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Capítulo 49._ Una luz más






Las piernas de Jos temblaban como gelatinas, la sangre se le heló y el cuello de su nuca hormigueó. Miró a su alrededor y un sinfín de recuerdos con una linda castaña comenzaron a adormecerle. Su pecho comenzaba a oprimirle el alma.

Solo bastó una llamada para cambiarle el mundo por completo.


La voz de Alexander cuando descolgó el teléfono, sonaba angustiada —¿Jos?

—Hola —se aclaró la garganta, alejándose de la silenciosa sala de espera

—Gracias a Dios que contestas, te estuvimos buscando y nada —oyó un suspiro aliviado, pero no menos nervioso —Camile está teniendo contracciones.

—Mierda —talló su cara, desesperado. Todo se estaba juntando ese día —Mi mamá tuvo complicaciones hace un rato y... perdón —se disculpó sincero —Ya está estable, ¿dónde está Cam? —el ojiazul castaño le dio la dirección, mas no colgó —Ocurre otra cosa, ¿cierto?

—Ya estoy yo aquí con ellas.

—¿A qué te refieres con "ellas"? —frunció el ceño, sintiendo su corazón a nada de salirse de su pecho

—Escucha, Isabela sufrió una especie de... ni siquiera sé cómo explicarlo, el punto es que, creemos que tendrán que hacerle una cesárea de emergencia para sacar al bebé antes de que... —se quedó callado, dejando las palabras en el aire

—¿De que qué? —rugió comenzando a molestarse, signo de su ansiedad —¡Alex! —le exigió saber con los ojos aguados por la frustración

—De que sea tarde para ambos, con suerte, podrán lograr que uno de los dos sobreviva.


Se sacudió el polvo de los pantalones y tomó las llaves del coche. No quería ser pesimista, pero lo mejor sería estar ahí antes de que... golpeó con fuerza el volante, odiándose por siquiera pensar en ello. No era la clase de ayuda que ninguno necesitaba en esos instantes.

A una velocidad casi moderada, se apresuró a llegar a aquel tosco y blanco edificio con ventanales de cristal. Estacionó una cuadra antes y bajó corriendo hasta la recepción, encontrándose en la calle los autos de Alonso y Alex.


—Buenas noches. Necesito saber el número de habitación de una paciente —dijo el chico patinando en el suelo, debido a su rapidez y las resbalosas baldosas

Una mujer de unos treinta años, nariz afilada y de aspecto cansado lo examinó con su vista de halcón antes de buscar en la computadora detrás de unos lentes chuecos sobre el puente de la nariz. —Necesito su identificación —el pelinegro bufó y la sacó presuroso. Quince minutos después, la mujer con un gafete que decía  "Brenda" lo miró —Sigue en quirófano, su cuarto asignado es el 215 —contestó y al instante, Jos corrió en búsqueda hacia el elevador, el cual tardó segundos que se sentían como años sin dormir o probar bocado


Preguntó a una enfermera el piso y ella amablemente se ofreció a llevarlo hasta la sala de espera. Los nervios recorrían al menor de los Canela, el cual temía lo que fuera a encontrar cuando estuviera ahí, ¿y si ella ya no estaba más cuando él llegara?

Soltó un suspiro al ver rostros conocidos ahí; eran varias las personas que se encontraban en el lugar, ya fuera sentados en las que parecían incómodas sillas, caminando de un lado para otro e inclusive echados en el suelo comiéndose las uñas. Alonso y Marce tomados de las manos mientras Alex tenía un brazo sobre los hombros de su madre, el anciano Castillo gritándole a algunos doctores su incompetencia ya que había pagado mucho por la mejor atención, y una muy cambiada Clara mantenía fija su mirada enrojecida en una de las paredes, seguramente por el llanto.

Alexander lucía completamente devastado pues tenía el cabello revuelto, lágrimas secas en las mejillas y su elegante traje arrugado; era difícil saber quién estaba peor, si Jos o él. 


—¿Les han dicho algo? —al instante todos miraron hacia él, incluyendo a Clara, que había salido de su ensoñación —¿Alguien que diga algo? —gruñó impaciente después de segundos en silencio

—¡Jos! —Marce se lanzó a sus brazos mientras él mantenía un muy fuerte agarre en el abrazo —¡Tienes que entrar! Vamos, yo te llevo —lo jaló de su suéter de lana a través de alumbrados pasillos —Te están esperando, la pobre Camile está estresada.



Miró una vez más a la diminuta bebé que había nacido apenas unas horas antes, se removía en la incubadora y bostezaba; era tan risueña y perfecta. Con un suspiró se separó del cristal y se reunió con los demás. Llevaban más de un día, era agotador, y la esposa del pelinegro aún descansaba del intenso labor de parto natural que tuvo que experimentar. 


