𝟬𝟭𝟭 somewhere in the grey
CAPÍTULO ONCE: EL ALGÚN PUNTO GRIS.
Faltaban ocho días para el 7 de noviembre, y Harry se despertó en el amanecer con un dolor de cabeza terrible. Había dormido pobremente la noche anterior, moviéndose de un lado al otro mientras la discusión que había tenido con Ron se repetía en su cabeza. Las palabras llenas de ira sonaban altas contra sus oídos.
Se sentó y se estiró para tomar sus anteojos. La visión borrosa se tornó clara, y sus ojos aterrizaron en el marco que se sentaba en una mesa. Sintió una burbuja inexplicable en el fondo de su estómago. Cruzando las piernas, tomó la foto y sus dedos se pasearon por los bordes de madera mientras observaba la fotografía de él y Edelyn que había sido tomada lo que sentía como una vida atrás.
Había un poco más de una semana antes de su décimo séptimo cumpleaños, y Harry se preguntaba si ella vendría a buscarlos apenas tuviera la edad. Una parte de él así lo deseaba, pero otra esperaba que se quedara oculta. Que estuviera a salvo. Además, con todos los encantamientos protectores que Hermione ponía sobre ellos, ella, al igual que Ron, nunca podría encontrarlos.
Él pestañeó rápido.
—Te extraño —murmuró bajo su respiración, y se preguntó si Ron ahora estaba con ella. Si Ron le había explicado lo que había pasado. Si Ron le había expresado su frustración por falta de preparación para la misión. Si Ron le había convencido de su idea absurda que había algo más que una amistad entre él y Hermione.
Tembló ante esa idea y sintió la necesidad desesperada de tomar el Espejo de su mochila. Quería escuchar su voz, ver su sonrisa. Anhelaba con dolor en todos sus huesos podes hablarle. Decirle que estaba pensando en ella, que la extrañaba, y que se arrepentía de lo que había dicho. Quería, necesitaba, besarla y susurrarle las tres palabras que siempre se perdían en su lengua.
Pasó una mano por entre su cabello y, sintiendo las lágrimas comenzar a crecer en sus ojos, enterró su rostro entre las manos.
Mientras tanto en las afuera de Tinworth, Cornwall, Edelyn también se despertó con un dolor de cabeza terrible. Sin embargo, el suyo no era por la falta de sueño sino que los efectos de haber tomado demasiado Firewhiskey.
El dolor en su cabeza era como si alguien la hubiera golpeado con el bate de un Golpeador. Los latidos en su cráneo eran tan fuertes que se preguntó si no se había roto, su cerebro hinchándose a un punto demasiado grande para su cabeza. Su cuerpo se sentía terriblemente pesado, su garganta llena de área, y había un dolor sordo en todos sus músculos. Todo lo que quería hacer era quedarse acostada bajo el cobertor, pero había una sensación inexplicable que burbujeaba en el fondo de su estómago. Y Edelyn no podía evitar sentir que algo estaba mal. Terriblemente mal.
Lentamente, intentó abrir los ojos, solo para volver a cerrarlos inmediatamente cuando los rayos del sul quemaron sus pupilas dilatadas. Su rostro se contorsionó en una mueca, y frunció el ceño en concentración. Buscaba en su mente en un intento de armar el rompecabezas con fragmentos borrosos de la noche anterior. Pero recolectar sus pensamientos era como sostener agua en las manos. Allí solo por un segundo antes de escaparse de tu agarre.
Lamiendo sus labios secos, la boca parchada como hueso, se movió ligeramente y sintió algo acariciar su nariz. O, tal vez, su nariz acarició algo. Olió. La esencia era familiar, algo similar a pólvora. Y fue entonces cuando notó que su mano no descansaba sobre el colchón como había asumido, sino que sobre algo completamente distinto ya que se movía de arriba a abajo en sintonía con el sonido de las olas afuera.
Piel. Su mano descansaba sobre piel. Con movimientos vacilantes, su pulgar acarició la superficie firme. Con su estómago cayendo con una sensación de terror, intentó abrir sus ojos una vez más. Esta vez pestañeando rápidamente para acostumbrarse a la luz brillante del lugar.
Ella tragó.
Estaba acostada al lado del cuerpo de alguien. Su cabeza reposaba sobre el hombro de esa persona y su mano en su cuello. Su respiración quedó atrapada en su garganta y su corazón dio un salto un su pecho. Lentamente, vacilante, temiendo lo que encontraría, alzó los ojos hasta que fueron más allá de las pecas oscuras sobre la piel pálida y aterrizaron sobre la cabeza de cabello rojo.
Ella se sentó, conteniendo un jadeo mientras su cabeza gritaba de dolor. Estiró su mano para tomar su cabeza, causando que la sábana se deslizara por su brazo y sus ojos se abrieron. Casi gritó cuando finalmente entendió.
Estaba descansando desnuda sobre la cama con Fred Weasley.
