𝟬𝟭𝟬 periculum
CAPÍTULO DIEZ: PERÍCULO.
La mañana siguiente, el Cuarteto Dorado estaban sentados en el Comedor durante el desayuno, Ron y Hermione intentando convencer a Harry y Edelyn de comer —. ¿Por qué no un poco de avena, Lyn?—, sugirió Ron, su boca llena de huevos revueltos mientras llenaba un bowl con la avena y se lo pasaba a la chica.
—Necesitarás la energía—, razonó Hermione, untando manteca a una rebanada de pan y colocándolo en el plato vacío de Harry. Pero sus esfuerzos fueron en vano, Harry y Edelyn simplemente negaron, tragando con fuerza mientras sus estómagos se abatían en aprensión.
—Potter—, la voz de la profesora McGonagall legó y los cuatro levantaron sus cabezas para mirarla acercarse a ellos —. Los campeones de congregarán en la sala del pasillo después del desayuno.
— ¡Pero el desafío no es hasta la noche!—, exclamó Harry, repentinamente preocupado que había cometido un error con el tiempo. Su miedo fue aliviado cuando McGonagall le dio una mirada severa —. Soy consciente de eso, Potter. Las familias de los campeones están invitados a mirar la última tarea. Esta es una oportunidad para que los saludes.
Con sus labios sellados, su ropa flotó cuando ella se giró y se alejó, dejando a Harry mirándola con la boca abierta —. Ella no espera que los Dursleys aparezcan, ¿cierto?
Una vez que la comida desapareció de sobre las mesas, Harry vio a Fleur levantarse de la mesa de Ravenclaw y unirse a Krum mientras él cruzaba la habitación hacia la sala contigua. Cedric, entonces, se levantó de la mesa de Hufflepuff y colocó una mano sobre el hombro de Edelyn —. Vamos, Lynnie. Mamá y papá están aquí. Seguro estará bien que te nos unas.
Edelyn le sonrió a Cedric mientras se deslizaba de su asiento. Entonces, miró a Harry con un brillo de picardía en sus ojos mientras lo tomaba por el brazo y lo hacía levantarse —. Vamos, Harry. Tú también.
Antes que él pudiera explicarle que no tenía familia – no familia que fuer a ir a verlo arriesgar su vida, de todos modos –, ella lo estaba arrastrando con ella hacia la sala.
El señor y la señora Diggory estaban justo al lado de la puerta, y Edelyn y Cedric corrieron hacia ellos. Mientras tanto, Harry ingresó y miró alrededor, incómodo. Edelyn realmente no podía creer que los Dursleys estarían aquí, pensó él. Pero entonces, sus ojos cayeron sobre la señora Weasley y su espíritu se alzó instantáneamente.
— ¡Sorpresa!—, exclamó ella, atrapándolo en un abrazo y besando su mejilla —. Pensamos en venir y mirarte, Harry.
Tan pronto como la pregunta de "¿pensamos?" saltó en su cabeza, Bill Weasley apareció y lo saludó, con su largo cabello y sus aros de colmillos.
— ¿Estás bien?—, le sonrió —. Charlie quería venir, pero no pudo salir del trabajo. Dijo que estuviste increíble con el dragón.
Por el rabillo del ojo, Harry notó a Fleur Delacour mirar a Bill por sobre el hombro de su madre con una mirada de gran interés.
—Esto es realmente bueno de su parte—, murmuró Harry a la señora Weasley.
—Oh, bueno, alguien nos envió una carta—, mencionó dulcemente.
Siguiendo su mirada, Harry giró su cabeza para ver que estaba indicando a Edelyn, quién estaba parada cerca de la puerta junto con la familia Diggory. Como si hubiera sentido su mirada, ella alzó la cabeza en su dirección y le regaló una sonrisa brillante, saludando con su mano a la señora Weasley y a Bill antes de volver a la conversación con su familia.
—Es genial estar aquí otra vez—, mencionó Bill, mirando alrededor —. No veo este lugar desde hace cinco años. ¿La Dama Gorda sigue estando?
—Ella estaba aquí cuando yo vine—, recordó la señora Weasley —. Me regañó una vez cuando volví al dormitorio a las cuatro de la mañana--.
— ¿Qué estabas haciendo fuera de tu dormitorio a las cuatro de la mañana?—, preguntó Bill, mirando a su madre con sorpresa.
Sus ojos brillaron y a su respuesta la acompaño un ligero rubor —. Tu padre y yo habíamos salido a un control por la noche—, soltando una pequeña carcajada ante el recuerdo, ella miró a Harry —. ¿Te gustaría darnos un tour?
