𝟬𝟬𝟮 daughter's grief
A Edelyn no le importaba una mierda el testamento de Sirius Black.
No podía importarle menos Grimmauld Place 12, ni Kreacher el elfo doméstico, o la bóveda en Gringotts bajo su nombre y el de Harry.
Si cuerpo descansaba inerte, enterrado bajo las sábanas naranjas y verdes, sin moverse por el último par de horas además del ocasional temblor que sería seguido por un sollozo. Sus piernas, que estaban cubiertas por un par de shorts viejos púrpuras, estaban pegadas a su pecho, y su mejilla reposaba sobre la almohada.
El jumper que se había puesto era de él, y Edelyn se enterró en los hilos de color terracota, su nariz hundida en el cuello y sus dedos tirando de las mangas, desesperadamente aferrándose al aroma de sándalo que escapaba del tejido. Porque en su dolor, era él, y solo él, a quien ella quería. Era sus brazos que anehalaba que la rodearon, su voz que rogaba por escuchar en susurros de palabras reconfortantes...
Un sollozo escapó de su garganta y todo su cuerpo tembló, sus músculos doliendo y haciendo sufrir sus huesos frágiles. Las mismas olas pesadas de pesar en el corazón que había experimentado cuando él había muerto habían regresado a atormentarla. La pesadumbre y el endormecimiento, un ciclo vicioso que hacía que marcas grises aparecieran sobre su piel pálida y moretones marcaban sus labios hinchados.
Distracción. Era lo que había calmado el mar de pena que había amenazado con tragarla entera desde la muerte de Sirius, y es lo que quería ahora. Lo que necesitaba; algo que mantuviera su mente alejada de los pensamientos que la atormentaban: los qué si, y si solo, y los por qué, por qué, por qué. Porque no tenía razones para comprenderlo, a pesar del hecho que solo había conocido a su padre por un año y a Cedric durante toda su vida, la muerte de Sirius dolía aún más, algo que no creyó que fuera posible. Seguro que no puede ser peor que esto, ¿no? La ingenua de catorce años había pensado.
Pero ahora con quince, sus ojos azules oscurecidos y su inocencia desvanecida al percatarse que el mundo no era un lugar brillante y feliz. No tenía sol. Ni luna. Ni estrellas. Desbordaba venenos de crueldad e injusticia, llenos de gente sin merced como Bellatrix Lestrange y Tom Riddle, y Edelyn no se percibía diferente en lo absoluto ya que ¿no había demostrado esa noche en el Ministerio que podía ser igual de malvada? ¿Igual de despiadada? Había torturado a alguien esa noche. Lo había disfrutado y, por Merlín, estaba preparada para matar. Anhelaba asesinar.
Tembló.
Y sabía, simplemente sabía, que si Cedric hubiera sabido, si lo hubiera presenciado, él estaría tan tan avergonzado. Tan tan decepcionado. Su comadreja interna que iluminó su Patronus plateado estaba horrorizada, y la culpa que trajo solo hizo a Edelyn enterrarse aún más profundo entre las sábanas.
El repentino sonido de la puerta y los pasos arrancaron a Edelyn de su ensueño, y se endureció al escuchar a alguien entrar a la habitación. Su ceño fruncido con molestia, se preguntó quién intentaría esta vez sacarla de la cama – Ginny con sus amenazas de causarle dolor físico, Hermione con su técnica más gentil y una voz simpática que hacía a Edelyn querer golpear la pared, o Ron con sus bromas y sus balbuceos incómodos.
Para su sorpresa, la voz que habló no fue ninguna de la de ellos tres.
—Oye—, llamó, y sintió el colchón hundirse en un extremo cuando se sentó en la cama —. Tengo un montón de toffee eclairs, helado de frutilla, el pan de banana casero de mamá, y no tendrás que hablar. Podemos solo embarrarnos la cara con comida juntos.
Cuando ella no emitió respuesta, agregó con un tono divertido —. Yyyy metí a escondidas una botella de firewhiskey.
Tick. Fue minúsculo, apenas notorio, pero la esquina de la boca de ella definitivamente se curvó. Después de un momento de duda, ella se deslizó de debajo de las sábanas y entrecerró los ojos al ajustar su visión a la nueva luz.
— ¿Prometes que no tendremos que hablar?—, cuestionó ella.
—Si no me equivoco, dije que tú no tendrías que hablar. Yo, por el otro lado, aprovecharé tu oreja libre.
Ella pestañeó, y entonces desvió sus ojos a la botella que él sostenía en su mano —. Y el firewhiskey – ¿es para compartir o...?
