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𝟬𝟭𝟯 hero syndrome

CAPÍTULO TRECE: SÍNDROME DEL HÉROE.

      Edelyn colocó su mano sobre su boca. No pudo evitar reír – era bastante divertido ver a Harry arrodillado frente al fuego, su rostro asomándose entre la madera y su trasero siendo alevado en el medio del aire.

      La espalda de Edelyn reposaban contra el hogar de mármol y sus oídos estaban alertas, atentos ante cualquier paso o indicación de que alguien se acercaba. La adrenalina cruzaba por sus venas como siempre lo hacía cada vez que se unía a una de las bromas de los gemelos Weasley. Pero esta no era solo otra broma. Esto era meterse a la oficina de la directora Umbridge y usar su hogar para hablar con el criminal más buscado en Gran Bretaña – a Edelyn no le gustaba pensar en las consecuencias que deberían enfrentar si fueran atrapados.

      Pero la adrenalina era algo en lo que Edelyn prosperaba y, cuando de repente escuchó un maullido, su sangre bombeó y un cosquilleo cruzó hasta la punta de sus dedos. La señora Norris, pensó. Lo que significa, Filch. Agachándose, le dio un ligero apretón al hombro de Harry y susurró —. ¡Harry! Harry, debemos irnos—, antes de poder tomar la capa de invisibilidad que descansaba a los pies de Harry.

      Tan pronto como Harry salió del hogar, ella la arrojó sobre ambos. Justo a tiempo cuando Filch ingresó a la oficina.

      — ¡Aprobación para azotar! ¡Aprobación para azotar! ¡Por fin puedo hacerlo!—, cantó Filch con emoción, tomando un pedazo de pergamino de uno de los cajones y besándolo —. ¡Se lo estaban buscando hace años!—, con la felicidad cubriendo cada parte de su rostro, el amargado squib cruzó rápidamente la puerta, dejando que se cerrara por sí sola.

      Intercambiando una mirada curiosa, Harry y Edelyn esperaron un par de segundos antes de escabullirse. Una vez que estuvieron fuera de la oficina de Umbridge, Harry quitó la capa de sobre ellos y la guardó en su mochila. Los dos entonces se dirigieron al pasillo principal, dónde estudiantes, profesores y fantasmas se encontraban amontonados. Sus ojos estaban sobre Umbridge o sobre los gemelos Weasley, quienes estaban en el medio del lugar, luciendo como si acabaran de ser atrapados.

      — ¡Entonces!—, exclamó Umbridge, triunfante. El Escuadrón Inquisitorial estaba de pie detrás de ella, sus pechos hinchados ante su conquista —. Creen que es entretenido convertir el pasillo de la escuela en un pantano, ¿no?

      —Bastante entretenido, sí—, asintió Fred.

      Filch se abrió paso entre el grupo, yendo hacia Umbridge, y chilló —. ¡Tengo la forma, Directora! Tenga la forma y los azotes están esperando... oh, déjeme hacerlo ahora.

      —Muy bien, Argus—, musitó Umbridge —. Ustedes dos—, continuó, observando a Fred y George —, están a punto de aprender qué les pasa a los busca-problemas en mi escuela.

      — ¿Sabes qué? Creo que no—, mencionó Fred antes de girarse a su hermano —. George, creo que ya terminamos con nuestra educación.

      —Sí, yo también lo creo—, asintió George.

      —Hora de probar nuestros talentos en el mundo real, ¿no estás de acuerdo?—, preguntó Fred.

      —Definitivamente—, asintió George.

      Y antes que Umbridge pudiera comentar algo, alzaron sus varitas y hablaron al unísono —. ¡Accio escobas!

      Un sonoro crash fue escuchado en la distancia. Después de un momento de anticipación, dos escobas llegaron volando hasta los gemelos Weasley, quiénes la atraparon sin esfuerzo.

      —No la veremos—, comentó Fred, pasando su pierna por sobre su escoba.

      —Sí, no se moleste en mantenerse en contacto—, agregó George, ya montado sobre su escoba.

      —Si a alguien le gustaría comprar un pantano portátil, como demostrado arriba, vengan al número noventa y tres, Diagon Alley – Sortilegios Weasley—, gritó George —. ¡Nuestra nueva tienda!

