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Capítulo 8._ Dulce e idiota




»Isabela



Me alisté para ir a la escuela, estaba segura de que hoy no sería un buen día; mi corazón ya me avisaba. Jos había salido con su familia a casa de sus abuelos, un viaje de varias horas sin hacer escala, hasta Atlanta. Era un martes fresco, la semana se pasaría larga sin él puesto que cancelamos varios planes y él volvería hasta el domingo.

Tomé mi mochila de la silla de mi escritorio para colgarla sobre mi hombro y guardé mi celular en el uno de los bolsillos delanteros de mis jeans ajustados; me encantaba usar ropa apretada. Me vi una última vez en el espejo antes de bajar; mi madre siempre insistía a mí y a mis hermanas que cuidáramos nuestro físico, no me era problema ello aunque a veces era incómodo preocuparme tanto por mi aspecto.


—Hola mami —me acerqué a besar su mejilla y ver si necesitaba ayuda, mis ánimos no eran tan buenos aquel día así que quería distraerme. Para mi suerte, hablando sarcásticamente, los panqués ya estaban decorados con maple y chispas listos para servirse en la mesa. Me conformé con llevar platos y poner los cubiertos

La mujer de cabello castaño me detuvo tomándome del brazo —Hoy no te maquillaste, al menos un poco menos para mi gusto —dijo palmeando mis mejillas pálidas, arrugué la nariz ante sus bruscos toques —Te ves horrenda amor, sube a ponerte un poco de rubor que parece que estoy hablando con un muerto —añadió exageradamente aún mirándome la cara, sentí mi corazón encogerse con sus palabras, esto ya era una costumbre. Podía ser muy hiriente con sus comentarios, y por lo regular poco maternal. Parecía una quinceañera, quizá trataba de ser una madre joven luego de haberse embarazado a temprana edad —¿Qué sucede esta vez, Ale? Hemos hablado de esto ya varias veces. —suspiró cansada.


Muy pocas veces ella podía hablarme bien, a veces era buena y en otras demasiado cruel; no medía lo que salía de su boca. De mi padre no había mucho que decir, me quería pero la química entre él y su esposa no era agradable; siempre me decía que lo sacaba de sus casillas. Desearía que mi familia fuera normal, por mientras me conformaba con darle todo de mí a la menor de mis hermanas.


—Jos —bufé sentándome cómodamente en una de las sillas, mi madre había sido la primera en descubrir aquellos sentimientos. "Los ojos enamorados de una mujer muy pocas veces se pueden ocultar sabiamente" mencionó esa vez. No me preocupaba platicar un poco, tenía tiempo de sobra para llegar a la escuela

—¿Le pasó algo? —frunció el ceño secándose las manos en el delantal de estampado floral que llevaba puesto sobre su corto vestido rosa de mangas largas, antes de irse al trabajo se trataba de portar como una perfecta ama de casa. De lo contrario, iba al gym y salía a más fiestas que yo sin contar que los hombres gustaban de ella; había oído a algunos de mis compañeros hablar de lo buena que estaba mi madre, eso era repugnante. Ella y papá se portaban como adolescentes, mi cuerpo se sacudió de tan solo pensar en todo lo que los veía hacer

—No irá a la escuela hasta el lunes.

—Mariana habló conmigo diciendo que llegarían ese día, ya sabes que somos las mejores amigas —sonrió orgullosa antes de sentarse a mi lado con su bolso en una mano y sosteniendo su taza de café con la otra. Sorbió de su bebida caliente, dejando un rastro de pintalabios sobre el rojizo recipiente 

—¿O sea que tampoco irá a clases el lunes? —pregunté con los ojos muy abiertos

—No —mi madre negó y comenzó a sacar su kit de maquillaje que nunca podía faltarle. Accedí a dejarme aplicar un poco, no era tan molesto

—¿Y Sheila? —miré a todos lados, la pequeña no estaba ni en la sala viendo su programa de televisión mañanero ni corriendo con sus muñecas en las manos. Ella era como una lucecita pequeña y delicada. Mamá tomó mi cara con más agarre para que dejara de moverme