Soltando una carcajada, él destapó la botella —. Toda tuya, amor—, se la pasó —. Pero, siendo el adulto responsable aquí, tengo el derecho de confiscarla cuando me parezca apropiado.
Ella tomó un trago del alcohol, su nariz arrugándose ante la sensación de ardor en su garganta —. Yo estoy más cerca de convertirme en una jugadora de Quidditch internacional que tú en ser un adulto responsable.
Él colocó sus dedos sobre su mentón en reflexión antes de hablar con una sonrisa juguetona —. Si perfeccionas tu cambio Chelmondiston del viejo Woodie siempre se quejaba, entonces diría que estás bastante cerca.
Sacudiendo su cabeza con ligero interés, Edelyn miró los dulces que descansaban sobre su cama y murmuró —. Tu mamá va a matarnos si descubre que estuvimos comiendo sobre las sábanas limpias...
—Mamá va a matarme si descubre que te di firewhiskey—, dijo oscuramente, abriendo el recipiente de helado y tomando una cucharada —. Así que mantendremos esto entre nosotros, ¿sí?
Sosteniendo la botella de alcohol entre sus piernas cruzadas, Edelyn balbuceó —. ¿Cuándo fui una chismosa, Frederick Weasley?—, tomó una cucharada del helado que él le ofreció y enterró la cuchara en su boca, dejando que el dulce sabor de la leche y la frutilla se derritieran en su lengua.
—Cierto, cierto—, asintió Fred, dándole una gran mordida a una rebanada del famoso pan de banana y chips de chocolate de la señora Weasley.
Tomando una rebanada para ella, Edelyn la mordisqueó y observó a Fred antes de preguntar —. ¿No deberías estar trabajando?
Evitando su mirada, él respondió relajado —. La tienda no tiene muchos clientes hoy, y--.
—Mentira—, interrumpió ella, sus ojos entrecerrándose con sospecha —. La tienda siempre tiene clientes.
Él se encogió de hombros —. George y Verity lo tienen cubierto, y Lee está ahí para ayudar.
— ¿Y Lee justo apareció cuando estabas a punto de irte?
Los dedos de Fred jugaron con el envoltorio de un toffee eclair —. Bueno, puedo que yo le haya... er... pedido que me cubriera.
Edelyn frunció el ceño —. No tenías que hacer eso—, murmuró —. No tendrías que haberte molestado, Fred. Estoy bien, en serio, lo estoy. Deberías estar en la tienda.
—Tú eres más importante que la tienda, Lyn—, espetó él y, bajando la cabeza para que su cabello cubriera su rostro, metió su mano en el bolsillo y sacó un pequeño diario —. Ahora—, habló con un tono que sugería el final de una discusión y el comienzo de otra —, tengo algunas ideas para que me des tu opinión.
Un sentimiento desagradable se hundió en el fondo de su estómago. Edelyn frunció el ceño, pero no dijo nada y colocó una almohada detrás de su espalda. Tomó otro trago de firewhiskey antes de meterse otra cucharada de helado en la boca mientras escuchaba a Fred soltar todas sus nuevas ideas para la tienda de bromas.
—Creo que ya tienes suficientes Pociones de Amor—, dijo ella una hora después, sus palabras ligeramente arrastradas después de haber tomado demasiado en comparación a la poca comida que había ingerido.
—Y tú—, dijo Fred, tomando la botella vacía por un cuarto de sus manos y colocándola en la mesa de al lado de la cama —, tienes suficiente firewhiskey por esta noche.
Ella hizo un puchero, pero Fred no cedió y, con un suspiro de derrota, ella tomó un toffee eclair y lo arrojó dentro de su boca después de quitarle el envoltorio.
—Quiero decir, ¿no crees que usar una Poción de Amor es...? No lo sé... ¿triste?
Fred alzó una ceja —. Entonces me estás diciendo, Lynster—, comenzó, su tono sugiriendo incredulidad —, que si tuvieras la oportunidad, ¿no pondrías una en el jugo de Cara Rajada?—, inmediatamente se arrepintió de mencionar a Harry, ya que el rostro de Edelyn cayó y sus ojos se dirigieron a su falda, mientras sus dedos tiraban de sus mangas y sus hombros se derrumbaban.
Con el ceño fruncido, él la estudió por un momento antes de saltar de la cama y, con un movimiento de su varita, encendió la radio que descansaba sobre su tocador. Con la música ahora sonando despacio en el fondo, le ofreció su mano junto con una sonrisa —. Arriba, amor.
Edelyn alzó la cabeza y la torció a un lado —. ¿Qué?
—Vamos, baila conmigo—, insistió, tomando su mano y levantándola de la cama.