      —Descuentos especiales para los estudiantes de Hogwarts que juren que usarán nuestros productos para librarse de este viejo murciélago—, agregó Fred, apuntando a la profesora Umbridge.

      Sus ojos cayeron sobre Edelyn. Ella lo observaba con una sonrisa y, cuando estiró sus brazos y le envió sus pulgares hacia arriba con ánimo, él le guiñó un ojo.

      — ¡DETÉNGANLOS!—, chilló Umbridge, pero cuando el Escuadrón Inquisitorial se acercó, Fred y George se alzaron del suelo.

      Mirando a través del pasillo hacia el poltergeist de la escuela, Fred gritó —. ¡Hazla sufrir por nosotros, Peeves!

      Bang.

      Justo entonces, los fuegos artificiales comenzaron a explotar tanto dentro como fuera del castillo. En un remolino de colores y humo, los gemelos se alzaron por sobre el tumulto de aplausos por parte de los estudiantes y aceleraron por entre las puertas principales, dirigiéndose a los destellos de luz brindados por el sol.

      La mandíbula de Harry cayó en admiración.

      Colocando una mano sobre su mentón, Edelyn la cerró y dijo —. Esa ni siquiera es la mejor parte.

      Harry la miró, expectante.

      —Esos no son cualquier fuego artificial—, sonrió ella —. Son los Weasley Wildfire Whiz-Bangs: fuegos artificiales imparables que explotan cuando reciben un hechizo paralizador y se multiplican por diez por cada hechizo desvanecedor.

      La carcajada que escapó de los labios de Harry fue ahogada por los aplausos y gritos del público.

      Los esquinas de la boca de la profesora McGonagall se curvaron hacia arriba.


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      La historia sobre el escape de Fred y George hacia la feclidad fue el único tema de discusión por el siguiente par de días – Edelyn estaba segura que los gemelos Weasley iban a convertirse en leyendas de Hogwarts. sin embargo, a medida que los exámenes se acercaban, ella se encontró extrañando a los dos busca-problemas más que nunca. No se había percatado hasta ahora que tenía el hábito de buscarlos cada vez que estaba estresada. Especialmente cuando le dolía la cabeza debido al constante jaleo de Ron y Hermione.

      Rápidamente fue él primer domingo de junio y los estudiantes de quinto año tendrían su primer examen la mañana siguiente sobre la teoría de Encantamientos. La Sala Común de Gryffindor estaba repleta con alumnos de quinto y séptimo año, moliendo sus mentes con conocimientos olvidados tiempo atrás. Quien sea que hablara demasiado fuerte, inmediatamente era echado del lugar.

      Harry, quién había cedido a probar a Hermione, se arrepintió de su decisión en un instante. La chica de cabello castaño estaba agotada, y seguía tomando el libro Avances de Encantamientos del chico para asegurarse que había conversado completamente bien. Finalmente, golpeó a Harry en la nariz con él borde del libro.

      —Mira, Mione, ¿por qué no lo haces tú?

      Hermione no lo pensó antes de tomar el libro y hundir su nariz en el.

      Harry rodó los ojos.

     Mientras tanto, Ron estaba dándole a Edelyn sus mejores ojos de cachorro.

      —Por favor, por favor, por favooooor—, rogó, tirando de sus brazos como un niño pidiendo dulces.

      Edelyn entrecerró los ojos —. Ronald Billius Weasley, ¡no voy a darme mis apuntes!

      —Oh, ¡pero por favoooor! Apenas puedo leer los míos, y ni siquiera estás estudiando ahora. Oh, por favor, Lyn, ¿por tu Weasley favorito?

      Edelyn alzó las cejas y palmeó sus dedos contra sus labios —. Justo ahora estoy considerando seriamente quién es mi Weasely favorito. Me pregunto qué diría Fred si--.

      Pero Edelyn no pudo evitar sentir que su corazón se derretía ante la mirada de completa desesperación que ocupó el rostro del pelirrojo. Rodando sus ojos de forma juguetona, se estiró hasta su mochila y le pasó a Ron notas de sus últimos dos años de clases de Encantamientos.