—Tu hermana sigue dormida, creo que se está enfermando —de la nada, su rostro se tornó serio y dejó la brocha a un lado de su taza —Y... tu papá se fue —me miró sin tomarle mucha importancia, algo nada extraño

—¿A dónde? —le pregunté con curiosidad, suponía que al trabajo... mas su expresión neutra hacía que aquella corazonada con la que empecé mis "buenos días" se acelerara

Rodó los ojos, exasperada —No lo sé Isabela Alejandra, anoche discutimos y hoy se llevó unas cosas en una maleta. Salió por la puerta sin decirme nada —suspiró cansada, levantándose. Señaló mi plato, con ojos aburridos —¿Vas a comerte eso o no? La comida no está para desperdiciarse en estos tiempos duros. Aunque... podrías estar más delgada, bájala un poquito a tus snacks 'mijita.

—¿Nos dejó? —fue lo único que pudo salir de mi garganta, sentía un nudo en esta y mi respiración fallarme. Me aferré con fuerza al filo de la mesa, mis nudillos se tornaron blancos

Mamá hizo un ademán con la mano, despreocupada, sin inmutarse en despeinarse ni un centímetro su elaborado moño en la cabeza —Seguramente volverá, siempre lo hace ¿no? —me respondió mientras me quitaba el desayuno y lo guardaba en el refrigerador, haciendo sonar sus altos tacones beige. Me miró —Esto se lo podemos guardar a Shei.

—¿Y no te importa que se haya ido? —le reproché, me comenzaba a molesta su actitud indiferente. La misma cara de siempre, ignoré lo que dijo pues sabía que hablar de este tema la estaba comenzando a irritar; cosa negativa, le provocaría arrugas y tendría que conseguir dinero para inyectarse ácido hialurónico 

—Él y yo ya no tenemos una buena relación, tú sabes cómo es y...

—Al menos si no lo hacen por mí háganlo por Sheila, ella los adora —mis ojos se cristalizaron, haciéndome bajar la mirada. Sonrió de lado

¿Notaron algo más extraño? Me estaba llamando por mis dos nombres —Por amor de Dios Isabela, sabes que odio que seas así de sensible. Tal vez después lo entiendas, ya que estés más grandecita. Límpiate esas lágrimas y sube a hacer algo con esas ojeras, niñata desagradecida. Yo no gasté mi juventud en malcriarte, te he dado los suficientes valores y la fortaleza de ser una mujer independiente. Con medios para conseguir a un buen partido, recuerda eso cada vez que quieras reclamarme algo. Lo he dado todo por ustedes, me debes más que la vida —alardeó, posteriormente salió del comedor sin siquiera arrugar el ceño por preocupación


Me quedé parada como tonta, un alma solitaria sobre la madera pulida.

¿Se había ido, de verdad papá había sido capaz? La relación de mi familia estaba por los suelos, nadie se llevaba bien, y era culpa de mis tías paternas con todo lo que le metían a la cabeza a mi papá para que peleara con mamá. Siempre había discusiones, gritos e incluso golpes de vez en cuando. Lo único que yo podía hacer era llevarme lejos a mi hermanita hasta hacerla dormir mientras el martirio de escucharlos cada noche discutir hacía que me consumiera lentamente por dentro.

Puede que me llevara casi bien con mis progenitores, pero eso no cambiaba el hecho de que sus malos tratos me hicieran sufrir esto desde hace más de tres jodidos años. Subí al baño hasta expulsar lo poco que comí una noche anterior, supuse que ese día no desayunaría. Lavé mis dientes y me vi al espejo. No pude evitar que las lágrimas salieran.

Cada noche era así; sola con mi hermana en la casa mientras mis padres vivían la vida social que yo debería de tener, o esperando que no se mataran entre ellos. Mañanas con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Nadie decía algo al respecto. Todos se daban cuenta, mas no preguntaban ni hacían nada. Pálida, mirada vacía era todo lo que le había estado ocultando a mi mejor amigo por tanto tiempo, con tal de no preocuparlo de más. De cualquier forma yo más que nadie sabía que aquel rostro inexpresivo adquiría nuevamente su brillo con tan solo ver a Jos, no me importaba que le gustara perderse en el alcohol, además él estaba cambiando.

