𝟬𝟬𝟵 threads of sandalwood
CAPÍTULO NUEVE: HILOS DE SÁNDALO.
—Un... ¿laberinto?
Ya era el final de Mayo y Harry y Edelyn estaban caminando por el pasillo del tercer piso después de su última clase del día para encontrarse con Ron y Hermione en el Comedor. Harry y los otros campeones habían sido llamados fuera de sus clases más temprano ese día y fueron informados que la tercer tarea sería dirigido por Ludo Bagman.
—Sí—, asintió Harry, luciendo despreocupado en la opinión de Edelyn —. La tercer prueba es navegar en un laberinto y encontrar el Cáliz de Fuego.
—Lo haces sonar tan sencillo—, reprochó ella —. Sabes que no será solo un laberinto, ¿cierto? Necesitas estar atento. Habrán obstáculos peligrosos que deberás superar, y juzgando por las dos tareas anteriores, ellas serán...
Su voz se desvaneció, no obstante, al ver su complexión más pálida de lo normal, Harry se detuvo y se giró para mirarla, colocando una mano sobre su brazo mientras ella hablaba.
—Mira, si algo malo pasa, se supone que debemos enviar chispas rojas al aire así alguien va a ayudarnos. Podría salir con algunos moretones y cortes, pero seguro que nada fatal sucederá. Dumbledore no lo permitiría.
Edelyn asintió, sintiéndose solo ligeramente segura por las palabras de Harry, y dio una respiración firme antes de señalar que continuaran con su camino, ignorando el tic en su pieza derecha. Mientras pasaban el salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, la puerta se abrió repentinamente y el profesor Moody salió.
—Ah, ustedes dos—, gruñó él —. Vamos. Quiero hablarles.
Edelyn, que no era una fan del profesor Moody debido a las miradas que le daba que le enviaban escalofríos, internamente gimió y siguió a Harry de mala gana dentro del salón.
—Potter, quería hablarte sobre la tercer tarea—, gruñó, su ojo normal colocado sobre Harry mientras el mágico observaba a Edelyn, quién estaba tirando de las mangas de su ropa, incómoda —. Debería estar en tu radio. A partir de lo que dijo Dumbledore, te las has arreglado con cosas como estas varias veces. Superaste un par de obstáculos que protegían la piedra filosofal en tu primer año, ¿cierto?
—Oh – uhm – bueno, tuve ayuda—, mencionó Harry, sintiéndose algo avergonzado —. Ron, Hermione y Lyn me ayudaron...
—Sí, bueno, precisamente el por qué ambos están aquí. ¿Dónde está tu lealtad exactamente, señorita Black?
Edelyn miró a Moody y frunció el ceño, tomada por sorpresa. Ella estaba cada vez más molesta con todos preguntándose constantemente de qué lado estaba —. No me importa quién gane este Tornamento—, murmuró y, luego, agregó —. Profesor.
—Bien—, asintió Moody, su ojo mágico aún sobre ella, buscando algún rastro de algo escondiéndose detrás de aquellos ojos azules —. Si no le importa, puede ayudar a Potter. Escuché que eres una bruja habilidosa y tienes cerebro en esa cabeza tuya. Las mejores notas en Pociones, Transfiguración y Defensa junto con Granger, ¿cierto?
Edelyn pesteñeó, sorprendida —. Yo... supongo—, murmuró.
—Está decidido, entonces. Quédate con Potter, Black. En cualquier caso, él necesitará más ayuda que Diggory.
Eso era muy cierto, pensó Edelyn. Cedric era un mago muy hábil y era dos años mayor que Harry, lo que significaba que él tenía dos años más de conocimiento. Y Edelyn, que siempre había sido competente en su trabajo con varita, había aprendido varios hechizos de Cedric alrededor de los años, los que ella podía enseñar a Harry.
Por lo que, durante el mes siguiente, Edelyn pasó la mayoría de su tiempo con Harry, o buscando hechizos útiles en la biblioteca o practicando aquellos hechizos en salones vacíos. No aprendiendo cada hechizo nuevo tan rápido como Edelyn, que parecía tener un talento natural para los hechizos, Ron y Hermione lo ayudaban de otras formas, el primero siendo el recibidor de la práctica y la segunda buscando en la biblioteca libros útiles sobre defensa mágica.
Después de semanas de los cuatro caminando por toda la escuela, la profesora McGonagall les había dado permiso para usar el salón vacío de Transfiguración durante las comidas y las noches, y pronto, Harry había dominado el hechizo Impedimenta, la maldición Reductora, el hechizo Paralizador, el encantamiento de protección, el de las piernas de gelatina y el hechizo de cuatro puntos.
Durante el almuerzo un día antes de la tercera tarea, Ron y Hermione fueron a tomar unos sándwiches del Comedor, dejando a Edelyn y Harry solos para continuar con su entrenamiento en el salón vacío de Transfiguración.
