𝟬𝟭𝟰 a black's wrath
CAPÍTULO CATORCE: LA IRA BLACK.
Los dedos de Edelyn se aferraban a la Snitch dorada que colgaba de su cuello, sus dientes hundiéndose en su labio inferior mientras seguía a Harry junto a los demás hacia el Ministerio de Magia. Su piel estaba erizada y su cuerpo temblaba en un intento de recuperarse de los vientos fríos que habían pasado por entre su cabello mientras sobrevolaban Londres sobre caballos alados esqueléticos que no podía ver.
El Ministerio estaba siniestramente silencioso. Aquel silencio solo fue irrumpido por sus pasos apurados mientras cruzaban los pasillos y descendían por las escaleras de mármol hasta que, finalmente, arribaron al Departamento de Misterios. Era una habitación circular con varias puertas y, después del cuarto intento, abrieron una que los llevó a una habitación con una preciosa luz que danzaba con diamantes brillantes.
— ¡Es aquí!—, exclamó Harry, viendo las repisas que gran altura que hacían fila en la habitación. Sobre ellas, habían cientos de orbes brillantes.
— ¿Dijiste que era la fila noventa y siete?—, susurró Hermione.
—Sí—, respiró Harry, mirando hacia el final de la fila más cercana que sostenía la figura brillante del cincuenta y tres.
—Creo que tenemos que ir a la derecha—, murmuró Hermione —. Sí... esa es la cincuenta y cuatro.
Con sus varitas alzadas, avanzaron entre por los pasillos entre las repisas. El estómago de Edelyn se movió y un formó un nudo terrible mientras pasaban del ochenta y cuatro al ochenta y cinco. Algo no se sentía bien. Estaban a punto de alcanzar su destino, pero no había ningún sonido además de sus propios pasos y él rozar de sus ropas.
— ¡Noventa y siete!—, señaló Hermione, y todos se agruparon al final de la fila, observando él lugar.
Un escalofrío bajó por la espalda de Edelyn.
No había nadie.
—No... no entiendo. Él – él debería estar aquí—, murmuró Harry. Sus ojos se nublaron y su corazón latió en el fondo de su estómago mientras su varita se derrumbaba a su lado —. Él estaba justo... justo aquí...
Los dientes de Edelyn se enterraron con más fuerza en su labio, y su mano se estiró para aferrarse a su muslo derecho que temblaba sin control por los nervios. El silencio que siguió a sus palabras resultó ensordecedor, y solo fue roto por Ron cuando se acercó a una de las esferas de cristal en las repisas —. Diablos...—, exhaló.
Girando su cabeza, los ojos de Harry aterrizaron sobre la etiqueta amarilla bajo la esfera de cristal que Ron señalaba —. Tiene mi nombre—, murmuró él y, en un acto de descuido, estiró su mano y cerró sus dedos alrededor del orbe. La respiración picó en su pecho mientras la esfera brillaba con calidez. Antes que pudiera mirar el objeto misterioso con más atención, una voz familiar irrumpió el aire.
—Muy bien, Potter. Ahora, date la vuelta lentamente y dame eso.
Con sus corazones deteniéndose momentáneamente, los siete se giraron y fueron tomados por sorpresa cuando se encontraron con una docena de varitas. Sus puntas estaban encendidas y los apuntaban directamente al pecho. Sus dueños llevaban carpas negras, y sus rostros permanecían ocultos detrás de sus máscaras.
Mortífagos.
—A mí, Potter—, la voz repitió y, en un movimiento rápido, el hombre se removió la máscara para revelar a Lucius Malfoy. Edelyn sintió una ola de náusea y odio golpear su cuerpo —. Dame la profecía.
— ¿Dónde está Sirius?—, demandó Harry, manteniendo su voz firme a pesar del terror que enviaba sus rodillas temblando —. Quiero saber dónde está Sirius.
Varias de las figuras encapuchadas rieron.
Entonces, una fría voz femenina fue escuchada. Edelyn sintió sus músculos tensarse, y su corazón se apretó. La voz era familiar, terriblemente familiar; una que había perturbado sus noches.
—Quiero saber dónde está Sirius—, se burló —. Oh, ¿el pequeño Potter se despertó asustado?
Harry notó la mano con la que Edelyn sostenía su varita temblar a su lado, y le susurró —. No hagas nada, no aún.