      —Oh, ¡gracias, gracias, gracias!—, brilló él, arrojando sus brazos alrededor de ella para abrazarla con fuerza. Soltando una carcajada, ella lo empujó para alejarlo y le envió una mirada que decía "me debes una" antes de dejarlo leyendo.

      — ¿Nervioso?—, inquirió Edelyn mientras de sentaba al lado de Harry.

      —Creerías que después de enfrentarme a un dragón, un examen sería fácil... pero nop, estoy nervioso.

      Edelyn rió —. Bueno, eso es porque quieres ser un Auror. No puedes conseguir un trabajo prestigioso como ese sin tener buenas notas.

      Harry le envió una mirada de mal humor —. Gracias por el recordatorio, Lyn. En serio, lo aprecio—, gruñó, sus voz enlazadas con sarcasmo.

      Edelyn lo empujó —. Te irá bien, Harry, sé que lo harás—, entonces, después de una pausa, agregó —. Además, ¡ayudaste al mundo mágico a escapar de Ya-Sabes-Quién por casi catorce años! Si eso no te consigue un Excepcional en DCAO, no sé qué lo hará...

      Harry rió, entonces gruñó —. Pero también soy la razón por la que está de vuelta.

      Edelyn torció la cabeza —. ¿Qué quieres decir?

      —Yo soy el que dejó a Pettigrew escapar, ¿recuerdas? Debería haber dejado que--.

      — ¿Remus y Sirius se convirtieran en asesinos?—, Edelyn sacudió su cabeza y rodó los ojos —. Cállate, Harry. Nada de esto es tu culpa y, si vuelves a decir algo estúpido como eso, voy a plantar un Wildfire Whiz-Bang sobre su cabeza.


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      Después de mucho café, tirones de pelo, vómitos en los baños y pánico, él cuatro dorado finalmente estaba rindiendo su último examen, Historia de la Magia. Sin embargo, no tenían idea que los peor se avecinaba.

      Él ceño de Edelyn estaba fruncido, concentrada mientras volvía a leer su respuesta sobre el suceso de Pierre Bonaccord y los magos de Liechtenstein cuando sucedió. Escuchando un sonoro tud un par de escritorios atrás de ella, se giró para ver a Harry colapsar al suelo. Olvidando que se encontraban en él medio de un examen, se colocó de pie y corrió hacia él, colocándose de rodillas y sacudiéndolo por los hombros —. ¿Harry? ¿Harry? ¡Despierta!

      La primer palabra que derramaron los labios de Harry cuando finalmente abrió los ojos envió escalofríos a la espalda de Edelyn.

      —Sirius.

      Su pecho se tensó, y un nudo se formó en su garganta.

      —Señorita Black—, llamó él profesor Tofty —. Por favor, regresé a su lugar. Puedo ayudar al señor Potter.

      Su mente acelerándose, Edelyn negó y balbuceó —. Él – uh – él necesita... ¡necesita ir a la sala del hospital!

      — ¿Qué?—, escupió Harry, sentándose derecho y acariciando su nuca —. No, no lo necesito, yo--.

      —Sí, sí, esa es una buena idea. Puedo llevarlo. Señorita Black, por favor regrese a su--

      —Pero profesor, ya terminé. Terminé mi examen. Puedo llevar a Harry.

      Después de un momento de duda, Tofty cedió —. Bueno. Si estás segura, querida.

      Asintiendo, Edelyn envolvió la cintura de Harry con su brazo y los ayudo a levantarse.

      —Yo – no necesito ir al ho... hospital, Lyn—, murmuró Harry una vez que salieron al pasillo —. Sirius, debemos – debemos--.

      —Aquí no—, siseó Edelyn y, antes que él pudiera responder, ella lo tomó de la mano y tiró de él. Al encontrar un salón vacío, entraron allí y cerraron la puerta —. Tuviste una visión, ¿no?—, preguntó, su voz enlazada con preocupación mientras sus ojos estudiaban los de él. Habían gotas de sudor sobre su ceja y lucía terriblemente ligero y con nauseas. Viéndolo tambalearse peligrosamente, ella colocó una mano a cada lado de sus brazos y lo enderezó antes de ayudarlo a sentarse.