—¿Alguna noticia de Isabela? —se sentó a un lado de Alonso y Alex

—No nos han dejado pasar verla, hermano —Villalpando suspiró pesadamente

—¿Ya me dirán qué sucedió?

—El cuadro que presentó es extraño, por lo mismo ha sido complicado —comenzó a decir el ojiazul mayor —Ella estaba con Sofía, todo marchaba bien... solo un poco cansada por la caminata que dieron, se estaban riendo y de la nada cayó. No ha despertado, y está en observación, esto puede afectar al bebé —negó lentamente, decaído —Si me hacen escoger, yo...

—Será al bebé, es lo que ella quiere —dijo la morena con voz dura, mirándolos a los tres, los cuales no estaban de acuerdo con ello

—No nos apresuremos ¿sí? —Alonso trató de tranquilizarlos, guardando silencio

—Quisiera poder decirte que todo está bien, pero no puedo —dijo Alex dirigiéndose a él; tomó una bocanada de aire, si seguía hablando terminaría en llanto —Camile, ¿está bien?

Asintió, agradeciendo que quisiera animarlo —Solo reposando, ¿ya viste a la bebé? —cambió de tema, necesitaba cambiar de tema

—¿Decidieron el nombre ya?

—Aún no, ¿recuerdas que tampoco sabíamos? —contestó con una pequeña sonrisa, recordando a su amiga —Ella saldrá de esta —afirmó el pelinegro apretando los puños a sus costados

—¿Familiares de la paciente Castillo? —el doctor Longares, el médico de la familia desde hacía décadas, se acercó a ellos con expresión seria aunque probablemente aquel año él sería el ganador del Cuervo Negro

Roberto Castillo y su nieto lo miraron —Nosotros.

—Necesito que me acompañen. —su mirada era severa

Una hora después, estaban de vuelta y no solo ellos, sino también una parejita que había desaparecido de sus vidas hacía mucho —¿Qué les dijo?

—Parto precipitado, ya va a nacer.



Solo estaban Alonso, Jos y Alex. —El parto precipitado son contracciones rápidas e intensas, justo lo que le sucedió a mi Isa —comenzó a decir el ojiazul en voz baja —Lo que significa que el bebé es pequeño, más que el promedio. Y de ello deriva que el útero se contraiga y el parto sea más rápido pero... algo no anda nada bien, y sigue sin poder tener fuerzas suficientes para pujar. No está suficientemente dilatada. Lograron controlarlo, pero será un parto rápido y aquí es donde se vuelve a complicar la cosa.

—¿Qué? —preguntó Jos impaciente, meciendo a su hija recién nacida entre sus brazos —No entiendo, ella estaba bien. Todo el embarazo se cuidó e iba constantemente al médico.

—Correr y el estrés no debieron ayudarle —supuso Alonso con cara pensativa, llamando la atención de los dos chicos —¿Qué me ven? —frunció el ceño, extrañado

—Repite lo que dijiste. —el pelinegro entrecerró los ojos, deseando que sus oídos le estuvieran fallando

—¿Que Isabela se vino sola cuando supo lo de Jos? Solo quería ser de ayuda —murmuró sin entender lo que estaba pasando



—Cariño —el ojiazul entró a la habitación, mirando con tristeza a su mujer. En brazos, la castaña mecía a la nueva integrante de la familia. Los ojos de ella se encontraron con los del resto

—¡Hey! —a pesar de lucir agotada, llevaba puesta una de las mejores y más auténticas sonrisas que los dos le hubieran visto a alguien. Jos analizó la situación, viendo un pequeño bulto en una manta amarilla —Ven carita de sapo, alguien quiere conocerte. Le he platicado mucho de su tío en este tiempecito que hemos tenido juntas, magnífico por cierto —lo invitó a acercarse, divertida —Por alguna razón, le encanta jalar mi cabello y balbucear. A este paso, en una semana dirá su primera palabra.

—Espero que hayan sido cosas buenas —bromeó el pelinegro caminando hasta ella —Ay... no —se quejó levemente, cargar bebés nunca había sido su mayor cualidad, incluso se mostraba inseguro con sus hijos. Cuando sus ojos miel se encontraron con aquellas diminutas manitas, sonrió con dulzura, extasiado de emoción

Los miró con los ojos muy abiertos, riendo incrédulo —¿Es...?

—Se llama Ikia —comenzó a presentarla el ojiazul, besando cortamente a su esposa —Esperamos que cuides a esa niña tanto como a los tuyos.

—Hey, se parece a ti —Jos miró a su mejor amiga, deseando ignorar lo pálida y débil que se veía —Es decir, tú eres un ogro —la castaña lo miró mal, pero él estaba muy concentrado en ese chiquito ser nuevo —Pero ella... es un ogro bonito y pequeñísimo.

