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VI

Isla del Rey Jorge
01:00 am

El barco atracó en el muelle, y la tripulación comenzó a desembarcar. Algunos cargaban cajas y suministros, asegurándose de que todo llegara a tierra sin contratiempos.

William se unió a la tripulación, ayudando a descargar varias cajas del barco, mientras Leila permanecía absorta en su libro, ajena al ajetreo a su alrededor.

Recuérdame, ¿por qué estamos en este congelador gigante? preguntó William, dejando la caja en un trineo.

Leila cerró su libro y miró a su compañero.

Venimos por problemas con unos perros respondió.

Si por "perros" te refieres a hombres lobo, entonces sí, vinieron por un problema con perros comentó uno de los agentes que había venido a recibirlos.

Agente Avilés, ¿verdad? dijo William al acercarse.

Y tú eres el nuevo agente William Vidal saludó Avilés. Y tu compañera es la bruja Leila Marican. La mencionada soltó un suspiro.

El veterano, al escuchar el apellido, no pudo evitar reírse, pero rápidamente se detuvo al recibir un codazo de la mujer.

No me hagas coserte la boca amenazó Leila. Luego, se dirigió a él agente con tono amable. Agente, ¿sería tan amable de guiarnos a la base, por favor?

Por supuesto respondió el agente y, sin más, comenzó a caminar.

¿Cómo es que no tiene frío? se preguntó William, observando a su compañera, que solo llevaba un abrigo ligero, a pesar de que la temperatura aquí era extremadamente baja.

[...]

Al fin un lugar cálido exclamó el veterano mientras se quitaba el abrigo.

Y eso que solo estuvimos afuera cinco minutos rió la mujer, disfrutando de la calidez del interior.

Los condujeron a la sala de reuniones, ya que las demás estaban ocupadas con agentes que lidiaban con situaciones delicadas. Además, esta era la habitación más cercana.

El agente Avilés les había proporcionado los archivos sobre la amenaza.

¿Me equivoco o esa cosa es del tamaño de un oso polar? preguntó William lentamente, mientras Leila soltaba una suave risita.

Más grande respondió Avilés, inclinándose para señalar el fémur que estaba en la boca del lobo.

Maldita sea. ¿Esa cosa es la única? William miró al agente y le entregó las fotografías.

Si así fuera, tal vez no habríamos tenido que llamarlos aquí. Hay al menos tres. Hemos localizado la guarida, pero dos de los agentes que entraron en ella fueron asesinados. Otros dos sobrevivieron. Están en la sala de cuidados intensivos. Los hombres lobo son demasiado peligrosos para arriesgarse a que agentes humanos se acerquen a ellos. Lo último que necesitamos es aumentar su número. Los dos agentes en cuidados intensivos no son humanos, por lo que pudieron rechazar la licantropía, pero no están en condiciones de intentar entrar de nuevo. Eso nos dejó sin agentes no humanos, así que los llamé. Ustedes pueden entrar y, con suerte, acabar con la manada antes de que maten a alguien más explicó Avilés.

En ese caso, solo yo debería ir sugirió la morena. Al ver la expresión de descontento en el rostro de su compañero, añadió—. Soy una bruja y tú eres humano; sería un riesgo innecesario concluyó.

[...]

Si te matan, yo te mato amenazó Leila, temblando ligeramente.

Lo que digas, querida comentó él, recargando su arma.

Idiota susurró ella, antes de revisar el GPS—. Según esto, estamos a dos pasos de la guarida comentó.

Sin decir una palabra, ambos comenzaron a avanzar hacia la cueva, esforzándose por hacer el menor ruido posible.

Bueno, estamos en la cueva correcta susurró Leila.

¿Qué te hace pensar eso? respondió William, apenas en un susurro. Al pisar algo que crujió, miró hacia abajo y se encontró con una pierna desmembrada.Ah, por eso.

El militar tomó a la bruja por la cintura y la atrajo hacia él, justo a tiempo para evitar que una piedra cayera en el lugar donde ella había estado.

