios se fruncieron, al igual que su frente, y negó—. Creí que estaba contigo, o Ron y Hermione.

      Sus rodillas temblaron. Tomó un paso adelante para recuperar el balance. Entonces, escuchó una voz tras él—. ¿Harry?

      Se giró para encontrar ojos pálidos y cabello rubio.

      —Luna —respiró—. Luna, ¿viste...?

      Su voz se desvaneció cuando ella rápidamente asintió y le pasó la Capa de Invisibilidad, que había arrojado antes del duelo con Voldemort—. El hospital —dijo—. O al menos, lo que quede de el.

      —Gracias —murmuró y, sin malgastar un segundo, arrojó la Capa sobre sus hombros y corrió hasta el hospital. Las ventanas de cristal estaban rotas, y los pedazos estaban en el suelo. Harry retiró la Capa de sobre él y escaneó el lugar. Alrededor de dos docenas de heridos estaban siendo tratados por Madam Pomfrey.

      Seamus, que tenía vendas alrededor de su pierna, lo saludó con la mano. Harry lo devolvió. Y mientras sus ojos iban de Seamus a Hannah Abbott, notó a los Diggories en una esquina.

      Estaban sentados en el suelo, su piel brillante bajo la luz del sol que brillaba directamente sobre ellos. El Señor Diggory sostenía a alguien entre sus brazos, mientras la señora Diggory acariciaba su cabello. Escuchando los pasos de Harry, ellos lo miraron y le enviaron sonrisas pequeñas.

      —¿L-Lyn?

      Harry se agachó, su cuerpo endurecido por la preocupación. Los ojos de ella estaban cerrados y su cuerpo descansaba entre los brazos del Señor Diggory. Estaba cubierta con sangre seca por sobre los cortes y raspones, su piel pálida cubierta de moretones, y su ropa estaba gris por el polvo.

      —¿Lyn? —repitió en apenas un susurro, sus dedos temblando.

      Entonces para su alivio, los músculos en su rostro se movieron y sus ojos se abrieron.

      Ella le sonrió débilmente—. Realmente estaré saliendo con una celebridad ahora
—murmuró, y se encogió al intentar sentarse. El Señor Diggory colocó una mano en su espalda—. Finalmente lo hiciste, Elegido.

      Harry soltó una carcajada nerviosa.

      —¿Por qué no les damos un poco de privacidad? —sugirió la señora Diggory.

      Cuando el Señor Diggory frunció el ceño, claramente descontento con la idea, ella le dio una mirada y gesticuló a Harry para que se sentara al lado de Edelyn, permitiendo que se le acerque. Su cuerpo no era lo suficientemente fuerte para sostenerse a sí misma.

      —Madam Pomfrey ya enmendó su cráneo roto y sus huesos rotos —habló la señora Diggory suavemente—. Pero necesita descansar. Mucho.

      Harry asintió.

      Una vez que los Diggories estuvieron fuera del campo de audición, él se giró a ella y exhaló con alivio—. Estás bien.

      —Y tu estás vivo —murmuró ella.

      —Sí, yo - supongo que sí —analizó los cortes y moretones en sus brazos y piernas—. ¿Estás - estás bien?

      Ella tragó saliva, su boca seca—. Todo duele un poco —dijo ella—. Pero lo estaré.

      Harry asintió, y entonces presionó un beso gentil sobre sus labios mientras lágrimas, no de tristeza sino que de alegría, escaparon sus ojos.

      —Creí que nunca iba a tocar tus rodillas —soltó al posar su frente contra la de ella.

      Ella soltó una carcajada—. ¿Qué?

      Un ligero rubor se alzó a las mejillas de Harry—. Solo digo —la miró—. Hay tanto de ti que todavía no descubrí.

      Ella pestañeó, entonces tomó una de sus manos y la colocó sobre su rodilla izquierda.

      Él soltó una carcajada.

      —¿Es tan fascinante como lo habías imaginado?

      Harry sonrió y besó su nariz—. Es perfecto.

      —¿Puedo tocar tus codos?

      Harry frunció el ceño en broma—. Ahora solo te estás burlando de mí.

      Ella le sonrió con inocencia—. Absolutamente no —dijo—. Acabas de tocar mis rodillas. Parece justo que yo toque tus codos.

      Harry rió, entonces la besó nuevamente.

      —¿Estás segura que estás bien? —preguntó, su voz enlazada con preocupación al separarse.

      Una expresión cansando pero pacífica cayó sobre su rostro—. Estoy ciento sesenta —exhaló.

      Harry sonrió y, colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja, susurró—. Ciento sesenta.

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