—Sí, claro—, asintió Harry, y ellos se dirigieron a la puerta.
No obstante, al pasar por al lado de los Diggorys, el señor Diggory alzó la cabeza y lo llamó —. Ahí estás, ¿no? Apuesto a que no te sientes tan feliz ahora que Cedric te igualó en puntaje, ¿cierto?
Harry pestañeó, sorprendido.
Tanto Edelyn como la señora Diggory le enviaron una mirada de horror al señor Diggory y exclamaron —. ¡Amos!—, con profunda indignación.
—Ignóralo—, le dijo Cedric en voz baja, frunciendo el ceño en dirección a su padre —. Ha estado enojado desde el artículo de Rita Skeeter sobre el Tornamento de los Tres Magos – ya sabes, cuando hizo creer que tú eras el único campeón de Hogwarts.
—Aunque no se molestó en corregirla, ¿a que no?—, bufó el señor Diggory —. Aún... se lo demostrarás, Ced. Ya lo venciste antes, ¿cierto?
Edelyn gimió y apretó el puente de su nariz —. Juliette, detenlo—, rogó.
La señora Diggory le dio una sonrisa entretenida a Edelyn antes de girarse a su esposo y colocar una mano sobre su hombro —. Vamos, Amos. Rita Skeeter siempre se las arregla para causar problemas. Ya lo sabes.
El señor Diggory abrió su boca para responder, pero Edelyn rápidamente tiró de su brazo y se le adelantó —. Amos, ¿por qué no te mostramos alrededor? Alguien tan viejo como tú no ha estado aquí por años.
El hombre soltó una risa ante su comentario, y tanto Edelyn como Cedric le enviaron una mirada de disculpas a Harry antes de salir de la sala hacia el Comedor.
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Los días pasaron demasiado rápidos para el gusto de Harry y, en poco tiempo, se encontró de pie junto con el resto de los Campeones frente al laberinto. Se sentía como si solo una hora atrás estuviera caminando por los campos soleados con los Weasleys y Hermione.
La tercer y última prueba del Tornamento de los Tres Magos iba a comenzar en cualquier momento, y las gradas habían comenzado a llenarse. Su corazón acelerado con ansiedad, Harry caminaba de un lado al otro, recordando todos los hechizos y maldiciones que había aprendido, sintiéndose un poco mejor al percatarse que recordaba todos y cada uno de ellos.
Cedric estaba parado a su lado, caminando con nervios también, y apenas registró el destello de rulos azabache antes que fuera atacado por un abrazo. Jadeando, Cedric tropezó un par de pasos hacia atrás para recuperar el equilibrio.
— ¿Lynnie? ¿Qué haces aquí? ¡Deberías estar en las gradas!—, exclamó él.
—Vine a desearte suerte—, explicó ella, colocando sus manos sobre el cuello de su camisa y doblándolo hacia abajo. Mirando hacia arriba, ella agregó con una voz temblorosa —. ¿M-me prometes que serás cuidadoso?
Él le dio una sonrisa débil y besó su mejilla antes de alzar su mano, su dedo meñique apuntando al cielo.
Edelyn soltó una carcajada y sacudió su cabeza con diversión —. ¿Promesa del meñique? ¿En serio, Ced? ¿Cuántos años tenemos?
Cedric simplemente sonrió y se encogió de hombros.
Las esquinas de su boca moviéndose nerviosas, Edelyn cruzó su dedo meñique con el de él y le dio un beso en la mejilla antes de dirigirse a Harry y envolverlo entre sus brazos. Su cabello hizo picar su nariz con el aroma del shampoo de frutilla siendo capturado por sus sentidos y, para su sorpresa, él se encontró sintiéndose mucho más calmado.
—Buena suerte, Harry—, exclamó, dándole una sonrisa débil.
—Gr--.
— ¡SEÑORITA BLACK!
Edelyn rápidamente se giró para ver a la profesora McGonagall alcanzándolos, sus labios pegados en un gesto de severidad —. ¡Debería estar en las gradas!
—Sí, profesora—, respondió Edelyn —. ¡Ya voy!
Ella volvió a girarse a Harry y le dio un golpe de coraje en el brazo antes de correr hacia las gradas, hacia donde Ron y Hermione se encontraban sentados.
Después de un tiempo, la voz de Ludo Bagman llenó el aire y todos guardaron silencio —. Damas y caballeros. ¡La tercer y última tarea del Tornamento de los Tres Magos está a punto de comenzar! Cuando suene el silbato. Tres – dos – uno –.