Antes de que pudieran procesar lo sucedido, aullidos resonaron en la cueva.

¡Mierda! exclamaron ambos, preparándose en una posición de combate.

Criaturas gigantes, con características de lobo, se acercaban a ellos lentamente, sus ojos brillando con un resplandor amenazante en la oscuridad de la cueva.

Dime que tienes balas de plata dijo, mirando a su compañero.

Y para escoger respondió, apuntando hacia la cabeza de la criatura más cercana.

William disparó, y al ver caer a uno de los suyos, la manada se lanzó furiosamente hacia ellos, desatando un caos.

El militar disparaba a la manada, pero cuando uno de los lobos se acercó por detrás, en lugar de atacarlo, se lanzó contra sus propios compañeros.

William se giró rápidamente hacia su compañera, quien tenía los ojos cerrados. Al abrirlos, estos se habían transformado en los de un lobo.

No te quedes congelado le advirtió Leila.

Como ordene, señorita respondió, recargando su arma.

[...]

¿Whisky? preguntó el hombre, acomodándose en la entrada de la cueva.

Dame esa cosa dijo, arrebatándole la petaca y tomando un sorbo en seco.

Vaya modales comentó con diversión, observando su arma.

No soy una dama para preocuparme por eso respondió, devolviéndole la petaca.

Ambos se echaron a reír, y ahora solo les quedaba esperar su transporte para regresar a la base.

¿Cómo hiciste eso? preguntó William, mirando a Leila. Ella lo miró, aún confundida. Me refiero a lo de controlar al hombre lobo aclaró.

Solo manipulé su mente respondió, acurrucándose en su abrigo.

Dime que no entraste en la mía comentó, sintiendo una punzada de dolor en su pierna.

Soy bruja, no acosadora respondió con una sonrisa, pero al ver la mueca de dolor en el rostro de William, agregó ¿Estás bien?

Sí, no te preocupes respondió, pero siseó al tocarse la pierna.

Eres un mal mentiroso dijo, levantándose para acercarse a la pierna de William.

La expresión preocupada de Leila se transformó en pánico, lo que hizo que William se sintiera aún más inquieto.

Oye, ¿viste un fantasma o qué? preguntó William, con un tono divertido.

Te mordieron... murmuró Leila, mirando fijamente a su compañero. ¿Por qué no me dijiste que te habían mordido? cuestionó, claramente molesta.

¿Cómo te iba a decir si yo ni siquiera lo sabía? replicó, frustrado.

Leila intentó detener la licantropía, pero el proceso era complicado. A pesar de sus esfuerzos, sabía que el tiempo corría en su contra. Al menos, el transporte ya había llegado.

[...]

¿Por qué no informaron que eran licántropos? preguntó, visiblemente molesta cruzándose de brazos.

¿Acaso hay alguna diferencia? preguntó el agente.

¡Sí, hay una diferencia! exclamó, visiblemente molesta mientras miraba a los agentes. Un hombre lobo puede convertir a otros, pero solo durante la luna llena. En cambio, un licántropo no necesita de la luna para hacerlo explicó, exasperada. Por eso pensé que estábamos a salvo, ya que NO había luna llena gritó, frustrada. ¡Siempre hay algunos weones que no entienden!.

En ese momento, el agente Avilés entró y se encontró con los agentes temblando ante el regaño de la bruja.

Y notó que detrás de ellos estaba el vidrio que permitía ver al agente Vidal.

Sin más, Avilés se acercó a la mujer y se colocó entre ella y los agentes, a quienes ordenó que se marcharan.

Señorita, entiendo su molestia, pero ni nosotros sabíamos de eso, aunque suene ridículo admitió.

Ni yo noté la diferencia, así que me disculpo dijo, dirigiendo su mirada hacia su compañero.

William estaba atado a una camilla, sumido en un profundo sueño gracias a los calmantes que le habían administrado.

Bueno, ahora toca ver cómo se desarrolla todo esto suspiró Leila, mientras se masajeaba la sien.

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