—Fred, a menos que hayas sufrido daño mental, recordarías que yo no puedo bailar—, gruñó.
—Puedes bailar—, corrigió él —. Solo que eres terrible.
Al ver la forma en que su cuerpo se endureció, él tomó sus manos y las colocó sobre sus hombros antes de posar las de él sobre su cintura —. Solo mueve tus caderas de un lado al otro, Lyn. En serio, ni siquiera alguien tan torpe como tú puede cagarla.
Las esquinas de sus labios se curvaron —. Qué encantador—, habló con sarcasmo.
Con sus ojos fijos en sus pies mientras ellos danzaban en silencio al ritmo de la música gentil, las ideas que ella se las había arreglado para suprimir inundaron el frente de su mente. El escozor en el fondo de su garganta explotó. Quería con desesperación que él dijera algo – cualquier cosa – para distraerla, pero cuando Fred permaneció inusualmente callado, un sollozo involuntario escapó de sus labios.
Tomado por sorpresa, Fred se congeló y sus manos soltaron su cintura para tomarla por las mejillas. Con su ceño fruncido en preocupación, él murmuró, bajando la cabeza para ver su rostro —. ¿L-Lyn? Lyn, ¿qué pasa?—
Todo su control y compostura repentinamente se escapó de su agarre. Edelyn se aferró a la remera de Fred y enterró su rostro en su pecho, mientras las compuertas se abrían y lágrimas calientes corrían por sus cachetes.
Fred tragó con dificultad y, con la mínima duda, la envolvió entre sus brazos. Una de sus manos descansaba en la parte trasera de su cabeza, mientras la otra acariciaba en círculos serenos su espalda. Su corazón se rompía con cada quejido que salía de ella, y de repente recordó la noche del Tornamento de los Tres Magos. El laberinto. Sosteniendo a Edelyn mientras ella se derrumbaba por completo en sus brazos después de la muerte de Cedric.
No había muchas cosas que Fred podía decir que realmente odiaba en este mundo. Pero esto, este sentimiento que lo embargaba al verla llorar, ciertamente era uno de ellos.
Sintiendo que sus rodillas probablemente no la iban a sostener por mucho más tiempo, Fred la ayudó a tomar asiento de vuelta sobre la cama y envolvió sus hombros con un brazo mientras ella bajaba la cabeza y posaba su peso sobre él.
—Estoy tan tan enojada con ellos, Fred—, soltó, su cuerpo pesando a medida que más lágrimas caían de sus ojos, demasiado rápido para que sus manos las atraparan.
Con su pulgar acariciando la parte superior de su brazo, Edelyn tomó una respiración temblante y continuó —. Es tan injusto que todos ellos lo conocieron por más tiempo que yo. Tan jodidamente injusto. Quiero decir, lo entiendo. Entiendo que Sirius les dijo que no me contaran, pero merecía saberlo. Y – y – por Merlín, ¡conocí a Ron por toda mi vida! Se supone que es mi mejor amigo. Debería habérmelo dicho, pero no lo hizo. No lo hizo, y perdí todo un año. Un año completo con Sirius, y... y...
El llanto empeoró. No había quién detuviera a las lágrimas, y Fred sintió como si alguien estuviera clavándole un puñal desde el interior de su cuerpo.
—Y sin importar cuánto lo intenté—, farfulló —. No puedo evitar sentir este... este terrible... terrible odio en mi interior—, sus dedos se hundieron en sus muslos —. Confíe en Harry—, lamentó —. Confíe en él, y creí que íbamos a salvar a Sirius, no llevarlo a su – su – su muerte, y lo odio por eso. Lo odio, lo detesto.
Las palabras amargas rodaban de su lengua, colgando en el aire, y Edelyn se aborrecía a sí misma por sentirse así y pensar de una forma tan lamentable. Lo aborrecía. Sabía, por supuesto, que no era la culpa de Harry, pero eso no la detenía de querer golpearlo.
—Duele—, murmuró, enterrando su rostro en el hombro de Fred —. Duele tanto, demasiado, Fred, y siento que no – que no puedo respirar.
Con su interior quemando, Fred la envolvió entre sus brazos con fuerza y la sostuvo contra su pecho, susurrando suaves arrullos de confort, y Edelyn sucumbió por completo a la aflicción.
Mientras tanto, sentados fuera de la habitación con Orejas Extensibles en sus manos, ya que no sabían cómo respetar la privacidad de los demás, se encontraban Harry, Ron y Hermione. Sus labios estaban separados, y sus corazones se desgarraron al escuchar a su amiga desplomarce.
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