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𝟬𝟬𝟰 ginger white beards

CAPÍTULO CUATRO: BARBAS BLANCAS PELIRROJAS.

      Los primeros dos meses del semestre pasaron rápidamente, el verano se transformó en otoño con un viento frío. Varios estudiantes selectos de L' Académie de Magie Beauxbâtons y del Instituto Durmstrang llegaron al castillo para el Tornamento de los Tres Magos, un concurso mágico que involucra a las tres escuelas de hechicería más grandes de Europa que sería celebrado por primera vez desde que fue discontinuado en 1972 debido a las muertes.

      Todos celebraron emocionados, susurros sobre cómo sería entrar al Tornamento crecieron en el aire. En la mañana de Halloween, Harry, Ron y Hermione se unieron al grupo de emoción en el Comedor. En el centro de la habitación, se encontraba el Cáliz de Fuego; un fino trazo sobre el suelo formaba un círculo en un radio de tres metros.

      — ¿Alguien ya puso su nombre?—, preguntó Ron a una chica de tercer año.

      La chica respondió —. Todos los de Durmstrang, pero no vi a nadie de Hogwarts aún. Aunque puede que lo hayan hecho anoche.

      —Oye, Hermione—, llamó Harry, sus ojos buscando en el pasillo por una Gryffindor en particular —. ¿Dónde está Lyn?

      —No estoy segura. Aunque estaba aquí. Se fue antes que despertara ésta mañana.

      De todos modos, antes que ella terminara de hablar, ellos escucharon pasos que se les acercaban y se giraron para ver a Fred y George bajar rápidamente la escalera, siendo seguidos por Edelyn que casi tropezó con sus propios pies mientras descendía el último par de escalones.

      — ¡Lo hicimos!—, anunció Fred, victorioso.

      — ¿Qué hicieron?—, cuestionó Ron.

      —La Poción de Envejecimiento, tonto—, respondió Fred.

      —Una gota cada uno—, asintió George, frotando sus manos juntas con felicidad —. Solo necesitamos ser un par de meses más grandes.

      — ¿Quién hizo la poción?—, inquirió Hermione.

      Fred y George sonrieron, palmeando la espalda de Edelyn —. La brillante Lynster, por supuesto.

      Las mandíbulas de Harry, Ron y Hermione cayeron abiertas. Sus ojos estaban abiertos de par en par mientras  observaban a la chica impresionados.

      — ¡Podrían matarse!—, siseó Hermione.

      —Sí, Lyn. ¡Estos dos bufones van a matarse antes de si quiera alzar sus varitas!—, exclamó Ron.

      — ¡Oye!—, reclamó Fred.

      —Ten un poco de fe en nosotros—, agregó George.

      Los gemelos Weasley procedieron entonces a dirigirse al Cáliz de Fuego y Edelyn sonrió, acercándose a Harry, Ron y Hermione para susurrar —. Solo confíen en mí.

      Enviándole a la chica miradas de entretenimiento, ellos observaron a Fred y George caminar al borde de la línea de edad. Ellos tomaron una resolución profunda antes de atravesarla.

      Al principio, pareció que había funcionado. Pero entonces, un sonido brotó repentinamente y los gemelos fueron echados fuera del círculo. Ellos aterrizaron dolorosamente a tres metros del círculo en el frío y duro suelo, y con un sonido como de pop, a ambos les creció una idéntica barba blanca y larga. 

      Edelyn fue la primera en explotar en carcajadas, y el resto de los presentes le imitaron. Incluso Fred y George comenzaron a reír mientras se miraban el uno al otro.

      — ¿Cómo hiciste eso?—, inquirió Ron entre carcajadas.

      —Realmente solo hice una poción envejecedora—, sonrió Edelyn —. Pero a diferencia de ellos, no soy lo suficientemente estúpida como para creer que el profesor Dumbledore sería engañado.

      —Tiene la razón, señorita Black.

      Todos se giraron para ver al profesor Dumbledore ingresar al Comedor, sus ojos inspeccionando a Fred y George detrás de sus gafas en forma de media luna.

      —Sugiero que visiten a Madam Pomfrey—, habló con una sonrisa entretenida —. Ella ya está atendiendo a la señorita Fawcett y al señor Summers, ambos decidieron envejecerse un poco también. Aunque debo decirlo, ninguna de sus barbas eran tan atractivas como las suyas.

      Mientras ellos se dirigían a la salida del Comedor, Fred susurró con una sonrisa —. Vamos a vengarnos, Lynster. No creas que esto acabó.

      —Bueno, será mejor que lo hagan pronto—, sonrió Edelyn mientras luchaba por mantener la compostura —. Juzgando por sus barbas... no parece que les queda mucho tiempo.

