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𝟬𝟭𝟮 game over

CAPÍTULO DOCE: FIN DEL JUEGO.

      — ¡Bien, Georgie! ¡Son siete!—, susurró Fred, colocando el séptimo toffee eclair sobre la cabeza de Edelyn. Ella había caído dormida en la Sala Común de Gryffindor. Sus mejillas descansaban sobre sus brazos, que estaban cruzados por sobre sus apuntes de Encantamientos. Su cabello, que normalmente estaba peinado, descansaba en un sencillo moño a un lado de su cabeza —. Me debes cinco sick--.

      Antes que Fred pudiera mencionar los términos de su apuesta, Ron llegó y estampó su libro de Transfiguración sobre la mesa. Edelyn se despertó de un salto, y los toffee eclairs se derrumbaron alrededor. Ella se fregó los ojos antes de encontrarse con la mirada del pelirrojo que la observaba mal —. Estoy harto—, gruñó —. Harto. Voy a reprobar mis exámenes y pasaré el resto de mi vida en casa. Ayudaré a mamá con las gallinas, ¿qué crees?

      Hermione rodó los ojos al unírseles en la mesa —. Oh, deja de ser tan dramático, Ron. Si siguieras el horario de estudio que te hice.

      —Sí, puedo estudiar todo lo que quiera, Hermione, pero eso no significa que voy a retener nada—, bufó Ron —. Diablos, ¿realmente esperan que vayamos a recordar todo sobre las Guerras de los Gigantes? Godric, pasó como hace... cuatro centurias.

      Hermione le dio una mirada de desdén —. Sucedió a finales del siglo diecinueve, Ron. En serio, ¿escuchas alguna vez?

      Edelyn gimió y hundió su rostro en sus palmas —. Has que paren—, se quejó mientras Ron y Hermione seguían discutiendo.

      —No puedo hacerlo, Lynster—, dijo George, arrojándole a Fred cinco stickles.

      —Están exagerando—, comentó Fred —. Relájate un poco, solo son exámenes.

      Edelyn alzó la cabeza para mirarlo y frunció el ceño —. Son exámenes importantes, Fred. Y, a diferencia de ti, quiero aprobar más de tres.

      Fred sonrió —. Cierto, porque la pequeña Lynster quiere ser profesora—, se burló, pellizcando sus mejillas.

      —Oh, déjame en paz—, gruñó ella, alejando sus manos con un golpe —. Y déjame estudiar.

      —No estabas estudiando mucho cuando llegamos—, intervino George —. Babeando un poco, tal vez, pero definitivamente no--.

      Con la velocidad de la luz, Edelyn tomó su varita de la mesa y murmuró —. Silencio—, una sonrisa triunfante cruzó sus labios cuando los labios de George se sellaron de un momento al otro —. Así está mejor—, asintió, dándole un golpecito en la nariz mientras él la miraba mal.

      — ¿Ves? Ya tienes dominado el hechizo silenciador—, Fred tomó uno de los dulces que se había enredado en el cabello de ella y le quitó el envoltorio —. Te irá bien—, murmuró, ofreciéndole el toffee eclair.

      Edelyn lo aceptó y, entonces, lo miró con sospecha —. ¿Cómo sé que no has estado jugando con esto?

      Fred se encogió de hombros con misterio —. No lo sabes—, sonrió —. Ahora, quítale el encantamiento al pobre Georgie y vámonos. La doble R nos está esperando.

      Media hora y un contrahechizo después, Edelyn se encontraba con el resto de la A.D. en la Sala de Menesteres para su última reunión previa al receso de Pascuas. Era una reunión excepcionalmente emocionante ya que finalmente estaban empezando a trabajar con los Patronuses, y todos estaban interesados en practicar.

      Mirando alrededor, Harry estaba complacido de ver a varios en la habitación teniendo éxito. Sin embargo, seguía recordándoles que producir un Patronus en medio de un salón en donde no estaban bajo amenaza era distinto a producirlo cuando te enfrentabas a algo como un Dementor.

      —Oh, no seas un aguafiestas—, animó Cho, presionando un beso sobre su mejilla mientras observaba su Patronus en forma de cisne bailar alrededor —. ¡Son tan hermosos!