      —Harry, ¿qué pasó? ¿Qué viste?

      Harry abrió la boca para responder, pero justo entonces Ron y Hermione entraron.

      —Salimos – tan rápido – como pudimos—, anunció Ron entre largas respiraciones —. ¿Qué – qué pasa?

      Harry tragó con dificultad antes de murmurar —. Voldemort tiene a Sirius.

      Hubo un momento de silencio antes que Ron exclamara —. ¡¿Qué?! ¿Cómo podrías sab-?

      —Lo vi. Justo ahora. Cuando caí dormido en el examen.

      —Pero – ¿pero dónde? ¿Cómo?— cuestionó Hermione.

      —No sé cómo—, respondió Harry —. Pero sé exactamente dónde. Hay una sala en el Departamento de Misterios llena de repisas cubiertas con estas pequeñas bolas de cristal, y están al final de la fila noventa y siete... está intentando usar a Sirius para conseguir lo que sea que quiera de allí... lo está torturando... dijo que terminará matándolo...—, tomó una respiración agitada —. Nosotros – debemos ir al Departamento de Misterios. ¡Debemos ir a rescatar a Sirius!

      —Pero Harry, ¿qué si es una trampa?—, razonó Hermione —. ¿Qué si te está engañando para que vayas? ¿Si Voldemort simplemente quería que vieras la visión? Sirius está a salvo en Grimmauld Place. ¿Cómo podría tenerlo Voldemort? No estamos seguros de que--.

      —Te estoy diciendo, Hermione, ¡los vi! Tal vez Sirius salió a caminar o algo y Voldemort aprovechó la oportunidad. Pero estamos desperdiciando tiempo discutiendo. ¡Debemos ir a rescatarlo o morirá!

      Y con eso, Harry se colocó de pie y salió del salón. Con ansiedad y preocupación corriendo cada vena de su cuerpo, no estaba prestando mucha atención a dónde se dirigía y chocó contra Ginny y Luna, quienes estaban felicitando a Neville por haber terminado con sus exámenes.

      —Oh, hola Harry—, saludó Luna en su usual tono risueño.

      —Harry, espera—, llamó Hermione mientras ella, Ron y Edelyn lo alcanzaban —. Debemos asegurarnos. Debemos asegurarnos que no está en Grimmauld Place.

      — ¡Él no está allí, Hermione!—, vociferó Harry, frustrado.

      — ¿Quién no está dónde?—, inquirió Luna mientras Ginny fruncía el ceño, mirando a Hary confundida. Por otro lado, Neville mantenía sus ojos en otra persona.

      — ¿Lyn? ¿Estás...? ¿Estás bien?—, preguntó él.

      Los otros inmediatamente se giraron para encararla. Ella estaba pálida como la muerte, y su muslo izquierdo tenía un tic violento.

      Su mente estaba acelerada. Su cerebro y su instinto le decían que era una trampa, que no había forma de que Voldemort haya llevado a Sirius al Departamento de Misterios. Habían demasiada seguridad alrededor del Ministerio, y Voldemort no era estúpido. Eran las cuatro de la tarde. El Ministerio estaría plagado de magos a esta hora...

      —Lyn, por favor, créeme—, pidió Harry, los ojos verdes implorando a los azules —. Él está allí, lo .

      Edelyn tiró de las mangas de su uniforme y se cruzó de brazos —. Debemos ir, entonces—, declaró, su voz tensa.

      Hermione gimió —. ¡Pero no hay pruebas!—, exclamó —. ¡Podría ser una trampa!—, pero cuando se encontró con la mirada de Edelyn, pudo ver el miedo y la vulnerabilidad que la abrumaban y decidió ser más gentil —. Bien, miren—, habló suavemente —. ¿Por qué no nos fijamos si Sirius está en Grimmauld Place? Si no lo está, podemos ir al Ministerio, ¿de acuerdo? Pero debemos fijarnos primero.

      Neville, Ginny y Luna intercambiaron miradas.

      — ¿Qué está pasando?—, comenzó Neville, pero fue interrumpido cuando Harry demandó impacientemente.

      — ¿Pero cómo vamos a fijarnos?

      — ¿Qué tal del hogar de Umbridge?—, sugirió Ron.

