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𝟬𝟮𝟰 the battle of hogwarts

CAPÍTULO VEINTICUATRO: LA BATALLA DE HOGWARTS.



      Susurros irrumpieron el Comedor cuando Harry y Edelyn ingresaron. Con ceños fruncidos, escanearon las filas de estudiantes en búsqueda de Ron y Hermione, pero no pudieron encontrarlos en el mar de rostros. Entre medio de las mesas estaba la profesora McGonagall, organizando la evacuación.

      —¿Y qué si queremos quedarnos y pelear? —gritó Ernie Macmillan, levantándose de la mesa de Hufflepuff.

      —Quienes son mayores de edad, pueden quedarse —dijo McGonagall—. Ya colocamos la protección alrededor del castillo, pero es poco probable que se mantenga a menos que la reforcemos. Por lo tanto, debo pedirles que se muevan rápido y con calma, y hagan lo que sus Prefectos--.

      Pero sus palabras fueron ahogadas por una voz distinto que hizo eco en las paredes. Alta. Fría. Clara. Las cabezas se giraron, pero no había forma de descifrar de dónde venía. Harry sintió a Edelyn temblar.

      —Sé que se están preparando para pelear —emergió la voz—. Sus esfuerzos son futiles. No pueden pelear contra mí. No quiero matarlos. Dénme a Harry Potter, y nadie saldrá lastimado. Dénme a Harry Potter, y dejaré la escuela intacta. Dénme a Harry Potter, y serán recompensados. Tienen hasta la medianoche.

      El silencio cayó mientras los ojos de todos encontraron a Harry. Entonces, un grito emergió desde la mesa de Slytherin—. ¡Pero él está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Alguien agárrelo!

      Instantáneamente, hubo un movimiento masivo. Con sus manos aún entrelazadas, Edelyn dio un paso adelante y se colocó frente a Harry, una ceja curvada desafiando a Pansy Parkinson. Los Gryffindors se pusieron de pie, y enfrentaron a los Slytherins. Entonces los Hufflepuffs también se pararon y, casi al mismo momento, los Ravenclaws. Y Harry pudo ver las varitas emergiendo de todos lados bajo capas y mangas.

      —Gracias, señorita Parkinson —los labios de McGonagall estaban apretados en una fina línea—. Tú saldrás primero de aquí con el señor Filch. Sería ideal que el resto de tu casa te acompañe.

      Mientras los estudiantes comenzaban a evacuar, los miembros de la Órden del Fénix y la A.D. comenzaron a planear una estrategia de batalla.

      Harry tomó a Edelyn y la llevó a un lado.

      —Lyn, voy a encontrar la diadema de Ravenclaw. Estoy seguro que es el Horocrux.

      —¿Dónde crees que está?

      —No estoy seguro... pero voy a hablar con el fantasma de Helena Ravenclaw. Puede que sepa algo.

      —Bueno entonces, ¿a qué estamos esperando?

      —Espera, no. Lyn, tú no vienes —Harry dijo rápido.

      Edelyn frunció el ceño—. No vas a volver a actuar como un idiota sobreprotector, ¿no? —se cruzó de brazos—. Creí que ya habíamos superado esto. No soy--.

      Harry negó—. No, no es eso. Es solo que - que —frunció el ceño—. Es solo que necesitas permanecer con los demás —era parcialmente cierto—. Necesitarán toda la ayuda que puedan con los hechizos de protección. Eres buena con los hechizos, Lyn, te necesitan. Hogwarts te necesita. Yo - yo estaré bien.

      Edelyn lo miró con atención antes de soltar un suave suspiro. Harry tenía razón: necesitaban tantas varitas como fuera posible si iban a proteger toda la escuela. Y, tal vez, su insistencia en no dejarlo era solo hipócrita, o ella misma siendo sobreprotectora.

      Se cruzó de brazos y tiró de sus mangas—. Bueno —asintió.

      Harry le dio una sonrisa débil y tomó sus manos antes de reposar su frente contra la de ella.

      —¿Mantente a salvo?

      Edelyn soltó una carcajada seca—. Estamos en una guerra, Harry. Eso no es exactamente una opción.

      —Sabes qué quiero decir.

      —Sí. Sí, lo sé —acarició su mano—. ¿Te veo pronto?

      Él asintió y la besó—. Te veo pronto.