      En lugar de unirse, Edelyn estaba sentada sobre el piso de piedra. Inconscientemente, estaba jugando con su varita entre sus dedos mientras observaba al resto.

      — ¿También te cuesta?—, inquirió Neville, sentándose a su lado.

      —Oh – er – sí—, balbuceó Edelyn, no estando completamente presente mientras tiraba de las mangas de su sweater para cubrir sus manos. Honestamente, aún no lo había intentando —. Pero estoy segura que tú puedes hacerlo, Nev—, aseguró —. Has mejorado mucho con las reuniones de la A.D. ¡En serio!

      Neville se ruborizó. Los halagos, desafortunadamente, no eran algo familiar para él.

      —Solo tienes que pensar en algo feliz—, mencionó Harry al acercarse a ambos.

      Neville asintió y se colocó de pie. Concentrándose, tragó nerviosamente antes de alzar su varita —. Ex... Expecto P-Patronum.

      No pasó nada. Pero con las sonrisas de coraje de Harry y Edelyn, y después de un par de intentos, un brillante humo plateado emanó de su varita. No era un Patronus corpóreo poderoso, pero definitivamente estaba en camino.

      — ¡Lo hiciste!—, exclamó Edelyn, levantándose y dándole una palmada en la espalda como felicitación.

      Neville sonrió.

      — ¿Por qué no – er – lo intentas?—, sugirió Harry, dándole a Edelyn un empujón de apoyo en el brazo.

      Pero Edelyn palideció visiblemente y miró a otro lado —. Oh, yo... um...

      Harry frunció el ceño, confundido ante la evidente ansiedad en el comportamiento de Edelyn. Colocó una mano sobre su hombro, mientras Neville se alejaba para ir con Luna.

      — ¿Todo está bien, Lyn?—, cuestionó.

      —Sí, yo solo... supongo que no estoy segura de qué recuerdo usar—, admitió, sus ojos cayendo sobre sus zapatos mientras su mano encerraba la Snitch dorada —. Quiero decir... todos los recuerdos felices parecen... no ser tan felices ahora.

      Harry asintió y pausó para reflexionar antes de hablar —. Bueno, no tiene que ser necesariamente algo feliz, ¿sabes? Solo tiene que ser uno que invoque una emoción fuerte. Cuando conjuré el mío por primera vez, pensé sobre mí mamá y mi papá. Y no fue un recuerdo exactamente feliz, pero... funcionó.

      Edelyn pestañeó y, con una sonrisa débil formándose en sus labios, asintió y hurgó en su cabeza un recuerdo apropiado. Alzó su varita y murmuró —. Expecto Patronum.

      Soltó un pequeño jadeo cuando un pequeño tejón eruocionó de la punta de su varita, flotando a su alrededor antes de rodear a Harry y olfatear sus pies. Una carcajada ahogada escapó de los labios de la chica y Harry no pudo evitar sonreír ante la forma en que sus ojos azules se iluminaron con reminiscencia.

      No obstante, antes que pudiera felicitarla, escucharon el sonido de una puerta abrirse y cerrarse. Saltando, todos se giraron hacia la puerta, y los Patronuses en la habitación se esfumaron, dejando un rastro de niebla plateada

      Después de un rato mirando alrededor, confundidos, Edelyn finalmente se percató de quién había entrado.

      — ¡Dobby!—, exclamó ella mientras el elfo doméstico corría hacia Harry y ella —. ¿Qué estás–?

      Pero se interrumpió a sí misma cuando notó el terror en los ojos del elfo.

      Harry, quién también lo había notado, se agachó a su altura —. Dobby, ¿qué pasa?

      —Harry Potter, señor—, tembló el elfo de pies a cabeza —. Harry Potter, señor, ella– ella—, pero Dobby se detuvo al golpearse la nariz con su puño.

      Tomando el brazo de Dobby para evitar que se siguiera lastimando, Harry tragó con dificultad. Su mente se aceleró y su corazón latía con fuerza contra su pecho. Solo había una "ella" que podía conjurar tanto terror.