Harry, quién había notado cómo Edelyn había estado sufriendo de cada vez más fatiga a medida que pasaba el tiempo, las sombras debajo de sus ojos crecían y sus mejillas lucían algo hundidas, frunció el ceño y dijo —. ¿Por qué no terminamos por hoy?
Edelyn, que tenía demasiados moretones como para contarlos de caerse por el hechizo Paralizador, se había sentado porque se sentía algo mareada por el hechizo Impedimenta.
—Sí—, suspiró ella.
—Oye, ¿te sientes bien?—, preguntó Harry —. Luces... bueno, exhausta.
Eso es porque lo estoy, pensó Edelyn. El estrés por el Tornamento había provocando que sus pesadillas volvieran, y no había podido dormir bien por semanas. No obstante, no quería preocuparlo, por lo que le dio una sonrisa débil y contestó —. Sí. Solo... solo tengo hambre, eso es todo.
Harry asintió, no convencido por completo, y se deslizó en el asiento a su lado.
—Lyn, gracias por tu ayuda estas semanas—, dijo seriamente —. Realmente no tenías por qué hacerlo.
Edelyn alzó una ceja —. ¿No tenía que hacerlo? Idiota, claro que tenía que hacerlo—, replicó, tomando el libro de hechizos que descansaba en la mesa y golpéandole con el —. Eres uno de mis mejores amigos, no quiero verte herido.
Harry se encogió, una sonrisa vergonzosa jugando en sus labios mientras acariciaba su brazo adolorido.
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Después de la cena esa noche, Edelyn decidió pasar un tiempo con Cedric, ya que apenas le había hablado durante el mes estando ocupada ayudando frenéticamente a Harry con la tercera tarea. Ella se encontraba acurrucada a su lado en una esquina de la Sala Común de Hufflepuff, con una sábana amarilla cubriendo sus piernas.
—Tú... ¿crees que puedo ganar esto?—, preguntó Cedric, jugando con el dobladillo de la sábana mientras hablaba —. Papá... papá quiere que lo haga...
Edelyn levantó su cabeza de su hombro y tomó su mano, dándole un ligero apretón —. Ganes o pierdas, Amos estará orgulloso. Él siempre lo está, Ced.
Él le envió una mirada de apreciación —. Gracias.
—Solo digo la verdad—, aseguró Edelyn, encogiéndose de hombros y soltando un bostezo.
Cedric alzó sus cejas y remarcó —. Luces más cansada de lo usual. ¿Todo está bien?
Edelyn tiró de las mangas de su remera, evitando su mirada mientras murmuraba —. Solo no he estado durmiendo muy bien.
—Las pesadillas no han vuelto... ¿cierto?
—Sí... sí, han vuelto—, contestó, seca. Un pequeño escalofrío recorrió su espalda ante la idea de las pesadillas que la habían plagado desde que era pequeña. Siempre se reproducía de la misma forma: una serie de gritos desgarradores, seguidos por el flash de una luz verde, causando que despertara en una piscina de sudor frío, su cuerpo temblando y lágrimas cayendo de sus ojos.
— ¿Por qué no dijiste nada?—, preguntó él, su voz claramente preocupada.
—Creí que ya tenías suficiente en tu mente. Con... el Tornamento y todo...
Cedric frunció el ceño mientras la estudiaba y una punzada de culpa lo cruzó al notar las bolsas oscuras debajo de sus ojos y su complexión pálida. Él había estado tan concentrado las últimas semanas en su entrenamiento para la tercer tarea que ni siquiera había notado su tan clara angustia.
— ¿Le contaste a alguien?—, cuestionó él.
Edelyn bajó su mirada a sus manos y negó.
—Tal vez deberías—, sugirió él —. Quiero decir... estoy seguro que Ron lo entendería.
—Supongo...—, balbuceó Edelyn, tirando de sus mangas una vez más. Por supuesto, ella había pensado en contarle a Ron antes, pero por alguna razón, ella nunca podía hacerlo. Una parte de ella temía que él creyera que era rara o algo por el estilo. Después de todo, los Gryffindors no eran conocidos por tener una mente abierta, y Ron no era exactamente la persona más sensible.
Notando su creciente incomodidad, Cedric decidió cambiar el tema y ofreció —. ¿Quieres solo descansar aquí esta noche?
Ella había pasado la mayoría de su año anterior descansando en el sofá de la Sala Común de Hufflepuff. El escape de Sirius Black de Azkaban y su consiguiente entrada a Hogwarts provocó que Cedric se volviera sobreprotector de ella, por lo que los Hufflepuffs ya estaban acostumbrados a ver a la leona en su Sala. Y gracias a su amabilidad, ella fue más que bienvenida.
Edelyn respondió con un asentimiento de agradecimiento.
Apoyándose en él, ella bostezó y fue con aquella esencia familiar a sándalo en su nariz y el cómodo peso de su brazo sobre sus hombros que ella lentamente se durmió. Sus ojos se cerraron y su respiración se volvió lenta y pacífica, junto con su pecho levantándose y volviendo a caer en una forma rítmica.
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