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𝟬𝟭𝟵 stag and badger

CAPÍTULO DIECINUEVE: CIERVO Y TEJÓN.

      Sus palabras se perdieron en el silencio, y Edelyn solo se quedó de pie, sus brazos colgando a sus costados, insegura de qué hacer. Quería estar sola, eso le había dicho. Quería que la dejara ser y que la dejara pensar en sus pensamientos, que la dejara recomponerse hasta que las lágrimas que inundaban sus ojos se fueran. Pero cuando sintió la calidez de su piel desnuda y escuchó el latido en su pecho, se percató que tal vez estar sola no era lo que quería en lo absoluto. De hecho, todo lo contrario, ya que se sentía terriblemente vulnerable con el corazón en su manga, ahora se sentía a salvo porque este era Harry. 

      Cerrando los ojos, acarició su mano y entonces se giró para arrojar los brazos alredeor de su cuello. Enterró su prostro en su pecho y permitió que un par de lágrimas humedecieran su camisa. Aliviado, el cuerpo de Harry se relajó y la acercó a él, su mejilla reposando a un lado de su cabeza.

      —Perdón —murmuró ella después de un largo tiempo, separándose un poco para mirarlo—. Realmente lo siento —sollozó y apartó la mirada, la culpa golpeando su interior.

      Harry negó—. No, Lyn. Yo soy quien tendría que disculparse. No hiciste nada malo, y no debería haber - no debería... —tragó con dificultad—. No debería haberte hecho entir mal, porque no tienes por qué sentirte mal. Solo estaba triste porque tú... me superaste tan rápido.

      —¿Superarte? —ella alzó una ceja, perpleja. Todo este tiempo, mientras ella se había estado ahogando en sus inseguridades, ¿podría ser que él también?—. Harry, estoy como Ron después del pavo de Navidad —dijo—. No puedo avanzar aunque quiera.

      El fantasma de una sonrisa cruzó los labios de Harry, pero fue corta—. Es solo que... tú y Fred... —su mirada cayó al suelo—. Te conoce tan bien, y a veces siento que yo... no.

      Edelyn frunció el ceño y movió las manos para reposarla sobre sus hombros, dándole un suave apretón—. Crecimos juntos, Harry. Por supuesto que me conoces bien, pero también me conocen Ron y Ginny y George--.

      —Lyn, sabes a qué me refiero —suspiró suavemente—. Ustedes nunca discuten, y nosotros sí. Él siempre sabe que decirte, y yo acto como un completo idiota. Y en la Casa de los Gritos el año pasado - esas fueron sus ideas, no mías —su voz estaba enlazada con celos y duda de sí mismo—. Supongo que solo tal vez... tal vez no estamos destinados a estar juntos.

      Edelyn pausó para pensar. Todo lo que Harry había dicho era cierto, terriblemente cierto, y no sabía qué hacer. Se lo había preguntado ella misma: si todo lo que habían pasado no valía la pena. Si los desafíos a los que se enfrentaron eran signos que debían separarse. Y se sentía tan frustrada. Frustrada porque todo sería mucho más sencillo con Fred - el dulce, divertido y carismático Fred, que la entendía mejor que incluso ella misma. Fred, que olía a pólvora y que siempre la hacía sonreír. Fred, que simplemente era perfecto para ella.

      Pero tal vez la perfección no era la base para una relación saludable. Tal vez las imperfecciones eran lo que juntaban a las personas, ya que es a través de desafíos que pueden crecer como personas. Y fue en ese momento que Edelyn se percató por qué era Fred quién la entendía y no Harry. Fue porque siempre le había dicho precisamente cómo se sentía y no jugaba los juegos de leer entre líneas. Ella era transparante con él y, tal vez, así necesitaba ser con Harry.

      Tragando con dificultad, finalmente preguntó—. ¿Quieres que estemos juntos?

      Casi por instinto, Harry asintió.

      —¿Y confías en mí?

      —Por supuesto.

      —Entonces confía en mí cuando te digo que te amo.

      Harry pestañeó y sintió un nudo en su garganta—. Lyn, yo- yo--.

      —Espera —lo interrumpió—. No necesito que - no quiero que lo digas de vuelta —se estiró y colocó sus manos sobre sus mejillas—. Solo dime si quieres que pare.