      —Dobby, ¿Umbridge sabe sobre esto?

      Lentamente, el elfo doméstico asintió.

      — ¿Está viniendo?

      Dobby volvió a asentir.

      Hubo un momento de silencio antes que Harry se colocara de pie —. Bueno, ¿qué esperan? ¡CORRAN!

      No necesitando que se lo repitan, todos corrieron hacia la puerta, formando un amontonamiento antes de que todos lograran salir al corredor.

      — ¡Harry, Lyn! ¡Vamos!—, chilló Hermione.

      Harry tomó a Dobby, quién estaba intentando lastimarse por haber desobedecido las órdenes, y corrió con el elfo entre sus brazos para unirse a la fila con Edelyn justo detrás de él.

      Una vez que salieron, Harry colocó a Dobby de vuelta en el suelo y dijo con severidad —. Dobby, esta es una orden. Vuelve a la cocina con los otros elfos y, si alguien pregunta si nos advertiste, miente y dí que no—, entonces, después de una corta pausa, agregó —. Y prohibimos que te lastimes.

      —Gracias, Harry Potter, señor—, chilló Dobby. Miró a Edelyn antes de irse.

      Intercambiando miradas nerviosas, Harry y Edelyn se lanzaron a correr por los pasillos, moviéndose tan rápido como podían. No estaban lejos de los baños y, si llegaban antes de que--.

      ¡BAM!

      Algo atrapó el tobillo de Edelyn y cayó al suelo, con fuerza. Gimiendo, giró sobre su espalda para ver a Draco Malfoy sobre ella, un destello de felicidad en su rostro.

      —Oiga, profesora – ¡oh, profesora!—, llamó él —. ¡Tenga una!

      Para el gran horror de Edelyn, Umbridge llegó corriendo desde la esquina con una sonrisa encantada —. ¡Ah! Buen trabajo, Draco, ¡excelente!—, exclamó —. Ahora sí, Black. Oh, ojalá pudiera enviarte a Azkaban como a la escoria de tu padre.

      — ¡No se atreva a hablar de mi padre!—, siseó Edelyn y, con sus ojos entrecerrándose en una mirada vil, fue a abalanzarse sobre Umbridge, queriendo maldecir al sapo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, alguien envolvió su cintura con sus brazos y la retuvo.

      —Lyn, no—, llegó la voz de Harry por detrás.

      —Tsk, tsk, tsk, señorita Black—, murmuró Umbridge —. tienes su carácter. Draco, toma a la chica. Yo tomaré a Potter. Es hora de tener una pequeña charla con el Director. O debería decir, el ahora ex-director.


──────────────


      —Honestamente, envenenarla no es una mala idea. Digo, todo lo que tendríamos que hacer es poner un poco--.

      — ¡Ron!—, siseó Hermione, dándole una mirada de reproche al pelirrojo.

      El cuarteto dorado estaba sentado en su lugar usual cerca de la fogata en la Sala Común de Gryffindor, y estaban charlando sobre la peor primer semana que habían tenido que sufrir. La A.D. había sido separada; Umbridge ahora era la directora y había formado un estúpido grupo conformado por Slytherins llamado el Escuadrón Inquisitorial; Harry había descubierto que James Potter y Sirius Black eran bullies en Hogwarts durante una de sus lecciones de Oclumencia con Snape; y, para hacer todo mejor, los exámenes estaban acercándose y los de quinto año estaban abrumados con masivas cantidades de tarea.

      Mientras Ron y Hermione continuaban con su rutina de discutir, Edelyn se giró a Harry para verlo observar la fogata distraído.

      —Oye, ¿todo bien?

      —Sí, bien—, murmuró él.

      Ella alzó una ceja —. ¿En serio? ¿Eso es lo mejor que puedes hacer para convencerme, Potter?—, dijo, dándole un empujón de costado.

      Harry la miró, y pestañeó. Entonces, volvió a mirar a sus pies.