La mujer soltó un sonoro grito de risa.
— ¿Lo escucharon?—, chilló —. ¿Lo escucharon? ¡Dándole instrucciones a los otros niños como si pensaran pelear contra nosotros!
—Oh, no conoces a Potter como yo, Bella—, Malfoy habló suavemente —. Tiene una debilidad por jugar a ser el héroe. El Señor Oscuro entiende esto sobre él. Ahora, dame la profecía, Potter.
Harry negó y alzó su varita, un movimiento que el grupo imitó —. Adelante, entonces.
Pero los Mortífagos no atacaron.
—Entrega la profecía y nadie saldrá lastimado—, advirtió Malfoy, fríamente.
—No.
La mujer se adelantó, alejándose de sus compañeros, y se sacó la capucha.
Era una mujer alta. Su rostro bien esculpido estaba enmarcado por largos rulos sueltos, y tenía la apariencia de alguien que solía ser extremadamente hermosa. Sin embargo, justo como Azkaban había dejado su marca en Sirius, también la había dejado en ella.
—Oh, esto es divertido—, siseó ella, enredando su varita en su brillante cabello negro mientras habla a —. Mira quién es, Lucius. Es mi preciosa primita.
La mandíbula de Edelyn se tensó, y Harry se acercó a ella instintivamente —. Si nos haces algo, la romperé.
Los labios de Bellatrix se curvaron en una sonrisa maliciosa —. Sabe cómo jugar, el pequeño bebé Potter—, entonces, sus ojos se desviaron a Neville, y carcajeó —. Longbottom, ¿no? ¿Cómo están mamá y papá?
Neville se endureció y entrecerró los ojos —. Mejor, ahora que van a ser vengados—, con un instinto de confianza que lo poseyó, Neville se lanzó hacia delante. Rápidamente fue tomado por Edelyn, quién apretó su muñeca.
—Ahora, ¿por qué no nos calmamos?—, habló Malfoy, su tono cauteloso —. Todo lo que queremos es la profecía.
— ¿Por qué Voldemort necesitaba que la tomara?—, cuestionó Harry.
Bellatrix se encogió —. ¡¿Te atreves a decir su nombre?! ¡Tú, asqueroso sangre-sucia!
Lucius alzó su mano —. Está bien. Simplemente es un muchacho curioso, ¿no? Las profecías solo pueden ser tomadas por aquellos de quiénes las hicieron. Lo que es afortunado para ti, en realidad. ¿No siempre te has preguntado... cuál es la razón detrás de la conexión entre tú y el Señor Oscuro? ¿Por qué no pudo matarte cuando eras solo un infante? ¿No quieres saber el secreto detrás de tu cicatriz? Todas las respuestas están allí, Potter, en tu mano. Todo lo que tienes que hacer... es dármela. Entonces, puedo mostrarte todo.
Mientras hablaba, sus ojos estaban enfocados en el orbe brillante en las manos de Harry. Por lo tanto, falló en notar los pequeños movimientos que los siete estudiantes cometieron – sutiles movimientos de pies y miradas con un significado oculto.
—He esperado catorce años—, respondió Harry —. Puedo esperar un poco más... ¡ahora!
Seis voces diferentes se alzaron a su alrededor, y seis flashes de luz se dispararon en distintas direcciones. Las repisas de sus lados explotaron, y la estructura se tambaleó. Cientos de esferas estallaron, y el cristal los bañó.
— ¡CORRAN!—, gritó Harry.
No necesitaron que se lo dijeran dos veces.
Corrieron, arrojando hechizos por sobre sus hombros mientras los Mortífagos los perseguían.
— ¡Stupefy!
— ¡Colloportus!
— ¡Impedimenta!
Con sus respiraciones escapando en jadeos, lograron volver a la habitación circular con las varias puertas, consiguiendo solo un par de rasguños por parte de la lluvia de cristales. El problema era que no podían recordar por cuál puerta habían entrado, y las maldiciones volaban hacia ellos mientras los Mortífagos se acercaban.
En un intento desesperado por escapar, Harry abrió la puerta más cercano y, sin pensarlo mucho, corrió hacia el arco. Los demás lo siguieron de cerca, solo para dejar gritos de sorpresa mientras el suelo desaparecía debajo de ellos.