      Y entonces se estaba poniendo de puntas de pie y presionando sus labios contra los de él, y Harry no le hubiera dicho que pare aunque su vida dependiera de eso, lo que en cierta forma era cierto porque no podía respirar. Era como si su cerebro estuviera demasiado ocupado estando asombrado por lo suave y cálidos que eran sus labios como para decirle a sus pulmones que funcionaran. Demasiado intrigado por cómo se movía su boca contra la de él, y lo suave que la piel bajo su palma mientras la deslizaba hacia arriba, sus dedos cosquilleando mientras acariciaba su espalda.

      Mientras tanto, Edelyn sentía que había bebido cuatro vasos de Firewhiskey. La habitación parecía girar, un mareo placentero en su cabeza, y todo su cuerpo parecía estar prendido fuego. Sus rodillas amenazaban con doblarse, pasó sus brazos alrededor de su cuello y presionó su pecho contra el de él, queriendo acabar con cualquier corta distancia que hubiera entre ellos. Quería que no hubiera nada entre ellos porque no lo había visto en meses, no lo había sentido en meses, y parecía que sin importar lo cercas que estuvieran, no era suficiente.

      Sus músculos gritándole por aire, Harry respiró con pesadez al alejarse—. Te extrañe —murmuró, incapaz de suprimir la sonrisa en su rostro mientras reposaba su frente contra la de él.

      Ella le sonrió—. También te extrañe —entonces, dudosa, preguntó—. Entonces, ¿estamos - um - bien?

      —No sé tú, pero yo estoy mucho mejor que bien.

      —¿Como trescientos?

      —Más como cien.

      Ella rió ligeramente—. Entonces, ¿ahora qué?

      —Bueno, podría dormir contigo.

      La chica arqueó una ceja y el rostro de Harry se encendió, rojo—. Espera, no- no quería decir- no me refiero a dormir dormir contigo. No que no quiera hacerlo- digo- si tú quisieras no me opondría... pero no estaba sugiriendo- digo - solo si tú - yo--.

      Edelyn rió y lo besó en la nariz—. Solo te estoy molestando, Harry. Sabía a qué te referías, y me gustaría eso.

      Un par de minutos después, se encontraron acostados uno al lado del otro en la cama armada en el suelo. Sus dedos estaban entrelazados mientras observaban el techo.

      —Es tan irreal —dijo Edelyn, girando la cabeza para encararlo.

      —¿Qué es? —preguntó él, imitando su movimiento.

      —Estar de vuelta aquí después de tanto tiempo.

      Harry frunció el ceño y agarró su mano más fuerte—. Realmente deseo haber sabido que estabas en la mansión. Podríamos haber ido mucho antes.

      —No fue tan malo. Tener a Luna ayudó mucho.

      —¿Sí?

      Ella asintió—. Ella, Ollivander, y yo contaríamos histories para pasar el rato.

      Harry alzó las cejas—. ¿Como qué?

      —Bueno, Luna era como un Quibbler que habla, y Ollivander nos contó sobre su vieja a convertirse en un artesano de varitos. YY yo... —se ruborizó ligeramente—. Jueliette me dio un libro muggle de cuentos de hadas cuando tenía cinco, y siempre que tenía pesadillas, Cedric me las leía hasta que volviera a quedar dormida. Aún recuerdo una, así la la conté muchas veces... fue estúpido, en serio.

      —No es estúpido —dijo Harry—. ¿Cuál?

      —La Bella y la Bestia. Es sobre una chica en Francia que —se cortó a sí misma—. Espera, no, perdón. Eso fue tonto. Obviamente ya la conoces. Digo, creciste con muggles...

      —Um... en realidad, creo que no la conozco —mintió, queriendo escuchar más de su dulce voz que no había notado extrañar tanto hasta que volvió a escucharla.

      Edelyn lo miró con atención—. ¿En serio?

      Él negó—. Cuéntamela.

      —Bueno —la emoción cruzó sus ojos—. Bien, ya ves, había una chica que vivía en un pequeño pueblo en Francia...

      Pero la ftiga no continuó calmada, y antes que Edelyn pudiera terminar la historia, se quedó callada, y Harry giró la cabeza para ver que sus ojos se habían cerrado y sus labios permanecían ligeramente separados.

      —¿Lyn? ¿Sigues despierta?

      Edelyn lo escuchó pero estaba demasiado atontada como para responder. Sin embargo, aún logró registar el beso suave que le dio en la mejilla y las cuatro palabras que escaparon de sus labios.

      —También te amo.

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