      Los gemelos le sacaron la lengua, a lo que ella respondió con un guiño de ojo para molestarlos.

      —Vamos, a desayunar—, animó Ron, su estómago rugiendo por el hambre y, sin nada más que agregar, los cuatro se dirigieron al Comedor. Se sentaron al lado de Dean Thomas y Seamus Finnigan, quienes estaban comiendo tocino.

      —Se rumorea que Warrington se levantó temprano y puso su nombre—, contó Dean.

      El rostro de Ron se arrugó en completo disgusto —. Urgh—, soltó, poniéndole manteca a su tostada y llevándola a su boca rápidamente, causando que Hermione imitara su 'urgh', pero direccionado a él.

      La mirada de Harry se desvió hacia la mesa de color esmeralda y plata —. No podemos tener un ganador de Slytherin—, comentó.

      —Podríamos no tenerlo—, dijo Seamus —. Angelina Johnson puso su nombre hoy temprano también.

      —Bueno, espero que lo logre—, murmuró Hermione ausente mientras sacaba un libro de su mochila y lo abría sobre sus piernas.

      —Sí, mejor ella que Diggory, el chico lindo.

      Edelyn inhaló el olor de los huevos revueltos y casi vomitó. Sus ojos se posaron en Seamus y abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpida por un montón de gritos de ánimo desde la entrada. Girándose hacia la conmoción, ella vio a Cedric entrar al Comedor con una animada sonrisa en su rostro, sus mejillas ligeramente rosadas.

      —Supongo que entró, entonces—, comentó Dean —. No creí que hubiera querido arriesgar su rostro.

      Edelyn ignoró el no-tan-deseado comentario y fue a levantarse, pero Ron la hizo volver a sentarse.

      —No hay nada que puedas hacer ahora, Lyn. Escuchaste a Dumbledore. Una vez que el nombre está dentro, ya está hecho—, le recordó.

      Edelyn se cruzó de brazos y frunció el ceño —. No significa que no puedo golpearlo—, murmuró, su corazón latiendo bastante rápido en su pecho mientras un sentimiento extraño se extendía y la hacía retorcerse —. Me refiero a que, ¿qué pasa si se lastima? Ese maldito idiota...

      Su enojo no se desvaneció, sino que solo creció a medida que el día avanzó. Para la hora de la cena, su pierna derecha estaba picando y ella no se atrevió a tocar su comida con temor a vomitarla.

      —Lyn, al menos come un poco--.

      —Ron, si te atreves a poner esa rebanada de pan frente a mi rostro una vez más, ¡voy a patearte donde más te duela!

      Ron no se atrevió.

      Pero siendo el mejor amigo que era, cuando Dumbledore comenzó a anunciar a los campeones, Ron hizo algo inesperado. Algo que no hubiera hecho por nadie más: él le ofreció su mano.

      Ella la tomó agradecida.

      Un silencio tenso cruzaba el aire del Comedor mientras las flamas azules dentro del Cáliz de Fuego se volvían rojas, y destellos comenzaron a ser disparados al aire. Una lengua de llamas se elevó y una pieza de pergamino salió disparada de ésta. Dumbledore la atrapó y la leyó —. El campeón de Dumrstrang es... Victor Krum.

     Los aplausos explotaron y Victor Krum se levantó de la mesa de Slytherin y caminó hacia el frente, pasó la mesa de los profesora y pasó la puerta hacia la habitación contigua. Los aplausos y ánimos se desvanecieron y el Cáliz se volvió rojo nuevamente, un segundo pedazo de pergamino voló de el.

      —La campeona de Beauxbatons es... ¡Fleur Delacour!

      Una chica impresionantemente hermosa con cabello rubio platinado se levantó de la mesa de Ravenclaw y se unió con gracia a Viktor Krum a la habitación contigua.

      Cuando el tercer pedazo de pergamino salió disparado, Edelyn se endureció y cerró los ojos.

      —El campeón de Hogwarts es... ¡Cedric Diggory!

      El Comedor estalló en aplausos y de la mesa de Hufflepuff provinieron los más altos gritos de ánimo para Cedric. Por el contrario, Edelyn no aplaudió. Ella abrió los ojos y vio a Cedric caminar ansioso hacia los demás ganadores.

      —Tranquila, Lyn. Él estará bien—, animó Ron, gentilmente apretando su mano cuando notó lo pálida que lucía su complexión.

      Ella solo se arregló para dar una media sonrisa, que inmediatamente se desvaneció cuando las flamas de la Cáliz se alzaron rojas una vez más y un cuarto pedazo de pergamino salió disparado al aire. Con una expresión de sorpresa, Dumbledore lo tomó y observó el nombre escrito.

      Todos guardaron silencio.

      —Harry Potter—, leyó.

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