──────────────


      —Estoy segura que ya sabes —dijo el profesor Flitwick diez minutos después cuando Edelyn y la profesora McGonagall se le unieron fuera de la entrada principal—, que no podemos mantener a Ya-Sabes-Quién afuera por siempre.

      —Eso no significa que no podemos atrasarlo —dijo la profesora McGonagall—. Y su nombre es Voldemort, Filius. Deberías usarlo. Intentará matarte de todas formas —acomodó su ropa y se giró a Edelyn—. Ahora, señorita Black, espero que me ayude.

      Juntas, Mcgonagall y Edelyn se giraron hacia el castillo y alzaron sus varitas.

      —Piertotum Locomotor.

      Su hechizo fue seguido por la estatuas con armaduras alrededor de Hogwarts saltando de sus lugares. Edelyn las observó marchar fuera del castillo y hacia el jardín. Habían animales entre la horda, algunos pequeños, otros grandes, y los soldados llevaban espadas y bolas con picos colgando de cadenas.

      —Hogwarts está bajo amenaza —habló McGonagall a la armada de piedra—. Protejannos. Cumplan con su deber.

      Edelyn miró hacia delante y, en la distancia, pudo distinguir la sombra de la tropa de Voldemort esperando al anochecer para atacar. Sintió la adrenalina correr y apretó la varita de Cedric en su mano. Con destellos verdes danzando en sus ojos, dijo—. Vamos a enorgullecerlos esta noche, profesora.

      La profesora McGonagall miró a la chica de diecisiete años a su lado y sonrió—. Tus padres y los Diggories ya están orgullosos, Edelyn.

      Con eso, las dos, junto con Flitwick, alzaron sus varitas hacia las estrellas y comenzaron a corear hechizos protectores alrededor del castillo.

      Protego Maxima... Fianto Duri... Repello Inimigotum...

      De reojo, Edelyn percibió jets de luz plateada cruzando el cielo desde todas direcciones desde donde los profesores y varios miembros de la Órden del Fénix se encontraban. Pronto, el domo plateado comenzó a formarse alrededor de Hogwarts. No obstante, auella protección duró poco ya que, cuando la medianoche golpeó en silencio, todo el castillo anticipando la guerra que se avesinaba, ciento de hechizos fueron lanzados de lejos. Estos golpearon el domo de protección con explosiones sonoras que hicieron temblar el suelo bajo sus pies.

      Los labios de Edelyn se separaron mientras la luz plateada comenzaba a lentamente debilitarse bajo los ataques de los Mortífagos.

      Esto es, pensó y tragó con dificultad. Esto es la guerra.

      Esta es la Guerra de Hogwarts.


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      Flashes de luz volaban alrededor de ella en todas direcciones. Sus rulos azabaches eran soplados por el viento mientras disparaba un hechizo contra los Mortífagos que la rodeaban. La adrenalina cursaba por sus venas y su cuerpo parecía moverse por sí solo, sus reacciones rápidas y precisas.

      Edelyn, Mcgonagall, Flitwick, un grupo de estudiantes y la armada de piedra peleaban para mantener tantos como pidieran fuera del castillo. Edelyn pensó que la suerte estaba de su lado hasta que vio a dos gigantes cruzar el campo. Su estómago cayó e intercambio una mirada con McGonagall. Pero no había tiempo para estar sorprendidas, ya que una luz roja fue hacia ella.

      ¡Protego! Pensó, moviendo la muñeca. Un escudo dorado salió de la punta de su varita y bloqueó el hechizo. Entonces apuntó a su atacante con su varita y pensó: ¡Stupefy! El Mortífago colapsó al suelo y fue enterrado bajo los escombros de tres estatuas que un gigante había destrozado.

      Edelyn levantó la cabeza y apuntó al gigante que ahora se acercaba en su dirección—. ¡STUPEFY! —gritó pero, como esperaba, el gigante no fue afectado.

      —¡REDUCTO! —intentó.

      Nada.

      El gigante dio dos pasos enormes hacia ella y Edelyn comenzó a retroceder. Su mente hizo cortocircuito. ¡Piensa, Edelyn! ¡Piensa! Entonces, apuntando una pila de piedras, gritó—. ¡OPPUGNO! —los escombros se alzaron en el aire y volaron hacia el gigante, pero el gigante simplemente levantó un beso y fácilmente lo bloqueó de su rostro.