Le había casi confesado lo mucho que lo quería, aquel beso dentro del baño terminó desmoronándome por completo. Su llamada y aquella sonrisa diciendo que fue un simple error que debíamos dejarlo pasar... Oh cariño, jamás podría borrar aquel sello de mis labios. Lo amaba más que a mí misma, ese era mi principal error. Darle todo a alguien de manera incondicional, mientras él se conformaba ciegamente a darme las sobras de su corazón marchito por varias mujeres. Una vez tras otra.

Aplicaría sus palabras en esta ocasión, hay melodías tan hermosas que te quiebran. Tenía tanta razón mi dulce e idiota pelinegro.

Decidí dejar de ver mi horrible reflejo, sentándome frente a mi tocador y me maquillé quizá de más para ocultar lo feo de mi yo interna. Mi tan sola presencia era miserable, asqueada que casi volvía a vomitar. Ni yo conocía a esta destruida Isabela Alejandra. Sostuve frente a mí la navaja especial que utilizaba para depilarme, puesto que sabía cómo diseñarme mis cejas hasta que quedaran perfectamente alineadas y sensuales. Al igual que las tenazas, secadoras y planchas de cabello, el maquillaje y productos para el cuidado de la piel, las manejaba al derecho y al revés.

La solté, haciéndola salir de su mango azul verdoso; azotando en el suelo. Me apresuré a levantarlo torpemente a pesar de que tenía un repuesto en los cajones, mamá me los obsequiaba todo el tiempo. Ella buscaba que yo tuviera todo lo que ella no pudo en sus verdaderos tiempos de joven. Tontamente, me corté un poco el dedo.


—Demonios ¿qué me pasa? —agarré mi cabeza con mis manos, luego de ir al baño en busca de papel y alcohol para curarme. Puse una gasita en el largo corte y miré la pantalla de mi teléfono último modelo: 7:46 a.m. Mi padre me lo compró con mucho esfuerzo, sin que se lo pidiera 


Nuevamente, me regresé para devolver lo poco que quedaba en mi estómago gracias a la bilis en mi garganta dejando la puerta del baño abierta. Comencé a toser, odiaba todo esto. Entonces me giré para ir por mis cosas y finalmente irme, llevándome la sorpresa de que ahí estaba Sheila de pie. Mi mente se bloqueó al verla mirándome.


—¿Te sientes mal? —preguntó con su vocecita, mis ojos se llenaron de lágrimas acercándome a mi pequeña

—Estaré bien —me agaché para quedar a su altura, le sonreí levemente. Mis labios no me permitían agrandar el gesto. Besé su mejilla antes de colgarme nuevamente mi mochila, una de mis vecinas llamada Constanza se aseguraría de cuidarla. Cuando yo no podía hacerme cargo, ella se ofrecía amablemente; sé que si algo me pasaba, ella velaría por mi nena. Era una mujer mayor, vivía sola y tenía un pequeño Chihuahua macho de hombre Terance


Salí de la casa caminando, puesto que mi padre aún no se decidía por darme un coche, supongo que eso nunca sucedería.


—Claro, el mismo que se fue —escupí molesta, pateando la grava sobre el asfalto de la banqueta que tenía frente. Si él se decidía por no volver entonces estaba sola, tendría que cuidar aún más a Shei mientras mamá trabajaba todo el día para gastarse la mayor parte de su sueldo yéndose con su jefe a algún bar. Como si no supiera lo que hacía... 


Mi padre era una de las personas en las que más confiaba, ahora me dejó a mi suerte sin pensar en sus hijas, despedirse o siquiera dar la cara. Llegué a la entrada de la escuela, inexpresiva, sin Jos a mi lado alegrándome el día. Vi a Katia acercarse a mí, al verme su sonrisa se borró y me jaló lejos de nuestros amigos antes de que llegaran y nos vieran.

Los baños siempre olían a tabaco, cerveza y algo más, quizá sexo ¿yo qué sé?. Era una escuela pública, en la ciudad que vivía su nivel era bueno, inclusive las personas con dinero de sobra como antes lo era mi familia, peleaban por un lugar.