La mente de Edelyn se aceleró mientras se acercaba más y más al suelo. Apuntando su varita temblante al suelo de mármol debajo, gritó —. ¡Prohibere!—, ni un segundo demasiado pronto, y todos ellos se detuvieron de repente apenas un par de centímetros por sobre el suelo. Después de un segundo flotando en el aire, terminaron de caer y, con jadeos cayendo de sus labios, volvieron a levantarse.
La sala era grande, pero estaba vacía. En el medio osea ella, había un extraño arco de piedra. Observándolo con curiosidad, Harry se acercó y pudo escuchar una conversación en susurros —. Las voces...—, mencionó —. ¿Pueden distinguir qué están diciendo?
— ¿Qué? ¿De qué hablas?—, preguntó Hermione.
—Amigo, no hay ninguna voz—, mencionó Ron, limpiando la sangre de su mejilla.
Por otro lado, Luna observaba con contemplación el arco. Gentilmente, se deslizó de un lado al otro —. También los escucho.
Hermione rodó los ojos —. Debemos salir de aquí—, declaró pero, antes de que pudieran moverse, los Mortífagos aparecieron en una nube de humo negra que inmediatamente los rodeó. Jadeaban y peleaban contra las sombras oscuras que provenían de todas direcciones, pero era en vano.
Cuando el humo negro finalmente desapareció, Harry se encontró de pie con su varita en una mano y la Profecía firme en la otra. La escena frente a él se robó el color de su rostro. A su alrededor, sus seis amigos se encontraban aproximados, apuntados con varitas por los Mortífagos.
Estaban rodeados.
—Haré esto sencillo para ti, Potter—, dijo Malfoy —. Dame la profecía, o ve a tus amigos morir.
Harry no se movió.
—Entrégala, Potter—, demandó Bellatrix y, con una mano enterrada en el costado de Edelyn, utilizó su mano libre para apretar con fuerza su garganta. Sus pies dejaron de tocar el suelo, un jadeo escapó de entre los labios de Edelyn y sus dedos se aferraron con desesperación a los de Bellatrix mientras sus pulmones gritaban por aire. Sin embargo, sus esfuerzos fueron inútiles, y sus ojos comenzaron a nublarse.
—Entrégala ahora, o la preciosa pequeña Black va a tener el mismo destino que su querida madre.
El verde esmeralda se encontró con el azul metálico.
No había opción.
De mala gana, Harry alzó su brazo. Estaba a punto de entregarle la Profecía a Malfoy cuando, de repente, justo sobre ellos, una puerta se abrió y un grupo de personas ingresó a la habitación. Remus, Tonks, Kingsley, Madeye, y Sirius.
Girando sobre sus tacones, Malfoy alzó su varita. Pero Tonks ya le había enviado un hechizo paralizador.
Con sus músculos tensado y sus pulmones colapsando, la pelea de Edelyn comenzó a debilitarse. Puntos negros cubrieron su visión. A medida que Bellatrix aumentaba la fuerza sobre su agarre, sus ojos se cerraron y sus brazos cayeron muertos a sus lados. Pero justo cuando la oscuridad amenazó con tragarla por completo, un gruñido bajo gruñó contra sus oídos.
—Quita tus manos de mi hija.
Hubo un sonoro bang, y lo siguiente que Edelyn supo fue que estaba cayendo en los brazos de alguien y jadeando en busca de aire.
—Pa-papá—, exhaló.
—Respira, bebé. Respira—, habló Sirius, abrazando sus mejillas con las palmas de sus manos mientras respiraba con ella. Pero ella no tuvo mucho tiempo para recuperarse, ya que las maldiciones estaban siendo enviadas desde la derecha, la izquierda, y el centro.
—Escúchame—, habló el con urgencia —. Busca a los demás y salgan de aquí.
— ¡¿Q-qué?! ¡No!—, protestó, pestañeando rápidamente cuando la náusea volvió a golpearla. Sus ojos se desviaron a la varita caída.
Siguiendo su mirada, Sirius la notó y murmuró —. Accio.
—Lo has hecho perfectamente, Lyn—, aseguró, entregándole su varita —. Ahora, deja que nosotros nos encarguemos.
Edelyn negó vigorosamente —. No. No, voy a quedarme contigo.