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El cuerpo de Edelyn por completo estaba temblando de ansiedad mientras observaba el laberinto, Hermione y Ron a cada lado de ella en idénticos estados de preocupación —. Ya deberían haber vuelto—, susurró Hermione, nerviosa.
Ron tragó con dificultad y agregó —. Krum y Fleur salieron hace años.
Una terrible quietud se cernía sobre el lugar, el público de brujos y brujas esperando que los últimos dos campeones regresaran. Sus uñas enterrándose en los costados de la banca en la que se sentaba, Edelyn cerró los ojos, intentando calmar su corazón, pero volvió a abrirlos en cuanto se escuchó un ruido sordo.
Dos cuerpos aparecieron frente al laberinto. Pero algo era extraño. Algo iba mal. No habían celebraciones ni aplausos. En su lugar, el aire se quebró en murmullos y susurros.
Su estómago tensándose, Edelyn se estiró hacia delante y entrecerró los ojos. El profesor Dumbledore y Cornelius Fudge se habían acercado a las dos figuras y estaban bloqueando la visión. Antes que ella pudiera preguntarle a Ron o Hermione qué podían ver, sin embargo, Fudge se movió ligeramente a la izquierda y sus ojos cayeron sobre Harry. Él estaba aferrándose con fervor al Cáliz de Fuego y debajo de él descansaba--
Ella jadeó y se levantó de su asiento.
Su pecho quemando con un presentimiento, ella empujó entre las personas y bajó las gradas en un apuro. Alcanzando el suelo, repentinamente se detuvo cuando sus orejas encontraron la voz de Cornelius Fudge.
—Por la barba de Merlín – ¡Diggory! Dumbledore – ¡está muerto!
Las palabras entonces fueron repetidas una y otra vez.
— ¡Está muerto!
— ¡Está muerto!
— ¡Cedric Diggory! ¡Muerto!
Las gradas repentinamente explotaron en gritos y Edelyn se congeló, incapaz de moverse, mientras sus orejas zumbaban con aquellas palabras haciendo eco —. Está muerto.
Ella observó aturdida cómo Dumbledore, entonces, arrastraba a Harry lejos del cuerpo que descansaba inmóvil debajo de él. Un grito fue escuchado en algún lugar y los labios de Edelyn se separaron cuando notó a Cedric. En una fracción de segundo, su interior se rompió como si fuera vidrio.
— ¡NO!—, finalmente gritó ella y, con sus rodillas temblando, corrió hasta él y se arrojó a su lado —. C-Ced—, lloró mientras colocaba sus manos temblantes sobre su pecho y lo movía de un lado al otro desesperadamente, como si pudiera despertarlo de su sueño profundo —. Ced... Ced, d-despierta. Despierta. Por favor, despierta.
Pero Cedric no despertó. Él simplemente la miró, sus brillantes ojos grises ahora no reflejando otra cosa que oscuridad sin vida.
—No, no, no—, lloriqueó ella, sacudiendo su cabeza frenéticamente, con lágrimas calientes deslizándose por sus mejillas y aterrizando sobre la pálida piel de Cedric —. Ced – no puedes – no estás—, ella jadeó, su pecho pesando mientras las respiraciones la evadían —. Ced, por favor—, continuó rogando, su voz volviéndose cada vez más y más débil hasta que enmudeció por completo.
— ¡ESE ES MI CHICO! ¡MI NIÑO!
El señor Diggory llegó corriendo, colapsando al suelo al lado contrario de Edelyn. En un movimiento salvaje, él tomó el cuerpo de Cedric y lo sostuvo entre sus brazos. Los terribles llantos que escapaban de entre sus labios hacían que las piezas de vidrio rotas atravesaran la piel de Edelyn.
Levantándose, un silencioso grito cruzó por su cuerpo. Su visión se nubló mientras miraba al señor Diggory llorar histéricamente sobre el pecho de su hijo muerto. Un remolino de viento la envolvió y sus ojos brillaron en un tono verde. Pero antes que algo más pudiera pasar, alguien la tomó por los hombros y la giró.
—Shh... shh...—, llegó la voz de Fred Weasley mientras envolvía su cuerpo tembloroso entre sus brazos.
Sus manos aferrándose desesperadamente a su remera para mantenerse de pie, Edelyn enterró su rostro en su pecho y comenzó a llorar. Su cuerpo temblaba con fuerza mientras nada, excepto por un profundo dolor, se enterraba entre sus huesos y un rojo carmesí sangraba de su corazón.
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