—Isa, te estoy hablando ¿qué sucedió? —Katia chasqueó los dedos frente a mí, haciéndome mirarla. Me recargué en el lavamanos

Mi voz era como una lija, ronca y dolorosa —Se fue Kat, él solo se fue —con ella me era imposible no desahogarme. El llanto no se hizo esperar, mi amiga me rodeó con sus brazos uniendo nuestros cuerpos en extremidades entrelazadas buscando consuelo

—¿Quién, amor? —la sentí acariciar mi cabello, el cual comenzaba a enredarse

Me separé de ella aún llorando —Mi papá, Kat. ¡Y para faltarla Shei me vio! —dejé caer mis brazos a mis costados de manera exagerada

—No entiendo, ¿a qué te refieres? —frunció el ceño, desconcertada. Enterré mi cara en mis manos, intentando evadir la realidad, su mirada acusadora y su sermón —Isabela Alejandra me estás preocupando, así que explícate ya. ¿Qué estabas haciendo que te vio tu hermana?

Decidí confesar, pronto mi cuerpo de cobraría las facturas de aquella atrocidad —Las sobras de mi desorden, Katia.

En vez de oír sus gritos, lo único que alcanzaron a percibir mis oídos fue un suspiro cansado y después, nuevamente sentí sus brazos —Lo volviste a hacer, ¿qué te dijo Shei? —acarició las correas de su mochila y vio sus pies

Sorbí mi nariz con el papel higiénico que mi amiga me ofreció —Pensó que estaba enferma, solo eso —hablé mormada, mi nariz estaba roja y un poco de base quedó manchada en la toalla desechable 

—No debes de hacerlo. Sabes que puedo ayudarte, necesitas ayuda profesional...

—¡Es que yo no quería! Fue mi cuerpo —respondí tratando de defenderme. Me miré al espejo, ambas mirábamos mi reflejo roto 

—No me dijiste que estabas tan mal.

—No puedo controlarme.

—Pues sí, te estás muriendo en vida estúpida. Jos no sabe de esto, ¿qué crees que piense cuando se entere de la nada que estás tan jodidamente mal que ya no puedes controlarte? —escupió molesta, la entendía. Todos mis amigos velaban por mí, y yo me hacía de oídos sordos

—Él no tiene por qué enterarse, te lo dije y lo prometiste. —le recordé bajando la voz, la puerta del baño no tenía seguro y alguien podía entrar en cualquier momento. Por si acaso, tomamos nuestras precauciones de subir a los baños del tercer piso en el cual supuestamente asustaban. Falso, lo aprovechaban para que los estudiantes pudieran meterse mota a gusto

—Sí, pero si sigues así comenzarás a parecer un esqueleto y todos lo notarán, y te aseguro que él pensara igual que yo.

—Cuando vuelva le diré, pero por favor hazlo conmigo. Voy a mejorar, lo prometo —la tomé de las manos, pero la morena negó triste y bajó la mirada

—Los últimos meses he oído esas palabras hacia mí salir de tus labios, cinco veces. Y mírate.

—Esta vez lo haré Katia, por favor confía en mí.

—Y lo tendrás que hacer, me daré cuenta sin que me digas algo... tienes menos de un mes, y si sigues igual, yo misma te meteré a un hospital o algún centro hasta que te recuperes. —me miró seria, luego hurgó en su bolso costoso y sacó de este un buen lunch, el cual me aventó y atrapé ágilmente con las manos. Jugar voleibol sí que ayudaba con los reflejos, internamente sonreí orgullosa y le di un buen mordisco a la manzana. Roja como la sangre y el pintalabios favorito de mamá

—Creo que aquí están —la puerta se abrió dejando ver al moreno un poco agitado  —Isa, ¿estás bien? —me abrazó, sonreí y le devolví el gesto  —Sabía que las encontraría aquí.

—Estoy...bien Alan, gracias por preguntar —él sonrió satisfecho y Katia lo abrazó cariñosamente. Miré hacia otro lado —¿Alonso y Freddy?