      El miedo comenzó a encantar a Edelyn a medida que el gigante se acercaba. Sin ver a dónde iba, tropezó y cayó hacia atrás, golpeando su cabeza con uno de los escalones que dirigen al castillo.

      Quejándose, se agarró la cabeza. Sangre manchó sus dedos. El gigante fue a pegarle con su garrote y, por instinto, Edelyn alzó el brazo. Pero el bloqueo nunca llegó, ya que otro gigante apareció casi de la nada y lo atacó.

      —Grawp —respiró ella.

      Se colocó de pie y apenas tuvo tiempo para pensar cuando dos hechizos viajaron hacia ella. Esquivó el primero pero fue golpeada por el segundo. Salió volando el hacia atrás y aterrizó en la entrada con un ruido seco. Un gemido de dolor escapó de sus labios al volver a levantarse. Alzando la varita, disparó un hechizo paralizador al Mortífago. Lo golpeó en el pecho y este cayó de espaldas, inconsciente. Entonces se apuntó a la cabeza y pensó: Episky. El dolor desapareció inmediatamente.

      Escuchando gritos familiares, alzó la cabeza. Corrió por el pasillo para ver a Neville y Luna atrapados entre una pared y tres Mortífagos.

      ¡VENTUS! Pensó, y se levantó una ventisca con tanta fuerza que fueron bloqueados.

      —¡Gracias! —exclamó Neville.

      —Nunca se me hubiera ocurrido usar ese hechizo —clamó Luna—. Muy bien pensado.

      Edelyn no pudo evitar soltar una pequeña risa. Incluso en momentos como estos, Luna tenía un aura pacífica y serena.

      Juntos, los tres corrieron por el pasillo, peleando contra Mortífagos y criaturas mágicas.

      —No han visto a Harry, Ron o Hermione, ¿no? —Edelyn llamó mientras lanzaba un Impedimenta a un Mortífago que se acercaba.

      —¡Sí! —gritó Neville, fácilmente bloqueando el hechizo que le dispararon—. ¡Se dirigían a la Sala de Menesteres!

      —¡Gracias, Neville!

      Asegurándose que Neville y Luna estuvieran seguros de cualquier peligro inmediato, Edelyn corrió escaleras arriba y de dirigió al séptimo piso. Una vez que alcanzó la entrada del pasillo, fue sorprendida por Draco Malfoy y Gregory Goyle. Ellos estaban apoyado contra la pared, desarmados, y el rubio tocía mientras el otro estaba inconsciente.

      —¿Malfoy?

      Se le acercó con cautela y los ojos de Draco se alzaron para encontrarse con los de ella. Su mirada llena de algo que ella nunca había visto en él antes. ¿Era dolor? Sentándose a su lado, sus ojos pasearon por los agujeros que atravesaban su ropa y las quemaduras que herían su piel—. Er... ¿estás bien?

      La respiración de Diciembre temblaba—. C-Crabbe...

      La boca de Edelyn formó una O y miró alrededor, pensando. Necesitaba encontrar a Harry, Ron y Hermione, pero la figura amarillo en su hombro la estaba regañando y diciéndole que se quede. Quédate porque, a pesar que no le cae bien, no es lo correcto dejarlo indefenso.

      Suspiró y miró a Draco a los ojos.

      —No puedo creer que estoy haciendo esto, pero tú la necesitas más que yo —y con mala gana en cada movimiento, la pasó la varita.

      Draco pestañeó—. E-espera. ¿Qué? Pero tú--.

      —Puedo arreglármelas sin una varita.

      Él frunció el ceño—. ¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó mientras se ponían de pie.

      —Porque todavía puedes pelear por el lado correcto, y no puedes hacer eso sin una varita.

      Draco abrió la boca para decir algo, pero una explosión fue escuchado y el suelo tembló, causando que perdieran el balance y cayeran. Escuchando voces familiares en la distancia, ella rápidamente se puso de pie y salió corriendo en direccción al sonido. Pero su camino fue obstaculkzado por un montón de Dementores.

      La cabeza de Edelyn latía fuerte. Nunca había hecho un Patronus sin varita, y Draco estaba temblando de miedo a su lado. Ella cerró los ojos y sintió un escalofrío. El temor amenazaba con tragarla por completo, pero Edelyn tragó con dificultad y se concentró en ese viejo libro de fotografías de Hogwarts que estaba en algún lugar en su mochila. Las fotos en movimiento de sus padres y sus amigos aparecían en su visión, y pensó en la inscripción de Dumbledore: para recordarte que el mayor poder es el amor.