Sirius abrió la boca para discutir, pero se interrumpió a sí misma cuando notó los ojos de su hija abrirse con sorpresa. La varita de ella se alzó inmediatamente, apuntando a algo a su espalda.
— ¡Protego!—, gritó.
El hechizo que estaba dirigido a Sirius Black rebotó por el hechizo de protección que ella conjuró y golpeó al propio Mortífago, arrojándolo tres metros por el aire. Antes que Sirius pudiera agradecerle, más hechizos fueron disparados hacia ellos, y los dos tuvieron que contraatacar.
La adrenalina que cursaba por sus venas esfumó el dolor de su cuerpo, y la mente de Edelyn fue rápida para enviar hechizos en todas direcciones, sin percatarse que cada vez se alejaba más y más de Sirius.
— ¡AVADA KEDAVRA!
Edelyn vio un jet verde acercarse a ella y lo esquivó justo a tiempo —. ¡Stupefy!—, contraatacó, y el Mortífago encapuchado se derrumbó al suelo.
— ¡EXPELLIARMUS!
El Hechizo estaba apuntado a su espalda, y la varita salió volando de su mano.
—A diferencia de Mulciber, querida, me gusta jugar con mi comida—, dijo Rodolphus Lestrange con una sonrisa maliciosa —. ¡CRUCIO!
Por segunda vez ese día, Edelyn tuvo la tortuosa sensación de cientos de cuchillos apuñalando cada parte de su cuerpo. Sin embargo, en esta ocasión no duró más que un par de segundos. Cuando volvió a abrir los ojos, fue para ver a Sirius y Harry frente a ella sobre sus rodillas, y Remus parado a su lado, con su varita aún apuntando a Rodolphus que ahora descansaba en el suelo.
—Quédate con Harry, Lyn—, Sirius habló con urgencia —. Todo va a estar bien. Solo, hagas lo que hagas, quédate con Harry—, su rostro estaba más pálido que lo usual —. ¿Entendido?
Su visión estaba nublada. Edelyn pestañeó un par de veces, antes de dar un pequeño asentimiento.
Sirius le envió una sonrisa y presionó un beso sobre su frente antes de unirse a Remus y correr de vuelta a la batalla.
Con sus brazos rodeando su cintura, Harry ayudó a Edelyn a colocarse de pie y, justo cuando ella iba a preguntarle dónde estaba la Profecía, se escuchó la voz de Neville a la distancia —. ¡Dumbledore!
Alzando sus cabezas, tanto Harry como Edelyn soltaron suspiros de alivio al ver a Dumbledore de pie en la puerta sobre ellos. Su varita estaba en alto, y su rostro brillaba de la furia.
— ¡Vamos! Busquemos a los demás—, dijo Harry pero, mientras lo hacían, la torpeza de Edelyn salió a relucir y ella tropezó con sus propios pies. Harry, no habiéndolo notado, continuó hacia Remus, quién estaba curando el tobillo de Edelyn.
Edelyn luchó para volver a levantarse, y sus ojos aterrizaron en los flashes de luz que volaban hacia el centro de la habitación, donde se encontraba el arco. Sirius y Bellatrix estaban en duelo, el primero soltando carcajadas mientras esquivaba los hechizos —. ¡Vamos, Bella! ¡Puedes hacerlo mejor que eso!—, rugió él.
Entonces, fue como si el tiempo se hubiera ralentizado.
Ella observó otro rayo de luz erupcionar de la varita de Bellatrix. Como si supiera lo que se avecinaba, sus ojos se tornaron hacia Sirius y, con su ceño fruncido en concentración, Edelyn gritó desesperada —. ¡Protego! Protego... Protego... Protego... ¡Pro-Protego!
Pero no pasó nada. Cualquier poder sin varita que había heredado no hizo nada cuando más lo necesitó. El jet de luz golpeó a Sirius en el pecho y, con la risa aún iluminando su rostro, cayó hacia atrás.
Y la chica de quince años se quedó paralizada. Observó impotente la mezcla de sorpresa y miedo en el rostro de su padre, gastado y una vez elegante, mientras atravesaba el velo de bruma luminosa bajo el antiguo arco que descansaba justo detrás de él.
Hundiéndose, más y más profundo.
Hasta que despareció por completo.
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