—¿Cómo te sientes? —Alexander acarició el cabello de la ya mujer

Bostezó largamente —Cansada. —La castaña estaba recostada en la cama conectada a cables, sonreía enormemente cada que veía a su engendro —¡Me siento tan feliz, chicos! —exclamó soltando risitas, como la niña que alguna vez fue, aunque esto le doliera un poco —Gracias por estar aquí, Jos —extendió sus extremidades lo suficiente para envolver al pelinegro en un fuerte abrazo, probablemente el mejor que le había dado en todos sus años de amistad —Quiero ir a la playa, con esta preciosura, y comer muchos camarones a la diabla —soltó Isabela con un buen suspiro soñador. El mar era una de las cosas que más amaba —¿Podemos ir cuando me alivie? —miró a su esposo con ojitos soñadores

—Aún nos falta mucho por hacer, ballenita.

—Pues mira que ya no lo soy tanto, ¿cierto, Ikia? —fingió entablar una seria conversación con su hija, cuestionando qué castigo le darían al ojiazul por sus burlas

Jos se recargó en una de las paredes, mirando detenidamente a la familia feliz, justo cuando estaban completos —A pesar de todo sigues viéndote tan enana y mona como a tus cinco años, cuando usabas tus dos trencitas y eras más orgullosa que cualquiera. Cuando pintabas flores en las paredes de la casa o te robaba tu Polaroid para fotografiar una hormiga, teníamos seis años y las tomabas mejor que yo —ambos comenzaron a reír mientras sus rostros se llenaban de pequeñas gotitas de melancolía

Isabela soltó estruendosas carcajadas que él cargaría en su memoria —Aún recuerdo los gritos de mamá, creo que nunca logré tocar su corazón —sonrió de lado mientras rememoraba cuando corría a los brazos de su padre, papá... tenía tiempo sin verlos —¿Y Andrea? —preguntó dudosa por la respuesta

—Afuera con Judas, tenían hambre y no pudieron aguantarse. —una cabecita se asomó por la puerta, curioso

—¡Hey Paulito!

—Jos, ese apodo es ridículo, no le hagas pasar al niño toda esa pena —Isabela rodó los ojos —Hola niño bonito —le tocó las pestañas y el pequeño rió, aunque había crecido, era muy inocente y cariñoso —Eres más lindo que Jos ¿sabías?, serás un galán a comparación de él —los dos amigos se miraron sacándose la lengua, y mostrándose el dedo medio; esta vez fue Alexander el que rió mucho. La castaña apuntó al mayor hijo de la nueva generación Canela —Tú no puedes hacer eso, Paul. Confío en que mis lecciones causen efecto.—terminó de decir, guiñándole un ojo cómplice. El niño la abrazó por el cuello con sus delgados bracitos.

El móvil del ojiazul comenzó a sonar —Disculpen —se retiró justo afuera de la puerta, Jos aprovechó para sacar a Paul y volver a abrazar a Isabela

—¿Cambiaste de shampoo? —la chica comenzó a olisquearlo con sumo interés

—De hecho sí, estoy probando uno de vainilla que me queda bien —contestó él y empezaron a conversar de cosméticos para bañarse

—Aunque insisto, el limón es tu fuerte —le aseguró Isabela durmiendo a su bebé —Cuando Camile dijo que tenerlo por primera vez en tus brazos era magia, y amor puro, creí que era algo intenso. Pero... ahora que lo veo y siento —lo miró con una gran sonrisa, y lágrimas en los ojos —Creo que ella se quedó corta. Me recuerda cuando Sheila nació.

—Aún la llevas contigo —le sonrió Jos con ternura

—Todos los días de mi vida —contestó Isabela frunciendo los labios —Por cierto, a la hora del parte tu collar fue de gran ayuda.

—¿Por qué?

—Cada que lo veía, me daban ganas de pegarte por no estar conmigo.

Rodó los ojos, divertido —Cálmate, brujita.

—Vamos Jos, no me recuerdes eso.


La bruja vendrá y... ¡te comerá! la niña de las trencitas comenzó a ser perseguida por su mejor amiga y picarle la panza

¡No digas eso José! lloriqueó, entonces el pelinegro se dio cuenta que le había afectado

Lo siento Alejandra, verás que es mentirita. Ellas molestan a las niñas malas, y tú eres muy buena, por eso le gustas a Eric le acarició el pelo y se sentaron en los columpios

—¡Es Isabela! —le reprochó que la llamara así


—¿Por qué siempre tienes que ser tan malhumorada?

—Y tú tan idiota —Isabela intentó aguantarse la risa

—¡Isa! —Alonso no aguantó las ganas y corrió a abrazar a su amiga mientras depositaba castos besos en toda su cara y cabeza, provocándole risitas como cuando eran menores y él hacía lo mismo para alegrarla —No te esfuerces, deja un poco de energía —le pidió sentándose a su lado

—Espero que por mí, al final te decidas por estar con Marcela, necesito una madrina con su padrina para Ikia —le advirtió Isabela, removiéndose entre las sábanas —Tengo tanto sueño.

