𝟬𝟮𝟱 war's casualties
CAPÍTULO VEINTICINCO: LAS VÍCTIMAS DE LA GUERRA.
Severus Snape está muerto. Mordidas de serpiente punteaban su cuello, y la sangre corría por su pálida piel. Fue asesinado porque se creía que él era el verdadero dueño de la varita, y con su última respiración, había hecho lo imposible: había tocado el corazón del Cuarteto Dorado. De alguna forma, a pesar de su disgusto con el mago que se había desarrollado por años de observarlo atormentado y haciendo bullying a sus estudiantes de Hogwarts, sintieron simpatía por él. Tuvieron simpatía por el hombre que no había sido ni terriblemente malo ni honorablemente bueno. Sino que solo otra alma a la que el mundo le había arrebatado su inocencia. Pero eso no significaba que era menos merecedor de este final, ya que el dolor propio nunca justificará el dolor ejercido en otros.
La caminata de vuelta de la Casa de los Gritos fue silenciosa, y Edelyn sentía una pesadez sobre ella mientras entraba al pasillo desierto. La primera ola de la batalla había terminado. Las tropas de Lord Voldemort se habían retirado, y tenían una hora para recuperarse, para atender a los heridos, juntar los cadáveres y, para Harry, para entregarse antes que la batalla volviera.
Pero el aire ahora estaba quieto. Los fantasmas de la batalla gritaban en cada esquina: el suelo bajo sus pies estaba lleno con piezas de mármol y madera, todo manchado con sangre escarlata. Las paredes de piedra tenían grietas por todos lados. El castillo en sí había sufrido tanto como aquellos que habían peleado dentro.
Alcanzando el Comedor, Edelyn podía ver a través de las puertas abiertas que las mesas de las Casas ya no estaban. En su lugar, los sobrevivientes estaban en grupos con sus brazos alrededor de los hombros de otros y las cabezas bajas. Algunos estaban parados a un lado, y otros sobre sus seres queridos que descansaban en el medio del lugar. Tomando una respiración temblante, estaba a punto de entrar cuando Ron de repente se giró y la detuvo.
—Lyn —lágrimas inundaban sus ojos—. Lyn, antes que entres, yo - debería —pero su voz de rompió y su cuerpo tembló. Hermione lo tomó del brazo para mantenerlo de pie.
Edelyn frunció el ceño—. ¿Que-? ¿Que pasa? —preguntó y, cuando Ron no respondió, miró a Hermione solo para descubrir que ella estaba llorando.
Su muslo derecho comenzó a temblar. Edelyn de giró s Harrry, esperando que le hablara y aliviara la ansiedad que se aferraba a su garganta. Pero Harry simplemente miró hacia delante, sus ojos rehúsandose a encontrarse con los de ella.
Tragando con dificultad, Edelyn apartó su mano de la de Harry y miró a Ron a los ojos. Él abrió la boca y, por un momento, creyó que iba a darle una respuesta, pero rápidamente volvió a cerrarla. Dándose cuenta que, tal vez, nada que podía decir suavizaría el golpe. Él se hizo a un lado y le permitió pasar.
Sus ojos permanecieron en él en un momento de duda, antes de pasar a su lado y entrar al Comedor.
Lo primero que vio fue a Dale. Él y otro más estaban sobre un cuerpo inerte, y al escuchar sus pasos, Dale la miró con el dolor en el rostro. Agachándose a su lado, Edelyn intentó formar palabras de confort, pero antes que pudiera, Dale arrojó sus brazos alrededor de ella. Por una fracción de segundo, solo se aferró a ella. Entonces, su cuerpo comenzó a temblar a medida que sollozaba contra su hombro.
Acariciando su espalda, Edelyn miró al hermano mayor, Dennis. Lágrimas silenciosas caían por sus mejillas y tenía una expresión perdida en su rostro. La expresión de un chico que no podía terminar de entender que este era un mundo en el que Colin Creevey no existe.
Pasó un largo rato antes que Dale la soltara.
—Gracias —sorbió por la nariz. Entonces, gesticulando hacia su hombro cubierto de lágrimas, agregó—. Perdón por eso.
Edelyn le dio una sonrisa pequeña y la dio un apretón en el brazo—. Creo que el estado de mi ropa es la menor de nuestras preocupaciones.
Entonces colocándose de pie, se alejó y escaneó el pasillo. Neville estaba siendo atendido por Luna y Madam Pomfrey; Dean y Seamus estaban juntos, las gemelas Patil se lamentaban por la pérdida de Lavender Brown; Slughorn estaba en una banca con Flitwick, McGonagall hablaba con Kingsley y Moody. Entonces, en la otra punta de la habitación, vio a los Weasleys.
Su muslo temblaba con tanta fuerza que sus rodillas amenazaban con doblarse. Ellos estaban rodando algo o, tal vez, a alguien. Todavía no podía ver, ya que Bill y Fleur se interponían. Pero entonces, cuando Ginny fue a tomar los hombros de su hermano mayor, él se movió, y el corazón de Edelyn se detuvo.
El mundo se derrumbó.