      Harry negó —. Triplicó la seguridad en su oficina desde que Fred y George se fueron. Será imposible entrar.

      Ginny abrió la boca para hacer una sugerencia, pero la cerró y tragó cuando escuchó una voz detrás de ella.

      —Eso es cierto, señor Potter.

      Los seis se giraron para ver a Umbridge con sus brazos cruzados. El Escuadrón Inquisitorial se encontraba detrás de ella.

      —Mierda.


──────────────


      La cabeza de Edelyn estaba palpitando.

      Su corazón acelerado, su pierna derecha temblando violentamente mientras luchaba contra el firme agarre de Draco Malfoy. A pesar que no era una frágil muñeca de porcelana – años de entrenamiento de Quidditch y Oliver Wood en su espalda fueron suficientemente para que tuviera una complexión atlética –, Draco era sorprendentemente más fuerte de lo esperaba. Además, ella estaba segura que el agarre sobre sus brazos iba a dejarle moretones.

      Sus ojos viajando por la oficina de la Directora, Edelyn no pudo evitar sentir una mezcla de ansiedad y náusea aferrándose a su garganta. No era una vista bonita: los leones y el águila de la A.D. siendo mantenidos cautivos por las serpientes del Escuadrón Inquisitorial. El aire era pesado por la tensión, y podía ver las gotas de sudor sobre la ceja de Ron, el miedo en los ojos de Hermione, el rubor de indignación en las.mejillas de Ginny, la expresión abrumada en el rostro de Luna, y el sonido sordo en los oídos de Neville junto con sus continuos jadeos mientras Crabbe lo sostenía ahorcándolo.

      —Quiero saber por qué querías usar mi hogar, Potter—, demandó Umbridge, y Edelyn pudo prácticamente escuchar el siseo plasmado en el rostro de Draco mientras Harry se quejaba por el agarre de Goyle —. Claramente es muy importante para ti hablar con alguien. ¿Es Albus Dumbledore? O... tal vez...—, se giró hacia Edelyn para continuar —. ¿Tal vez la escoria de tu padre?

      Con du mandíbula tensa, Edelyn entrecerró los ojos. Antes que pudiera escupir una respuesta, Harry ladró —. No es de su incumbencia con quién hablo.

      Con un pequeño murmullo, Umbridge soltó con su tono más peligroso y falsamente dulce —. Muy bien. Bien, Potter, te di la oportunidad para que me lo dijeras libremente. Pero ya que te rehusas a cooperar, no me dejas otra opción que obligarte. Blaise, trae al profesor Snape.

      Mientras Blaise Zabini abandonaba la oficina, Edelyn movió sus ojos para encontrarse con los de Harry, e intercambiaron una mirada que solo tensó los estómagos de ambos. Si Voldemort realmente tenía a Sirius, ¿cuánto tiempo tenían antes que la maldición Cruciatus fuera reemplazada por la maldición asesina?

      Después de un par de minutos de silencio que fue irrumpido solo por el movimiento de pies, el profesor Snape llegó. Observó al par de estudiantes con una expresión de completa indiferencia.

      — ¿Quería verme, Directora?

      —Ah, Severus—, sonrió Umbridge —. Sí, me gustaría otra botella de Veritaserum. Tan pronto como pueda, por favor.

      —Tomó mi última botella para interrogar a la señorita Edgecomb—, dijo Snape fríamente y, de reojo, Edelyn pudo ver a Hermione soltar un suspiro de alivio. Frunciendo el ceño, le envió una mirada de cuestionamiento mientras Snape continuaba —. Seguramente no lo usó todo. Le dije que tres gotas serían suficientes.

      Umbridge se ruborizó —. Puede hacer más, ¿cierto?

      —El Veritaserum requiere un ciclo de luna completo para madurar—, informó, su voz enlazada con una pizca de aburrimiento —. La tendré lista para usted en un mes.

      — ¿Un mes?—, siseó Umbridge —. ¡Pero lo necesito esta noche! ¡Acabo de descubrir a Potter planeando usar mi hogar para comunicarse con una persona o personas desconocidas!