Entonces, los recuerdos volvieron. El aroma del Firewhiskey, que había sido tan embriagador la noche anterior, ahora le traía un sabor amargo a la boca junto con náuseas.
Tomando las sábanas, tiró de ellas para cubrir su pecho desnudo. Fred se movió.
Por favor no despiertes. Por favor no despiertes. Por favor no despiertes, repitió como un mantra. Pero como si el universo tuviera planeado castigarla por sus errores, Fred abrió Los ojos y Edelyn sintió sus mejillas quemar escarlatas.
—O-oye —su voz estaba ronca mientras se sentaba y pasaba una mano por su rostro.
Edelyn abrió la boca para regresar el saludo, pero palideció visiblemente y su estómago se dio vuelta. Se giró justo a tiempo para vomitar a un lado de la cama.
—Oh mierda —Fred se acercó y apartó su cabello de su rostro. Escalofríos corrieron por la espalda de ella al sentir las manos de él en su espalda y su pulgar moviéndose con calma para acariciar su piel.
Su cuerpo se sintió pesado, casi como si hubiera muerto. Cuando terminó, limpió su boca y arrugó la nariz en disgusto ante la piscina de vergüenza que descansaba sobre el suelo de madera.
—Déjame —Fred tomó su varita de la mesa al lado de la cama y dijo, con un movimiento de su muñeca—. Evanesco.
Edelyn se aferró con más fuerza al duvet y cubrió su cuerpo, reposando su peso contra la pared. Toció para aclarar su garganta antes de soltar tímidamente—. Gracias.
—No lo menciones —él se rascó la nuca antes de mover la varita y conjurar las prendas que estaban alrededor de la habitación. Algunas olvidadas en el suelo, otras sobre una silla.
Una tensión gruesa cayó sobre ellos al darle la espalda el uno al otro. Una vez que estuvieron vestidos, se sentaron lado a lado en el suelo y miraron abajo. Pensamientos mareados nadaban en sus mentes.
—Lo siento mucho.
Edelyn miró a Fred y frunció el ceño—. ¿Disculpa?
Él la miró a los ojos y suspiró derrotado—. Yo- no debería haberlo hecho. Tú nunca —la vergüenza se aferró a su garganta, y tragó con dificultad—. Estabas borracha, y tomé ventaja de eso.
Edelyn frunció el ceño, sin poder creerlo—. No fue así, Fred —negó y sus ojos cayeron a sus pies—. Sino que yo te use —su voz estaba enlazada con lamento, y sus palabras fueron recibidas con un silencio cauto mientras Fred rascaba su brazo.
—¿Puedo preguntarte algo?
Fred asintió.
—¿Por qué me amas?
Él pestañeó, tomado por sorpresa—. ¿Qu-qué?
Los hombros de Edelyn cayeron y se mordió el labio—. Dijiste- anoche dijiste que me amas, y no entiendo por qué —sus ojos buscaron los de él—. Todo lo que haces es estar para mí. Siempre. Y todo lo que yo hago es lastimarte.
Fred pausó, pensando—. ¿No es así entre tú y Harry?
Ante la mención de Harry, una punzada de culpa golpeó a Edelyn. Mordió su labio, tomando sus palabras honestas.
—Pero Lyn —movió la mano para reposarla sobre la de ella—. No me lastimas.
Ella negó—. Sí lo hago —lágrimas inundaron sus ojos—. Esto. Sea lo que sea que es esto —gesticuló entre ellos, entonces hacia la cama—. No- no puede pasar. Yo... te use por completo. Te use y--.
—Lyn, para —él le dio un apretón a su mano—. No me usaste —su ceño se frunció en contemplación—. Mira, Lyn, anoche... —un ligero rubor creció en las mejillas de Fred—. Significó algo para mí, y fue... bueno, para ser honesto, fue asombroso. Pero no necesito que vuelva a pasar. Fue algo de una noche, y está bien. Está perfectamente bien.
Y las palabras de Fred no eran nada más que honestas, por el hecho de que ambos se habían utilizado el uno al otro: Edelyn para llenar el vacío que Harry había dejado en su marcha, y Free para compartir la intimidad con la chica por la sentía tantas cosas. La forma en que los dedos de él habían acariciado su piel, cómo la respiración de ella había golpeado su piel, los dulces sonidos que escaparon de sus labios (su nombre había escapado de sus labios), y el beso gentil que ella había plantado en su clavícula en ese momento de felicidad entre terminar y caer dormidos. Todo eso permanecería grabado en su mente, y Fred estaría contento con el simple recuerdo de la noche.
—¿Lo está?
Él le sonrió suavemente—. Por supuesto.
—¿Entonces, nosotros...?
—Estamos perfectamente bien.
Ella sonrió una sonrisa pequeña y lo besó en la mejilla antes de abrazarlo. Un abrazo cálido que no era platónico ni romántico, ya que Fred y Edelyn no eran platónicos ni románticos, sino que algo entre la belleza del gris.
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