      Frunciendo el ceño mientras pensaba, Edelyn tiró de sus mangas y golpeó sus dedos contra sus muslos antes de decir —. Si esto es sobre – um – Cho, podrías ir y hablar con ella, ¿sabes? No es su culpa que Marietta abriera la boca. Y sé que hizo unos comentarios no muy agradables sobre el hechizo que Hermione y yo hicimos pero, en serio, no – er – no me importa.

      Harry sacudió su cabeza —. No se trata de Cho—, aclaró, sus ojos volviendo a encontrarse con los de ella —. Honestamente, solo nos separamos. Fue una separación mutua—, explicó, sus dedos pasando por entre su cabello azabache.

      —Mmm—, murmuró Edelyn suavemente, una sensación extraña originando en el fondo de su estómago —. ¿Qué pasa, entonces?

      Harry soltó un suspiro pesado, sus hombros desplomándose y su cabeza colgando hacia abajo —. No puedo dejar de pensar sobre el recuerdo de Snape—, gruñó.

      Edelyn frunció los labios —. Harry—, habló gentilmente y, dudando, colocó una mano sobre su hombro —. Solo eran chicos de quince años.

      Harry resopló —. Yo soy un chico de quince años—, señaló —. Y no me ves maldiciendo a personas porque estoy aburrido. Simplemente... no lo entiendo. Creí que mi papá era una buena persona...

      —Él era una buena persona, Harry, y también lo es Sirius—, defendió ella —. Solo hicieron cosas estúpidas cuando eran niños. No... no estoy intentando excusarlos por lo que le hicieron a Snape, pero... pero estoy segura que fue más que aburrimiento. Snape probablemente los trató igual de mal de lo que ellos lo trataron a él.

      Harry se encogió de hombros, poco convencido.

      Edelyn retiró su mano de su hombro y jugó con la Snitch dorada mientras pensaba —. Bueno, solo hay una forma de resolver esto.

      Harry la miró y torció la cabeza a un lado. La observó expectante.

      Acercándose, ella susurró —. Debemos confrontar a Snuffles.

      — ¿Cómo vamos a hacer eso? Con Umbridge controlando las fogatas y leyendo nuestro correo, es imposible.

      Edelyn frunció el ceño. Entonces, después de un momento de contemplación, sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa —. Nada es imposible, Harry, y olvidas que tengo cómplices

      Antes que Harry pudiera cuestionar de qué hablaba, Edelyn miró por sobre su hombro y llamó —. ¡Oi! ¡Forge, Gred!

      Ante el sonido de sus nombres, los gemelos Weasley alzaron sus cabezas de dónde se encontraban. Claramente estaban planeando su próxima broma. Después de excusarse con Lee, se levantaron y se sentaron uno a cada lado de la chica sobre la alfombra de hilo.

      —Tus hermanos Weasley favoritos—, comenzó Fred.

      —A tu servicio—, terminó George.

      —Son mis gemelos Weasley favoritos—, corrigió Edelyn.

      Harry rió, y Fred y George intercambiaron una mirada.

      —Somos tus únicos—, comenzó George.

      —Gemelos Weasley—, concluyó Fred.

      Edelyn les envió una sonrisa inocente —. Y yo soy su única Lynster. Su Lynster favorita que tuvo que caminar desde Hogsmeade cargando tres docenas y media de fuegos artificiales en mi mochila. Todo porque ustedes dos se consiguieron una detención con Filch cuando sabían que había un viaje a Hogsmeade ese fin de semana.

      Fred alzó una ceja, el fantasma de una sonrisa sobre sus labios —. Está bien, princesa, ¿qué quieres?—, preguntó, cruzándose de brazos y mirándola con sospecha.

      Edelyn sonrió —. Ustedes dos quieren una gran salida, ¿cierto?

      Fred y George asintieron con cautela.

      —Bueno entonces, creo que es hora que finalmente usen esos fuegos artificiales.

      Los gemelos fruncieron el ceño.

      —Lo haríamos—, asintió George.

      —Pero aún no hemos encontrado los hechizos correctos—, suspiró Fred.

      Una sonrisa tiró de los labios de Edelyn y Harry no pudo evitar sonreír ante el destello de malicia en los ojos azules.

      —Oh, creo que podemos arreglárnosla.

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