Te tengo cerca, justo ahora.
Yo, en mi prisión, lo sé.
Tú, desde las cercanías,
sabes que estoy aquí.

Siento dolor inmenso
y ganas incontrolables
de salir en tu búsqueda
en la noche fría.

Me detiene la razón
de que hacerlo no me valdrá,
y el saber que tu reacción
me haría sentirme peor.

Nos separan metros, algunas cuantas paredes,
unas vías delgadas y en abandono…
Sé en el fondo que al terminar tu estancia,
no te podré ver nunca más.

Estoy resignado a la verdad…
A que la última vez que te vi
fue en mi deserción,
el día en que sufrí humillación
y en el que un dolor mínimo me impidió estar a tu espera.

Quería, apenas hace unas horas, tocarte,
sentirte junto a mí, desatar mis ganas de amarte
de frente, no a distancia como es siempre…
me ha sido prohibido, estoy privado de ti.

Tú no lo ves, me afecta en lo profundo,
desearía arrastrar al infierno el mundo
por albergar en su interior el mal
y el sufrimiento constante.

Tengo celos de aquellos que te ven
a diario, y que no te aprecian.
Siento envidia de los que amas,
y dolor por mi condición.


Estoy observando hacia un trozo de cielo
que nos cubre a ambos ahora mismo,
estamos dentro de los mismos límites,
y no puedo contemplar tu rostro una vez más.