      — ¿En serio?—, mencionó Snape con una ceja alzada —. Bueno, no me sorprende. Potter nunca ha mostrado una inclinación a seguir las reglas de la escuela—, sus ojos se desviaron a Edelyn de reojo, el negro se encontró con el azul y, frunciendo el ceño al concentrarse, Edelyn pensó: Sirius - Harry - visión - Voldemort tiene a Sirius en el Ministerio - Voldemort tiene a Sirius en el Ministerio.

      Sus labios juntándose con irritación, Umbridge movió su mano para que se retire —. Muy bien. Puedes irte, Severus.

      Enviándole un corte asentimiento, Snape se giró para salir. No obstante, se vio interrumpido cuando Harry gritó de repente —. ¡Tiene a Canuto! ¡Tiene a Canuto en el lugar donde está escondido!

      — ¿Canuto? ¿Qué es Canuto? ¿Dónde donde está escondido?—, aclamó Umbridge —. Severus, demando saber qué significa.

      Severus miró a Harry, luego a Edelyn, y de vuelta a Harry.

      —No tengo idea—, espetó con frialdad —. Potter, cuando quiera estupideces, le daré una poción de balbuceo—, y con eso, se marchó, dejando un extraño sonido para ser emitido por la garganta de Edelyn mientras apretaba sus manos por la frustración.

      Su pecho hinchándose con una mezcla de ira y frustración, Umbridge sacó su varita y la alzó en dirección a Harry. Hermione jadeó y Ron murmuró.

      —Muy bien, me dejan sin alternativa. Esto es más que un asunto de disciplina escolar. Esto es un asunto de seguridad del Ministerio... sí... sí... no quiero hacerlo pero, a veces, las circunstancias justifican la acción – estoy segura que Cornelius comprenderá que no tuvo opción. La maldición Cruciatus te aflojará la lengua--.

      — ¡NO!—, chilló Hermione, consiguiéndose una patada en la pierna por parte de Millicent Bulstrode.

      El rostro de Neville se contorsionó en uno de pura ira —. ¡Eso es ilegal!—, gritó.

      Ginny maldijo.

      —No se atreva a tocarlo—, Edelyn emitió en un gruñido bajo, sus ojos azul pálido.

      Los labios de Umbridge se curvaron en una sonrisa malvada —. ¿Quién dijo que iba a usarlo con el señor Potter?—, y antes que alguien pudiera registrar sus palabras, ella se giró y apuntó al pecho de Edelyn con su varita —. ¡Crucio!

      Dolor.

      Dolor que nunca había experimentado antes.

      Dolor que nunca se había imaginado.

      Se sentía como si cuchillos calientes estuvieran atravesando cada centímetro de su piel, sus músculos teniendo espasmos y sus huesos rompiéndose. No podía respirar. No podía pensar. Todo su mundo se transformó en dolor. Quería gritar – pero, tal vez, ya estaba gritando. No lo sabía. No podía escuchar nada. No podía ver. Todo lo que sabía era que el dolor era insoportable y que lo único que quería era que se detuviera – que parara. Quería que ella terminara.

      Entonces, tan pronto como había llegado, se había ido.

      Sus pulmones pidiendo aire, Edelyn abrió los ojos para ver sus palmas presionadas contra el suelo de mármol. Estaba sobre sus manos y rodillas, Malfoy aparentemente la había soltado – por qué razón, no lo sabía.

      A medida que volvía a recobrar sus sentidos, podía escuchar la conmoción en la habitación. Harry, Hermione, Ron, Neville, y Ginny peleaban furiosamente contra los Slytherins que los sostenían, murmurando profanidades bajo sus respiraciones. Luna, mientras tanto, simplemente observó a Edelyn en blanco, sus ojos perdidos como era usual.

      —Eso no fue muy amable—, remarcó.

      Umbridge bufó a la Ravenclaw rubia antes de volver a mirar a Harry —. Potter, volveré a hacer eso a no ser que me diga a quién intentaba contactar.

      Con su cuerpo aún temblando ligeramente por las consecuencias de la maldición, Edelyn alzó la cabeza para mirar a Umbridge y dijo con una voz mucho más débil que la convicción que cargaban sus palabras —. No vamos a decirte nada, estúpida vieja bruja.