—Marce no me quiere más, Isa, entiéndelo.

—No digas eso —le pidió la castaña pasándola a la bebé a Jos, para tomar las manos del ojiazul —Escucha bien, Villalpando. El amor nos toca solo una vez y dura para siempre, pase lo que pase. 

—El amor dura una vida entera y más —siguió diciendo Jos, perdiendo sus ojos en la criatura que sostenía en brazos. Alex entró al cuarto nuevamente y se sentó a lado de la camilla de su mujer, volviendo a tener en su posesión a la niña

La castaña cerró los ojos —Me siento tan cansada... Jos —él la miró indicándole que siguiera —Cántame.

Frunció el ceño —Pero tú odias que lo haga.

—A la mierda eso —sonrió divertida, acarició el rostro de Ikia —Esa canción que tarareabas cuando éramos niños, que estaba asustada o alterada, me gustaría que ella la escuchara. —él sonrió recordando aquellas rabietas que ella solía hacer por todo

Tomó una gran bocanada de aire, y comenzó —El zorrito le dijo a la ardilla, no llores amiguita. Tengo mi corazón, y un pedazo de mi alma, ¿te gustaría compartirla? —esbozó una mueca, Isabela estaba encantada con ello —Las florecitas nos llaman, y el cielo también, ¿te gustaría encontrarlos juntos? Hasta perdernos en el horizonte...

Donde las almas gemelas se encuentran, eres chiquita pero amigable, el mundo te necesita... —volvió a bostezar, somnolienta. Alexander le dio un casto beso, viendo sus ojos cerrarse

—Te amo, gracias por este regalo —la chica sonrió y palmeó su mejilla con felicidad. La castaña cerró los ojos, cayendo en un profundo sueño

—¿Isabella? —la llamó su marido al ver sus brazos debilitarse, justo a tiempo para aferrarse a la pequeña luego de ver flaquear la mano de la paciente. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, pues la máquina hizo su trabajo perfectamente al hacerles saber, que ni siquiera los médicos que ingresaron al cuarto, pudieron hacer nada al respecto 

Mientras la sala de espera se volvía un manojo de gritos y llanto, Jos se acercó y besó su frente lentamente, sabiendo que ya después se rompería por ella; una vez más, solo que esta, sería la última —Ojalá hubiéramos tenido más tiempo —susurró él cerrando los ojos con añoranza —No tengas miedo, sabes que nunca estarás sola. —dicho esto, salió del cuarto con el atardecer siguiéndole los pies, necesitaba huir de aquel lugar e ir a uno donde ella aún estuviera


—¿Has escuchado qué pasa con las historias que tienen un final como este?

—Se terminan —le contestó ella separándose de su pecho

Besó su frente —No, se vuelven eternas.



—¿Qué es eso? —Freddy frunció el ceño, confundido —Se escucha feo.

—Fue un trabajo de parto rápido, su cuello uterino y vagina se desgarraron, causándole una hemorragia lo suficiente para desangrarla internamente y eso ocasionó el shock post-parto, por suerte el bebé no aspiró líquido amniótico. —la felicidad, ahora era tristeza

Continuó su camino hacia la salida, sintiendo el pesar en su espalda al igual que los últimos rayos del sol del día. Una bofetada le impidió marcharse del hospital, una morena de cabello corto era la causante de ello —Limpió la mierda que has hecho, porque siempre estás arruinándolo todo, incluyéndola. Hizo todo por ti, y lo único que lograste es que llegara hasta aquí para hundirla, malagradecido —la miró desconcertado, su mente aún estaba ida

—Katia —oyó la conocida y gruesa voz, sin dejarse destrozar —Para, él no está tomado...

La chica continuó escupiendo odio, ignorando su alrededor —Estabas tan seguro de que ella siempre regresaría a ti, mira dónde está ahora. Siempre te salvó a ti, antes de salvarse a sí misma ¡se lo dije!. —lo señaló con repugnancia. Su aspecto deprimente con ojos hinchados, ojeras y cabello despeinado lo hacían parecer como el viejo alcohólico que ya no era —Eres un inestable, y siempre lo serás, ni siquiera aquí puedes comportarte. Me das asco José Miguel. ¡Mírate! Ojalá fueras tú el que estuviera muerto.





Si hay alguna falta ortográfica, disculpen y háganmelo saber:) el capítulo es algo extenso

Este octubre Photograph está cumpliendo años desde su primera publicación en Wattpad!!! Gracias a las personitas que siguen apoyándome

No me olviden apoyar la novela con sus votos y comentarios🖤


—Su fiel escritora Frida :')

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