Primero, el suelo solo tembló como lo hace en la estación King's Cross cuando pasa un tren (un pequeño temblor que lleva al líquido en su taza de té caliente a moverse). Entonces, todo junto, tembló con una fuerza descomunal y Edelyn sintió que ya no había una superficie bajo sus pies. Las ventanas de vidrio se quebraron, las banderas de las Casas se cayeron de las paredes, polvo y escombros cayeron de las grietas en el techo.
Pero no hubo sonido. Ningún sonido ensordecedor de explosión. Ningún BOOM. Ningún CRACK. Todo estaba en silencio mientras se caía a pedazos, todo excepto por un zumbido suave y agudo que inundaba los odios de Edelyn como si fuera un sonido infinito.
Mientras la tierra seguía temblando violentamente, sus pies la llevaron hacia delante y, con cada paso, la falta de sensación en su cuerpo lentamente fue atiborrada por dolor. Las cabezas se giraron hacia ella, bocas abiertas y cerradas, pero Edelyn no podía prestarles atención. Sus pensamientos estaban nublados, su visión borrosa, y todo lo que podía registrar era su monólogo interno que gritaba en negación. No, declaraba, como si al decirlo ya no fuera verdad. No lo es. No puede serlo.
Y entonces ella se agachó al lado de la señora Weasley, la mano de la bruja mayor encontrando su hombro, y una expresión de pérdida se formó en su rostro, justo al igual que la de Dennis Creevey. La expresión de una chica que no podía entender que este fuera un mundo en el que Fred Weasley ya no existe.
Tomó su brazo, sus dedos temblando mientras un dolor agonizante subía a sus mejillas. Ahora todo dolía, y su nombre se deslizó por sus labios.
—No —sacudió la cabeza—. No —repitió y sus ojos dolían pero permanecieron secos. Entonces, con un sollozo, soltó sus brazos y se arrojó sobre él, sus manos empuñando su ropa.
—Fred - Fred, por favor. Por favor.
No sabía por qué rogaba. Pero las palabras vacías seguían cayendo de su garganta seca mientras enterraba su rostro en su pecho.
Pólvora: la olía tan fuertemente, como si estuviera dentro de su nariz. ¿Venía de George, que lloraba en los brazos de su padre, o de Fred? ¿De la ropa que cubría su piel que ahora lucía tan pálida y se sentía tan fría?
Edelyn apretó los párpados mientras la señora Weasley acariciaba su pelo y susurraba palabras suaves a sus oídos. Pero en lugar de calmar el dolor que afectaba cada nervio de su cuerpo, solo lo hizo peor.
—Fred, por favor. Por favor, te necesito.
Su cuerpo dio un salto y sus brazos se alzaron para rodear su cuello. Quería pasarle su calidez, incapaz de aceptar que se había ido.
Pero así era.
Y dolía. Todo dolía. Dolía como había dolido esa noche noche tres años atrás y, de repente, no era Fred el que estaba en el suelo sin vida frente a ella, sino que Cedric. Cedric, cuyos ojos estaban alzados hacia ella: fríos y vacíos. Entonces, vio a Sirius caer a través del velo, y Edelyn quiso gritar. Quería gritar porque en este momento de agonizante dolor, la única persona que tal vez la haría sentir mejor y la haría respirar, era el hombre por el que estaba llorando.
—Por favor, Fred. Te necesito —imploró, y no era nada más que la verdad ya que Fred había sido ese alguien que siempre estaba allí y la entendía. Y era a él a quien necesitaba ahora. Necesitaba ser envuelta en sus brazos y que le acaricie el pelo. Que la distrajera con sus bromas. Que le ofreciera Firewhiskey, y que la dejara pararse sobre sus pies para bailar torpemente. Necesitaba verlo, sentirlo, escucharlo. Necesitaba escuchar su risa, que era simultáneamente similar a su bostezo: un poco más animada, pero igual de contagiosa.
—Lo... lo lamento tanto —susurró, levantándose para mirarlo. Su pulgar temblaba mientras limpiaba el polvo que manchaba su mejilla—. Lo lamento tanto, Fred —cerró los ojos, y volvió a abrirlos—. Perdón porque no pude - no pude ser lo que querías que fuera.
Se acercó y plantó un beso gentil en su clavícula.
Con duda, se puso de pie y fue a girarse, pero tan pronto como lo hizo, sus ojos fueron atrapados. Y fue como si la cuchilla que estaba hundida en su corazón girara y girara hasta que el escarlata fluyera de la herida.
—No —exhaló y negó con frenesí—. No, no, no —colocó sus manos sobre su boca cuando sintió náuseas.
—Lyn.
Ante el sonido de su nombre, la mirada de Edelyn se apartó de los cadáveres de Remus y Tonks para aterrizar en Ron, que estaba al lado de Hermione. Él la miró con los ojos rojas y la extendió una mano, ofreciéndole confort, pero Edelyn sacudió la cabeza y se alejó.
El castillo tembló. Polvo y escombros cayeron del techo.
—No - no puedo —su voz salió y, con sus pulmones gritando por aire, le envió a Ron una mirada de disculpas antes de salir corriendo.
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