      La nariz de Umbridge se infló y, en un rápido movimiento, su varita volvió a apuntar a la chica —. Cru--.

      —¡ESPERE! ¡No, no, no!—, chilló Hermione, y la cabeza de Umbridge se giró para mirarla —. ¡Debemos decirle! Se lo sacará, de todas formas... ¿cuál es el punto?—, entonces, para la sorpresa de todos, Hermione comenzó a llorar.

      —Yo – lo siento—, lloriqueó —. Pero no puedo volver a ver eso. No puedo.

      Los rostros de Neville, Ron, y Harry palidecieron. Ellos tampoco querían volver a ver eso. Por el contrario, Luna, Edelyn, y Ginny observaron a Hermione con curiosidad. Mientras su cuerpo estaban temblando con sonoros sollozos, sus ojos no derramaban ninguna lágrima.

      —Eso es. Así, niña—, cantó Umbridge suavemente —. Dime. Dime.

      —Estábamos – ¡intentábamos contactar a Dumbledore!—, sollozó —. Íbamos a decirle que – decirle que está listo.

      — ¿Qué está listo?

      —El – el arma. El arma está lista. ¡Está en el Bosque Prohibido!

      Umbridge lucía perpleja —. Llévame a ella.

      Hermione negó —. No voy a mostrársela a... ellos—, mencionó, mirando de reojo al Escuadrón Inquisitorial.

      Impaciente, Umbridge cedió —. Bien, bien. De acuerdo, querida, solo tú y yo... y... llevaremos a Potter también, ¿de acuerdo? El resto de ustedes—, señaló a sus perros —, manténganlos aquí.

      Tan pronto como Goyle soltó a Harry, él se acercó a Edelyn, quién seguía en el suelo u se aferraba a sus propios hombros —. ¿Lyn? Lyn, ¿estás bien?

      Ella pestañeó y murmuró —. B-bien—, a medida que su mente se aceleraba, intentando comprender qué estaba pensando Hermione.

      Una de sus manos aferrándose a las de ella con un apretón de confort, Harry se le acercó. Su respiración acariciaba su piel mientras le susurraba tan bajo que solo ella podía escucharlo —. Usa tu magia y encuéntranos fuera del bosque.


──────────────


      Media hora después, Harry y Hermione estaban saliendo del Bosque Prohibido cuando vieron al resto corriendo por el campo abierto hacia ellos.

      — ¿Cómo escaparon?—, preguntó Hermione, sorprendida, sus dedos apretando su costado.

      — ¡Nunca lo creerás!—, exclamó Neville —. Estábamos todos allí y, de repente, ¡los pantalones de todos se cayeron!

      Hermione pestañeó —. ¿Qué?

      —Sus pantalones se cayeron—, repitió Neville, él y Luna no habían notado el brillo verde que cruzó los ojos de Edelyn cuando sucedió —. No estoy seguro de cómo... pero, de todas formas, se distrajeron así que logramos recuperar nuestras varitas.

      —Un par de hechizos de desarme, y Ginny hizo un buen Impedimenta—, agregó Ron.

      —Aquí tienes—, dijo Edelyn, pasándole a Harry de vuelta su varita que Goyle le había quitado previamente.

      — ¿Dónde está Umbridge?—, cuestionó Ginny.

      —Se la llevaron—, explicó Hermione —, una horda de centauros.

      — ¿Y no les hicieron nada a ustedes?—, inquirió Ron, perplejo.

      —No, Grawp los persiguió—, mencionó Harry.

      Luna torció su cabeza con curiosidad —. ¿Quién es Grawp?

      —El hermano menor de Hagrid—, Harry habló apurado —. Pero olvida eso ahora—, sus palabras se dirigieron a Hermione, Ron y Edelyn —. Necesitamos ir al Ministerio. Pero no... no sé cómo vamos a llegar...—, cambió de peso de un pie al otro con ansiedad.

      —Deberemos volar, ¿no?—, dijo Luna con certeza.

      Todos se giraron para mirarla.

      —Pero no tenemos escobas...

      —No las necesitamos—, habló ella con serenidad —. Hay otras formas de volar además de escobas—, entonces, con una pequeña sonrisa sobre sus labios, espetó —. Thestrals.

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