      Sus ojos volvieron a abrirse y se entrecerraron sobre las figuras que se acercaban, y el verde brillante hizo apareció. Entonces gritó—. ¡Expecto Patronum! —para su gran alivio, un tejón plateado emergió en el aire y corrió contra los Dementores.

      Sin nada más que hacer, dejó a Draco y corrió por el pasillo. Había destrozos en todos lados. Un lado completo del castillo había explotado. Antes que sus ojos pudieran buscar sobrevivientes, una araña monstruosa del tamaño de un auto pequeño trepó a través de un gran hueco en la pared.

      Su respiración quedó atrapada en su pecho.

      —¡CONFRINGO!

      El monstruo voló hacia atrás, pero Edelyn podía ver más trepando por la pared. Disparó hechizo tras hechizo y logró noquear la araña líder sobre sus compañeras. Todas cayeron rodando hacia atrás.

      Pero el peligro estaba en todos lados. Maldiciones pasaban por sobre su cabeza, tan cerca que movían su cabello. Corrió escaleras abajo, arrojando hechizos. Estaba a punto de entrar al Comedor cuando alguien la agarró por atrás. Se preparó para pelear, pero entonces, viendo la luz que pasó delante de ella, se percató que, quién la había agarrado, lo había hecho para salvarla.

      —Cuidado —una voz familiar jadeó tras ella.

      Se dio la vuelta y su corazón se alzó.

      —Harry —respiró, arrojando sus brazos a su alrededor y abrazándolo. Entonces se separó para abrazar a Hermione y Ron, u fue tomada con la guardia baja por la expresión del pelirrojo. Dolor nadaba en sus ojos azules, y ella sintió su pecho contraerse.

      —¿Ron? Ron, ¿qué pasa?

      Los tres intercambiaron una mirada, y Ron negó—. Ahora no, Lyn. No - no es el momento —soltó, evitando su mirada.

      —Necesitamos encontrar la serpiente —Hermione dijo a las apuradas, captando la atención de Edelyn—. Es el último Horocrux.

      —Debemos ir a la Casa de los Gritos —agregó Harry—. Está escondida allí.

      Después de un momento de duda, en el que sus ojos volvieron a Ron, Edelyn asintió y el Cuarteto Dorado volvió a la marcha. Cuando corrieron a través del pasillo, Edelyn vio una gran figura arrinconado a un estudiante más joven (que había crecido significativamente desde la última vez que lo había visto, sus ropas amarillas y negras descuidadas y rotas), y ella se detuvo en seco.

      —¡Aléjate de él! —gritó y se alejó de los otros, acercándose al par y esquivando maldiciones.

      Fenrir Greyback se giró para enfrentarla y torció la cabeza—. Aw, volvemos a vernos, niñita —gruñó, mostrando sus dientes amarillos—. Este pequeño puede ser un postre después que termine contigo.

      Él alzó su varita, pero fue demasiado lento para Edelyn. Con un flash verde, hubo un sonido ensordecedor y él fue arrojado hacia atrás, golpeando un pilar de piedra con fuerza inmensa. Se deslizó hasta el suelo y se estiró allí, cayendo inconsciente.

      Edelyn rápidamente corrió hasta el chico.

      —¿Qué estás haciendo aquí?

      —¡Quiero pelear!

      —¡Tienes catorce años!

      —¡Tú solo tenías quince cuando peleaste en el Ministerio!

      —Eso - ¡eso fue distinto!

      Dale Creevey negó—. No voy a dejar a mis hermanos atrás. ¡Ellos también están aquí! ¡Están peleando! ¡No voy a salir corriendo como un cobarde!

      Edelyn observó al Hufflepuff frente a ella. Ahora era unos cinco centímetros más alto que ella, y tenía una determinación salvaje en sus ojos.

      —Eres un tejón valiente, Dale —dijo finalmente y le dio un ligero apretón en el hombro—. Detén a tantos jodidos Mortífagos como puedas, ¿de acuerdo?

      Dale sonrió y asintió, entonces salió corriendo. Mientras, Edelyn volvió a alcanzar a Harry, Ron y Hermione y, juntos, se dirigieron a la Casa de los Gritos.

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