—Ya vienen, y traen amiguitas.


Y dicho y hecho, los dos llegaron corriendo al mismo tiempo y al verme, esta vez no bombardearon con chismes que oyeron de los pasillos como el menú del día en la cafetería y el por qué estábamos aquí. Tampoco llevaban chicas, más bien, cervezas.

Deseé que el día acabara para poder dormir, luego de deshacerme completamente del aliento alcohólico. Nadie nos vio saltarnos la primera hora, quizá estaba mal pero fue un gran descanso para mi cuerpo. Risas quedas, bebidas y amigos. Al fin el día ponía algo a mi favor, las clases se pasaron rápidas pero a la vez lentas sin Jos a mi lado, su lugar estaba vacío.

Pasé a una tienda de autoservicio a comprarle a Sheila un bote de helado y un poco de nutella para mí. Llegué a casa caminando, agradeciendo que tuviera zapatos cómodos para recorrer el corto trayecto del colegio a la avenida. Dejé las cosas en la cocina decorada de manera sencilla y sofisticada, subí a mi habitación encontrándome con la puerta abierta. Mamá salió de ella y yo simplemente no sabía cómo describir su expresión. Por primera vez la veía con el delineador corrido y su cabello despeinado, parecía una loca.


—¿Qué es esto? Entré a tu cuarto a tomar prestada una blusa tuya, y aprovechar para limpiar —agitó ante mis ojos los papeles ensangrentados y la navaja. Mi sangre se heló, literalmente —Los encontré regados, ¡respóndeme!

—Mamá, fue un accidente —caminé directo a mi cama, sintiéndola seguirme. No sabía cómo mirarla a los ojos. Le mostré mi dedo, con las gasas envueltas en este —No tienes por qué entrar a mi habitación, es algo privado y...

—No me vengas a dar sermones, niñata —me hizo levantarme tomándome fuertemente del brazo, dejando la marca de sus dedos decorados con uñas acrílicas. Me zarandeó de más, desorientándome un poco —Sheila me dijo que estabas enferma, te vio en la mañana vomitando... ¿Qué te sucede? No creo que estés mal del estómago y que juegues con estas malditas cosas.

—Puedes creer lo que quieras mamá, ¿pero no querías tú que bajara de peso? ¿no me las diste tú para cuidar mi belleza llena de pelos? —me señalé a mí misma, arrugando la nariz. Sus cejas se deformaron al fruncir el ceño —Ya déjame en paz por una maldita vez, estoy cansada de escucharte parlotear sobre la perfección. No soy perfecta ni quiero serlo ¡y tú tampoco lo eres! Eres lo más alejado a ella, y a ser una buena madre.

—¿Qué te deje? ¡Haz algo bien por una vez en tu maldita vida! No te pedía mucho —siguió gritándome, sin importarle qué tanto me lastimaba —Y para tu información, aún siendo mayor que tú soy más bonita y los hom...

¡BASTA! —solté con coraje por sus palabras, su actitud y sus gritos. Tenía que interrumpirla o ambas explotaríamos hasta sacarnos los cabellos —¡No me interesa competir contigo! Quizá si papá se fue es porque tampoco él te aguantaba. Hace tres años que todos en esta casa vivimos en un infierno escondido bajo el mismo techo. ¿Y qué es lo que hacen? ¡Fingir que nada pasa! Mientras él se va tú metes a ese doctor a tu cam... —me gané una bofetada de su parte, cosa que sí me esperaba ante mis gritos contra mi propia madre. Sin decirle nada, la empujé hasta sacarla del cuarto y cerrar bien la puerta con seguro




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¡Hola a todas! Bueno, este es uno de los capítulos más largos hasta ahorita. Quería comentarles que este capítulo se lo dediqué al 100% a Isabela porque en este capítulo y en el que viene, es de narrarles su vida, cómo ha sido y los problemas que enfrenta

 ¡Que para nada se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas+! Las observo a todas (͡° ͜ʖ ͡°)

Pregunta: ¿Ya han ido a un concierto de CD9? ¿A cuál? 


—Su fiel escritora Frida

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